Identidades Asesinas
tazomaniaca6 de Diciembre de 2012
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Maalouf nos cuenta que desde 1976 cuando dejó el Líbano por causa de la guerra para instalarse en París, le preguntan reiteradamente si se siente "más francés" o "más libanés". El responde sin mentir que las dos cosas. Explica con paciencia que en árabe conoció a Dumas, Dickens y los Viajes de Gulliver y fue también en su pueblo natal donde aprendió los valores de sus antepasados y escuchó las historias en las que después se inspiró para escribir sus novelas; nos dice que no se puede separar los lazos que lo unen al Líbano a pesar de beber agua y vino franceses. De este modo, el autor advierte que no se tiene una identidad compartida, si no una única identidad que se complementa de otras; se complementa de nuestras vivencias y creencias recogidas a través del tiempo.
Por otro lado, la tarea que se propone Maalouf es tratar de comprender por qué tanta gente comete hoy crímenes en nombre de su identidad religiosa, étnica, nacional o de otra naturaleza.
La identidad de una persona está constituida por infinidad de elementos que evidentemente no se limitan a los que figuran en los registros oficiales. La gran mayoría pertenece a una gran tradición religiosa; a una nación y en ocasiones a dos; a un grupo étnico o lingüístico; a una familia más o menos extensa...
No todas esas pertenencias tienen la misma importancia pero ninguna de ellas carece por completo de valor ya que son elementos constitutivos de la personalidad los cuales están presentes en gran número de individuos pero nunca se dará la misma combinación en dos personas distintas y es ahí donde reside su valor personal lo que hace que todo ser humano sea singular y potencialmente insustituible.
Maalouf nos da ejemplos como el de la clonación, exponiéndonos que efectivamente dentro de poco tiempo se llegará a clonar a los seres humanos y que esos clones serian idénticos a la hora de naces, pero que después de sus primeros momentos, estos empezarían a ser diferentes porque no vivirán de la misma forma que sus originales y por supuesto no vivirá sus mismas alegrías y penas, tampoco tendrá sus mismos estímulos.
En todas las épocas hubo gentes que nos hicieron pensar que había una sola pertenencia primordial, tan superior a las demás que se la denominaba "identidad"; la religión para unos, la nación o la clase social para otros. En la actualidad no hay una única pertenencia que se imponga de manera absoluta sobre las demás.
Donde la gente se siente amenazada en su fe, su religión resume toda su identidad pero si lo que se está amenazando es la lengua materna, o el grupo étnico, entonces se producen feroces enfrentamientos entre correligionarios.
Entre los componentes de la identidad de una persona hay en todo momento una determinada jerarquía la cual cambia con el tiempo y modifica los comportamientos de manera profunda.
Igual que otros hacen examen de conciencia, el autor realiza un "examen de identidad" rebuscando en su memoria para que aflore el mayor número posible de componentes de su identidad, agrupándolos y haciendo una lista sin renegar de ninguno de ellos dándose cuenta de que cada una de sus pertenencias lo vinculan con muchas personas; sin embargo, cuanto más numerosas son las pertenencias que tiene en cuenta, tanto más específica se revela su identidad y gracias a cada una de ellas tomadas por separado, se siente unido por un cierto parentesco a muchos de sus semejantes, así, tomando esos mismos criterios de manera conjunta, afirma tener su propia identidad.
Por comodidad, englobamos bajo el mismo término a las gentes más distintas atribuyéndoles crímenes, acciones y opiniones colectivas. Formulamos juicios que en ocasiones terminan convirtiéndose en profundas convicciones con frases tales como "los serbios han hecho una matanza", " los negros han incendiado", " los árabes se niegan" etc. O que tal pueblo es "trabajador", "hábil" o "vago”, “desconfiado" o "hipócrita". Dichas frases, no son inocentes y contribuyen a perpetuar unos prejuicios que han demostrado, a lo largo de toda la historia, su capacidad de perversión y muerte, y es que sin darnos cuenta es nuestra mirada la que muchas veces encierra a los demás en sus pertenencias más limitadas, y es también nuestra mirada la que puede liberarnos.
La identidad se va construyendo y transformando a lo largo de nuestra existencia, los elementos de ésta que ya están entre nosotros cuando nacemos no son muchos (algunas características físicas, el sexo, el color...) y, además, ni siquiera entonces todo es innato. No es que el entorno social determine el sexo pero sí determina el sentido de esa condición ya que nacer mujer no significa lo mismo en Kabul que en Oslo. La feminidad no se vive de igual manera en uno y otro sitio, como tampoco ningún otro elemento de la identidad. De este modo, la identidad se va adquiriendo paso a paso cuyo aprendizaje se inicia muy pronto, ya en la primera infancia donde de forma voluntaria o no, los suyos lo modelan, le inculcan creencias familiares… además de prejuicios, rencores y demás sentimientos tanto de pertenencia como de no pertenencia. A esto cabe añadir las primeras heridas en el amor propio que también se producen desde la infancia; innumerables diferencias que tratan los contornos de cada personalidad las cuales forjan los comportamientos, opiniones, temores y ambiciones que a veces producen heridas que no se curan nunca.
Serán estas heridas las que determinarán, en cada fase de la vida, la actitud de los seres humanos con respecto a sus pertenencias y a la jerarquía de éstas porque la identidad está formada por múltiples pertenencias siendo a su vez única la cual vivimos como un todo.
Por otra parte, la gente suele tender a reconocerse en la pertenencia que es más atacada: cuando una persona no tiene fuerzas para defenderla tiende a disimularla pero, asumida u oculta, es con ella con la que se identifican invadiendo entonces su identidad por completo. De este modo, los que comparten su identidad se sienten solidarios, se dan ánimos entre sí arremetiendo contra " los de enfrente" apareciendo de forma evidente cabecillas en el seno de cada comunidad.
Después de cada matanza étnica nos preguntamos cómo es posible que los seres humanos lleguen a cometer tales atrocidades y es entonces cuando se habla de locura asesina, sanguinaria, ancestral, hereditaria. Pero cuando son miles o millones los que matan en el seno de culturas diferentes, lo que llamamos por comodidad "locura asesina" es en realidad una propensión de nuestros semejantes a transformarse en asesinos cuando sienten que su "tribu" está amenazada porque hay a veces en que el sentimiento de miedo o de inseguridad se exagera o adquiere un carácter paranoico.
Y es que dentro de todos tenemos una pequeña parte mala que sale de forma distinta; un Mr. Hyde en cada uno de nosotros. Por eso, lo importante es impedir que se den las condiciones que ese "monstruo" necesita para salir a la superficie.
Lamentablemente vemos con frecuencia en telediarios y periódicos a ciudadanos alzados con armas contra otros ya sea por cuestiones religiosas, políticas o culturales y nos sorprendemos por la forma de actuar de esas personas pensando incluso que están locos; lo que no pensamos es el por qué de esas acciones porque para eso tendríamos que ponernos en el lugar de todas esas personas que constantemente son atacadas y a las que les son violados sus derechos; personas que han visto morir familiares en enfrentamientos, que han visto como se derrumban sus hogares por culpa de de bombas o ataques de guerra. Pero lo peor de todo es que muchas veces, por ejemplo en el caso d las guerras con EE.UU contra países árabes, siempre por medio de la información intentan vendernos a estos países más desfavorecidos como los culpables de todo, siendo en realidad los países que se hacen llamar víctimas los causantes de estos problemas por hacer que su identidad, su cultura, sus tradiciones o incluso su lengua se vean amenazadas.
Si a nuestros contemporáneos no se los incita a que asuman sus múltiples pertenencias, si no pueden conciliar su necesidad de tener una identidad con una actitud abierta ante las demás culturas, si se sienten obligados a elegir entre negarse a sí mismos y negar a los otros, estaremos formando legiones de locos sanguinarios, legiones de seres extraviados.
En todas las sociedades divididas, hay un cierto número de hombres y mujeres que llevan en su interior pertenencias contradictorias, que viven en la frontera entre dos comunidades que se enfrentan, seres humanos por los que de algún modo pasan las líneas de fractura étnica, religiosa o de otro tipo. A este tipo de personas el autor los llama "fronterizos" afirmando que los que sean capaces de asumir su diversidad plenamente servirán de enlace entre diversas comunidades y culturas. Por el contrario, los que no logren asumir dicha diversidad acabarán matando por su identidad ensañándose con los que representan esa parte de sí mismos que no quieren aceptar (odio a uno mismo).
A lo largo de la historia musulmana se han practicado durante mucho tiempo la coexistencia y la tolerancia y el autor refuta dos opiniones: la que considera que los excesos actuales son solo episodios pasajeros y la que, al contrario, se basa en la intolerancia de hoy para convertir la actitud del pasado en un recuerdo sin objeto. Para Maalouf ambas posiciones son absurdas ya que la Historia demuestra que el islam lleva en sí enormes potenciales de coexistencia e interacción con las demás culturas aunque la Historia más reciente demuestre que es posible la regresión.
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