Ensayo Modelos Economicos De Latinoamerica
lzunigadmgz12 de Agosto de 2013
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I.- PANORAMA GENERAL SOBRE AMERICA LATINA:
PROBLEMAS, TEORIAS DE DESARROLLO Y POLITIAS ECONOMICAS.
1.1 EL DESARROLLO ECONOMICO LATINOAMERICANO. UN PANORAMA GENERAL.
Desarrollo es un término de azarosa biografía en América Latina, ha cambiado muchas veces de identidad y de apellido, tironeado entre un consistente reduccionismo economicista y los insistentes reclamos de todos las otras dimensiones de la existencia social. Es decir, entre muy diferentes intereses de poder.
No hay duda que la región ha avanzado en su desarrollo. Ello se refleja en el avance de la producción por habitante, la mejora en los indicadores de desarrollo humano y la reducción en los niveles de pobreza. Pero este proceso ha sido desigual a lo largo del tiempo y de la geografía regional.
La periodización que hemos utilizado en este libro nos sirve para analizar los ritmos de este proceso a lo largo de los dos siglos analizados. La fase de desarrollo primario-exportador en el marco de la llamada primera globalización, que cubre las últimas décadas del siglo XIX y las tres primeras del siglo XX; la industrialización dirigida por el Estado (término que preferimos al imperfecto de industrialización por sustitución de importaciones), que se enmarca entre dos grandes crisis:
La “década perdida” del decenio de 1980; y la etapa de reformas de mercado desde los años 1980, que coincide a nivel internacional con la segunda globalización.
Dada la diversidad de América Latina, estas fases no se inician ni culminan simultáneamente en todos los países, por lo que una periodización más precisa puede ser diferente en algunos casos.
En términos generales, la primera fase fue de retroceso en relación con lo que hoy es el mundo industrializado. La última fase también fue de retroceso relativo, pero no solamente con el mundo industrializado, sino también con respecto al promedio mundial, y especialmente a los países en desarrollo de Asia.
Por el contrario, durante la fase de desarrollo primario-exportador, América Latina fue, con la Europa central y meridional, una de las regiones de la periferia de la economía mundial que lograron insertarse en forma más temprana al proceso de crecimiento económico, lo que la convirtió en una especie de “clase media” del mundo. Durante la industrialización dirigida por el Estado, la economía latinoamericana siguió creciendo más que el promedio y aumentando su participación en la producción mundial. Sin embargo, ni en una ni en otra etapa de éxito relativo, América Latina logró recortar más que marginalmente la distancia que ya separaba a la región del mundo desarrollado en 1870, e incluso durante la “edad de oro” del mundo industrializado, entre 1950 y 1973, se rezagó en relación con Europa Occidental. Si nos concentramos en la segunda y en la cuarta, que coinciden con los procesos modernos de globalización, se puede decir que América Latina fue ganadora durante la primera globalización, pero no se ha podido beneficiar durante la segunda, sino que incluso ha perdido terreno en términos relativos.
En materia social, los progresos vinieron con más rezago. El lastimoso estado de la educación a comienzos del siglo XX, incluso en los países que lideraron el desarrollo regional, es una muestra de ello. Los indicadores de desarrollo humano comenzaron a mejorar hacia la tercera década del siglo XX y tuvieron sus mayores avances durante la etapa de industrialización dirigida por el Estado y han mostrado durante las fases de reformas económicas un estancamiento en relación con el mundo industrializado, aunque con un continuado avance en educación. En materia de reducción de la pobreza, los mayores avances durante el siglo XX se dieron nuevamente durante la industrialización dirigida por el Estado. Después de un cuarto de siglo (y no sólo una década) perdido en esta materia a partir de los años 1980, lo más promisorio es el avance sustancial que se experimentó en la reducción de la pobreza entre 2002 y 2008, que coincidió con una mejoría en la distribución del ingreso en un conjunto amplio de países.
La historia de la desigualdad interna es una historia compleja y diversa, que por lo demás no sigue un patrón único en la región. La herencia colonial de sociedades altamente segmentadas económica y socialmente sigue pesando sobre el desarrollo regional, algo en lo que hizo énfasis la literatura estructuralista latinoamericana desde los años 1950 y que ha señalado el nuevo institucionalismo en épocas más recientes. El hecho, resaltado una y otra vez, de que los países latinoamericanos tienen la peor distribución del ingreso del mundo es la demostración más patente de ello. Pero la mera referencia a la herencia colonial sirve de poco, porque los procesos que median entre el colapso colonial y el presente también han sido importantes y no han jugado de la misma manera en los distintos países.
Algunos de estos procesos han sido adversos en materia distributiva y han tenido efectos más o menos uniformes en la región: la primera globalización tuvo efectos distributivos desfavorables; la crisis de la deuda de los años 1980 también los tuvo, y lo mismo puede decirse de los efectos iniciales de la liberalización económica de fines del siglo XX. Para los países con fuertes excedentes de mano de obra, la presión hacia abajo que éstos generaron durante una buena parte del siglo XX tuvo también efectos negativos en materia distributiva. A ello se ha sumado el sello que han dejado muchas dictaduras militares.
Pero también ha habido fuerzas positivas. A la postre, la mayor ganancia en materia de igualdad social ha sido la abolición de la esclavitud, que ocurrió en forma muy tardía en algunos países (Brasil y Cuba) y la más lenta erosión de las formas serviles de trabajo rural que predominaban incluso a comienzos del siglo XX en el grueso de los países latinoamericanos y siguieron teniendo incidencia por mucho tiempo. La urbanización sirvió mucho para dar nuevas oportunidades a poblaciones rurales que habían vivido bajo el signo de la fuerte segmentación social que caracterizaba las sociedades rurales de la región. El avance tardío de la educación fue también una fuerza igualadora, aunque ciertamente incompleta, que se han materializado en varios países en la mejora distributiva de comienzos del siglo XXI.
Otros procesos con efectos favorables sobre la equidad han tenido resultados menos homogéneos en la región. La gran migración europea a los países del Cono Sur, aunque presionó inicialmente los salarios a la baja, tuvo a la larga efectos distributivos favorables, entre otras cosas porque los inmigrantes trajeron consigo habilidades, conocimientos y, muy especialmente, instituciones (entre las que se destaca el sindicalismo) que contribuyeron a difundir los beneficios de los procesos de desarrollo. Su impacto más benéfico se obtuvo durante las primeras fases de la industrialización dirigida por el Estado, pero estas ganancias serían posteriormente revertidas en los años 1960 o 1970 por cruentas dictaduras que debilitaros los mecanismos institucionales que habían servido de base al aumento de la equidad. Otros países han tenido giros institucionales hacia la equidad, muy notablemente los que tuvieron lugar en Costa Rica a mediados del siglo XX o en Cuba con su revolución. Las reformas agrarias, de muy diverso alcance, hicieron en general menos de lo esperado en materia de redistribución de la tierra, pero ayudaron a erosionar las formas serviles de trabajo rural. El agotamiento de los excedentes de mano de obra rural mezclado con la mejora en los niveles educativos permitió también mejoras distributivas en algunos países en los años 1970.
¿Cuál ha sido el resultado neto de dichas tendencias sobre la distribución del ingreso y de la riqueza? La historia es muy diversa y no existe la información para corroborarlo con plenitud, pero es posible hablar de cuatro fases. La primera fue de deterioro, hasta comienzos del siglo XX o incluso después en economías con excedentes de mano de obra. A ella se sucedió una de mejoría, que se dio en forma temprana en el Cono Sur, por los factores institucionales mencionados, en forma más tardía en otros (Colombia y México), pero que quizás no se produjo nunca en algunos países (Brasil). La tercera fase, de deterioro, la inauguraron los países del Cono Sur, pero se generalizó a fines del siglo XX con la década perdida y las reformas de mercado. Finalmente, varios países han experimentado una mejora distributiva en la primera década del siglo XXI, o quizás desde un poco antes. A largo plazo, puede decirse que la desigualdad en la distribución del ingreso en América Latina, aparte de ser estructuralmente alta, lo cual es ampliamente reconocido, es quizás peor hoy que cuando se inició el proceso de rápido crecimiento económico en la segunda mitad del siglo XIX. De hecho, y pese a la mejora distributiva de comienzos del siglo XXI, el nivel promedio de desigualdad sigue siendo peor que el de 1980.
La desigualdad también es evidente en la forma como se difundió el desarrollo en la geografía regional. Aún durante las décadas de pobre desempeño posteriores a la independencia hubo avances en algunos países: los del Cono Sur y quizás en algunas otras partes (Costa Rica y algunas regiones exitosas dentro de algunos de países, como el norte de México y Antioquia en Colombia) y un crecimiento extensivo en las dos economías que mantuvieron la oprobiosa institución de la esclavitud, en parte porque no hubo allí una ruptura colonial propiamente dicha (Brasil y Cuba).
Para entonces, los países del Cono Sur y, en menor medida Cuba, habían logrado ampliar sus ventajas en relación
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