El Poder De La Mirada
Claudiablandon28 de Junio de 2014
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El poder de la mirada, la palabra y la sonrisa
Recuerdo a mi maestra de primer grado, Yolanda, en el colegio Mayor de Nuestra Señora, hermosa maestra que me acogió con ternura y dulcemente me enseñó a leer, después de haber perdido un año en otro colegio de gran prestigio en mi ciudad natal, Manizales. La primera docente, quien sentía repugnancia al verme, me gritaba y no aceptaba mis cartas o abrazos que salían de mi ser de infante, recuerdo que así era con la mayoría de niñas, fue un año difícil, por fortuna mi madre se enteró y me pasaron de colegio, donde tengo los mejores recuerdos y sensaciones vividas de una maestra entregada a su labor y a sus estudiantes.
Yolanda, no recuerdo su apellido, siempre se dirigía sus estudiantes con mucho cariño, su mirada encantadora y llena de afecto, de amor, siempre daban la bienvenida a casa, a la escuela, nuestro llamado segundo hogar, sus palabras delicadas, pensadas, conscientes generaba en cada una paz, tranquilidad y aprendizaje del nuevo mundo de las letras, la lectura y los números, su sonrisa encantadora destellaba en el aula un ambiente de alegría y paz. Sus clases eran dinámicas y llenas lúdica y gratas enseñanzas. Sólo me queda gratitud por mi bella maestra de primer grado.
Hoy, recordando a mi maestra y los docentes que he visitado en mi labor de tutora en la transformación de la educación rural del país, veo con gran agrado a algunos maestros que entregan su vida por la labor y vocación que desempeñan, son ejemplares y la comunidad los ve como un verdadero ejemplo de vida, tristemente viene a mi memoria, las personas que están en las aulas y se hacen llamar profesor, sin saber bien su misión y su vocación, sin tener autoridad de sí mismos, formando en el aula más que un caos, una sociedad sin sueños, sin educación, hacen sólo las veces de vigilantes en el aula, o van a dictar o escribir en el tablero y a transcribir en los cuadernos, aún vemos profesores que llenan pizarras sin ningún sentido ni explicación, sin tener contacto real con el conocimiento, y sin saber la didáctica de su área, profesores que esperan la salida de cada jornada para liberarse un día más de su trabajo, porque para ellos es un trabajo, no su misión, realizada con pasión.
Es fácil detectarlos al llegar a una institución educativa, su mirada habla, sus palabras al atender, al dirigirse a los estudiantes y la sonrisa que permanece en su rostro, son huellas de lo que hay en su interior, podemos descifrar si hay compromiso, amor o indiferencia; si hay dinamismo, alegría o desánimo, desconsuelo y falta de audacia; si hay vida, entusiasmo, empoderamiento de su vida misma y su magna misión.
Ahondamos y perfilamos el comportamiento de nuestros estudiantes y del otro cuando amablemente sentimos el amor y reflejamos nuestro universal sentimiento en nuestra mirada, mirada cálida, dando aceptación a nuestros estudiantes que quizás lo necesitan más que nunca, acompañada de la atención que requieren, de la sonrisa y la bienvenida a nuestra aula, a la escuela, al colegio, a la universidad, mirada que desarma y cultiva, engendra vida y respeto por el otro seguida de la palabra consciente y sabia, de maestros que engendran vida, que reafirman el valioso poder de la enseñanza aprendizaje, del descubrimiento de la ciencia, del talento, del desarrollo y la potencialidad en cada uno de sus estudiantes, del maestro que enseña a vivir, a convivir, a sacar del otro lo mejor de sí.
Ahora que empezamos un año de nuestra misión, los invito cada día, cada mañana para vestirnos de amor, de buenas palabras, con conciencia de cada acción que realizamos con nuestros estudiantes, empezando por la mirada, las palabras con calidez, la alegría, el optimismo, la motivación y el emprendimiento por la construcción de una educación mejor, una escuela donde el
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