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LA MECANIZACIÓN DEL CUERPO EN LA INDUSTRIA


Enviado por   •  27 de Abril de 2014  •  1.975 Palabras (8 Páginas)  •  260 Visitas

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«Si el propietario de la fuerza de trabajo ha trabajado en el día de hoy, es necesario que mañana pueda repetir el mismo proceso bajo condiciones iguales de vigor y salud. La suma de los medios de subsistencia, pues, tiene que alcanzar para mantener al individuo laborioso en cuanto tal, en su condición normal de vida.»

K. Marx, “El Capital”, parte XXVII, 1867 .

Según el autor David Landes, suele atribuírsele tres sentidos diferentes a la expresión ‘revolución industrial’:

1- “…suele referirse al complejo de innovaciones tecnológicas que, al sustituir la habilidad humana por la maquinaria, y la fuerza humana y animal por energía mecánica, provoca el paso desde la producción artesanal a la fabril, dando así lugar a la economía moderna.”

2- “El significado del término a veces es otro. Se utiliza para referirse a cualquier proceso de cambio tecnológico rápido e importante.”

3- “El mismo término, con mayúsculas, tiene otro significado distinto. Se refiere a la primera circunstancia histórica de cambio desde una economía agraria y artesanal a otra dominada por la industria y la manufactura mecanizada. La Revolución Industrial se inició en Inglaterra en el siglo XVIII y se expandió desde allí y en forma desigual, por los países de Europa continental y por algunas otras pocas áreas…”

La época Moderna se caracteriza por la innovación tecnológica y por un fuerte aumento de la productividad, que dio lugar al desarrollo de una nueva clase social: el proletariado urbano. Nace así el sistema de fábrica que se identificó con la mecanización de la producción, el uso de energía inanimada en reemplazo de la energía humana o animal y la presencia de trabajadores asalariados sometidos a un régimen de estricta disciplina.

Las máquinas lograron reemplazar la habilidad humana, lo que trajo como consecuencia una intensificación de la actividad laboral. Muchas tareas se simplificaron, lo que permitió la contratación de personal no calificado, con salarios bajos, que se especializaba en actividades rutinarias y monótonas.

Debido a la situación de crisis que predominaba (sobretodo en la década de 1930, con la Gran Depresión), los trabajadores se sometían a jornadas laborales que superaban las 14 horas diarias. El resultado de esto fue la mecanización del cuerpo y la paradójica negación por parte de los obreros de su condición humana, arrastrados por el propio contexto.

Este período de revolución tecnológica se ve claramente protagonizado por dos cambios fundamentales en el proceso de trabajo que tienen origen en los EEUU: el taylorismo y el fordismo.

El taylorismo, que tiene lugar a fines del siglo XIX, logró con su método reducir los “tiempos muertos” mediante la racionalización del trabajo y el cronometraje de las actividades. Esto permitió incrementar la producción y reducir los costos y precios de los productos. Esta técnica incluía además, la asignación anticipada de un número limitado de tareas estandarizadas y un sistema de remuneraciones en función del rendimiento personal, con el objetivo de estimular el esfuerzo de los trabajadores.

Por otro lado, en las primeras décadas del siglo XX, aparece el fordismo principalmente en las empresas de producción en masa y consistía en la fabricación en serie de mercancías estandarizadas. Este sistema se apoya en la cadena de montaje sobre la cinta transportadora. El ritmo de trabajo está regulado por la velocidad dada a la cinta que pasa delante de cada operario, quien tiene un lugar fijo y tareas preestablecidas en la línea de montaje.

Antes de la llegada de la Modernidad se planteaba la dualidad cristiana cuerpo-alma en la que el cuerpo no era más que “envase” que contenía el alma, lo verdaderamente esencial de todo ser humano. Se priorizaba al alma por sobre el cuerpo, siendo éste considerado como la parte perecedera y pecaminosa. El alma, en cambio, era el órgano de comunicación con lo divino y el heraldo de la redención de este “envase”.

En el texto de los autores Ágnes Heller y Ferenc Fehér “La modernidad y la liberación del cuerpo” se explica cómo en la época moderna esta concepción cristiana se sustituyó por la racionalización del cuerpo. Éste se armoniza con un nuevo concepto que establece “lo espiritual” a diferencia del concepto de “alma”, el cual era su opuesto. El texto comienza planteando que la Modernidad hizo una larga lista de promesas que nunca cumplió, siendo la principal “la liberación del cuerpo”. Esta “liberación” era contradictoria por el hecho de que, a diferencia de lo que se planteaba, una de las principales medidas que implementaron junto con su llegada fue el control y la disciplina del cuerpo. En el caso de las fábricas, tanto el taylorismo como el fordismo planteaban una serie de técnicas caracterizadas por una estricta supervisión y adiestramiento del trabajo de los obreros: el control de los tiempos (evitando los tiempos muertos), la vigilancia aplicada sobre las tareas, la designación preestablecida de tareas específicas y rutinarias, entre otras.

Mientras que para la ética cristiana el cuerpo actúa por separado del alma, la biopolítica se opone a esto planteando que esta separación es relativa y que su carácter absoluto es un simple autoengaño. Se establecieron como objetivos supremos de esta época la “fusión” o “mezcla” de estos dos elementos.

El fracaso de la Modernidad, fundamentalmente en su promesa de la liberación corpórea, se debió a que las prácticas llevadas a cabo en este período con respecto a la población trabajadora, fueron totalmente contrarias a éste. En palabras de Heller y Fehér “infravaloraron y sometieron lo corpóreo al mismo tiempo que procuraban reglamentarlo y sustituirlo”. Más aún, una característica constante de la revolución tecnológica moderna fue el deterioro sistemático y la paralización del cuerpo del trabajador industrial.

Esta biopolítica plantea dos dimensiones que son totalmente opuestas entre sí: por un lado, al ampliarse la ley de habeas corpus, se emancipó legalmente el cuerpo, convirtiéndose éste en un principio general para todos. Pero, por

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