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Enseñar Con Amor


Enviado por   •  31 de Enero de 2013  •  1.720 Palabras (7 Páginas)  •  421 Visitas

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ENSEÑAR CON UNA PEDAGOGÍA SIGNADA POR EL AMOR.

A MANERA DE INTRODUCCIÓN

Toda función social requiere de la voluntad participativa tanto de quien la ejerce como de aquellos beneficiados por las acciones llevadas a cabo; es en este contexto donde se puede considerar que el éxito de lo realizado depende tanto de la actitud y aptitud de la persona o grupo el cual recibe las bondades de las acciones; como, del deseo por el logro y la satisfacción por el deber cumplido de quien asume la responsabilidad por alcanzar los logros esperados.

En cualquiera de los casos, el individuo como ser racional, con instinto crítico, creador, poseedor de intereses individuales y/o colectivos es co-protagonista de la vida en sociedad, por tanto, su participación requiere de interés, entrega, ambición, capacidad, cooperación, tenacidad y esfuerzo; Dichos atributos necesarios, en esencia son aptitudes con las cuales se nace, pero las mismas pueden desarrollarse cuando la persona toma conciencia al internalizar sensaciones y enseñanzas del entorno en el cual se desenvuelve.

Al respecto, es propicio mencionar, sobre el interés de las sociedades de perpetuar en el tiempo sus rasgos y características culturales con la múltiple intención, por una parte, de garantizarle a las nuevas generaciones la capacidad para alcanzar mejores niveles de vida; además, asegurar la continuidad del desarrollo social; junto a la facultad adquirida de ponerse en contacto y hacer uso para el beneficio actual y futuro tanto de conocimientos, vivencias, destrezas y otras especificidades que conforman la idiosincrasia de los grupos humanos.

En ese orden de ideas, los beneficios esperados para las nuevas generaciones han preocupado al hombre desde culturas remotas; teniéndose conocimiento de la existencia de individuos dedicados a transmitirle a los nuevos ciudadanos y ciudadanas tales habilidades corporales e intelectuales a través de procesos formativos entendidos como parte de la educación como función social. Que por demás, requiere de una incuestionable abnegación, capacidad, moralidad, sentido humano, mesianismo, desprendimiento, equilibrio mental e integridad de quien enseña; junto a una creciente motivación e interés del enseñado, en el cual ello se fomenta mediante una pedagogía basada en el amor como sentimiento noble hacia el prójimo.

COMO DESARROLLO.

Desde una perspectiva bastante general, se puede considerar que la educación como proceso de formación, implica la relación entre una persona para quien lo enseñado tiene tanto sentido como utilidad futura, y un individuo el cual posee algunos conocimientos previos sobre los cuales basará los nuevos conocimientos adquiridos, que por lo general le son desconocidos y extraños. En ese sentido, la adecuada relación docente alumno, exige del maestro como guía en la construcción de conocimientos significativos, ser un profesional caracterizado por su equilibrio intelectual, su entrega, vocación y capaz de hacer un adecuado uso de toda la superficie de su cerebro; es decir, con habilidad para el pensamiento abstracto responsabilidad del hemisferio izquierdo; así como, disposición para el manejo de los sentimientos asignados al hemisferio derecho.

De tal manera, solamente un individuo equilibrado es capaz de desarrollar una acción pedagógica, impregnada de sentimientos para lograr los rasgos de un hombre y una mujer nuevos, tal como los concibe el Obispo Claretiano de Brasil: Don Pedro Casaldáliga, al incluir entre los atributos deseados a) Lucidez crítica ante factores tanto del medio como suyos propios, bajo el entendido que la verdad los hará libres; b) La gratuidad admirada, su capacidad de asombro, de descubrimiento, de aprendizaje y de agradecimiento; c) La libertad desinteresada, para ser libre frente a los poderes, posesiones, seducciones; d) La creatividad en fiesta, sin repeticiones, sin esquemas inflexibles, sin rutinas ni dependencias. e) Asumir la conflictividad con actitud positiva; f) La fraternidad igualitaria, con el amor como valor esencial, tratando a todos por igual como hermanos; f) Testimonio coherente; enseñando con el ejemplo, hablando de lo que se cree, viviendo lo que se proclama, con testimonio entre el discurso y la vida; g) La esperanza utópica, sembrando sueños y esperanzas, recordando que sólo los hombres y mujeres nuevos podrán hacer un mundo nuevo.

Por ello, la formación de hombres y mujeres nuevos, requiere un mayor énfasis en el aspecto humano, en las potencialidades y en las debilidades del individuo, apreciando con mayor valor los aspectos más emocionales, más sentimentales, más motivadores hacia el logro, más apreciados como seres con sentimientos y capacidad de captar sensaciones. Vistas las cosas de esa manera, enseñar implica, convencer al que aprende sobre la importancia de lo aprendido; por tanto, se requiere motivar al enseñado, despertar su interés, sentirse comprendido en un ambiente físico, humano e intelectual impregnado de empatía, signado por el amor, la comprensión, la armonía, sin reglas estrictas ni demasiado flexibles, donde el individuo pueda desarrollar su capacidad crítica, opinar, mostrar desacuerdos, exigir correcciones, sentirse tomado en cuenta.

Vale decir, como lo afirma Pérez Esclarín, poner en práctica una pedagogía fundamentada en el amor y la ternura, pues el amor es el principio pedagógico fundamental, ya que en educación es imposible ser efectivo sin ser afectivo. Sostiene el autor, antes mencionado, que no es posible calidad en la formación sin calor humano, y “Ningún método, ninguna técnica, ningún currículo por abultado que sea, puede reemplazar al afecto en educación.”

Ser maestro exige cultivar amistad y ayudar a cada alumno

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