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Educación


Enviado por   •  23 de Mayo de 2015  •  2.730 Palabras (11 Páginas)  •  151 Visitas

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Identidad, coexistencia y familia

Identity, Coexistence and the Family

La búsqueda afanosa de la identidad cultural y personal se acentúa

en un mundo globalizado. La tendencia a buscar formas generales

en la organización de la convivencia parece amenazar las

identidades singulares, propiciando el recelo hacia toda apertura

a la universalidad. La coexistencia, como radical antropológico,

se pierde de vista en la relación interpersonal. La familia parece

ser el mejor ámbito educativo para aprender experiencialmente

que el desarrollo de la propia identidad no es opuesto sino complementario

a la apertura universal que reclama la globalización.

Palabras clave: identidad, coexistencia, familia, globalización,

universalidad.

The laborious search for cultural and personal identity is accentuated

in a globalised world. The tendency to look for general

forms in the organisation of life together seems to be menacing

singular identities, producing distrust towards all kinds of opening

out to universalities. Coexistence, understood as radical

anthropology, is lost in interpersonal relationships. The family

seems to be the best educational ambit to learn, through experience,

that the development of one’s own identity is not opposed

to the universal opening which is required by globalisation,

but is rather complementary to it.

Keywords: identity, coexistence, family, globalisation, universality.

¿POR QUÉ LA CUESTIÓN DE la identidad –individual, nacional, cultural, religiosa–

ha emergido con tanta pujanza en la actualidad? ¿Por qué se ha

difundido por tantos ámbitos de la vida social, hasta el punto de ser referente

común de tantos estudios y ensayos prospectivos? Y, sobre todo, ¿por

© 2004 by Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, ISSN: 1578-7001 Estudios sobre Educación, 2004, 6, 105-118

pias, resguardadas hasta ahora por dichos límites geográficos y políticos. Pero

no sólo estos elementos parecen estar en peligro; es el mismo modo de

ser propio, o sea la propia identidad –nacional, cultural, social, religiosa, e

incluso personal– la que semeja encontrarse en trance de perdición.

Y sin embargo, desde una actitud más ponderada y serena, la globalización

se percibe como una vía eficiente para concretar y enraizar una íntima

aspiración humana raramente satisfecha: el afán de universalidad, agudamente

expresado hace siglos en el aforismo de Terencio: “soy humano y

[por ello] nada me es ajeno (humanum sum; nihil a me alienum puto). El descubrimiento

de la apertura a la universalidad, aunque tosca y confusamente,

comienza a realizarse en la cuenca mediterránea hace muchos siglos. Ahí

comienza la apertura radical a la realidad que emplaza a la inteligencia y a

la voluntad a expandir la propia identidad, a enriquecerla en la relación con

los otros para realizar el pleno crecimiento humano en la coexistencia personal.

Sin embargo, no es una tarea fácil, sino ardua y costosa en el tiempo;

los más de veinticinco siglos transcurridos desde entonces apenas nos han

dispuesto mínimamente para hacernos cargo de la actual globalización. Todavía

hoy perdura el etnocentrismo que, como forma sociocultural de la

afirmación de la propia identidad, entorpece la apertura a la universalidad;

aún hoy, el mayor obstáculo para la universalidad sigue siendo la consideración

de los distintos como bárbaros (extraños, ajenos) respecto de la autoafirmación

identitaria.

1. El concepto de identidad

Para aclarar esta cuestión es preciso que nos centremos inicialmente en los

diversos modos de entender la identidad. Aparte del sentido lógico de la

identidad, hay otros dos sentidos básicos que son directamente pertinentes

ahora (Esquer, 2000, pp. 167-168):

a) La identidad como valor general. Éste es el concepto moderno de identidad,

que tiene su origen en Hegel. Se realiza como identificación, como adscripción

subjetiva a unos valores o referentes objetivos que me caracterizan.

Éstos empiezan siendo meros descriptores, pero con nuestra afiliación al

grupo que definen, nos acaban configurando también vinculados a dicho

grupo, pero separadamente de los individuos ajenos a él. El sujeto se identifica

objetivamente con el grupo y el individuo se identifica con él según el

grado en que afirme y realice las características objetivas definitorias del grupo.

En todo caso, la persona se diluye y evapora en elementos abstractos,

postulados –eso sí– como valores excelsos para toda la humanidad, y no sólo

para el grupo

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