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El Hombre Global

calamaco18 de Noviembre de 2012

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PERSONA HUMANA Y GLOBALIZACIÓN

Mons. Dr. Gustavo Eloy Ponferrada, Dr. Alberto Palacios y Dr. Alberto Taquini

(hijo)

El término Globalización

Ante todo tratemos de precisar el término “Globalización”. Lo

primero que comprobamos es que el término no aparece en el Diccionario de la Lengua

Española de la Real Academia de España. En su última edición hallamos la entrada

“global” que significa “tomado en conjunto”, ninguna referencia a un hecho económico o

político.

Tampoco el diccionario Santillana ofrece la entrada “Globalización”. Si aparece “global”

indicando “lo que ha sido tomado en conjunto sin dividirlo en partes”.

En el diccionario Salvat figura “Globalización”, Acción y efecto de globalizar y agrega:

“Pedagogía”, método didáctico que consiste en asimilar una totalidad para luego

descomponerla en los elementos que la integran. “Psicología”, forma primitiva de

percepción y de pensamiento caracterizada por una captación global, indiferenciada e

indistinta de la realidad. También aparece “globalizar” (de global, tomado en conjunto)

integrar una serie de datos, hechos, referencias, etc., en un planteamiento global.

Pedagogía, utilizar el método didáctico de globalización. No hay referencia alguna a un

hecho económico que se extienda internacionalmente.

En el diccionario Clarín leemos: “conjunto de cambios económicos y políticos

desencadenados en el mundo a partir de la segunda mitad de la década de 1970 como

consecuencia de la expansión de las comunicaciones y el avance de la ciencia. Entre los

aspectos característicos del comercio, la constitución de los bloques económicos, la

adopción de políticas de mercado y el afianzamiento del sistema democrático de gobierno.

Más recientemente la Globalización se extendió al terreno del derecho internacional que

pasó a jugar un rol preponderante. Organizaciones internacionales como la OTAN,

intervinieron en conflictos como el de Kosovo, que anteriormente había sido un problema

interno, “para garantizar los derechos de minorías reprimidas por el Estado”.

Esta última referencia apunta a determinar que la globalización no es ni exclusiva ni

primariamente un hecho económico sino mucho más amplio1

Persona y Globalización.

En el tercer Encuentro de Docentes Universitarios Católicos de

Huerta Grande, en el trabajo Globalización, ciencia y universidad, se trato el tema

“Globalización y Persona” en el que la Globalización es entendida como una condición

inherente a la persona humana2; hoy desarrollaremos algunos principios filosóficoantropológicos

que avalan dicha hipótesis.

El tema de la Globalización ha sido encarado desde diversas perspectivas, teniendo en

cuenta las múltiples dimensiones que el fenómeno ofrece. Así, ha sido enfocado a partir de

una orientación económica, política, social, cultural, tecnológica, ambiental e incluso, desde

su fenómeno contrario, que es la fragmentación. Nosotros esbozamos otra línea de

1 En el presente trabajo utilizamos el término “Globalización”, sin embargo, pueden utilizarse indistintamente

otros términos como: “mundialización”, “universalización” o “planetización”.

2 Taquini (hijo) A. C., Globalización, ciencia y universidad, Huerta Grande.

interpretación que queremos someter a discusión. Nuestro enfoque tiene como eje

orientador el concepto de persona, por lo cual consideramos necesario pensar la cuestión de

la globalización desde una perspectiva filosófica e incluso teológica que la fundamente.

En efecto, la Globalización es un proceso histórico, que se acelera y expresa por la

tecnología. Pero la pregunta pendiente es si se trata de un acontecer cultural o si responde a

la naturaleza humana, en cuyo caso la tecnología sólo operaría como instrumento para

facilitar esa realización. ¿Es la Globalización entonces un fenómeno puramente social

producido por la creciente interconexión de economías y culturas, o se trata de una etapa

natural en el desarrollo histórico del hombre? En otras palabras, es preciso saber si estamos

ante una moda o epifenómeno de la tecnología, o bien ante una condición de la índole

humana misma. Para responder a estas preguntas nos parece pertinente, precisamente,

apelar a la idea de hombre como persona3 y 4.

El concepto de persona.

Como sabemos los griegos no llegaron a poseer una noción

acabada de persona humana ni a comprender la dignidad de la misma. Sin embargo,

generaron ideas de fundamental importancia en esta dirección.

Es en el mundo griego que se concibe al hombre como un cosmos dentro del cosmos, es

decir, como un microcosmos. Platón concibió al hombre, esencialmente, como un ser que

trasciende los estrechos marcos del mundo sensible y se orienta a la búsqueda de la verdad,

el bien y la justicia absolutas. Así se opone a las tendencias relativistas de su época. El

hombre es un ser que anhela lo absoluto.

Por su parte, Aristóteles estableció una idea fundamental: la unidad esencial del cuerpo y

del alma, superando así el dualismo antropológico. No existe ni el alma ni el cuerpo sino el

hombre compuesto esencialmente de alma y de cuerpo. Sin embargo, no pudo comprender

la esencial igualdad de todos los seres humanos y el fin último de la vida humana.

“Otro aporte en la búsqueda de una auténtica visión del hombre lo constituyó el

estoicismo, cuyo gran precursor fue Zenón de Citium (350-264 a. C.). Para los estoicos el

fin primero y último de la reflexión filosófica no era ya, como para Aristóteles, el

pensamiento o la contemplación, propia del acto puro, sino el ejercicio de un arte cuyo

objeto propio es la virtud. Ésta, a su vez, es concebida como la sumisión del hombre a las

leyes de la naturaleza”5

En Roma se gestará la idea de una Ley natural, es decir, que la naturaleza humana posee

exigencias de realización que constituyen un orden objetivo natural. Nos orientamos a

partir de aquí a reconocer un derecho natural de base que implica que hay cosas que se “le

debe al hombre por el mero hecho de serlo sin ninguna otra condición. “Lo debido” por

naturaleza no puede ser ignorado ni enajenado, porque es un atentado a la misma condición

humana. Como veremos más adelante, vemos aquí la raíz de un concepto de Globalización

que se orienta hacia la realización plena de todos los seres humanos en su esencial

dignidad. En este sentido afirma Alberto Rodríguez Varela:

3 Taquini (h) A. C., Nuevas Universidades para un Nuevo País. Urgoiti, E. Rife, S. U. de Cea, editorial

Estrada, 1972.

4 Taquini (h) A. C., La Transformación de la Educación Superior Argentina. Academia Nacional de

Educación. 2000 páginas.

5 Alberto Rodríguez Varela, Aproximación a la persona antes de nacer, EDUCA, Buenos Aires, 2006, p. 38.

“Esa concepción del hombre tiene su complemento en la visión que del mundo jurídico

tiene Cicerón. No alcanza a reconocer la libertad civil porque ésta es hija del cristianismo.

Pero su afirmación de la existencia de una ley natural que <se extiende a todos los

hombres>, que <no es lícito tratar de modificar>, que <ni el Senado ni el pueblo de Roma

pueden absolver de su cumplimiento>, y cuyo autor es Dios, <juez de esa ley>, constituye

un avance muy valioso en la permanente búsqueda de la posición y significación del

hombre en el universo”6

Pero es en el cristianismo donde se alcanza una visión cabal de la dignidad de la persona

humana y de esta igualdad esencial de todos los hombres. Igualdad que teológicamente se

asienta en que somos imago dei:

“Es pues así evidente que las criaturas intelectuales son, propiamente hablando, las

únicas imagen de Dios” 7

Para el cristianismo, el hombre es un ser específicamente distinto de todo otro ente natural,

es un ente de naturaleza espiritual. En este sentido, debemos remarcar con toda fuerza que

el ser humano es un fin en sí y no un puro medio que puede ser relativizado o mediatizado

por los otros:

“En realidad, intentamos en la primera edición, salvar la esencia misma de la persona

humana y ponerla a resguardo de las arbitrariedades, así de los individuos como de la

sociedad. La estructura misma psicológico-ontológica de la persona humana no permite

utilizarla como una simple pieza de engranaje dentro de la sociedad, y lo contrario es

destruir la esencia misma del hombre”8

Debe afirmarse pues que el hombre es un ser de naturaleza corpóreo-espiritual; es decir,

que ni tiene cuerpo ni es espíritu. No tiene cuerpo porque el cuerpo no es algo que se tiene

o posee sino que el cuerpo es algo que se es, somos seres corpóreos y la corporeidad hunde

sus raíces en el aquí y en el ahora, somos seres de un tiempo histórico y de una determinada

cultura. Tampoco somos espíritu porque esta noción presupone una radical independencia

de la corporeidad, por el contrario somos seres espirituales, nuestra corporeidad está

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