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Irresistible obsesión capitulo nueve.


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2015  •  Resúmenes  •  10.526 Palabras (43 Páginas)  •  82 Visitas

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Capitulo Nueve.
Natasha.


– Es imposible que no cargues maquillaje. –Me reprendió Jane sin apartar los ojos de la carretera. Nos encontrábamos en los límites de la ciudad, y Jane conducía por la 6th avenida. Su rostro era de incredulidad y lanzaba miradas hacia mí cada pocos segundos, para después volver la vista al frente. Llevábamos casi una hora conduciendo y en todo momento Jane no dejó de hablar, cada pocos segundos después de que terminaba un tema, comenzaba otro. La  verdad no sabía como podía hacer aquello. Era una cualidad solamente de ella, era imposible aburrirse sí estabas a su lado.

Intenté no poner los ojos en blanco al escuchar lo que dijo. ¿Por qué algunas chicas no podían vivir sin el maquillaje? Suspiré.

– Ya te he dicho que he llegado tarde a mi turno de trabajo, en realidad ha sido un verdadero milagro que Jamie no me haya despedido –Dije a la defensiva y miré a Jane.

Ella me devolvió la mirada y una sonrisa se formó en sus labios.

– ¿Pero sabes que es lo bueno de tener una mejor amiga cómo yo? –Me preguntó mientras se detenía en un semáforo que acababa de cambiar su luz a roja.

– ¿Qué? –Respondí después de un momento.

Su sonrisa se ensanchó hasta convertirse en un borrón blanco en la oscuridad de la noche.

– Que yo lo he cargado todo –Dijo, y se inclinó hacia los asientos traseros del auto, para tomar una bolsa de cuero color azul. Me la tendió en el regazo. –Está todo lo necesario para vivir, ropa tuya que he tomado de tu armario, un cepillo, cremas, y maquillaje. Gracias. –Dijo orgullosamente, volviendo a arrancar el auto.

Me quedé demasiado sorprendida al ver la bolsa con mis cosas dentro.

– ¿Por te has molestado en traerlas? –Fue lo único que pude preguntar.

– Por que eres mi amiga. –Dijo, resoplando,  como si fuera lo más obvio del mundo.

– No quiero decir eso, lo que quiero decir es que ¿por que las has cargado contigo si sabías que yo no vendría contigo a la fiesta?

Hizo un rápido movimiento de cabeza hacia mí.

– Por qué de alguna manera sabía que terminarías viniendo conmigo, eso es lo que siempre haces tú. Tomas una decisión, y piensas que es lo correcto, pero después te arrepientes y recurres a mí. –Dijo, soltando una risita –Y de igual forma no iba a dejarte entrar con esos harapos a la discoteca, ninguna chica en sus cinco sentidos los haría. –Prosiguió.

– Yo no recurro a ti cuando tomo malas decisiones –Exclamé riendo un poco.

– Claro que lo haces. –Dijo.

Miré la bolsa color azul, casi oscuro por la falta de luz en el auto y sentí un verdadero agradecimiento hacia Jane. La verdad es que tenía razón. Yo siempre terminaba recurriendo a ella en cualquier situación. Era mi mejor amiga, casi como una hermana para mí y sin ella probablemente no sabría como solucionar esto.

– Gracias, Jane. – Dije, ella volvió a dirigir una mirada hacia mí y después respondió:

– Bueno, ¿vas a cambiarte esa ropa de pepenador y te pondrás lo que he traído o no?

Solté una risotada y Jane se me unió casi al instante.

– No es ropa de pepenador, es mi ropa de trabajo y no es tan fea como para ser insultada de esa forma –Respondí, fingiendo indignación.

Eché un vistazo al interior del bolso mientras escuchaba como Jane tarareaba una canción que no llegué a reconocer.

Dentro estaba todo lo que había dictado Jane anteriormente. Saqué con cuidado la ropa que había echado lo más probable apresuradamente en el bolso: Un par de Jeans azules rotos con un top negro con piedrecillas brillantes en la parte delantera y con escote en la espalda.  Era una de las blusas más osadas que me había atrevido a comprar. La había comprado hace un año en Zara y en realidad nunca la había usado, ya que me había arrepentido después de comprarla, pero no podía devolverla a la tienda en que la compré, así que la había conservado guardada en el interior de mi armario hasta este momento, había olvidado que la tenía. También dentro del bolso había un vestido rojo casual, estaba demasiado corto y ajustado. Lo había comprado hace menos de cinco meses para una fiesta que la universidad había organizado. Y por ultimo un par de zapatos negros de tacón alto. Suspiré y lancé una mirada a Jane. No podía usar esto, no tenía lo ánimos suficientes para estar en un bar y usar esta ropa ya era mucho para mí.

Jane me miró y alzó una ceja.

– ¿Qué? –Preguntó – ¿Acaso no te gusta lo que he traído?

Negué con la cabeza.

– No es la clase de ropa que hubiera traído.

– ¡Es la clase de ropa para una fiesta! –Exclamó Jane con los ojos muy abiertos.

– Sí pero no me gusta.

– ¿Entonces por que estaba en tu armario?

Dudé.

– Por razones tontas, no estoy de humor para usar esta ropa ahora.

Jane hizo una mueca.

– Pero te verás grandiosa en ella. Por eso he traído dos vestuarios diferentes, tienes que elegir.

Me mordí el labio, viendo las prendas sobre mi regazo.

– ¿Qué no puedo entrar con mi ropa de trabajo puesta?

– No.

Al menos lo intenté.

– Pero no me sentiré realmente cómoda.

La paciencia de Jane parecía desgastarse.

– Natasha, habrá chicos en ese lugar, chicos de todas las universidades, ¿Crees que alguno se acercará a ti vestida de esa forma? –Dijo, señalándome.

Me encogí de hombros.

– La verdad no me importa, no he venido para coquetear con chicos –Respondí, recordando las verdaderas razones por las que había cedido a ir al bar. Recordé a los hombres extraños del restaurante, recordé al chico. Algo revoloteó en mi estomago. Algo en él hacía que todo dentro de mí temblara, era aterrador y placentero pensar en él. Sacudí la cabeza para alejar toda clase de recuerdos y pensamientos relacionados con él. Jane soltó una risa fingida.

– ¿Entonces a que has venido?

– Sólo a relajarme un poco.

La mirada de Jane cambió, pareció llegar a comprenderme.

– Tienes razón, no necesitas ligar con un chico para divertirte –dijo y se quedó pensando un poco –Hablando de ligar ¿Crees que Connor ya haya llegado a la fiesta?

Asentí.

– Lo más probable. Ese chico tiene problemas con las mujeres y con el tabaco. –Respondí riendo un poco al recordar la sonrisa media de Connor e imaginando que debe de estar usándola para conquistar a una chica de la fiesta.

– Sí, algún día terminará con herpes.

Reí por el comentario de Jane y volví mi atención al bolso son ropa. Suspiré.

– Me pondré los jeans con el top ¿Está bien?

– ¿Por qué no el vestido? –Preguntó Jane.

– Es mu corto.

– Creo que es sexy, deberías prestármelo un día.

No me había fijado en el atuendo que llevaba Jane esta noche. Llevaba un vestido de encaje sin tirantes, era completamente negro y de vuelo, con el largo  a mitad de muslo, y unos tacones bajos color negro. Llevaba maquillaje natural y el cabello rizado.

– Por supuesto, tu vestido es estupendo ¿Lo has comprado hoy?

Jane asintió.

– Sí, me encantó desde el momento en que lo vi, y ahora deja de hacer preguntas y vístete.

– De acuerdo –respondí y tomé los jeans y el top negro. Me pasé al asiento de atrás y comencé la labor. Primero me quité la camiseta de trabajo y la sustituí por el top negro. Me quedaba justamente a la medida y era freso. Después me quité mis jeans negros y me coloqué los que había elegido Jane. El atuendo junto parecía combinar. Doblé la ropa de trabajo y la dejé sobre el respaldo del asiento. Me pasé al asiento del copiloto nuevamente.

– Vaya, ahora si que hay diferencia. Sólo falta una pisca de maquillaje y el cabello suelto y ¡Bum! Serás un pepenador sexy.

Solté una carcajada.

– Ya quisieras.



Después de lo que pareció ser una eternidad, Jane musitó algo acerca de que habíamos llegado, pero había autos estacionados por todas partes que le era imposible encontrar un lugar cerca de la discoteca. Al final tuvimos que estacionar el auto dos calles más lejos del lugar, cerca de un edifico de concreto que era una tienda de refacciones de autos.  Cuando me bajé del auto y cerré la puerta del copiloto ya me encontraba completamente vestida y lista, con una pisca de maquillaje, luciendo completamente natural y el cabello peinado y suelto.

– Wow, quisiera verme igual de bien que tú. Destacarás en el lugar. –Dijo Jane como cumplido.

– Te ves mejor tú, probablemente termines con más chicos detrás de ti que Connor.

Reímos al unísono y comenzamos a caminar.

Conforme nos íbamos acercando mi nerviosismo iba en aumento, no sabía por que, pero  la paranoia volvía a regresar. Las calles eran oscuras y estrechas, y no había tantas farolas a nuestro alrededor, así que caminábamos casi en penumbra. La música comenzó a escucharse cuando doblamos una esquina. El sonido del bajo retumbaba en las ventanas de los puestos cerrados a nuestro alrededor. Todo este ambiente me recordó a aquella noche. Podía distinguir el mismo olor a podrido, y las sombras moverse a mi alrededor. Sentí un escalofrío. Cuando llegamos, la música ya era totalmente audible. Música electrónica. Había un gran almacén de ladrillo, con grandes ventanas blindadas. Varias personas se encontraban afuera, la mayoría jóvenes, bebiendo, o platicando. Una larga fila de personas se acumulaba desde la puerta  para entrar, pero lo que habían dicho de esta discoteca era que no necesitabas identificación para pasar. Sentí un gran alivio en mi pecho.

– ¿Connor te dijo que nos esperaría afuera? –Le pregunté a Jane. La noche comenzaba a refrescar, una brisa fresca me golpeaba en el rostro y hacía que la carne se me pusiera de gallina. Debí de traer un suéter.
– No, me envió un mensaje hace horas diciendo que nos esperaría dentro.

Asentí y me abracé los brazos para intentar entrar un poco en calor.

Después de unos minutos de esperar en la fila, fue nuestro turno para entrar. Tal vez no pedían identificación, pero el precio de la entrada era de quince dólares. Abrí mi bolso y saqué el dinero, para entregárselo al gran hombre que estaba en la puerta, mirando impasible. El hombre guardó el dinero y se hizo a un lado para dejarnos pasar. Di un paso algo dudosa hacia la entrada, y Jane me jaló para que comenzara a caminar. Dentro había un largo pasillo oscuro, con pequeños focos de colores en el techo, separados uno de otro cada cinco metros de distancia, iluminando nuestro camino hacia el interior del almacén. Todo olía a encerrado y a humo de cigarro. La música retumbaba a nuestro alrededor haciendo que todo mi cuerpo vibrara. A unos cuantos metros de distancia se habría un gran espacio, y luces de colores venían de dentro, la música se intensificó diez veces más. Cuando llegamos lo primero que olí fue el alcohol y algo más fuerte: Marihuana. Una masa de personas se encontraba caminando de aquí y allá. La pista de baile estaba llena, al igual que la barra de bebidas. Jane me dio un codazo.

– ¡No creo que encontremos a Connor hasta en un buen rato! –Gritó para hacerse oír entre la música.

– ¡Hay mucha gente! –Respondí alzando un poco la voz.

– Ven, vamos hacia atrás, tal vez esté ahí –Respondió Jane con un tono de voz más considerado. Me tomó de la mano y comenzamos a caminar hacia la izquierda del almacén.

Mientas nos habríamos paso entre la multitud, fui reconociendo rostros de chicos que iban a nuestra universidad. Todo era un alboroto total, voces frenéticas por todas partes, risas, música demasiado fuerte. El ambiente estaba cargado de animosidad y olía a sudor. Distinguí a Connor de entre la multitud, se encontraba sentado en un taburete del bar, y hablaba con un grupo de chicos, miembros del equipo de natación y de futbol americano.

– He encontrado a Connor –Dijo Jane, alzando una mano entre la multitud para que la viera. El volvió la vista y una gran sonrisa de formó en sus labios. Nos acercamos a él.

– Chicas, han venido –Gritó Connor incorporándose del taburete en el que estaba sentado, se tambaleó un poco y entornó los ojos para vernos mejor, se rió – Pensé que no vendrían, vengan, denme un abrazo –Dijo, y se echó sobre nosotras. Sin duda estaba completamente ebrio.

– ¡Apestas a Jack Daniel’s! –Se quejó Jane mientras se apartaba un poco de Connor.

– Una botella, hace mucho tiempo que dejé de sentir mis piernas, ¡han llegado demasiado tarde chicas!

Me fue imposible no poner los ojos en blanco.

– ¿Por qué has bebido tanto? –Pregunté, alzando mi voz. La música había aumentado el nivel considerablemente.

– ¿Qué no puedo emborracharme una noche en mi vida? Déjalo ya y vamos a la pista, nunca te he visto bailar.

– No tengo muchos ánimos de bailar, ve con Jane, pediré algo de beber.

– ¿Estás segura? –Preguntó Jane, algo dudosa. Asentí y vi como Connor tomaba de la mano a Jane y la dirigía al centro, donde una masa de personas se movía de un lado a otro. La verdad no me imaginaba entrando ahí sin salir asfixiada.  Me senté en el antiguo asiento de Connor y el Barman se acercó a mí.

– Identificación.

– No, sólo llevaré una Coca Cola.

Él asintió y se alejó. La verdad no era muy aficionada a la bebida. Por supuesto que la había probado antes, pero ahora no tenía ánimos de hacer nada más que de largarme de este lugar. El Barman dejó mi refresco sobre la barra. Le di un largo trago, no me había dado cuenta de lo sedienta que estaba hasta este momento. Cuando estaba a punto de tomar otro trago, unas manos cayeron sobre mis hombros, sobresaltándome. Me giré, justo para toparme con unos ojos grises y un cabello oscuro como la noche. Damian.

– Freeman, no sabía que te gustaba todo este rollo de las fiestas. –dijo con una gran sonrisa en el rostro. Se sentó en el taburete que acababa de desocuparse al lado mío.

– Bueno, he tenido que venir en contra de mi voluntad. ¿Qué haces tú aquí?

– Me han invitado.

– ¿Y tú has cedido a la primera?

– Oye, está bien que soy nuevo en la ciudad, pero eso no me impide divertirme.

Me encogí de hombros.

– ¿Por qué te has mudado a esta ciudad? –Está bien, no podía evitar preguntarle eso.

Frunció algo el ceño y entornó los ojos.

– Ya te lo he dicho, por asuntos familiares. Mis padres se separaron y yo me he venido acá con mi padre.

– Lo siento. –Fue lo único que se me ocurrió decir. La incomodidad inundó mi interior, sin embargo Damian parecía el chico más relajado del mundo.

–  No tienes por que sentirlo, mis padres no se entendían y llegué a comprenderlos.

Asentí y decidí cambiar de tema. Todo esto me recordaba a mi padre. Ahora ya no podía recordarlo con claridad, y me fui imposible no preguntarme en donde se encontraba ahora.

– ¿Tú eres de aquí?, quiero decir, de Denver ¿Has nacido aquí?

Me tensé en mi asiento. Nadie sabía lo de mis padres, lo que tuve que hacer para llegar a esta ciudad, más que Jane. No había tenido la confianza suficiente en ninguna persona como para contarle aquello. Pero ahora, con Damian a mi lado, me sentía en confianza. No conocía nada de su historia, pero al momento en el que decidió contarme sobre sus padres, una delgada línea invisible me acercó más a él. Suspiré.

– No soy de esta ciudad. Me he mudado el año pasado. –Dije, eso pareció llamar la atención de Damian, que se acomodó mejor en el taburete y me miró directamente a los ojos.

– ¿Viniste con tu familia?

– No, me he escapado de casa, era de Kansas. Viví un tiempo con mí tía en el estado de Colorado, pero decidí mudarme a esta ciudad por la universidad. Vivo en un departamento central con Jane, mi mejor amiga, también va a nuestra universidad.

Se quedó pensando un poco.

– Vaya, eso debe ser duro. ¿Es muy entrometido de mi parte si te pregunto por que te has escapado de casa?

Dudé un poco, ya había dicho suficiente.

– No me gustaba mi vida de allá. –Fue lo único que me limité a decir. Damian siguió mirándome, esperando a ver si continuaba, pero como no lo hice, se dedicó a asentir.

– Estás llena de sorpresas. ¿Quieren un trago?

Negué con la cabeza y levanté mi botella de Coca Cola para mostrarle que ya tenía bebida.

– Oh, vamos. Esto es una fiesta, no se toma refresco en las fiestas, te invito una bebida. ¿O eres tan gallina que no te atreves ni a tomarte un Shot?

Su sonrisa de pillo había vuelto, sus ojos tenían un brillo diferente. Me estaba retando.

– ¿Estás retándome?

– Sí y apuesto a que no vas a hacerlo.

– ¿Qué apuestas? –Pregunté, siguiéndole el juego.

Se rascó la barbilla pensativo, y ese gesto hizo que el rostro del tipo de hace unas horas volviera a mi mente. ¿Por qué no podía salir de mi mente?

– Sí no lo haces, tendrás que bailar conmigo la siguiente canción, no importa si el movida o lenta, lo harás.

– ¿Y si lo hago?

– Seré tu esclavo por un mes.

– Suena bien.

Su sonrisa se amplió.

– Pero tienen que ser tres. Tres Shots en el menor tiempo posible. Si no lo logras, ya sabes lo que tienes que pagar. –Su mirada era de suficiencia, creía que no lo haría.

– Perfecto.

Mientras Damian pedía los Shots al Barman, me dediqué a buscar entre las personas a Connor y a Jane. No se les veía por ninguna parte.

– Aquí están, será mejor que vayas moviendo tu trasero hacia la pista de baile.

Miré los tres pequeños vasos tequileros que estaban sobre la barra y comencé a dudar. Nunca había bebido demasiado, y si lo hacía demasiado rápido terminaría ebria al instante. Pero si no lo hacía terminaría bailando con el último chico en mi lista de “baile”. Después de un rato eché todo por la borda y me dejé llevar por el momento. Sólo quería olvidarme del miedo y de los problemas.

– ¿Lista?

Tomé un vaso entre mis manos y asentí.

– ¡Ahora! –Rugió Damian, y se llevó un vaso a la boca. Lo imité.

Al momento de pasarme el líquido, sentí como mi garganta quemaba. Era una sensación horrible que me hizo toser. Escuché la risa de Damian a un lado. Esto se estaba convirtiendo realmente en una competencia para mí, no importaba lo que tuviera que hacer, o el baile, quería ganarle a Damian. Después de unos segundos me recuperé un poco y tomé el segundo vaso, me lo llevé a la boca y dejé que el líquido pasara por ella, tragué, pero esta vez no quemó tanto como la primera, sentí hormiguear mi boca, una sensación satisfactoria subió desde mi interior.

– ¡Termine! –Gritó Damian, sorprendiéndome.

¿Cómo era posible que lo hubiera hecho en tan poco tiempo? Cuando me giré para verlo, todo a mí alrededor dio vueltas y reí por la sensación de pesadez en mi cabeza. Los Shots comenzaban a hacer efecto. Miré el tercer vaso y sentí un mareo más intenso, no podría hacer esto. No tenía estomago para el alcohol. Sí lo bebía, terminaría vomitando los otros dos que había bebido.

– Me rindo ¿Qué eres, Súper Man? –Dije, rendida, tomando mi cabeza.

– Puedo serlo para ti. –Escuché a Damian decir, y no sé por que, pero reí por lo tonto que había sondado eso. Damian se unió a mí.

– ¡No entiendo como pudiste hacerlo, no fue ni un minuto y derrapaste con los tres! –Musité, estaba hablando más alto de lo normal.

– ¿Te he dicho que soy sorprendente haciendo esto?

Negué con la cabeza y volví a reír.

– Me debes un baile, levanta el trasero de esa silla que se te van a dormir las piernas –Damian ya estaba en pie, y extendía su mano hacia mi para guiarme hacia la pista. Me incorporé de un salto del taburete y volví a marearme, pero después de un rato me estabilicé. Realmente no estaba tan ebria, sólo había sido dos tragos, pero cómo no estaba tan acostumbrada a beber, mi cuerpo había reaccionado de esa manera. Llegamos al centro a empujones, justo cuando comenzaba una canción algo lenta. Damian resopló.

– Quería algo más movido.

– Pues será mejor que te conformes o se irá tu oportunidad de estar así de cerca de mí. –Eso lo dejó pensando un poco, después asintió.

– Tienes razón. Creo que te vuelves más sensata cuando estás ebria. –Dijo, mientras se acercaba a mí y me tomaba por la cintura, lo rodee con los brazos alrededor del cuello.

– No estoy ebria.

Las demás parejas a nuestro alrededor estaban demasiado unidas, y yo no me imaginaba haciendo eso con Damian, así que me quedé algo separada de él.

Después de un rato el ritmo de la canción comenzó a cambiar, era algo más movida, estaban mezclando canciones, detestaba aquello. Me separé de Damian para decirle que nos fuéramos de la pista, pero me aferró de ambas manos.

– Vamos, Freeman, la noche apenas está comenzando.

– Eso no es cierto, la noche cayó ya hace unas horas –dije y reí.

– Creo que deberías mejor tu sentido del humor. Vamos, esa canción es buena.

– No se bailar –Mentí.

Damian volvió a resoplar.

–Vamos, te enseño.

Dudé un poco. Locas ideas pasaron por mi cabeza. ¿Damian enseñándome a bailar a mí? ¿Que no se daba cuenta de que sabía bailar a la perfección, pero me estaba excusando? Suspiré. No sabía por que estaba apunto de aceptar esto, pero me dio igual y respondí.

– A ver si puedes.

La música era movida y toda la pista estaba en movimiento. Cuerpos demasiado juntos a mis costados, moviéndose al ritmo de la música.

– Sólo sigue mi ritmo.

Damian sonrió y tiró de mí hacia él, mientras me agarraba por las caderas.
Sus movimientos eran agiles y practicados. Sonreí. Esto hacía que algo en mi estomago revoloteara, como sí maripositas quisieran salir por mi estomagado y volaran de una a otra parte, tal vez sólo eran los shots que me había tomado. Esperaba que sólo fuera eso. La música aumentó su nivel, le pasé las manos por el pecho a Damian, al ritmo de la música. Una gotita de sudor resbaló por mi frente, pero no la sequé, hacía mucho más calor en el lugar. El arqueó ambas cejas.

– Me has mentido, podría decirse que eres casi experta en esto como yo.

Y por supuesto que lo era. Hubo un tiempo en el que algo de lo que me gustaba más era el baile. Nunca faltaba a ninguna fiesta. Por supuesto, eso fue hace algunos años, cuando vivía en Kansas con mi madre, pero ahora había perdido el gusto por ello. Había madurado.

– Cállate y sigue bailando antes de que me arrepienta de lo que estoy haciendo – Dije y cerré los ojos.

– ¿Ese tipo es algo tuyo?... ¿Por qué te mira tanto? –Dijo Damian a través de la música. Arqueé ambas cejas. ¿Cuál tipo? Volví la vista hacia la dirección en la que miraba Damian. Mi corazón comenzó a latir tan rápido contra mi pecho que daba la impresión de que se saldría de él en cualquier momento. Mi respiración se entrecortó.

Era el chico del restaurante.

Estaba sentado en una mesa del fondo, unos treinta metros alejado de la pista de baile. Tenía una bebida en las manos, y traía la misma ropa que en el restaurante. Su mirada estaba clavada en mí y su ceño estaba fruncido.  Un escalofrió me recorrió el cuerpo entero. Me sonrió al ver que lo miraba.

Dejé de bailar, Damian me miró extrañado.

– ¿Qué pasa?

– Nada, es sólo que estoy algo mareada –Mentí, tenía que apartarme de su mirada, perderme entre el gentío. ¿Qué estaba haciendo en este lugar? –Vámonos de aquí –Proseguí, tomando a Damian de la mano.

Me dirigí hacia la barra, con Damian pisándome los talones.

– ¿Conoces a ese chico? –Me preguntó cuando llegamos a la barra. Nuestros lugares anteriores ahora se encontraban ocupados.

Me hice la confundida.

– ¿Cuál chico?

Damian señaló la pista.

– El que te observaba hace un momento, estás muy pálida ¿Estás bien?

– No, no lo conozco y sí, estoy bien.

La mirada de Damian me decía que no se había tragado mi mentira, pero se limitó a asentir.

Un grupo de chicas que estaba reunida sobre la barra se acercó a Damian. Distinguí a Cristal Kenedy de entre el montón, una de las chicas más fáciles que podías encontrarte en la universidad de Denver Colorado. Llevaba puesto un vestido, demasiado corto color rojo que pasaba como blusa.

– Miren quien es, nada más y nada menos que Damian Newson. –Dijo Cristal, masticaba una gran goma de mascar, que probablemente ya llevaba horas en su boca. Intenté no vomitar.

– Ese es mi nombre, linda –Respondió Damian, hice todos mis esfuerzos por no poner los ojos en blanco.

Cristal dirigió la mirada hacia mí.

– Perdona, ¿estaba contigo? –Me preguntó a mí, refiriéndose a Damian.
Cómo ya no quería seguir con esto, negué con la cabeza, tenía que buscar a Jane y largarme de aquí.

– No –Respondí yo, mientras que Damian contestaba al mismo tiempo “Sí”.

Me miró extrañado.

– Estaba apunto de irme a buscar a Jane, los dejo para que hablen –Respondí inmediatamente, dirigiéndome a Damian.

Cristal me dirigió una sonrisa falsa, mientras que Damian seguía mirándome extrañado, me despedí de él con una mano y me alejé de allí.

Ahora sólo tenía que encontrar a Jane ¿Pero cómo? Las personas parecían haberse duplicado en el lugar y todo eran rostros distintos, borrones y manchas. No podía irme de este lugar sin ella, en primer lugar por que había llegado aquí a su lado y en su auto. Así que sólo me quedaba buscar.


Después de lo que parecieron ser diez minutos, me di por vencida. No tenía celular para poder marcarle y los Shots ya habían dejado de hacer efecto, sólo sentía un débil mareo, pero ya no me reía por cada palabra que saliera de la boca de una persona.

Seguí buscando entre las mesas de la parte trasera del almacén, entré a los baños de Mujer, volví a la barra, y rodee la pista de baile. ¿En donde demonios estaba Jane? Cuando la encontrara iba a arrepentirse de haberme dejado sola en la barra. No importaba que yo le hubiera dicho que saliera a bailar, ¡Me había dejado sola! Después se me ocurrió algo. Tal vez Jane se encontraba afuera, tal vez también me estaba buscando. Recorrí el camino hacia la salida del lugar, y volví a cruzar por la oscuridad del pasillo, hasta llegar justamente a la puerta por la que había entrado. El mismo hombre se encontraba obstruyendo la puerta. Cuando me vio se hizo a un lado y me dejó salir.

Una brisa fresca me golpeó el rostro y fue una de las sensaciones más agradable que tuve en la noche. El aire era puro y olía a lluvia y algo más, pasto. Jane no se veía por ninguna parte. Caminé unos metros, alejándome del almacén. Había una gran variedad de chicas y chicos bebiendo fuera, se reían estruendosamente, estaban ebrios.

Dirigí la mirada a ambos lados de la calle, pero no vi a Jane. Pensé un momento en recorrer las dos cuadras y verificar si su auto seguía estacionado en el mismo lugar en que lo había dejado, pero en seguida descarté la idea. Jane no me abandonaría. Pero, ¿y si en realidad se había marchado? ¿Si había decidido marcharse a la playa con los demás universitarios? ¿Cómo me iría de este lugar? Comencé a dudar, y miré las calles que habíamos recorrido para llegar aquí. Sólo eran dos cuadras. Podía correr ambas y verificar si el auto seguía estacionado frente aquella tienda de refacciones. Me mordí el labio inferior y suspiré, decidida. Lo haría, era la única opción que me quedaba para estar segura de sí Jane se encontraba todavía en este sitio.

Comencé a caminar lentamente, dudando por cada paso que daba. Avancé la primera calle, rodeada de edificios cerrados y otros abandonados. Una sola farola que parpadeaba y se apagaba cada pocos segundos iluminaba ambas calles. Estaba apunto de doblar la esquina para cruzar a la segunda calle, cuando escuché que algo se movía detrás de mí, algo rozando contra el concreto de las calles. Pisadas. Giré la cabeza, pero mi visión no captó signos de que alguien estuviera siguiéndome.

Probablemente mi memoria estaba haciendo que oyera o alucinara cosas por el miedo que llevaba dentro. De pronto me alcanzó el recuerdo de la noche en la que asesinaron al hombre. Me pregunté que hacía él en aquel callejón y por que razón había terminado en el frío concreto de aquel lugar.

«
 Tranquila, nadie te apuntará con una pistola, relájate», –Me dije, decidida a terminar con esto, avancé con pasos firmes por la acera, oyendo el suave chirrido de mis suelas sobre el cemento.  

Dentro de poco, visualicé el pequeño y estrecho estacionamiento en el que Jane había decidido estacionar el auto. El auto de Jane se encontraba ahí, justamente igual cómo lo habíamos dejado. Ella seguía adentro. Suspiré, relajada.

Me di la vuelta para regresar al almacén, pero pegué un chillido cuando al final de donde terminaba la esquina, una forma oscura aparecía justo enfrente de mí.

Me quedé petrificada en mi lugar y mi corazón se saltó un latido.

Era el chico del restaurante.

...

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