Fenomenología De Los Zapatos

FENOMENOLOGÍA DE LOS ZAPATOS

Los zapatos separan nuestras moléculas del piso y dan ritmo a nuestro caminar. El peso no importa, siete o ciento veinte kilos sobre ellos, porque siempre nos mantendrán a la distancia suficiente para no tocar otras moléculas, ni siquiera la de nuestra propia piel rozándolos… simplemente nos separarán de todo lo cercano.

Orificios geométricos o espacios abiertos nos dejan entrar en ellos. Puede predominar en su interior la oscuridad total y la nula circulación del aire, pero siempre convivirán ahí, sin tocarse, las moléculas de huesos y piel cubiertas por telas impregnadas de toda clase de olores.

No pasará lo mismo con aquellas piezas abiertas que exponen la piel desnuda, donde apenas unas tiras de piel de mamífero o reptil cubren de la vista. Entre estas tiras convivirá el desgaste de la piel de la bestia y el humano, pero si la coquetería gana siempre se presentarán impecables las dos.

Cuero y suela soportan el diario embate; desde la rudeza del trabajo que produce frutos en el campo, hasta la superficial caminata en el más lujoso antro.

Sobreviven algunos rozando suelos hirvientes, forzados a entregar la poca humedad de su suelas a cambio de los pasos de quien en cada esquina ve pasar su día completo metiéndose a la bolsa apenas ochenta pesos diarios.

Para ellos, muchas horas de trabajo pueden ser necesarias para conseguir apenas un par al año, aunque sea de cuero viejo y reseco como la fortuna que acompaña a sus dueños.

Hay otros que viven frescos y airosos y salen de paseo aunque sea una vez al año, pero en el piso fresco y brillante de un vestidor competido, porque no sólo llega un par, sino más de diez por temporada.

Pero también y por fortuna, hay zapatos que sólo viven el momento. En los que da lo mismo ser seco que fresco, abierto o con agujeta, caro o barato, porque en los extasiantes momentos de juego infantil se olvida si hay diseño, marca o estilo…

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