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El Desinterés, La Generosidad Y La Liberalidad, La Probidad Y Honradez


Enviado por   •  12 de Enero de 2013  •  2.936 Palabras (12 Páginas)  •  643 Visitas

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El Desinterés

Según Cervantes, el trabajo y peso de las armas no pueden llevarse sin el gobierno de las tripas. Atrevidamente me arriesgare en este capitulo a examinar la vida desde el punto de vista de los intereses materiales.

La vida es casi imposible sin una recta y ordenada administración de los bienes, propios y ajenos. Es desinteresado quien los administra prudentemente, sin que esto suponga mezquindad o vil codicia. En cambio, el miserable cae en el ridículo y el avaro esta expuesto a la deshonra.

Se debe procurar vivir con modestidad; sin abusar de los goces sociales, aunque ante los demás se deba pasar por pobre; cosa sensible que nos hace sentir disminuidos y que, no obstante, a muchos hace avergonzar. Dice el sabio, que nadie nace rico.

Quien por ser rico estima en menos a quien no posee fortuna, es un miserable; y el pobre que, por aparentar mentida grandeza, sacrifica a los suyos no ajustando sus necesidades a sus entradas, es un estupido. En este sentido es bien elocuente lo que nos dice el Martín Fierro: Ave de pico encorvada / le tiene al robo afición / pero el hombre de razón / no roba jamás un cobre / pues no es vergüenza ser pobre / y es vergüenza ser ladrón.

La pobreza solo consiste en la carencia de recursos. Además de los pobres de dinero existen los pobres espíritus, y esta, si, es la pobreza despreciable.

¡Oh pobreza, pobreza!, que antes de confesarla preferimos pasar por bellacos, por duros de corazón, por falsos, por malos amigos y hasta por viles. La pobreza no es en forma absoluta, la escasez de recursos pecuniarios para poder vivir; es más bien, el estado de ánimo que tal escasez engendra. La pobreza es algo íntimo, y he aquí su fuerza.

¡Oh necesidad infame, a cuantos honrados fuerzas a que salir por ti, hagan mil cosas mal hechas!, como dice el conocido romance, refiriéndose al engaño con que el Cid saco dinero a los judíos, dándoles un arca llena de arena.

Estando Platón lavando con sus manos unas plantas de lechuga para comer, acertó a pasar el filósofo Aristipo, quien dice a su colega: si tú quisieras servir al rey Dionisio, no te veríamos comer esas lechugas. Y Platón le respondió: si tú te contentases con comer estas lechugas no te veríamos servir a un tirano.

El juego como recurso para salir de pobre

Hay quienes que para resolver el difícil problema económico recurren al expediente del juego, esperando sacar de el lo que les representa el déficit. Funesto recurso que casi siempre, hasta en los casos más afortunados, produce desordenes, causa ruinas y contribuye a una desmoralización general; cuando no da ocasión a delitos, en que se ha visto caer insensiblemente a los mejores hombres. Ningún vicio… acaba donde comienza, dice sabiamente el Martín Fierro.

El general español Espartero, según sus biógrafos, tenía fama de afortunado, y cuanta la historia que al salir una noche de una casa de juego, díjole al perdedor: Quedamos en que le debo seis mil onzas…; y aquel contesto: en la mesa es cierto, me debía usted esa cantidad; aquí ya no me debe nada.

La Generosidad y la Liberalidad

Es la virtud que nos dispone a dar no solamente bienes materiales sino también de nuestro tiempo, talento y la propia vida para cumplir la voluntad de Dios, sin esperar nada en cambio en este mundo. Esta virtud vence al pecado de avaricia

Jesús enseña que el reino es un tesoro por el cual hay que dejarlo todo. La motivación es el amor.

Ser generoso es imitar a Jesús: "Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza". II Corintios 8:9.

Y del mismo modo que sobresalís en todo: en fe, en palabra, en ciencia, en todo interés y en la caridad que os hemos comunicado, sobresalid también en esta generosidad. II Corintios 8:7.

Que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; I Timoteo 6:18.

La generosidad y desprendimiento son condiciones propias de los hombres de bien, siempre que no caigan en prodigalidad y despilfarro.

La liberalidad atrae muchos amigos y cada uno, en su esfera y medida, debe manifestarse sensible a las manifestaciones de los demás; obsequioso y atento, sin jactancia ni obstinación, que puede mortificar al obsequiado. No se necesita ser rico para manifestar oportunamente la generosa disposición y ganar simpatías.

Es noble condición que, en el concepto moral hace cualquier hombre, es prenda necesaria de aquellos que ejercen autoridad y, lo afirmo sin temor, constituye uno de los resortes del mando: no consiste en el mas o en el menos de lo que se puede dar, sino en saber elegir discretamente el como, el cuando y a quien se hace la atención, el obsequio o agasajo.

El Mayor D. Antonio Melian, bravo y distinguido granadero de San Martín, y por añadidura gran jinete, tenia la costumbre de cruzar los estribos por sobre el borren delantero de su montura y de un salto montar a lo gaucho. Enterado San Martín de este habito tan fuera de lo reglamentario, comento entre enojado y sonriente: ¡igualito que los indios…! Poco después lo manda a llamar y en tono severo le dice: ¿Cómo es eso, mayor Melian? ¿Así cumple los reglamentos de su arma, un oficial argentino? Y como este le hace notar que lo hacia porque tenía que salir para cumplir una misión urgente, continuo: Cuando regrese de misión, cumplirá usted quince días de arresto.

Llega el memorable día de Chacabuco y San Martín le levanta el arresto para que pudiera participar con sus hombres. Melian, en la acción, se comporta como un héroe y no obstante de ello debió continuar cumpliendo su arresto. Días después, antes de cumplirlo, el mismo libertador se presenta y le dice: vengo, señor oficial, a levantar personalmente el arresto en obsequio a su bravura y, como recuerdo, le ofrezco a usted estos estribos de plata que yo mismo use en Bailen. Sírvase de ellos en mi obsequio y vera que para cercenar cabezas de godos, nada es mejor ni mas conveniente que afirmarse sobre los estribos.

Descartes decía que: No hay cosa mejor que denote un alma grande, como el hacer bien a los demás hombres, despreciando el propio interés.

Pero volviendo a la discreción con que cada uno debe administrar sus intereses, empleándolos sin prodigalidad y conservándolos sin codicia,

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