Estudio Del Mito De Salomé En La Obra De Wilde Y Flaubert
nuriamorera26 de Agosto de 2013
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“Viens-tu du ciel profond ou sors-tu de l´abîme,
Ô beauté? Ton regard, infernal et divin,
Verse confusément le bienfait et le crime,
Et l´on peut pour cela te comparer au vin.” (1)
La figura de Salomé ha servido de inspiración a múltiples artistas de diferentes ámbitos y diferentes épocas, siendo no obstante, a partir del S.XIX cuando esta figura obtuvo una mayor proliferación en sus representaciones. El presente estudio va a centrarse en las obras de Oscar Wilde (Salomé, 1894) y de Flaubert (Herodías, Tres cuentos, 1877) ocupándose de los aspectos que reactualizaron el mito de la figura bíblica y de los acontecimientos que rodearon la muerte de San Juan Bautista concretizándolos como reflejo de una época determinada, con su estética y filosofía particular.
En primer lugar es necesario une relectura de los textos bíblicos; evangelios de S.Mateo (14, 1-12) y S.Marcos (VI, 14-29), con la intención de encontrar los datos primitivos que sirvieron para construir el mito. A continuación el relato original, que dice así:
El rey Herodes había encarcelado a Juan el Bautista, profeta y precursor de Jesús, que condenaba la relación del rey con Herodías, la que había sido la mujer de su hermano Filipo. Durante una cena en honor del cumpleaños de Herodes, la joven hija de Herodías bailó ante él, que quedó muy satisfecho y le ofreció a cambio lo que ella quisiera. La muchacha fue a ver a su madre, y ésta le dijo que pidiera la cabeza de Juan Bautista. Así le pidió a Herodes la cabeza del santo en una bandeja, y éste no tuvo otro remedio que cumplir con su palabra. Mandó la decapitación de Juan cuya cabeza entregaron a la joven en una bandeja, que a su vez entregó a Herodías.
Observemos en primer lugar que no se nos cita el nombre de la hija de Herodías, sino que aparece relegada a un segundo plano a pesar de que su rol de actante es clave en la historia. Su nombre ha llegado hasta nosotros gracias a las Antigüedades judías, de Flavio Josefo (libro XVIII, capítulo 5,4): "Herodías, [...] quien tuvo una hija, Salomé; después de su nacimiento, Herodías [...] se divorció de su esposo mientras aún estaba vivo, y se casó con Herodes, hermano de su esposo por línea paterna, él era tetrarca de Galilea; pero Salomé se casó con Herodes Filipo [...] ".
En el Nuevo Testamento no obstante, aparece una mujer llamada Salomé, seguidora de Jesús, así como en los evangelios apócrifos: en el evangelio de Tomás, encontrado en Nag Hammadi, entre los discípulos de Jesús se cita a dos mujeres: María Magdalena y Salomé. También es mencionada en el controvertido evangelio secreto de Marcos y en el antiguo evangelio de los egipcios. Insistimos en que estas dos figuras no deben confundirse, ya que la discípula de Jesús y la princesa, por lo menos en principio, no se corresponden, es más, ciertos estudios teorizan sobre la posibilidad de considerar a la Salomé discípula como la madre de Santiago el mayor y Juan el evangelista.
Volviendo a nuestro comentario de la muerte de San Juan en los textos canónicos, Salomé como personaje parece no tener ni identidad, ni voluntad propia; es un instrumento en manos de su madre. Herodías la utiliza para un fin concreto, para alcanzar sus intereses. No se nos dice si Salomé vivía en el palacio, o cual era su relación previa con el rey, en el caso de que la hubiera habido. Su intervención consta de dos momentos: la danza y la petición de la cabeza de S. Juan. La danza fascinadora es el vehículo para hipnotizar al rey, para “distraerle”, en la petición se concluye el malvado plan de Herodías y el destino fatal de Juan.
En los dos evangelios se explicita que la joven pregunta a su madre qué es lo que debe pedir. Es Herodías pues, la mujer diabólica y manipuladora que perseguía la muerte de S. Juan, y Salomé como pura prolongación de su madre, el medio para conseguirlo. El evangelio de Mateo nos cuenta que el rey no daba muerte al bautista por miedo a las represalias del pueblo, que le consideraba un profeta, sin embargo, en Marcos, este dato cambia. Herodes sentía respeto hacía el profeta: “Herodes lo respetaba sabiendo que era un hombre recto y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba muy perplejo, pero lo escuchaba con gusto.” (Mc 6; 19-21).
Por una razón u otra, el rey manda la decapitación de Juan en contra de su voluntad y a causa de su esposa, que habría conseguido sus propósitos. La razón para ello es no faltar a su palabra: “El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los comensales no quiso desairarla” (Mc 6; 26). En Mateo (Mt 14; 9) son las mismas palabras que se hacen eco de la tristeza de Herodes. No se dice si Salomé conocía la identidad de S. Juan, ni qué opinión le merecía, ni si le había visto en alguna ocasión. Es Herodías quién se otorga la plena autoría del crimen, a través del engaño acometido a su marido.
El tema de la atracción de Herodes por la hija de Herodías permanece bastante velado, indicándose simplemente en el texto que la danza de Salomé “agradó” y “gustó” mucho a Herodes y a los comensales. Ninguna descripción física de la princesa, ni de su baile, ni ninguna adjetivación explícita una atracción sexual hacía ella. Pero es el lenguaje de los evangelios un lenguaje bastante primitivo, sobrio, escueto y sutil que demanda leer entre líneas. Hay que señalar que en Marcos el episodio está más desarrollado; cuando Herodes le dice a Salomé que le pida lo que quiera y él se lo dará, éste insiste llegando a ofrecerle “la mitad de su reino”, lo que nos da una pista de hasta dónde ha podido llegar el entusiasmo por la joven bailarina.
Este episodio del Nuevo Testamento funciona como advertencia a los acontecimientos que se van a desarrollar posteriormente; Jesús comienza a verse amenazado hasta ser juzgado y condenado a muerte; de Salomé y Herodías en cambio, no se nos vuelve a hablar. Es este un episodio aislado y breve en el conjunto de la Biblia, el cual paradójicamente ha suscitado un enorme interés por parte de diferentes artistas, dando origen a numerosas rescrituras y otras representaciones artísticas que lo elevan a la categoría de mito, transformando la figura bíblica en uno de los mayores ejemplos de arquetipo femenino de femme fatale.
Hagamos un pequeño repaso de los diferentes textos literarios con el tema central de Salomé y la muerte de S. Juan Bautista para ocuparnos luego y más exhaustivamente en Herodías de G. Flaubert y Salomé de O. Wilde, que ocuparan el centro de este estudio. Hemos elegido tres obras capitales de la literatura francesa, que si bien no son las únicas en esta lengua que desarrollan la figura de Salomé, y menos aún en la literatura universal, hemos considerado según nuestro criterio indispensable señalarlas por la gran influencia ejercida en nuestras obras. No quiere decir por supuesto, y como ya hemos señalado que sean las únicas; otros autores como Rubén Darío, Eugenio de Castro, Jules Laforgue, Théodore de Banville o Apollinaire se interesaron por el mito de esta mujer fatal.
Podemos considerar la Carmen (1845) de Merimée como un antecedente de Salomé, si bien se aparta completamente de la historia relatada en la biblia, y sus personajes son completamente nuevos, esta Carmen, mujer gitana de gran belleza y fuerte personalidad se aproxima al mito de femme fatale siendo una de las primeras figuras femeninas que dejan atrás su rol de objeto romántico y sensual, para convertirse en sujeto. Es Carmen, fuerza y poderío, la que actúa, seduce, decide y lleva la iniciativa en sus relaciones amorosas. Su enamorado, por seguirla, va arrastrándose hacía una muerte moral, y cuando ella le abandona, le da muerte y se suicida después. Este amor desesperante y mortal posee paralelismos con las relaciones amorosas que se establecen entre los personajes de la obra de Wilde.
Siguiendo la línea de literatos franceses, debemos nombrar otra obra muy conocida: la del poeta simbolista Mallarmé, que dedicó un poema dialogado de nombre Herodíade (1864) donde Herodías, aquí joven princesa, conversa con su nodriza sobre la perdida de la juventud y la muerte de la inocencia. Stéphane Mallarmé pionero en el simbolismo y decadentismo francés ejerce ya una influencia notable en nuestros dos textos, haciendo gala de un estilo órfico, misterioso y que con una renovación estilística y sintáctica crea en su poema un universo cerrado que busca trascender en sí mismo.
À rebours (1884) de Huymans, representa la ruptura con el naturalismo y es considerado la Biblia del decadentismo. Fue el libro definitivo que Lord Wotton entregó a Wilde y que marcó desde entonces el camino del dandi artística y existencialmente. La novela narra la vida y gustos de su personaje principal, des Esseintes, reservando un capítulo a un extenso comentario sobre los cuadros de Moreau, Salomé y La aparición, en el que hace gala de una estética simbolista que recrea un ambiente perverso y orientalista, polémico con el orden establecido.
Es cierto que estos textos, como veremos a continuación son antecesores sobretodo de la obra de Wilde, a nivel estilístico y estético, pero esto se justifica porque un autor como Flaubert, al margen de escuelas y movimientos, es un creador personalísimo y de gran bagaje literario con unos referentes menos marcados que Wilde. Lo que por otra parte no significa que no posea influencias; la crítica especializada encuadra su Herodías también en la corriente simbolista. Pasemos a la segunda parte de este estudio, en donde analizaremos más detalladamente las dos obras, empezando por el cuento de Flaubert y siguiendo a continuación con
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