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Epícteto


Enviado por   •  25 de Octubre de 2012  •  8.148 Palabras (33 Páginas)  •  288 Visitas

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Epícteto

Epícteto fue un liberto, nacido esclavo que ganó su libertad, que vivió sus días a principios de nuestra era. Es descendiente y bebe directamente de las fuentes estoicas griegas y romanas, Parte de su legado sobrevivió a su época y hoy en día es pieza clave para la comprensión de la Terapia Racional Emotivo-Conductual de Albert Ellis.

I

i. Hay ciertas cosas que dependen de nosotros mismos, como nuestros juicios, nuestras tendencias, nuestros deseos y aversiones y, en una palabra, todas nuestras operaciones. Otras cosas hay también que no dependen de nosotros, como el cuerpo, las riquezas, la reputación y el poder; en una palabra, todo aquello que no es de nuestra operación.

ii. Lo que depende de nosotros es libre por su naturaleza y no puede ser impedido ni forzado por ningún hombre; y, al contrario, lo que no depende de nosotros es servil, despreciable y sujeto al ajeno poder.

iii. A cuérdate, pues, que si juzgas por libre y tuyo lo que por su naturaleza es servil y sujeto al poder ajeno, hallarás muy grandes inconvenientes, te veras confuso en todos tus designios y expuesto a mil molestias, y, al fin, acusaras a los dioses y a los hombres de tu infortunio. Si, al contrario, creyeras como tuyo solamente lo que de verdad te pertenece, y supieras considerar como externo o extraño lo que en efecto lo es, cierto es que nada será capaz ni bastante para desviarte de lo que te hayas propuesto hacer; que no emprenderás cosa alguna que te pese; que no acusarás a nadie ni murmurarás; que ninguno te ofenderá; que no tendrás enemigos ni padecerás jamás el más mínimo displacer.

iv. Si deseas, pues, tan grandes bienes, debes saber que no basta con desearlos tibiamente para obtenerlos, sino que te conviene evitar por completo algunas cosas y privarte de otras por algún tiempo. Porque si, no contento con lo que posees, tienes ambición de conseguir cargos y de amontonar riquezas, acuérdate que perderás absolutamente los medios verdaderos para granjear la libertad y la felicidad. Y también podrá ser que quedes frustrado por lo que pretendes con tanta pasión.

v. Cuando se te ofrece algún objeto enojoso, acostúmbrate a decirte a ti mismo que no es lo que parece, sino pura imaginación. Después de que hayas hecho esta reflexión, examina el objeto con las reglas que ya tienes para ello. Considera si es cosa que dependa de ti; porque si no depende, dirás que no te toca.

II

i. Advierte que el fin del desear es obtener lo que se desea y el fin de la aversión es huir de lo que se pretende evitar. Y como es desdichado el que se ve frustrado de lo que desea, así es miserable el que cae en lo que más piensa evitar. Por lo cual, si tienes aversión solamente de lo que depende de ti, como las falsas opiniones, asegúrate que no caerás jamás en lo que aborreces. Pero si tienes aversión de lo que no depende de ti, como son las enfermedades, la muerte y la pobreza, no dudes que serás miserable, pues no las puedes evitar, y has de caer infaliblemente en ellas.

ii. Si quieres ser dichoso nunca repugnes lo que no depende de ti, transfiere tu odio contra lo que resiste a la naturaleza de las cosas que dependen de tu voluntad. Además de esto, no desees por ahora nada con pasión; porque si deseas cosas que no dependen de ti, es imposible que no te veas frustrado. Y si deseas las que de ti dependen, advierte que no estás bastantemente instruido de lo que es necesario para desearlas honestamente. Por lo cual, si quieres hacer bien, acércate a ellas de manera que puedas retirarte cuando quieras. Pero todo esto se ha de hacer con medida y discreción.

III

i. El verdadero medio de no estar sujeto a turbación es considerar las cosas que son de nuestro gusto o amamos como ellas son en sí mismas. Has de comenzar el examen por las que importan menos. Por ejemplo: cuando manejas una olla de barro, piensa que es una olla de tierra la que manejas, y que puede quebrarse fácilmente. Porque, habiendo hecho esta reflexión, si acaso se quebrara, no te causara alteración. Asimismo, si amas a tu hijo o a tu mujer, acuérdate que es mortal lo que amas, y por este medio te librarás del impensado sobresalto cuando la muerte te los arrebate.

IV

i. Antes de emprender alguna obra examínala muy bien. Si has resuelto ir a los baños, antes de partir represéntate todos los inconvenientes que se siguen de ir al baño: el echarse agua los unos a los otros, los empujones para tomar mejor lugar, el darse vayas y el perder los vestidos. No dudes que ejecutarás muy seguramente lo que emprendes si dices en ti mismo: “Quiero ir al baño, pero también quiero observar el modo de vivir que me he propuesto.” Sigue esta máxima en todo lo que emprendas; porque por este medio, si te sucede algún inconveniente o alguna desgracia bañándote, te hallarás todo resuelto, y dirás: “No he venido aquí solamente para bañarme, sino también he venido con la resolución de no hacer nada contra mi modo de vivir, el cual yo no preservaría si sufriese con algún pesar o displacer las insolencias que aquí se cometen.”

V

i. No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino las opiniones que se tienen de ellas. Por ejemplo: la muerte (bien considerada) no es un mal; porque si lo fuera se lo habría parecido a Sócrates como a los demás hombres. No, no; la opinión falsa que se tiene de la muerte la hace horrible. Por lo cual, cuando nos hallamos turbados o impedidos, debemos echar la culpa a nosotros mismos y a nuestras opiniones.

ii. Propio de ignorantes es el culpar a otros de las propias miserias. Aquel que a sí mismo se culpa de su infortunio comienza a entrar en el camino de la sabiduría; pero el que ni se acusa a sí ni a los demás, es perfectamente sabio.

VI

i. No te alabes jamás de ajenas excelencias. Si un caballo pudiese decir que es hermoso, en su boca seria tolerable. Pero cuando te alabas de tener un hermoso caballo, ¿sabes lo que haces? Te alabas de lo que no te pertenece. ¿Qué es, pues, lo que es tuyo? El uso de lo que esta a tu vista. Por esta razón, si miras las cosas conforme a su naturaleza y juzgas de ellas como debes, entonces te es permitido gloriarte

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