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El Estado Westfaliano


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2013  •  2.920 Palabras (12 Páginas)  •  402 Visitas

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INTRODUCCION

Hoy nos alejamos cada vez más del paradigma marcado por la Paz de Westfalia que creó el llamado ‘Estado westfaliano’, esquema que configuró el sistema internacional moderno. Desde la firma en esa región alemana de los tratados de 1648 –que pusieron fin a una larga secuencia de guerras europeas– se impuso hasta el presente el concepto de naciones soberanas con jurisdicción propia y sin derecho a intervenir en los asuntos de otros estados. Esto no siempre se cumplió. La intervención y la no intervención son términos ambiguos, como lo explicaremos en otra oportunidad. Aun así, el orden mundial establecido por Westfalia sirvió sus propósitos, ya que asentó los principios clásicos de soberanía y de no interferencia en asuntos de terceros países.

Aunque formalmente el Estado westfaliano se mantiene hasta nuestros días, el concepto se ha ido erosionando en aras de la búsqueda de un orden internacional más coherente con los propósitos generales de la humanidad. En la actualidad diversos mecanismos supranacionales son admitidos por los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en diversos ámbitos, particularmente los relacionados con medioambiente, ecología, salud, drogas peligrosas y esquemas de cooperación. A ello debe agregarse el conjunto de intervenciones ‘humanitarias’ e intervenciones militares de orden político, emanadas tanto de mandatos de la ONU como de resoluciones expresas del Consejo de Seguridad, organismo selectivo de 15 países –10 rotativos y cinco miembros permanentes con derecho a veto (EEUU, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China)– encargado de velar por la seguridad internacional y que revela en muchos de sus actos la política de poder subyacente bajo el manto democrático-nominal de “cada miembro un voto” de la Asamblea General.

Pero más allá de entusiasmos, de protestas o de intervenciones discutibles o sin discusión, es un hecho que existen tareas internacionales, tareas colectivas que obligan moralmente a todas las naciones miembros y a las que aún no forman parte de la ONU. Brasil, para citar el ejemplo clásico, siempre es muy sensible a temas soberanos cuando se trata de la Amazonia, asentada mayoritariamente en su extenso territorio. Desde el momento en que esa inmensa zona de ríos y selva húmeda proporciona nada menos que el 80% de la humedad de toda la corteza terrestre, cualquier problema que surja allí no es patrimonio exclusivo ni del Brasil ni del resto de los estados que configuran la región amazónica. Pasa a ser una tarea internacional. De la misma forma, sucede con aspectos contaminantes, con la emisión de gases, el control del narcotráfico, etc. Todo el planeta está comprometido en esas labores de vigilancia o control. Hay una cesión explícita o implícita de soberanía en este campo. Igual sucede en pactos de integración o acuerdos multilaterales, donde cada Estado cede también parte de sus atributos soberanos según sea el caso en cuestión.

El tema de las llamadas tareas internacionales es de suyo delicado. Requiere un inteligente balance entre soberanía nacional y acción colectiva. Se han ido creando diversos caminos para allanar situaciones, persisten suspicacias, pero el mundo es cada vez más consciente de la necesidad de tomar medidas comunes frente a problemas de naturaleza universal.

Es por eso que en la actualidad, como afirman algunos entendidos en la materia, avanzamos del Estado westfaliano hacia una especie de Estado intermedio, hacia un sistema internacional que aún mantiene formalmente principios de soberanía y de no intervención, pero donde la cortina divisoria con lo opuesto se hace cada vez más difusa

DESARROLLO

El 24 de octubre de 1648 se firmaba la Paz de Westfalia, que ponía fin a la Guerra de los Treinta Años. Esta guerra se había librado entre 1618 y 1648 y en ella habían participado, de uno u otro modo y a lo largo de sus distintas fases, la mayor parte de las potencias europeas: Dinamarca, Suecia, Francia, Austria, los Países Bajos, el Sacro Imperio Germánico, Italia, Inglaterra y, por supuesto, España. En esencia, se trató de un enfrentamiento religioso entre católicos y protestantes. La chispa estalló en Bohemia, resistente a la expansión de la Contrarreforma católica por parte de los Habsburgo austriacos. Para España, además de un asunto de familia, se trataba de una pugna por la hegemonía en Centroeuropa. El resultado, rubricado en la Paz de Westfalia, supondrá el final de la hegemonía de la casa Habsburgo y el ascenso de Francia como potencia dominante en Europa.

Westfalia reconoció la independencia de las Provincias Unidas, aceptada ya de facto por la mayor parte de las potencias europeas. Para España este hecho ponía fin a una guerra de ochenta años, y aunque el reparto final perjudicaría sus intereses, conservó la mayor parte de sus territorios consolidados. El Imperio alemán se desbarató, quedando dividido en una confederación de estados autónomos. Dinamarca se quedó sin sus posesiones en el Báltico y Suecia se convirtió en la potencia dominante de esta zona. Francia, por su parte, ganó emplazamientos estratégicos que ampliaron sus fronteras y permitieron que se convirtiera en el nuevo guardián del continente.

Los Habsburgo fueron los grandes derrotados de Westfalia, que liquidó su concepto imperial de hegemonía en favor de un nuevo concepto de soberanía nacional, que equilibraba la relación de fuerzas y reforzaba la autonomía de los estados pequeños. Francia, la potencia ascendente, ganaba mucho en el nuevo reparto.

En el orden religioso Westfalia reconoció las tres religiones cristianas, catolicismo, luteranismo y calvinismo, y dio potestad a los estados para elegir su confesión. El concepto de soberanía nacional detendría las injerencias de la que hasta entonces era considerada autoridad espiritual, por lo que Roma, otra de las grandes perjudicadas en Westfalia, dejaría de ser reconocida como árbitro de la cristiandad.

Los Tratados de Westfalia establecieron cuatro principios fundamentales:

1. La soberanía absoluta del Estado-Nación y el derecho fundamental a la autodeterminación política.

2. La igualdad entre los Estados-Naciones en el plano jurídico. En virtud de ese principio, el más pequeño de los Estados se considera igual al más grande, independientemente de su fuerza o su debilidad, de su riqueza o su pobreza.

3. El respeto de los tratados y la aparición de un derecho internacional de obligatorio cumplimiento [o sea, vinculante].

4. La no injerencia en los asuntos internos de

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