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La Democracia Como Adolescente


Enviado por   •  7 de Mayo de 2013  •  1.234 Palabras (5 Páginas)  •  470 Visitas

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La democracia adolescente

Por Enrique Krauze

Julio 1999 | Tags: Letras políticas Tertulia

George Orwell distinguía entre dos significados de la palabra democracia: una práctica electoral equitativa y transparente que conduce al gobierno de las mayorías, y una cultura de la convivencia y plena legalidad en la que se respeta al individuo y se ejercen las libertades políticas esenciales: expresión, pensamiento, organización. En ambas acepciones, pero sobre todo en la segunda, la democracia ha llegado a México con un adjetivo: adolescente. Es una democracia que ignora sus propios mecanismos y límites, vociferante e irresponsable, emocional y no inteligente. Tal vez es natural que sea así: nuestra historia nos preparó para simular la democracia, no para ejercerla. El problema es que no tenemos tiempo que perder: en términos políticos seguimos siendo un país marcadamente subdesarrollado y una recaída en el ciclo perverso que nos ha golpeado al final de los últimos cinco sexenios podría tener consecuencias inimaginables: recaída en el caudillismo populista, brotes de fundamentalismo contracultural, aislamiento económico en un mundo vertiginosamente globalizado, violencia política general y hasta intentos de secesión. Por eso debemos comenzar a madurar ahora mismo. Hay cinco agentes históricos de alta responsabilidad en el proceso: los candidatos, los partidos, el gobierno, los medios de comunicación y la sociedad civil.

Los precandidatos de hoy, candidatos de mañana, deben ser protagonistas de una contienda ejemplar. Dura y hasta despiadada si se quiere, pero civilizada y limpia. No una guerra por otros medios (o por los medios) sino una lucha respetuosa y tolerante. La carrera presidencial debe ser en sí misma una cátedra ininterrumpida de democracia. Más allá del carisma, los prestigios míticos o las lealtades corporativas que tenga un candidato, lo que debe resaltar es su visión. ¿Qué país vislumbra para la vuelta del siglo, a corto y largo plazo? Los ciudadanos no pueden conformarse con vaguedades sentimentales, declaraciones insustentables o demagógicas utopías. Las visiones deben ser claras y cuantificables, referirse a los problemas nacionales con criterios de prioridad y anclarse en las preposiciones básicas: qué hacer, cuándo, con quiénes y, sobre todo, cómo.

Los partidos, en esta coyuntura, tienen una responsabilidad doble: saber ganar y saber perder. El que gane debe ver y escuchar a la oposición. El que pierda debe aprender la regla de oro de la democracia: dar tiempo a la opción triunfadora para que muestre su viabilidad. No se trata de arriar banderas ni principios. La oposición debe seguirlo siendo tenazmente, pero siempre a través de los canales institucionales. En México, la conducta habitual en los derrotados parece ser la revancha por la vía libre: utilizar métodos de presión extralegal para bloquear los empeños del partido victorioso. O, en el mejor de los casos, acudir a arbitrios legales para inmovilizar la acción gubernamental aunque ésta haya tenido el aval mayoritario del electorado. Esa práctica corresponde más a una lógica revolucionaria que a una democrática. A la larga, nos condena a la anarquía o la inmovilidad.

Dando por sentado que las elecciones próximas serán transparentes, el gobierno —a través del Instituto Federal Electoral y otras agencias— debería propiciar con urgencia una campaña imaginativa de educación democrática. Debido a la condición básicamente tripartidista del país, los legisladores tendrán, como cuerpo, un poder equiparable al del Ejecutivo: podrán usarlo para hacer alianzas caso por caso e impulsar eficazmente la marcha del país, o derrocharlo en deliberar interminablemente hasta frenar todos los relojes. Por eso los votantes necesitan conocer en detalle el poder que delegan en sus representantes. Las palabras clave de la Constitución —empezando por la palabra constitución— siguen siendo huecas para muchos mexicanos: federalismo,

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