La Educación En La Participación Política
hopeistoday15 de Diciembre de 2013
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Reseña
Se demuestra que en el último tiempo el sistema de educación nacional es un tema del cual se necesita abordar para el desarrollo de la democracia en nuestros días, puesto a que es una fuente esencial para el desarrollo de nuestra opinión y carácter ante el Estado que tanto ayuda a tomar decisiones graduales e importantes para el desarrollo del país. Sin embargo, si se habla de la participación relacionada con la educación en sí se da a entender que estos conceptos son meros artilugios en cuánto a la demostración de intereses y no son tomados con la representación con la que se debiera mostrar, por lo cual la influencia diversa por las ideologías tendientes no es la que se debiera usarse como un referente único, la sinergia de éstas podrían mejorar la situación en particular.
El concepto de participación es un término muy conocido en el mundo globalizado de hoy, porque se da a entender frecuentemente tanto en los discursos políticos, como en las comunidades, incluso aparece en las familias llegando a ser una palabra de uso común de carácter genérico que en los últimos años ha aumentado de manera significativa su interés, lo cual se puede ver reflejado en el aumento sostenido por parte de la sociedad a crear más espacios de participación de la misma, así como también en la inserción de grupos minoritarios a estos espacios, intentado llegar a toda la población potencial. Uno de los medios por cual se ha intentado para promover el desarrollo de esa participación ha sido a través de la perspectiva de educación cívica, que en la actualidad se ha ido extendiendo cada vez más hacia todos los ámbitos del Estado por lo que ha ido adquiriendo fuerza, aunque no ha sido constante. Esto ha llevado a que sea necesario fortalecerlo por medio de la Ley, creando instancias donde se ocupe el enfoque general de educación en las políticas públicas contribuyendo a aumentar la eficacia de sus acciones. Por lo que el objetivo en el que se centrará el ensayo será el de analizar la influencia (o no) de la participación como generadora de educación cívica y de gobernabilidad, bajo ciertas perspectivas, particularmente en los democráticos - se tomaran dos tipos de democracia, desde la perspectiva de Habermas y Schumpeter -, es decir, identificando alguno de los factores o variables que posee la educación en sí y que permitirían el aumento o desincentivo de la participación política en estos modelos de democracia.
Lo anterior se realizará primero conceptualizando ciertos términos que permitan tener un entendimiento general, seguido de una pequeña contextualización de la educación en sí y de las perspectivas en juego, posteriormente se expondrá argumentos que permitan afirmar o refutar la hipótesis y por último conclusiones a las que se ha llegado después de todo el proceso anterior.
Para comenzar es necesario definir qué se entiende por participación política - puesto a que es una de las que más se emplean y permiten incidir en el mundo políticos que es finalmente donde se toman las grandes decisiones - Kaase & Marsh (1979a) lo definen como “Todas las acciones voluntarias realizadas por los ciudadanos con el objetivo de influenciar tanto de forma directa como indirecta las opciones políticas en distintos niveles del sistema político” (p. 42).
Además, es necesario definir qué es lo que se entenderá por democracia, por lo cual se ocuparán tres definiciones que permitirán tener una idea general, puesto a que no es una terminología nueva; ésta lleva modernizándose desde la era de los antiguos griegos, por lo que se ha convertido en un término complejo y muy amplio que puede depender del enfoque del autor, según Sartori (1987) “La democracia es el poder del pueblo que existirá mientras sus ideales y valores vivan” (p. 28), para el filósofo Bobbio (1994) “Es el conjunto de reglas procesales de las que la principal, pero no la única, es la regla de la mayoría” (p. 28) y por último lo que definió el profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, Delhumeau (1970):“La democracia es la técnica de organización social que parte de la libertad, respeto y unidad de los individuos” (p. 33). Así que tomando estas definiciones podemos que los conceptos claves son la democracia como una forma de gobierno que surge del pueblo-este define las normas-, permitiendo la igualdad, libertad y respeto individual.
Otra definición que si importa demasiado en este ensayo es el concepto de educación (2007):
“La educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social, tomando ese factor fundamental como vía al servicio de un desarrollo humano más armonioso, más genuino y que haga retroceder la pobreza, la exclusión, las incomprensiones, las opresiones, etc.” (p.9) Por ello supone estudiar de forma sistemática la dimensión de la igualdad en todas las medidas y políticas y tener en cuenta esos posibles efectos al definirlas y aplicarlas, además de las cosmovisiones al respecto.
Antes de empezar la investigación, se dará a entender una pequeña reseña de la relación entre los dos términos anteriores, para entender de mejor manera éste ensayo, lo cual recae principalmente en que para la teoría tradicional de la democracia mientras mayor participación, más democracia y, por lo tanto, mejor gobierno. A partir de los años cincuenta del siglo XX esta idea ha venido a ser cuestionada por la llamada Escuela Elitista de la Democracia, de origen norteamericano, según la cual la democracia moderna funciona mejor con niveles relativamente bajos de participación, ya que ello permitiría una mayor autonomía de las élites. Según esta escuela una participación moderada resultaría conveniente para el mantenimiento de las libertades políticas, dada la mayor cultura política y vocación democrática de las élites con respecto a las masas. Con base en ello se afirma que altos niveles de participación política podrían tener un efecto desestabilizador sobre el sistema político. Según Almong (1963) “la participación es un instrumento para el logro del mayor bienestar colectivo y no un fin en sí mismo como parece suponer la teoría tradicional de la democracia, de modo que si el objetivo a lograr puede ser alcanzado mejor mediante gobiernos puramente representativos y no participativos, lo cual sería preferible”(p.478)
La perspectiva antiparticipativa liberal-conservadora
Esta idea siempre ha levantado sospechas de algunos que creían -y hasta el momento aún creen- que la participación intensiva divide de manera profunda a la sociedad en demandas, ambiciones y necesidades excluyentes. Por lo demás, las masas de ciudadanos serían, en ese supuesto, manipuladas fácilmente, y, en este caso, los índices de participación señalarían, no a la fortaleza, sino, precisamente, a la debilidad del régimen democrático. La alta participación sería, pues, señal de insatisfacción o de deslegitimación del sistema e impactaría negativamente en la gobernabilidad. Todo ello aconsejaría como la idea más razonable para lograr gobernabilidad el uso de herramientas tales como la representación, los políticos profesionales y los expertos para el desarrollo del mismo. Este sistema proveería de salidas a estas dificultades mediante la interposición de unas elites encargadas de agregar y articular intereses y demandas. Después de todo, lo importante para el liberal, en este caso, sería garantizar el ejercicio de la libertad individual, no la participación o el juicio político ciudadano. Así, que para esta tradición se trataría de dar cabida al individualismo, usando la democracia no como una forma de vida participativa, sino como un conjunto de instituciones y mecanismos que garantizarían a cada individuo la posibilidad de realizar sus intereses sin interrupciones o con el mínimo de ellos posible. Cada uno, movido por el auto-interés, tratará de promocionar sus deseos, conectarlos con los de otros y hacerlos presentes, mediante agregación, en el proceso de toma de decisiones. Y, así por ejemplo, los partidos políticos serían maquinarias, no de participación, sino de articulación y agregación de intereses. Dahl (1992) plantea que el tipo de ciudadano que se promueve desde esta visión está alejado del ideal participativo, sus fundamentos suponen que el ciudadano liberal descrito es una construcción más realista., básicamente porque le parece más fácil comprender los propios intereses que el bien común, los incentivos para participar se hallan más ligados al egoísmo de promocionar el propio interés que al logro del interés general, y la promoción del propio interés asegura el incentivo para los mínimos de participación requeridos en una democracia.
El bien público, entonces, consistiría en el máximo de los intereses individuales seleccionados y agregados de acuerdo con algún principio legítimo justificable. Como consecuencia de esto, la actividad política y la participación pública se desincentivan relativamente al tiempo que se profesionalizan. Y esto es así, según la visión liberal, porque lo que resulta importante para la autorrealización no tiene conexión con la participación política, sino con el auto-desarrollo en la esfera privada o profesional y con el control de los mecanismos de agregación de intereses. Ese control estaría ligado a la existencia de elecciones en las que los individuos, armados con el conocimiento de sus propios intereses e informados suficientemente respecto de las alternativas, eligen
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