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Idear Y Perseguir Metas: Una De Las Claves Del éxito En La Vida

29 de Mayo de 2013

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LOS ESTADOS EUROPEOS EN EL SIGLO XVII.

SOBERANIAS INGLESAS.

En 1603, a la muerte de Isabel I, ocupó el trono inglés Jacobo I, rey de escocia e hijo de María Estuardo, iniciándose así el periodo de la dinastía Estuardo en Inglaterra.

Adoptó el título de monarca de la Gran Bretaña y comenzó la colonización del norte de Irlanda (Ulster) con escoceses e ingleses. Su política absolutista le enfrentó con un sector de los católicos, con los puritanos y con la burguesía parlamentaria. En 1605 tuvo lugar una conspiración, la “conspiración de la pólvora”, que aumenta la represión, en especial sobre católicos y puritanos.

Ante la hostilidad del parlamento, optó por no convocarlo, entre 1614 y 1621, y gobernar a través de sus favoritos. En 1621, se vio obligado a recurrir al parlamento para reclamar subsidios, se encontró con una cámara de fuerte oposición. Los parlamentos llegaron a exigir la responsabilidad de los ministros ante las cámaras.

Carlos I era tan partidaria de la monarquía absoluta como lo había sido su padre (Jacobo I). Tenía en su contra la impopularidad de el duque de Buckingham, que había fracasado en su intento de ayudar a los hugonotes franceses en 1627.

En 1628, el parlamento proclamó que consideraba ilegal la exención de impuestos sin su consentimiento. El rey lo disolvió en 1629, iniciando con ello una grave crisis en el país. El descontento popular se agravó aún más con las medidas absolutistas de dos ministros, el conde de Strafford y William Laud, arzobispo de Canterbury. El primero, para mantener la independencia económica de la monarquía, creó nuevos impuestos; por su parte, Laud dictó una serie de normas unitaristas en materia religiosa.

En Escocia estalló la protesta contra las medidas de Laud. Los nobles, unidos en el Covenant, se levantaron en armas, y Carlos I se vio obligado a convocar el parlamento, pero éste exigió la pacificación con los escoceses, lo que supuso su nueva disolución.

Al ser invadidas las provincias del norte por los escoceses, Carlos I tuvo que recurrir de nuevo al parlamento. Los parlamentos, que mantenían su actitud antiabsolutista, responsabilizaron a Laud y a Strafford, quienes abarcaron en el patíbulo. El parlamento acordó entonces una serie de medidas por las cuales se hacía con el gobierno del estado.

El rey intentó dar un golpe de estado, lo que desencadenó la guerra civil (1642). El sur del país apoyaba el parlamento y el norte al monarca. Los pequeños campesinos, los burgueses y los comerciante eran favorables al parlamento, mientras que la nobleza (gentry), la Iglesia Anglicana y un sector de los grandes comerciantes eran fieles al rey.

Las tropas reales fueron derrotadas por el ejército del parlamento, organizado por Oliver Cromwell y Carlos I huyó a Escocia, pero fue entregado al parlamento. Temerosos los parlamentos del radicalismo de los cromwelianos, puritanos en su mayoría, intentaron pactar con el monarca, pero el ejército de Cromwell dio un golpe de estado en 1648. El monarca fue decapitado un año después y el parlamento se depuró de elementos contrarios.

En mayo de 1649, el parlamento estableció la república (Commomwealth), que iba a durar once años. Un consejo de estado asumió el poder ejecutivo (entre sus miembros estaba Cromwell) y la cámara alta fue suprimida. Mientras tanto, el poder del ejército iba en constante aumento.

En Irlanda, los católicos se sublevaron. La represión fue muy dura y abrió un abismo entre irlandeses e ingleses.

En 1653, Cromwell asumió el título vitalicio de lord protector, disolvió el parlamento y gobernó dictatorialmente. Una certera política exterior mantuvo la calma interna. Tras la guerra anglo-holandesa (1652-1654), Inglaterra reforzó su dominio marítimo. Aliándose con Francia, arrebató Jamaica (1655) y Dunkerque (1658), que pertenecían a España.

En 1658, el hijo y sucesor de Cromwell, Ricardo, resultó incapaz de imponerse a los generales que se disputaban el poder. Fue el general Monck quien, en 1660, restauraría la monarquía.

En 1660, Carlos II, hijo de Carlos I, entró triunfalmente en Londres. Unos meses antes había proclamado la moderada “Declaración de Breda” restaurando el constitucionalismo. Fue durante el reinado de Carlos II cuando se formaron los dos partidos políticos tradicionales de Inglaterra, el conservador (tory) y el liberal (whig).

A Carlos II le sucedió su hermano Jacobo II (1685-1688). Su absolutismo y sus intentos de restaurar el catolicismo crearon nuevamente un clima tenso en el país. Ambos partidos, los tories y los whigs, decidieron destronar al rey y elevar al trono a María, hija primogénita del monarca, y a su esposo Guillermo de Orange, quien ocupaba el puesto de statuder de Holanda.

Ante los evidentes presagios de una nueva revolución, Jacobo II abandonó el país en 1689, lo que se interpretó como una abdicación. Con Guillermo III de Orange se estructuró el gobierno parlamentario, camino que seguiría la reina Ana, segunda hija de Jacobo II.

Durante estos años, Inglaterra mantuvo su posición de prestigio internacional.

LA EXPANSIÓN COLONIAL INGLESA DEL SIGLO XVII.

Los ingleses consiguieron establecer, a lo largo del siglo XVII, una serie de enclaves coloniales en las Indias Orientales, como Madrás y Bombay. Desde 1600 funcionaba la Compañía de las Indias Orientales inglesas.

Fue sin duda más importante, en el ámbito colonial, la colonización de América del Norte, donde los ingleses crearon colonias de plantación.

La primera colonia establecida en territorio americano fue la de Virginia en 1607, al sur del río Hudson, donde se implantó el cultivo del tabaco. Posteriormente aparecieron a partir de 1620, las colonias que formarían Nueva Inglaterra, fundadas en general por disidentes religiosos: Massachussets, Connecticut, Rhode Island y New Haven; y más tarde: Carolina (1633), Maryland (1634) y Pennsylvania (1683), también al sur del río Hudson.

El puritanismo democrático arraigó en las colonias del norte, mientras que en el sur dominó el anglicanismo aristócrata. La antigua colonia holandesa de Nueva York se incorporó al imperio inglés en 1667.

LA TEORÍA POLÍTICA DEL SIGLO XVII: LA MONARQUÍA ABSOLUTA.

El primer teórico que defendió el absolutismo fue el filósofo inglés Thomas Hobbes, quien, partiendo de la igualdad entre todos los hombres, considera que, si todos aspiran a las mismas cosas, su situación natural será la de una guerra permanente.

Hobbes define la autoridad del Estado, en la cual todos los hombres deben depositar su derecho natural a regirse, ya que sólo el estado les garantiza la paz y la seguridad. La obra más característica de su pensamiento es “Leviathan” (1651).

En Francia, el filósofo Jacques-Bénigne Bossuet, siguiendo la misma idea, afirma sin embargo que la autoridad le es dada al monarca por Dios, y por ello el rey no es responsable ante nadie de sus actos:”monarquía absoluta de derecho divino”.

Este sistema político quedó establecido en toda Europa a lo largo del siglo XVII, y se mantuvo hasta la época de la Revolución Francesa.

LA TEORÍA ECONÓMICA: EL MERCANTILISMO.

En el campo económico, los pensadores del siglo XVII defendieron una economía nacional dirigida y planificada por el estado. El mercantilismo (colbertismo en Francia) creó las condiciones financieras indispensables para el desarrollo del absolutismo: las aduanas y los impuestos directos e indirectos, sobre el consumo, sirvieron para mantener un ejército y una administración centrales y para los gastos de la corte.

Siguiendo la concepción económica de la época, basada en que la riqueza de un país equivale a la cantidad de metal precioso y moneda que posea, el mercantilismo trató de activar la balanza comercial por medio de la exportación de productos suntuarios y la restricción de las importaciones.

Se suprimieron las aduanas interiores y se construyeron carreteras y canales a fin de impulsar un mercado interior desarrollado. Se crearon los monopolios estatales y las manufacturas subvencionadas, y se incrementaron la marina mercante y las compañías comerciales.

Pero, mientras el mercantilismo favorecía a la industria y al comercio, los campesinos carecían de estímulos para aumentar la producción.

EL RACIONALISMO.

El siglo XVII estuvo dominado intelectualmente por el espíritu racional, por la lógica de las matemáticas. El método científico quedó estructurado según el pensamiento de dos grandes científicos: el inglés Francís Bacon (1561-1626) y el francés René Descartes (1596-1650).

Bacon, canciller de Jacobo I de Inglaterra, estableció en su obra “Novum organum” (1620) el método experimental como base científica. Su teoría del empirismo sería continuada por John Locke (1632-1704).

Descartes sin embargo, desconfiaba incluso de la experiencia. La duda metódicale lleva a un único principio cierto: “pienso, luego existo”. Partiendo de este principio y a través del método deductivo, formuló un concepto general del hombre y del universo en su famoso “Discurso del método” (1637), dando origen a la metodología filosófica moderna.

ILUSTRACIÓN Y REVOLUCIÓN EN EL SIGLO XVIII.

Aquellos pilares que representaban a la sociedad del Antiguo Régimen

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