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La Virtud Del Egoismo. Ayn Rand


Enviado por   •  11 de Junio de 2013  •  2.209 Palabras (9 Páginas)  •  796 Visitas

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INTRODUCCIÓN Ayn Rand

El título de este libro puede suscitar el tipo de pregunta que me formulan de vez en cuando: "¿Por qué utiliza la palabra 'egoísmo' para describir virtudes de carácter, cuando es incompatible con el concepto que tienen de ella muchas personas para las cuales no sig- nifica las cosas que usted desea expresar?"

A quienes me lo preguntan, les contesto: "Por la misma razón por la que usted le teme".

Pero hay otros que no harían tal pregunta porque presienten la cobardía moral que implica y que, sin embargo, son incapaces de formular las razones que me mueven a usarla, o de identificar el pro- fundo tema moral involucrado. Es a ellos a quienes daré una res- puesta más explícita.

No se trata de una simple cuestión semántica ni de una elec- ción arbitraria. El significado que se da a la palabra "egoísmo" en el lenguaje popular no es meramente erróneo: representa una devastadora tergiversación intelectual, que es responsable, más que cualquier otro factor, de la paralización del desarrollo moral de la humanidad.

En el uso popular, la palabra "egoísmo" es sinónimo de mal- dad; la imagen que evoca es la de un bruto sanguinario capaz de pisotear un sinnúmero de cadáveres para lograr sus fines, que no se

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preocupa por ningún ser viviente y que sólo persigue la satisfacción de caprichos súbitos e insensatos.

Sin embargo, el significado exacto de la palabra "egoísmo" y su definición de acuerdo con el diccionario* es: La preocupación por los intereses personales. Este concepto no incluye una calificación moral; no nos dice si la preocupación sobre lo que a uno le interesa es buena o mala, ni qué es lo que constituye los intereses reales del hombre. La respuesta a esa pregunta corresponde a la ética.

La ética del altruismo ha creado como respuesta la imagen del bruto para lograr que los seres humanos acepten dos dogmas inhu- manos: a) que ocuparse del interés personal es malo, sea cual fuere tal interés, y b) que las actividades de ese bruto son, de hecho, de interés personal (al cual debe el hombre renunciar, como le ordena el altruismo, en favor de su vecino).

Para obtener una explicación de la naturaleza del altruismo, sus consecuencias y la enormidad de la corrupción moral que per- petra, referiré al lector a mi obra La rebelión de Atlas o a los enca- bezamientos de cualquiera de los diarios actuales. Lo que nos ocupa aquí es el delito de omisión del altruismo en el terreno de la teoría ética.

Existen dos cuestiones de moral que el altruismo reúne en un solo "paquete": 1) ¿Qué son los valores? 2) ¿Quién debe ser el bene- ficiario de los valores? El altruismo reemplaza a la primera por la segunda: elude la tarea de definir un código de valores morales y deja así al ser humano, de hecho, sin guía moral.

El altruismo declara que toda acción realizada en beneficio de los demás es buena y toda acción realizada en beneficio propio es mala. Así resulta que el beneficiario de una acción es el único criterio de comparación del valor moral de ésta, y mientras el beneficiario sea cualquiera salvo uno mismo, todo está permitido.

De ahí la espantosa inmoralidad, la injusticia crónica, la gro- tesca duplicidad de los valores, los conflictos y contradicciones

* La autora se refiere a diccionarios de la lengua inglesa. [N. del T.]

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insolubles que han caracterizado a las relaciones humanas, así como también a las sociedades humanas, a lo largo de la historia, con cual- quiera de las variantes de la ética altruista.

Obsérvese la indecencia de lo que hoy en día se considera jui- cio moral. A un industrial que amasa una fortuna y a un delincuente que asalta un banco se los considera igualmente inmorales, dado que ambos buscan obtener riqueza para su propio beneficio "egoísta".

Se piensa que un hombre que abandona su carrera con el fin de mantener a sus padres y que, por ello, nunca podrá llegar a ser más que un empleado de almacén es moralmente superior al joven que se esfuerza y, después de soportar enormes dificultades, logra hacer rea- lidad su ambición personal. Se considera que un dictador es moral, dado que las inenarrables atrocidades que comete se llevan a cabo para beneficiar a "la gente", no a sí mismo.

Obsérvese lo que este criterio moral del beneficiario hace a la vida de un hombre. Lo primero que aprende es que la moralidad es su enemigo; nada tiene que ganar con ella, sólo puede perder; todo lo que puede esperar son la pérdida y el dolor autoinfligidos y el gris manto de un deber incomprensible. Podrá esperar que otros, ocasio- nalmente, se sacrifiquen en su beneficio, así como él se sacrifica de mala gana por el de ellos, pero sabe que tal relación sólo producirá resentimientos mutuos, no placer, y que, moralmente, la búsqueda de valores que realicen será como un intercambio de regalos de Navidad, ni elegidos ni deseados, que ninguno de ellos está moral- mente autorizado a comprar para sí mismo. Fuera de los momentos en los que consiga realizar algún acto de autosacrificio, carecerá, como persona, de toda significación moral; la moralidad no lo tiene en cuenta a él, y nada tiene para decirle con el fin de guiarlo en las cuestiones cruciales de su vida; ésa es sólo su vida personal, priva- da, "egoísta" y, como tal, se la considera malvada o, en el mejor de los casos, amoral.

Dado que la naturaleza no provee al hombre de una forma de supervivencia automática, ya que debe mantenerse con vida mediante

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su esfuerzo personal, la doctrina que dictamina que es malo preocu- parse por el interés personal significa, en consecuencia, que el deseo de vivir es malo, que la vida humana, como tal, es mala. Ninguna doc- trina podría ser más malvada que ésta.

Sin embargo, es ése el significado del altruismo, implícito en ejemplos tales como la equivalencia entre un industrial y un ladrón. Existe una diferencia moral fundamental entre el hombre que halla su interés personal en la producción y aquel que lo encuentra en el robo. La maldad de un ladrón no consiste en el hecho de que persi- gue su interés personal, sino en lo que él considera que es su interés personal; no en el hecho de que persigue sus valores, sino en qué es lo que elige como valor; no en el hecho de que desea vivir, sino en el hecho de que desea vivir en

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