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El Camino De La Dependencia

etoca29 de Octubre de 2013

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EL CAMINO

DE LA

AUTODEPENDENCIA

JORGE BUCAY

Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era

FWD: www.promineo.gq.nu

Rosario – Argentina

Adherida al Directorio Promineo

Hojas de Ruta

Seguramente hay un rumbo

y de muchas maneras

personal y único.

Posiblemente haya un rumbo

y de muchas maneras

el mismo para todos.

Hay un rumbo seguro

y de alguna manera posible.

posiblemente

seguramente

De manera que habrá que encontrar ese rumbo y empezar a recorrerlo. Y posiblemente habrá que

arrancar solo y sorprenderse al encontrar, más adelante en el camino, a todos los que seguramente van en la

Este rumbo último, solitario, personal y definitivo, sería bueno no olvidarlo, es nuestro puente hacia los

demás, el único punto de conexión que nos une irremediablemente al mundo de lo que es.

Llamemos al destino final como cada uno quiera: felicidad, autorrealización, elevación, iluminación, darse

cuenta, paz, éxito, cima, o simplemente final... lo mismo da. Todos sabemos que arribar con bien allí es nuestro

Habrá quienes se pierdan en el trayecto y se condenen a llegar un poco tarde y habrá también quienes

encuentren un atajo y se transformen en expertos guías para los demás.

Algunos de estos guías me han enseñado que hay muchas formas de llegar, infinitos accesos, miles de

maneras, decenas de rutas que nos llevan por el rumbo correcto. Caminos que transitaremos uno por uno.

Sin embargo, hay algunos caminos que forman parte de todas las rutas trazadas.

Caminos que no se pueden esquivar.

Caminos que habrá que recorrer si uno pretende seguir.

Caminos donde aprenderemos lo que es imprescindible saber para acceder al último tramo.

Para mí estos caminos inevitables son cuatro:

1 / El camino del encuentro definitivo con uno mismo, que yo llamo

El camino de la Autodependencia.

2 / El camino del encuentro con el otro, del amor y del sexo, que llamo

El camino del Encuentro.

3 / El camino de las pérdidas y de los duelos, que llamo

El camino de las Lágrimas.

4 / Y el camino de la completud y de la búsqueda del sentido, que llamo

El camino de la Felicidad.

A lo largo de mi propio viaje he vivido consultando los apuntes que otros dejaron de sus viajes y he usado

parte de mi tiempo en trazar mis propios mapas del recorrido.

Mis mapas de estos cuatro caminos se constituyeron en estos años en hojas de ruta que me ayudaron a

retomar el rumbo cada vez que me perdía.

Quizás estas Hojas de Ruta puedan servir a algunos de los que, como yo, suelen perder el rumbo, y

quizás, también, a aquellos que sean capaces de encontrar atajos. De todas maneras, el mapa nunca es el

territorio y habrá que ir corrigiendo el recorrido cada vez que nuestra propia experiencia encuentre un error del

cartógrafo. Sólo así llegaremos a la cima.

Ojalá nos encontremos allí.

Querrá decir que ustedes han llegado.

Querrá decir que lo conseguí también yo.

JORGE BUCAY

La Alegoría del Carruaje

Un día de octubre, una voz familiar en el teléfono me dice:

—Salí a la calle que hay un regalo para vos.

Entusiasmado, salgo a la vereda y me encuentro con el regalo. Es un precioso carruaje estacionado justo

justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera de nogal lustrada, tiene herrajes de bronce y lámparas de

cerámica blanca, todo muy fino, muy elegante, muy “chic”. Abro la portezuela de la cabina y subo. Un gran

asiento semicircular forrado en pana bordó y unos visillos de encaje blanco le dan un toque de realeza al

cubículo. Me siento y me doy cuenta que todo está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo

de las piernas, el ancho del asiento, la altura del techo... todo es muy cómodo, y no hay lugar para nadie más.

Entonces miro por la ventana y veo “el paisaje”: de un lado el frente de mi casa, del otro el frente de la

casa de mi vecino... y digo: “¡Qué bárbaro este regalo! Qué bien, qué lindo...” Y me quedo un rato disfrutando

Al rato empiezo a aburrirme; lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo.

Me pregunto: “¿Cuánto tiempo uno puede ver las mismas cosas?” Y empiezo a convencerme de que el

regalo que me hicieron no sirve para nada.

De eso me ando quejando en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice, como adivinándome:

—¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo?

Yo pongo cara de qué-le-falta mientras miro las alfombras y los tapizados.

—Le faltan los caballos —me dice antes que llegue a preguntarle.

Por eso veo siempre lo mismo —pienso—, por eso me parece aburrido...

Entonces voy hasta el corralón de la estación y le ato dos caballos al carruaje. Me subo otra vez y desde

El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia permanentemente y eso me sorprende.

Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración en el carruaje y a ver el comienzo de una

rajadura en uno de los laterales.

Son los caballos que me conducen por caminos terribles; agarran todos los pozos, se suben a las

veredas, me llevan por barrios peligrosos.

Me doy cuenta que yo no tengo ningún control de na-da; los caballos me arrastran a donde ellos quieren.

Al principio, ese derrotero era muy lindo, pero al final siento que es muy peligroso.

Comienzo a asustarme y a darme cuenta que esto tampoco sirve.

En ese momento, veo a mi vecino que pasa por ahí cerca, en su auto. Lo insulto:

—¡Te falta el cochero!

Con gran dificultad y con su ayuda, sofreno los caballos y decido contratar a un cochero. A los pocos días

asume funciones. Es un hombre formal y circunspecto con cara de poco humor y mucho conocimiento.

Me parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar verdaderamente del regalo que me hicieron.

Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al cochero adónde quiero ir.

Él conduce, él controla la situación, él decide la velocidad adecuada y elige la mejor ruta.

Yo... Yo disfruto del viaje.

Esta pequeña alegoría debería servirnos para entender el concepto holístico del ser.

Hemos nacido, salido de nuestra “casa” y nos hemos encontrado con un regalo: nuestro cuerpo. Un

carruaje diseñado especialmente para cada uno de nosotros. Un vehículo capaz de adaptarse a los cambios

con el paso del tiempo, pero que será el mismo durante todo el viaje.

A poco de nacer, nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un requerimiento instintivo, y se

movió. Este carruaje —el cuerpo— no serviría para nada si no tuviese caballos; ellos son los deseos, las

necesidades, las pulsiones y los afectos.

Todo va bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos cuenta que estos

deseos nos llevaban por caminos un poco arriesgados y a veces peligrosos, y entonces tenemos necesidad

de sofrenarlos. Aquí es cuando aparece la figura del cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra

capacidad de pensar racionalmente. Ese cochero manejará nuestro mejor tránsito.

Hay que saber que cada uno de nosotros es por lo menos los tres personajes que intervienen allí.

Vos sos el carruaje, sos los caballos y sos el cochero durante todo el camino, que es tu propia vida.

La armonía deberás construirla con todas estas partes, cuidando de no dejar de ocuparte de ninguno de

estos tres protagonistas.

Dejar que tu cuerpo sea llevado sólo por tus impulsos, tus afectos o tus pasiones puede ser y es

sumamente peligroso. Es decir, necesitás de tu cabeza para ejercer cierto orden en tu vida.

El cochero sirve para evaluar el camino, la ruta. Pero quienes realmente tiran del carruaje son tus

caballos. No permitas que el cochero los descuide. Tienen que ser alimentados y protegidos, porque... ¿qué

harías sin los caballos? ¿Qué sería de vos si fueras solamente cuerpo y cerebro? Si no tuvieras ningún deseo,

¿cómo sería la vida? Sería como la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus emociones,

dejando que solamente su cerebro empuje el carruaje.

Obviamente, tampoco podés descuidar el carruaje, porque

...

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