FALSIFICACIÓN POR IMITACIÓN

FALSIFICACION POR IMITACION

El falsario puede elegir entre tres formas de falsificación por imitación, que cada una de ellas presenta ciertas ventajas, pero vienen acompañadas de inconvenientes, lo bastante graves para que, en definitiva, pueda descubrirse el fraude.

Imitación libre o reiterada.

Este es el sistema más utilizado para falsificar firmas. El falsificador que opta por esta opción se ejercita en reproducir el modelo, hasta conseguir un cierto grado de soltura y nivel de forma. Al principio, lo copia con fidelidad, después lo consulta cada vez con menor frecuencia. Con bastante entrenamiento, llega a trazar con facilidad y rapidez una grafía lo bastante parecida para lograr el engaño, entonces puede emprender su falsificación.

Cuantos más documentos disponga el falsificador para realizar varias pruebas, más fácilmente podrá seleccionar una buena imitación. Por el contrario, si sólo dispone de un documento para estampar el texto falsificado definitivo, más le traicionará su propia emotividad, alterando inconscientemente los rasgos y provocando equivocaciones, cambios de velocidad, retenciones, inhibiciones, temblores, etc., fácilmente detectables.

La obra obtenida no muestra indicios de violencia, parece espontánea y no se advierten en los rasgos anomalías notables. La crítica interna no aporta ningún argumento a favor de la falsificación.

El imitador no puede asimilar todos los reflejos de su víctima, ya que no habrá visto ciertas particularidades difíciles de descubrir y ni siquiera habrá logrado reproducir fielmente las que eran manifiestas. Así su obra presentará divergencias con respecto a la escritura auténtica, que representa precisamente los hábitos y peculiaridades de que el falsificador no ha logrado desprenderse y que amenazan con desenmascararle.

Imitación servil.

Aquí es donde el falsificador tiene ante sí un modelo de escritura por el cual se guía en su redacción, para reproducir sus características con la mayor fidelidad posible. Presta interés especial al elemento más visible, el dibujo de las letras, y a la primera vacilación sobre el trazado de una de ellas interrumpe su trabajo para consultar el modelo.

Por ello el trabajo es lento y laborioso, y su calidad depende de las aptitudes del imitador, pero en todo caso, el resultado es mediocre. La crítica interna del documento sospechoso se revela aquí muy eficaz: trazado lento, vacilante y tembloroso, retoques y sobrecargas frecuentes, alteración irregular de gruesos y perfiles, todas estas anomalías serían suficientes para demostrar la falsificación.

- Aquí observamos como en la segunda firma, que es la falsa, se observa la torpeza del trazo motivada por la inseguridad y falta de espontaneidad al tener que pararse para consultar el original. -

La imitación servil se descubre muy fácilmente, pero al autor no es tan sencillo, solamente podrían apreciarse ligeros reflejos propios en los puntos donde haya menguado su atención.

Falsificación por recorte.

Este tipo de falsificación se engloba dentro de las imitaciones.

Es un sistema muy raro y que suele desorientar a los peritos poco advertidos de su existencia.

Locard lo estudió de una manera muy profunda y exhaustiva.

El delincuente que utiliza esta modalidad opera en dos tiempos:

Primero compone el texto deseado, partiendo de escritos auténticos: posee varios autógrafos (cartas de la víctima, etc.). de estos textos, corta las partes de frase o las palabras que necesita para la confección de su escrito. La labor sería relativamente sencilla si no hubiese que introducir palabras poco corrientes, que no figuran en el autógrafo. Sin embargo, pueden confeccionarse por medio de palabras o poligramas corrientes, es decir utilizar trozos de otras palabras para formas palabras nuevas.

Terminados los montajes, el texto obtenido reproduce la grafía de la víctima,

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