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El Discurso Educativo


Enviado por   •  29 de Octubre de 2013  •  4.100 Palabras (17 Páginas)  •  1.316 Visitas

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El discurso es clave en la educación, no en la mera enseñanza. Esta elemental verdad pedagógica a menudo se soslaya, pues es evidente que el rumbo de la educación institucionalizada con frecuencia se aparta de lo que debiera ser su esencial destino: el desarrollo personal.

Sin dejarnos arrastrar por el pesimismo, parece que hoy en numerosos centros escolares se advierte el impacto negativo del uso inadecuado o abusivo de la técnica así como otras influencias perniciosas incompatibles con el cultivo de la formación. El predominio del negocio, por ejemplo, rebaja considerablemente la calidad de la educación. En estas circunstancias resulta harto difícil avanzar por la senda de la auténtica formación.

Aun cuando no los suscribamos, no es extraño que surjan algunos panfletos antipedagógicos. Lo que pasan por alto sus autores es que no hay que ir en contra de la Pedagogía, sino de la mala Pedagogía. Esta ciencia, aunque no está exenta de errores, ocupa un lugar preeminente en el estudio de la educación y se distingue por el compromiso con su mejora. Son, por esta razón, las tendencias pedagógicas inadecuadas las que han de combatirse, no la Pedagogía misma, que, según queda dicho, constituye una atalaya desde la que se enfoca el proceso de perfeccionamiento humano.

En sintonía con los comentarios anteriores, se redacta este artículo en el que, desde una perspectiva humanista, se brindan claves a los profesores para la mejora cotidiana de la educación. Más allá de las necesarias reflexiones teóricas, este texto aspira a ser preponderantemente práctico. La virtualidad de la Pedagogía ha de patentizarse en conquistas en el aula. Pues bien, la auténtica via regia para promover estos logros formativos se halla en el discurso educativo, cuya atención supone, cuando menos, una reivindicación de la centralidad de la retórica en la praxis educativa. Con toda razón dice Naval (1992, 27-28) que la sofística es el arte de hacer verosímil lo falso y la retórica el arte de hacer verosímil lo verdadero.

La retórica genuina es comunicación acrecentadora que hunde sus raíces en la tradición occidental. La retórica o arte de bien decir se interesó originariamente por la lengua hablada con la finalidad principal de persuadir. Según refiere Cicerón (106-43 a. C.), por cierto egregio orador, la retórica se inicia en el siglo V a. C. en el tránsito de la tiranía a la democracia, por la necesidad de los nobles o eupátridas de recuperar sus tierras. La pretensión de defender bien la causa en los litigios favoreció la emergencia de la retórica, en la que destacaron como creadores Córax, en su forma oral, y Tisias, con un manual. El propio Cicerón en un pasaje de su “Bruto” (2004, 16) escribe: “La elocuencia es compañera de la paz y socia del ocio, y por decir así, una alumna de la ciudad ya establecida. Y así Aristóteles dice que en Sicilia, después de quitados los tiranos, como las cosas privadas se perseguían en juicios de largo tiempo, entonces por primera vez , porque aquella gente era aguda y nacida para la controversia, los sicilianos Córax y Tisias escribieron un arte y preceptos...”

Si bien los sofistas fueron los primeros en ocuparse sistemáticamente del discurso retórico en cuanto instrumento al servicio de intereses particulares de cualquier índole, pronto Platón (427-347 a.C.) y su discípulo Aristóteles (384-322 a.C.) imprimieron a la retórica un sello psicagógico. Entre los diálogos del fundador de la Academia de Atenas ha de citarse, por ejemplo, “Gorgias o de la retórica”, en el que critica el uso del lenguaje al servicio de la verosimilitud. Por su parte, el Estagirita, fundador del Liceo, cuenta entre sus numerosas obras con la “Retórica”, que constituye un tratado teórico-práctico de gran actualidad sobre el discurso hablado.

Procede igualmente recordar que el estudiante de la Universidad medieval debía pasar unos años estudiando artes liberales, las propias de los hombres libres. Concretamente los estudiantes debían aprobar el trivium (Gramática, Dialéctica y Retórica) y el quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía, Música). Las artes de la palabra y del pensamiento (trivium) y las artes de lo mensurable y de lo sensible (quadrivium) formaban, en definitiva, el curriculum o plan de estudios que enlazaba la antigüedad clásica con la Edad Media. Se trataba de saberes que guardaban relación con la humanitas, concepto que en clave ciceroniana es sinónimo de cultura y elevación espiritual, y que con la llegada del Renacimiento alcanzaría un sentido más profundo merced a los studia humanitatis, una formación plena del hombre basada en las vetustas fuentes grecolatinas. Se pretendía educar al hombre en la verdadera humanidad con arreglo al ideal clásico. Para Cicerón, uno de los forjadores de la humanitas, el orador era el arquetipo.La humanitas es la plena realización de la persona, su educación integral. El equivalente griego de la humanitas romana es la paideia.

Tras el florecimiento renacentista, la retórica quedó sumida, salvo alguno que otro despertar efímero, en un dilatado letargo favorecido por el racionalismo cartesiano. Todavía hoy no se ha librado plenamente del sopor y mucho me temo que el abuso de la tecnología afiance la modorra en los centros escolares.

Ni el profesor ni el alumno pueden renunciar a la retórica, todo lo renovada que se quiera, porque el lenguaje es inherente al ser humano. Por la palabra el hombre expresa a sus semejantes lo que piensa, siente o quiere. Merced a la palabra es posible la comunicación, el entendimiento, la concordia y el progreso. Si se descuida la palabra personal en la escuela y su concreción en el discurso podemos estar seguros de que la formación disminuirá hasta desvanecerse.

En la configuración de la persona se descubre la contextura comunicacional. Por ello, el educador auténtico se afana en el cultivo de la palabra dotada de sentido y sensibilidad, comprometida con la verdad, la ética, la relación humana y el acrecentamiento integral de sus alumnos. A estos propósitos se dedica este artículo en el que se ofrece un novedoso modelo pentadimensional que permite evaluar la potencia formativa del discurso. Se presentan tres originales tipologías (docente, discente e institucional) y se muestra el alcance evaluador del modelo al aplicarse al análisis de enfoques como el de las “organizaciones que aprenden”.

2. CONCEPTO DE DISCURSO EDUCATIVO

La expresión ‘discurso educativo’ es polisémica, sobre todo porque su análisis procede de diversas disciplinas que se interesan por aspectos diferentes y porque dentro de un mismo campo del saber tampoco hay acuerdo pleno entre los diversos autores. Más allá de esta

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