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Ensayo La Muerte De Jorge Eliecer Gaitan Y Sus Consecuencias

giovanni_torres10 de Noviembre de 2014

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La muerte de Jorge Eliécer Gaitán y sus consecuencias en Colombia

El 9 de abril de 1948, en el mismo día en que inició sus sesiones la IX Conferencia Panamericana en Bogotá, se produjo el asesinato del líder populista a manos de un sicario, provocando lo que pasó a la historia como el “Bogotazo”. Las masas enardecidas carentes de una dirección política se lanzaron a las calles de la capital y demás poblaciones en protesta, destrozando edificios públicos y comerciales. La Policía se rebeló y distribuyó armas entre la población. Aunque los líderes liberales llamaron a través de la radio al pueblo a iniciar la revolución contra el gobierno conservador, no pudieron ejercer ningún tipo de control y la situación devino en un movimiento desordenado que pudo ser controlado a viva fuerza por el Ejército.

El culpable o autores intelectuales del magnicidio nunca aparecieron, pero la opinión pública desde el primer momento señaló a los sectores extremistas que rodeaban a Laureano Gómez, quienes temerosos de una victoria electoral de Gaitán recurrieron cobardemente a contratar a un criminal para que lo asesinara. Ospina Pérez llamó a los liberales “moderados” a integrar su gabinete y organizó una comisión investigadora de los hechos, la cual tiempo después llegó a la conclusión --ante el desencanto y la falta de crédito, de la generalidad-- de que el pistolero Juan Roa Sierra, un desempleado de filiación conservadora había actuado por cuenta propia.

Mas, si la calma tornaba en la Capital en medio de los acuerdos entre las cúpulas libero-conservadoras, los llanos colombianos se encendieron. Muerto Gaitán, los líderes rurales del liberalismo, asediados y asesinados por “Pájaros” y “Chulavitas” (motes de los grupos paramilitares conservadores) consideraron que las soluciones políticas estaban cerradas y se levantaron en armas formando columnas guerrilleras. A estas agrupaciones armadas que llegaron a sumar más de 60 mil hombres en los departamentos de Boyacá, Tolima, Cundinamarca, Huila, Caldas, etc., se sumaron los destacamentos del PCC, sobre quienes más se pronunciaba la campaña de terror oficial. Junto a otros comandantes guerrilleros como Fermín Charry (El Charro Negro), Víctor Merchán, comenzó a destacarse un joven militante comunista de origen campesino, Pedro Antonio Marín Gómez, quien asumió el seudónimo de Manuel Marulanda Vélez, un dirigente sindical torturado y asesinado por los órganos de seguridad colombianos.

Los malogrados procesos de paz

Las ofensivas antiguerrilleras del Ejército eran acompasadas de calumnias e injurias contra los rebeldes, a quienes se les presentaba como bandas de forajidos; todo esto gracias al control total que tenía el Estado y las organizaciones de derecha sobre los medios de difusión.

No puede negar que grupos de campesinos sobrevivientes de las matanzas, carentes de una dirección política adecuada, en venganza cometieran excesos y volcaran su revanchismo contra la población civil o cabecillas como “Ave Negra”, que se convirtieron en verdaderos bandidos alzados. Esta situación se prolongó durante los gobiernos de Laureano Gómez (1950-1953) y el régimen militar de Alfonso Rojas Pinilla (1953-1957). En el interludio de estas administraciones se dieron iniciativas para lograr acuerdos de los que devinieron en criminales burlas.

Tras la caída de Rojas Pinilla en mayo de 1957, los mandos guerrilleros de filiación liberal confiaron en las garantías ofrecidas por el nuevo gobierno e iniciaron un proceso de desmovilización. Los jefes y cuadros guerrilleros ya desarmados eran “cazados” por agentes de civil en los pueblos y ciudades, como el caso de Guadalupe Salcedo (ultimado en Bogotá) o como el ejemplo de los hermanos David y Gilberto Cantillo, asesinados junto a sus 247 hombres cerca de Rovira, en el mismo lugar donde se desmovilizaron. Desafortunadamente este estado de cosas se mantuvo hasta los primeros años de los sesenta. Los mecanismos eran diversos; los militares aplicaban la ley fuga o encargaban el trabajo sucio a los “pájaros” reclutados entre delincuentes comunes o campesinos fanatizados por la propaganda anticomunista.

Los infiltrados del Ejército hacían también su labor: asesinaban a los líderes traición o también aprovechaban el atraso político de algunos cabecillas para intrigar contra otras agrupaciones. De este modo fue lanzado Jesús María Oviedo “El Mariachi” a atacar el campamento de Fermín Charry, lo que produjo la muerte de Charry, uno de los principales jefes guerrilleros comunistas. Fueron estos últimos (los comunistas), que en base a la experiencia de 1953, con un nivel organizativo más sólido y con una visión estratégica más amplia, no cayeron en la trampa, se negaron a rendirse y a través de un trabajo político-ideológico vinieron atrayendo hacia sus filas a las bases campesinas abandonadas y/o decepcionadas del liberalismo y del conservatismo.

La nueva etapa guerrillera

La negativa de los sectores oligárquicos a encontrar una salida pacífica y negociada al conflicto, la persistencia de algunos guerrilleros liberales y comunistas a no dejar las armas ante la falta de garantías por parte del Estado, coincidió con cambios sustanciales en la coyuntura internacional. El triunfo de la Revolución Cubana en el año de 1959 alimentó las expectativas de que era posible realizar una revolución social a partir de un movimiento armado. Colombia, un país con graves problemas políticos y profundos secuelas sociales dejadas por la violencia y la pésima distribución de la riqueza, no fue ajena a estos ecos que afectaron a todo el continente.

Entre los cambios sustanciales que se produjeron desde 1959 hasta los tiempos actuales se puede destacar el fortalecimiento de los núcleos revolucionarios provenientes de las experiencias acumuladas desde 1948, y que apoyados por el PCC dieron como fruto principal en 1964 la fundación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), organización, que a diferencia de otros experimentos revolucionarios, ha logrado hasta la actualidad, resistir y derrotar numerosas ofensivas del aparato militar colombiano bajo el liderazgo de

Pedro Antonio Marín Gómez, él ya conocido como Manuel Marulanda. Este breve resumen sobre lo acontecido en Colombia lo hacemos a partir de las siguientes consideraciones. La violencia en la sociedad colombiana no la inició el Movimiento revolucionario representado principalmente por las FARC; la Historia y los hechos actuales lo demuestran.

Desde la bárbara masacre en 1928 contra una concentración pacífica, pasando por el brutal asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, hasta el aniquilamiento físico de Raúl Reyes el 1° de marzo del corriente. Los culpables del origen de la violencia y su continuidad en los tiempos actuales tienen nombre y apellidos: la oligarquía colombiana, la casta militar colombiana y su principal aliado, los círculos de poder de los EU.

* Historiador. Sala de Investigación de la Biblioteca del Banco Central.

Gaitán: el impacto y el síndrome del 9 de abril

La vida y muerte de Gaitán han generado una literatura de gran amplitud. Libros, memorias, comentarios y discursos se han sumado para evocar e interpretar el sentido de su acción y sobre todo para analizar las causas y consecuencias de su muerte. Desde los estudios apasionados a los trabajos más analíticos y fríos, muchos han tratado de imaginarse quién pudo estar detrás del asesinato, qué factores históricos prepararon al país --en especial a los sectores populares bogotanos-- para reaccionar como lo hicieron y, sobre todo, qué efectos tuvieron la muerte de Gaitán y la revuelta del 9 de abril sobre la vida nacional subsiguiente.

Desde muy temprano, se consolidó la afirmación de que el "bogotazo" había partido en dos la historia del país. La generalización de la violencia, la peculiar historia de estrechamiento político que se vivió luego, el ingreso a un período que, como señaló Luis López de Mesa, impediría al mundo reconocer la existencia de una verdadera cultura colombiana, de alguna manera encontraban su punto de origen, el comienzo de su genealogía, el 9 de abril de 1948.

El impacto del 9 de abril puede mirarse en dos niveles, separables pero estrechamente entrelazados. Uno es el de las consecuencias que pudiéramos llamar objetivas del hecho: cómo reaccionaron a su muerte los dirigentes del país y los sectores populares, los liberales y los conservadores, los gaitanistas y sus enemigos, los propietarios y los artesanos; cómo fueron desarrollándose los eventos que configuraron la violencia; cómo se fue organizando el país para enfrentar este problema. Por otro lado, co

Incendio del tranvía en la Plaza de Bolívar, el 9 de abril de 1948. Álbum de José Vicente Ortega Ricaurte, Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.

n un homicidio contra una persona como Gaitán, que se había convertido en el colombiano más popular, se generaba adicionalmente una representación nacional de carácter mítico: la memoria de Gaitán, de su muerte y de los hechos del 9 de abril, se convirtió inevitablemente en un factor mismo de los acontecimientos históricos posteriores. Como lo señaló Juan Lozano y Lozano en 1951, en un artículo de El Tiempo, su muerte lo convirtió inevitablemente en símbolo social: "entonces tuvo el doloroso privilegio de caer asesinado, y de hacerse así el símbolo de una magna reivindicación nueva"

Para poner un ejemplo esquemático de la vía dual de análisis que impone una situación como ésta, aunque puede sostenerse que la escasa consolidación del populismo en Colombia se produjo porque la muerte de Gaitán privó a esta

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