La Selva En La Montaña
L1000z13 de Febrero de 2015
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La selva en la montaña.
Laura Beatriz Castro
Al horizonte el atardecer único como siempre entre la multitud de árboles y montañas y las misteriosas nubes de alucinantes formas transformables y multicolores. Y al entorno se escucha el murmullo de aguas salvajes corriendo ondulantes en el también enigmático cañón del Sumidero. Hundiéndonos entre la masa de las copas de los árboles y trastabillando entre la maleza se llega a una casita de techo de palma y paredes de palo de donde sale humo y se escuchan risas y una animada charla en dialecto maya. Adentro una mujer de talla y edad mediana echa tortillas y las pone en un comal. Morena y chapeada, sudorosa por el calor delicioso y la lumbre del comal, habla a las risas con una mujer sentada en su pequeña mesa de madera. Más joven de cabello largo y también sonriendo, sostiene entre su mano una taza de barro de café de olla y en la otra sostiene un gran taco de las tortillas que hace Alfonsa. También Romualdo comida tacos de frijol con chile verde en la mesa de Alfonsa (Romualda) y hablaba con ellas. La mujer más joven dijo lo sabrosa que estaba aquella cena y se levantó como con pocas ganas de irse y abrazo a Alfonso que seguía comiendo y le dio una despedida a Romualda y salió de la casa, dirigiéndose a la selva y caminando entre maleza por 10 minutos, en dirección a unos círculos de luz en vertical, para descubrirse como una escalera de metal sin color definido. Y subió ágil y rápida hacia una escotilla se introdujo y se cerro tras de ella. Y entrando saludó en otro idioma a un par de personas dentro de la nave para pasar entre ellos y caminar hacia un espacio más pequeño y más personalizado. Después paso sus dedos por un sitio en la pared de metal y un chispazo de vapor recorrió su cuerpo de cabeza a pies y con un gesto de descanso soltó su cabello y se acostó en una angosta pero cómoda camilla acunada
La nave se torna invisible poco a poco y una suave bruma llena el lugar afuera de la casa de Alfonsa y los ruidos de la selva y del tumultuoso ruido se vuelven el canto de la noche.
En otros sitios del planeta donde también es de noche o ya es de día, se ven humaradas de pólvora en sus distintas versiones. Se divisa entre el humo, gente en riña en pequeños pueblos, pero también mítines y campamentos de protesta en torno a glorietas y monumentos de las grandes ciudades. Retenes en autopistas, bloqueos en puentes-
Aquí en la selva amanece en diferentes tonos: naranja, rosa, lila en las alturas, verde esmeralda en el río, verde obscuro y claro con copas rojas y amarillas en las montañas.
Y los sonidos, los bellísimos sonidos de mil aves o animales del lugar. Ya más cerca, se percibe un zumbidito alrededor de la nave que va también tomando forma en el amanecer. Suspendida a tres metros del suelo.
Adentro, en el centro de la nave, de pie y en circulo, varios seres intercambiaban impresiones… (era Alexia, Hermes, Viracox, Thoru, Gabriel, Bahaulla, kulkulk, Agni) en medio de ellos y con vista tridimensonal, se puede ver el planeta completo. Cada uno de ellos tiene una instrucción específica en un lugar específico del mundo y guardan comunicación con personas de cada uno de esos lugares. En distintos tiempos. Y la frase qu en idiomas muy distintos, cada uno repitee es “El tiempo de los tiempos”, el tiempo cumplido. El final de los tiempos.
Agni. Uno de los seres. Todos ellos de alta estatura, hermosos, de rasgos indefinidos y carácter firme y voz lenta. Está viendo una ciudad en Europa donde hay conflicto en la calle y aunque no muestra gesto alguno de emoción clara, si se le observa todo su rostro una verdadera concentración y firme observación del incidente y sigue señalando con su dedo la secuencia de otros que están sucediendo.
Agni comenta algo y Thoru le responde que han sido tiempos bárbaros que parecería que no terminaran pero ya es el momento. Y
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