ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Frutos de una sincera conversión


Enviado por   •  10 de Octubre de 2013  •  Tesis  •  1.970 Palabras (8 Páginas)  •  621 Visitas

Página 1 de 8

Frutos de una sincera conversión

San Mateo 3:1-12

Una pregunta fundamental que debemos hacernos como cristianos es: ¿qué vamos a hacer con nuestra vida? ¿Qué quedará, con valor eterno, de nuestro paso por este mundo cuando ya no estemos aquí? ¿Cuál es el propósito de mi vida como cristiano? Podemos responder, basados en la Escritura, que el propósito central de nuestra vida es llevar fruto para la gloria de Dios: y que todo lo demás es secundario. Nuestra obra y palabra serán juzgadas a la luz del fruto que produjeron. El primer llamado del reino es al arrepentimiento. Las implicaciones del arrepentimiento bíblico son tres: 1) renuncia y cambio de actitud, 2) sumisión y deseos de aprender, y 3) un continuo perfeccionamiento. No hay nacimiento en el reino sin oír el llamado a la salvación, renunciar al pecado y volverse del pecado a Cristo el Señor (Hch. 3:19)

“¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?” (v. 7c). Quizá solo han venido, curiosos de oír a Juan – un nuevo fenómeno – un cambio en la rutina. Lo más probable es que el Espíritu Santo creó en ellos el hambre por la Palabra de Dios – un hambre que les impulsó a empaquetar la comida y dirigirse al desierto para oír a este nuevo profeta – el primer profeta que ven en cuatrocientos años.

Pensamos del desierto como un lugar estéril, pero, su seca vegetación puede arder violentamente. Fuertes vientos causan que tales fuegos se esparzan rápidamente, y criaturas del desierto corren desesperadamente para mantenerse delante de las llamas. Tal fuego inspira temor – destruye las madrigueras de las criaturas del desierto – destruye las fuentes de comida – y en algunos casos, mata. El desierto, siempre un reto, es aún menos hospitalario después de un fuego así.

Juan llamó a la multitud una “generación de víboras” (v. 7b). El retrato que pinta es uno de víboras escurriéndose rápidamente intentando escapar los incendios del desierto.

“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (v. 8a). Juan sugiere que esta multitud ha venido, no por altos motivos, sino para escapar de la calamidad. Su método parece peculiar. Si personas vienen como candidatos para el bautizo, nos alegramos y hablamos de ellos con gentileza. Quizá hayan venido para escapar del juicio, pero esto es válido. Juan, sin embargo, quiere asegurarse de que la multitud comprenda la realidad de su situación. Como los profetas del Antiguo Testamento, Juan habla de manera áspera, arriesgando ofender. Advierte que Dios requiere un arrepentimiento honesto – vidas cambiadas – actos fructuosos (v. 8). Vienen a la mente los frutos del Espíritu – “caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y templanza” (Galatos 5:22-23).

“No comencéis á decir en vosotros mismos: Tenemos á Abraham por padre: porque os digo que puede Dios, aun de estas piedras, levantar hijos á Abraham” (v. 8). El pueblo judío “mantenía que Dios juzgaría a las naciones bajo un estándar, pero a los judíos bajo otro. De hecho, mantenían que un hombre se libraba del juicio solo por el hecho de ser judío”. Juan, rápidamente, les desengaña de este pensamiento. Ser miembro de la comunidad judía no les salvará del juicio, y su salvación depende de un arrepentimiento sincero.

Juan dice que Dios puede levantar hijos de Abraham aún de las piedras que están a sus pies. Si Dios puede traer vida – vida sagrada – a una piedra, también puede re-santificar las vidas de judíos errantes “como Zaqueo, reclamado como ‘hijo de Abraham’ (19:9)”. Dios puede redimir hasta la persona menos probable – puede salvar al más vil ofensor – puede acercarse a gentiles y extranjeros y unirles a la familia. Además, en este Evangelio, centuriones romanos expresan gran fe (Lucas 7:1-10; 23:47), y en Hechos (también escrito por Lucas) un centurión cumplirá un papel principal en abrir la iglesia a gentiles (Hechos 10).

Estamos tentados a pensar de la fe en la herencia judía como un anacronismo que tiene poco que ver con nosotros hoy, pero eso no es verdad. Nosotros también estamos tentados a pensar en raíces en vez de frutos – en nuestra pertenencia a una congregación o denominación – o en el lugar que ocupamos en la junta de la iglesia (sacristía, sesiones, consejo de la iglesia) – o en nuestra lealtad al asistir a la iglesia – en nuestro servicio al coro – en nuestros donativos generosos – en nuestro bautizo – ¡en nuestra ordenación! Algunos de nosotros situamos nuestra fe en raíces raciales o nacionales – en logros – familia – riqueza – estatus social – nuestra posición en la comunidad – ¡nuestro título de la universidad correcta! Juan nos avisa que ninguno de estos tiene ningún valor sin un arrepentimiento genuino – un arrepentimiento que se caracteriza por sus frutos.

“Y ya también el hacha está puesta á la raíz de los árboles: todo árbol pues que no hace buen fruto, es cortado, y echado en el fuego” (v. 9). El juicio es venidero. El leñador no tiene más que preparar el hacha y abalanzarlo, ya no habrá más oportunidades para el árbol que no rinde frutos, pues será quemado. Profetas del Antiguo Testamento a menudo utilizaban tales metáforas (Isaías 10:33-34; 66:24; Malaquías 4:1), seguramente conocidas por esta multitud.

El juicio es venidero, y ascendencia no es una defensa. El juez solo hace una pregunta antes de marcar un árbol para ser quemado – ¿Rinde este árbol frutos dignos? Si no, el árbol pronto se encontrará en el fuego. Juan, claramente cree que ésta no es una multitud fructuosa – que la sequedad de sus vidas se refleja en la sequedad del desierto adonde han venido para oír a Juan. La situación es urgente, y requiere un remedio inmediato.

VERSÍCULOS 10-14: ENTONCES, ¿QUÉ HAREMOS?

10Y las gentes le preguntaban, diciendo: ¿Pues qué haremos?

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (11.7 Kb)  
Leer 7 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com