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Etnohistoria


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2014  •  2.640 Palabras (11 Páginas)  •  520 Visitas

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La Etnohistoria Andina

DEFINICIÓN

Originalmente, la etnohistoria fue definida como “la historia de los pueblos ágrafos realizada a través de los testimonios transmitidos por otros pueblos”. Era la “historia de la gente sin historia”, una especie de historia de segunda mano, por así decirlo, que rápidamente sobrepasó los límites de la definición. Pero el carácter ágrafo es muy discutible, pues no solamente los indios de las praderas aprendieron a leer y a escribir con caracteres latinos, sino que uno de ellos, inventó un sistema de escritura a comienzos del siglo XIX, aunque no se generalizó su uso. En Mesoamérica había uso de la escritura desde antes de la era cristiana con inscripciones en cerámica, piedra, madera, hueso y papel, y el hecho de que nosotros no seamos capaces de leerla no los convierte en ellos en ágrafos. Asimismo, después de la llegada de los españoles muchos indios aprendieron a leer y a escribir, tanto en castellano como en latín o en lenguas indígenas y la historia para analizar a sus contemporáneos españoles, esto se debe a otras razones.

La palabra etnohistoria fue utilizado de modo sistemático en los años cincuenta por algunos antropólogos, arqueólogos e historiadores norteamericanos para describir sus escritos e investigaciones sobre la historia de los aborígenes del nuevo mundo. En los años siguientes ha pasado a ser el estudio histórico de cualquier pueblo no europeo, y su objeto es reconstruir la historia de los pueblos indígenas, antes y después de su contacto con Europa, mediante la utilización de fuentes arqueológicas, orales y documentales, junto con el sistema conceptual y los modos de conocimiento de la antropología social y cultural.

El etnohistoriador se diferencia del historiador por su punto de vista antropológico y esto se da porque el sujeto es el tradicional “otros” en antropología, en forma de pueblos no europeos.

También es llamada “historia sociológica” por los antropólogos sociales británicos; ya que ambos casos se usan documentos para escribir la historia de un grupo, para reconstruir la historia social de grupos extintos, y para verificar cuestiones teóricas sobre estructura y función.

La etnohistoria cuenta con dos elementos fundamentales:

- El uso de la teoría antropológica

- Tener como objeto de estudio a pueblos “bárbaros” en el sentido griego clásico.

Entonces afirmamos que la etnohistoria se puede expresar como el estudio de la historia de los pueblos normalmente estudiados por los antropólogos. El etnohistoriador tiene que estar atento a los aportes de otros métodos y utilizarlos; pensando fundamentalmente en el indio como sujeto y en las fuentes como medio de conocimiento.

La etnohistoria es un conjunto especial de técnicas y métodos para el estudio de la cultura mediante tradiciones escritas y orales. Es decir, la etnohistoria no es un método exclusivo, sino que puede trabajar en conjunción con otros.

La etnohistoria es un campo interdisciplinario que estudia el comportamiento humano en el pasado y está caracterizada por:

- Depender en primer lugar de documentos.

- El uso de datos de otras fuentes cuando las hay disponibles.

- Una metodología que incorpora la historiografía y el relativismo cultural y hace énfasis en la interacción cultural.

El tratar sobre culturas en contacto es uno de los puntos específicos de la etnohistoria.

La etnohistoria se encuentra entre la historia -de la que toma el uso y análisis de los documentos escritos- y la antropología –de donde obtiene los conceptos- esta sería una visión simplista, debido a que la etnohistoria se ha complejizado, incorporando elementos de distintas ciencias de acuerdo con las necesidades e intereses de cada uno. De esta forma la etnohistoria va más allá de la antropología y de la historia, o mejor dicho se relaciona con más disciplinas.

No vemos a la etnohistoria como una disciplina aparte con una base teórica independiente, sino como una técnica de obtener datos; o sea, es un estudio que se realiza a base de documentación histórica por el simple hecho de que tratamos con sociedades del pasado que no se pueden observar directamente. Se hace etnohistoria porque la naturaleza de las fuentes de información (documentos escritos) así lo exige, en contraste con el trabajo de campo que se hace en sociedades vivas o a la arqueología que estudia los restos materiales de sociedades extinguidas. Pero los datos de la etnohistoria se estudian a la luz de los planteamientos generales de las ciencias sociales y con vistas a resolver cuestiones suscitadas por esos mismos enfoques teóricos generales.

En esta definición podemos establecer distintos niveles de documentación, a cada uno de los cuales aplica una técnica diferente para obtener datos. El nivel superior, común para todos es interdisciplinaridad o multidisciplinaridad cuando distintos tipos de documentación están disponibles, y propone disminuir el “metodocentrismo” de los investigadores: arqueología, etnohistoria y etnología se encuentran a un mismo nivel, el de recogida y proceso de datos, y todas ellas se unen en el nivel superior de explicación, que otros preferirán llamar antropología cultural o historia, dependiendo de sus afinidades. De este modo se trata de ser un etnohistoriador que en ocasiones realiza algo de arqueología (o utiliza datos procedentes de ella) o un arqueólogo que lee documentos, sino investigadores que aprovechan cuantos recursos están disponibles para su proyecto.

También se hacen mención importante a la relevancia de las cuestiones analizadas. El objetivo de las investigaciones es contestar preguntas que, junto con las respuestas, se relacionan con el conjunto de la ciencia.

Se hacía necesario recuperar un sentido más global de la antropología (más allá de su especificidad técnica), restituyendo su lugar y particularidad como campo conceptual en una más abarcativa “teoría social”, en donde tienen espacio también otras disciplinas sociales y humanísticas. En definitiva, y más allá de sus énfasis heurísticos, todas estas disciplinas se fundan en las mismas preguntas elementales respecto de un objeto común: las sociedades humanas.

Es preciso reflexionar sobre las necesidades del investigador y justificar que es más importante: el sujeto o el método. Ambos han sido utilizados para las definiciones, y en todos los casos se plantea el problema de la especificidad.

Muchas veces un aspecto conduce a otro, el objeto de estudio y las preguntas obligan a buscar los caminos nuevos y conocidos: en efecto, se trataba de recuperar la historicidad de pueblos indígenas sometidos, olvidados tras la irrupción de la occidentalización o arrinconados por el proceso de avance del capitalismo, aquellos “pueblos sin historia” en un contexto sociológico muy amplio, o los vencidos para los casos andino y mesoamericano.

Sin embargo, esta suerte de “rescate”, muchas veces de fuerte contenido reivindicatorio, no podía llevarse adelante solamente empleando las herramientas clásicas del quehacer historiográfico. Y es dentro de este carácter de disciplina de síntesis desde donde la etnohistoria construyó su propia especificidad, sofisticando y enriqueciendo la metodología de análisis de fuentes a través de una práctica que combinaba perspectivas, modelos, técnicas e información de la arqueología, la antropología, y la historia.

La disciplina habría nacido, entonces, de la necesidad planteada por el objeto de estudio como forma de agrupar las diferentes disciplinas que los investigadores utilizan y disponer de una “etiqueta identificativa”.

Para nosotros, lo más importante es el problema que se quiere analizar, que determina que preguntas debemos hacer y a que documentación podemos recurrir, en función de estas últimas se determina el método o métodos que se han de utilizar o, en algunos casos, idear. Los métodos están al servicio de las investigaciones y no a la inversa.

Evolución de la etnohistoria

La palabra “etnohistoria” apareció por primera vez en forma separada, “etno historical”, para aludir a documentos que se referían al pasado indígena. Posteriormente fueron unidas por un guion (etno-history), y en los años cincuenta pasó a la forma más usual desde entonces, como única palabra.

El origen de los estudios etnohistóricos definidos como tales –pues se han realizado estudios similares desde mucho tiempo antes- se sitúa en la promulgación por parte del congreso de los estados unidos de la Indian Claim Act (Ley de reclamaciones indígenas) en 1946, que permitía a los indios reclamar compensaciones por las tierras de las que habían sido despojados sin que mediara un tratado, tanto en contra de los existentes como por las tierras cedidas a los Estados Unidos sin compensaciones adecuadas. Estos reclamos requirieron estudios que demostraran la existencia de los tratados y el conocimiento de sus condiciones, así como la identificación de las antiguas localidades y de las tierras exigidas. Grandes sumas de dinero estaban involucradas en esta tarea, y muchos antropólogos comenzaron a realizar los necesarios estudios diacrónicos. De este modo, la etnohistoria comenzó su tarea independiente.

Junto con ella apareció la institucionalización y comenzó la publicación de la revista Ethnohistory. La dedicación a los indios de estados unidos era casi exclusiva, y solo en 1966 comenzaron a estudiar otros pueblos que podían recibir la calificación de etnohistóricos. Y se propició el reconocimiento de las tradiciones orales como fuente de la etnohistoria.

El reconocimiento “oficial” por parte de la comunidad de historiadores se produjo en 1957, mediante la incorporación del termino en The Hispanic American Historical Review por Howard F. Cline.

Al comienzo, la mayoría de los etnohistoriadores procedía de la antropología, pero progresivamente fueron apareciendo más historiadores, cuya presencia no solo ha incidido en los temas estudiados, sino también en la ubicación de las referencias en manuales, revistas y enciclopedias. Las referencias a trabajos de etnohistoria estaban en la sección de antropología, que posteriormente pasaron a la selección de historia, donde aún se encuentran en el artículo de Cohn.

Se cuestionaba si a etnohistoria estaba relacionada más con la antropología o con la historia, o si era una especie de puente o tierra de nadie entre estas dos disciplinas. Se discutía también si la reconstrucción etnográfica de culturas históricas tempranas, o lo que ha sido llamado etnografía histórica, y el estudio del cambio cultural nativo desde el momento del contacto con los europeos constituían dos ramas distintas de la etnohistoria, como la mayor parte de los etnohistoriadores acepta, o si solo la última actividad puede ser contemplada como etnohistoria en un sentido estricto. Ninguno de estos problemas ha sido nunca definitivamente resuelto. Simplemente parece que hay un acuerdo comprendido en el que el etnohistoriador usa evidencia documental y tradiciones orales para estudiar los cambios en sociedades no-letradas desde más o menos el tiempo de los primeros contactos con los europeos.

Debido a esta “descendencia” de la historia y la antropología, la etnohistoria ha sido influida por los desarrollos de ambas. Asimismo, los ensayos de historias globales aúnan muchos temas y documentación distinta y, por lo tanto, muchas disciplinas.

Surge la interacción, las culturas en contacto; desde este punto de vista, la etnohistoria parece confundirse con aquella antropología con perspectiva histórica. Muchas veces olvidamos esas interacciones o nos interesamos solo por una de las aportes. Uno de los peligros que corre la etnohistoria muy identificada con la “historia de los otros” es, precisamente, eliminar una de las partes en contacto. Asimismo, muchos estudios coloniales realizados por etnohistoriadores se refieren solo a indios, eludiendo la presencia de los españoles, o por el contario, muchos estudios de la misma época realizados por historiadores tratan de españoles, y solo cuando no queda más remedio, de los indios. No podemos estudiar la América colonial centrándonos solamente en los españoles (europeos) o en los indios, pues todos se hallaban sometidos a la misma legislación (aunque hubiera leyes específicas para unos y otros) y a las mismas autoridades. Una de las paradojas producidas por este comportamiento ha sido la disolución de familias. Una de las formas más impactantes de presentar ese problema, que llevo muchos años practicando en mis clases y conferencias, es utilizar la teoría de conjuntos: por un lado, encontramos el conjunto “españoles”, normalmente estudiado por los “historiadores”; por otro lado existe un conjunto de “indios”, normalmente estudiado por un conjunto de “etnohistoriadores” y, finalmente, un conjunto “mestizos” estudiado ocasionalmente. Parece todo claro, hasta que casamos a un español con una india (o viceversa) y tienen hijos que son mestizos, con lo que conseguimos el conjunto “familia”. Este procedimiento se produce en cada generación, creando un abanico de grupos étnicos dentro de cada familia. No resulta lógico que unos dediquen sus esfuerzos solo al padre, otros a la madre y casi nadie a los hijos. Debemos trabajar unidos y ser capaces de distinguir cuales son los conjuntos más significativos que deben convertirse en las unidades de análisis preferentes.

Quizá a la etnohistoria se le dio este nombre para separarla de la historia “verdadera”, que es el estudio de los supuestamente civilizados. Sin embargo, del estudio de la etnohistoria se saca en claro que las materias de los dos tipos de historia son las mismas. Mientras más etnohistoria sabemos, más claramente emergen “su” historia y la “nuestra”, viendo así, un componente de una historia común, suprimido u omitido en los estudios convencionales por razones, políticas e ideológicas.

De la misma manera, en la América Colonial no puede haber “historia india” entendida de la “historia española o europea”, pues son partes necesariamente articuladas de la misma historia. Es decir, no pueden hacerse historias separadas en sociedades mezcladas. Parte del problema se ha solucionado modificando las definiciones de etnohistoria y enfatizando la metodología y los problemas estudiados más que los sujetos de análisis.

Emic y etic en etnohistoria

Relacionado con las visiones occidentales y las de los otros, es menester hablar de emic y etic, pues estas posturas se vinculan con las preguntas formuladas por los investigadores y con la interpretación de la documentación, principalmente de aquella que era considerada la “auténtica” en las primeras definiciones de la etnohistoria: los relatos de otras culturas producidos por los occidentales.

Harris presenta una discusión bastante extensa de este asunto. Define emic de la siguiente forma: Las proposiciones emic se refiere a sistemas lógico-empíricos cuyas distinciones fenoménicas o “cosas” están hechas de contrastes y discriminaciones que los actores mismos consideran significativas, con sentido, reales, verdaderas o de algún otro modo apropiado.

Más adelante añade: siempre que los fenómenos de que nos ocuparemos sean paste de un sistema de comunicación y siempre que nuestro programa de investigación exija que descifremos el código que emplean los comunicantes nativos, entonces ese programa adopta la estrategia de los estudios de emic.

Por el contrario, tic es prácticamente lo opuesto:

Las proposiciones etic dependen de distinciones fenoménicas consideradas adecuadas por la comunidad de los observadores científicos. Las proposiciones etic no puedes ser falseadas por no ajustarse a las ideas de los autores sobre lo que es significativo, real, tiene sentido o resulta apropiado. Las proposiciones etic quedan verificadas cuando varios observadores independientes, usando operaciones similares, están de acuerdo en que un acontecimiento dado ha ocurrido.

Algunas corrientes antropológicas destacan alguna de las dos visiones. El estructuralismo es fundamentalmente etic. Las estructuras son detectadas y analizadas por el observador

En vano se buscará información sobre este proceder en el estudio clásico de Evans-Pritchard sobre los nuer. Consecuentemente, existe una contradicción entre fuentes (o entre autores) que será preciso resolver, como comentaremos en el capítulo dedicado a los métodos.

El problema de adoptar una postura emic o etic es común a todos los campos de la antropología. Como hemos observado en el repaso de las definiciones, en la propia esencia inicial de la etnohistoria se encuentra un componente de “otredad” que, en origen, se sitúa en las fuentes. Destacamos “en origen”, pues con la ampliación del ámbito de actuación de la etnohistoria, contamos con documentos generados en las culturas que estudiamos, procedentes de momentos con estado relativamente avanzado de aculturación. Nos encontramos ante una decisión personal, pero en los estudios de los últimos tiempos prehispánicos y de los primeros años tras la conquista española hay una clara tendencia hacia lo emic. Tratamos de entender las cuturas en sus propios términos, eludiendo traducciones y tratando de establecer definiciones. Esto obliga a reinterpretar la documentación, procurando extraer el componente emic de descripción etic. Queremos saber qué era un tlahtoani sin llamarlo rey, emperador, cacique o señor natural. En esto reside la importancia de componente lingüístico, pues la cultura se expresa en sus propios términos.

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