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GOBERNABILIDAD HOY: ¿En crisis?

Luz VargasEnsayo18 de Noviembre de 2015

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GOBERNABILIDAD HOY: ¿En crisis?

INTRODUCCIÓN

       Antonio Camou plantea una definición amplia de gobernabilidad rescatando su carácter multidimensional y relacional. Así la gobernabilidad debe ser entendida como “un estado de equilibrio dinámico entre el nivel de las demandas sociales y la capacidad del sistema político (estado/gobierno) para responderlas de manera legítima y eficaz”. Ello permite superar una lectura dicotómica (gobernabilidad versus ingobernabilidad) y analizar grados y niveles de gobernabilidad involucrando en la definición una “serie de ‘acuerdos’ básicos entre las élites dirigentes (...) en torno a tres ámbitos principales (...) el nivel de la cultura política (...) el nivel de las reglas e instituciones del juego político (... y) acuerdos en torno al papel del Estado y sus políticas públicas estratégicas” [1]

      Entonces, inferimos que la gobernabilidad es un concepto clave en la ciencia política, además de ser usado frecuentemente por el periodismo. Titulares como “No les creen” o “Belaúnde Lossio dice que es peligroso para el gobierno de Humala”[2], solo por mencionar algunos ejemplos, son el pan nuestro de cada día en diarios, revistas y programas periodísticos o de opinión en nuestro país. A pesar, que puede parecer sencillo definir gobernabilidad, ésta encierra diferentes facetas que trataré de exponer, con el fin de situar a la gestión de nuestro actual presidente constitucional, Ollanta Humala Tasso, en su real dimensión, siempre desde mi perspectiva.

     Primero, describiré el proceso por el cual el candidato Ollanta Humala llega al poder, acompañado en un primer momento, de una figura femenina etérea  (para los votantes) pero importante dentro del partido nacionalista y que ha ido empoderándose con los años, hasta alcanzar el grado de no poder hablar de gobernabilidad en el Perú de hoy sin mencionarla, desde luego, me refiero a Nadine Heredia Alarcón de Humala, nuestra primera dama y presidenta del Partido Nacionalista.

     Posteriormente, continuaré describiendo los acontecimientos importantes que se han presentado hasta el día de hoy, evitando emitir juicios de valor, para describir los hechos y acontecimientos importantes, primero, que han favorecido la gobernabilidad, y en sentido contrario, también aquellos factores y acontecimientos que la han dificultado.

    En resumen el objetivo de este ensayo es presentar los hechos, colocándolos en perspectiva, para emitir conclusiones, que desde luego, serán personales y perfectamente pasibles de análisis y crítica.

  1. GOBERNABILIDAD

        El concepto de gobernabilidad nace en la década de los setentas cuando varios países europeos enfrentan serias demandas por parte de sus sociedades civiles sin poder responder a ellas de manera satisfactoria. De esto, inferimos que la gobernabilidad es la capacidad que tiene un Gobierno para responder de manera adecuada y oportuna a los desafíos; desafíos que pueden surgir desde un plano interno (caso de sospecha por actos de corrupción que afronta la Sra. Nadine Heredia) o desde un plano externo (caída de precio del petróleo o desaceleramiento de la economía china). Algunos autores como Juan Carlos Torre, hace una distinción entre demandas internas y presiones externas.[3]

      Lo expuesto permite resaltar que si el Gobierno no responde a las demandas se presenta la figura de Crisis de gobierno, que no es más que el colapso del Estado. Más problemático es cuando esta crisis persiste y crece dando la sensación que el gobierno no puede tomar las riendas. La ingobernabilidad surge entonces cuando las demandas, bien sean internas o externas, ponen en jaque al propio sistema en su capacidad para regularlas. La etimología de la palabra gobierno proviene del griego kubernao, es “el timón que marca el rumbo para seguir”,7 lo que vale decir que un gobierno gobierna o no es Gobierno.

     El Perú, inmerso en un mundo globalizado, tiene ahora la necesidad imperiosa de fortalecer la autoridad legítima (en su presidente, ministros y poderes del Estado) para así, a través de un gobierno eficaz y justo, avanzar en la búsqueda del bien común. En efecto, para conseguirlo precisamos, en primer lugar, asegurar esa gobernabilidad en el plano político; es decir en esa dimensión en la cual un Estado, y el gobierno que lo administra por cinco años, ofrezcan respuesta a los derechos ciudadanos traduciéndose  tal deber en normas legales y políticas públicas que sean aceptadas y por sobretodo, puestas en prácticas por el país. 

    Ahora bien, liderar una sociedad no consiste, por cierto, en ejercer el poder por medio de la manipulación o de la coacción. El método autoritario puede resultar eficaz en lo inmediato, pero sus resultados siempre serán dudosos en el largo plazo. Frente a esos métodos verticales y excluyentes, que privilegian la imposición y el engaño sobre la participación y el convencimiento, se requiere construir un sistema de representación verdaderamente legítimo y honesto, por el que el poder constitucional no sea solamente un fenómeno legal, sino que tenga sus raíces en el entramado de la sociedad civil. Dicho esto, se debe añadir que también es indispensable que el Estado posea ciertas condiciones, ciertas capacidades, para dirigir a la sociedad con eficacia.

       Ese aspecto de la gobernabilidad también aparece en el Perú como una cuestión que reclama atención urgente.  La capacidad técnica del Estado peruano para formular y llevar adelante proyectos de reforma social es pues bastante limitada en relación con la magnitud de los retos que necesitamos vencer: la pobreza, el estancamiento crónico de nuestra economía, el deterioro del medio ambiente, son sólo algunos de los grandes problemas que requieren una administración pública honrada y eficiente, dotada de conocimientos sustantivos y pericia en su aplicación para así ser  capaz,  de hacer que el Estado movilice sus recursos con cierta esperanza de éxito.[4]

  1. LLEGADA DEL PARTIDO NACIONALISTA AL PODER

     Hacia marzo del año 2011 se decía que el Perú iba a elegir entre el cáncer y el sida, cuando comenzaron a encabezar las encuestas Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Es decir, por un lado había la sensación de que votar por uno era un “salto al vacío” y por la otra era volver al fantasma del fujimorato, todo ello debido a que los sectores de derecha y de centro no pudieron ponerse de acuerdo sobre una sola candidatura a la cual apoyar, por ejemplo, en torno a Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski o Luis Castañeda Lossio. Un verdadero drama político en el sentido de que no había capacidad de cooperación frente a la “amenaza”, pues el llegar al Gobierno se había convertido en una carrera con intereses microeconómicos antes que una lid política con propuestas doctrinarias creíbles; en consecuencia, era muy difícil conciliar intereses tan dispersos. El Perú, una vez más, tenía que elegir no por el mal menor, sino por el peligro menor.

    Después de una pugnaz segunda vuelta presidencial, que conllevó alineamientos de la gran mayoría de los peruanos, y el recurrir a todo tipo de estrategias para debilitar al adversario y ganar los indecisos, el triunfo fue para el ex militar Ollanta Humala Tasso, quien repetía después de haber disputado en la pasada elección la segunda vuelta con el segunda vez Presidente Alan García. Logró en esta ocasión una clara, aunque disputada mayoría electoral frente a Keiko Fujimori y se convierte en el nuevo Presidente del Perú para los próximos cinco años. Vargas Velásquez[5], explica tres razones que nos ayudan a entender este triunfo:  primera, el evidente desequilibrio del modelo de desarrollo peruano –justamente basado en la gran minería-, que a pesar de registrar indicadores macroeconómicos muy satisfactorios, se reflejó poco en la disminución de la miseria y la pobreza, es decir fue un crecimiento económico altamente concentrado y solo en beneficio de pocos sectores; esto llevó al ex procurador público especial de Perú José Ugaz a señalar, refiriéndose a esta elección, que “quienes han puesto la agenda de la segunda vuelta de las elecciones son los menos favorecidos”. Segunda, la histórica tensión en la sociedad peruana entre sierra y costa, en la sierra está ubicada mayoritariamente la población indígena, tradicionalmente excluida de los beneficios del desarrollo y con altísimos niveles de pobreza, mientras que en la costa, especialmente en el eje Lima-Callao se concentra la mayor parte del crecimiento económico y del bienestar social y en esa medida los votantes veían en el candidato Ollanta, con ciertas raíces indígenas y con un discurso más de inclusión, una posibilidad de que su situación económica mejore. Tercera, como se trataba de una segunda vuelta con sólo dos opciones y en un sistema electoral con voto obligatorio, los electores tenían que escoger entre las dos opciones y allí jugó mucho el recuerdo del período de autoritarismo represivo de Alberto Fujimori, con altísimos niveles de corrupción y violación masiva de los derechos humanos. Por ello, algunos analistas han dicho que primó la memoria de la sociedad, antes que el miedo a un candidato, eventualmente cercano de Chávez y de una izquierda radical.

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