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La absolutismo


Enviado por   •  20 de Mayo de 2012  •  Tesis  •  4.284 Palabras (18 Páginas)  •  412 Visitas

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absolutismo.

1.- Introducción:

El largo tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna fue el resultado de una larga cadena de transformaciones: el tránsito de una sociedad rural a la emergencia de los nuevos escenarios urbanos; el paso de una economía natural (hecho para la subsistencia) a una monetarizada que define a la mercancía como su elemento más dinámico y característico (producto hecho para el mercado); el desarrollo lento de una “economía mundo” relacionado con este hecho que explica la expansión europea desde los siglos XIII-XIV en adelante; el progreso de una nueva cosmovisión que apunta hacia tres nuevas dimensiones de la actitud vital de los sujetos:

a) en primer lugar, el racionalismo. Mediante la contabilidad que desarrolla el mercado el hombre racionaliza la economía; la contabilidad se desarrolla para imponer orden y claridad al mundo económico y poderlo manejar. En este sentido los problemas quedan a ventilar entre el hombre y su mundo, sin necesidad de referirlo a la causa primera extramundana, es decir, Dios.

b) Si entramos más a fondo a examinar qué actitudes humanas explican las novedades anteriores, podríamos señalarlas con una sola palabra: secularización, entendida esta última como actitud vital orientada hacia las tareas del saeculum o de nuestro mundo temporal frente al aevum o la esfera de la eternidad. Estamos, por tanto, ante un proceso de mundanización de la vida. El hombre renacentista busca el honor, la fama y la gloria. Son conceptos que emergen con fuerza al hablar de la antropología y la política de los humanistas en adelante.

c) Que la búsqueda del éxito social se convierta en una práctica relativamente generalizada de modo que adquiera dimensión sociológica en los comienzos de la Edad Moderna, significa en último término que en la sociedad existe un cierto grado de movilidad social, que hay status que el individuo puede alcanzar si se aplica valerosamente a la tarea. La cultura del Renacimiento es una cultura del éxito social del individuo, por ello entendemos que el individualismo constituye la tercera dimensión del espacio dentro del cual se ubica la nueva cosmovisión del hombre moderno respecto al medieval. Solamente el individuo con coraje es capaz de triunfar. El Renacimiento valora la confianza del hombre en sus propias fuerzas, la cual en la Edad Media era atacada como superbia.

Estos profundos cambios culturales, sociales y económicos que hemos expuesto implicaban necesariamente unos correspondientes cambios políticos. El hecho es que, apartándose de la estructura jerárquica pero disgregada del poder que caracteriza al feudalismo, la nueva sociedad se articula en dos niveles que resultan complementarios. A nivel local, las ciudades desarrollan más su inicial autonomía comunal, y en muchos casos consiguen suprimir la dependencia del poder señorial para constituirse en entidades políticas independientes (Italia, Corona de Aragón…). Pero no estaba aquí, en la base local, la forma política que debía sustituir al feudalismo. Por encima de la organización feudal se va robusteciendo el poder del monarca en un lento y variado proceso hasta culminar en la constitución de las monarquías nacionales. Es el Estado Moderno.

De hecho, se trata de un debate abierto. Desde los años 30 del siglo XX, los modernistas han insistido en que el concepto de Estado no es aplicable a los siglos altomedievales. Las obras de Heinirich Mittus (Derecho feudal y Poder estatal, 1933 y Estado en la Alta Edad Media, 1940) recalcaron que aquellos fueron la antitesis (“poliarquía feudal”). El estado no nació repentinamente, sino a lo largo de un proceso histórico iniciado durante la segunda mitad del siglo XIII y acentuado durante los dos siglos siguientes. El sentido de este proceso fue correctamente descrito por Werner Naf: “el poder político de las monarquías europeas fue desde los últimos siglos bajomedievales, emancipándose de potencias hasta entonces superiores (La Iglesia y el Imperio), al mismo tiempo que se apropiaba de parte del poder de los señores feudales, de las ciudades y de otras corporaciones. Siguiendo a J.M Strayer, el estado Moderno surgió en la Europa de los siglos XV al XVII cuando se dieron las condiciones para la construcción de los estados modernos, puesto que fueron apareciendo entidades políticas estables en lo espacial y en lo temporal, se formaron instituciones impersonales y permanentes en lo financiero, lo administrativo y lo judicial, y todo ello sobre algo que fue cambiando progresivamente: la sustitución de la idea de lealtad a la familia, a la comunidad o a la Iglesia por la lealtad hacia los soberanos y el Estado que encarnaban.

Si lo comparamos con el estado contemporáneo, ese estado tampoco puede ser descrito desde los mecanismos y los principios de poder proclamados a través de un ordenamiento jurídico, de una constitución. Describir los estados y las instituciones en la Edad Moderna no se revela una tarea cómoda. Si existe constitución, en ocasiones no está recogida en un texto escrito (caso excepcional es el de Inglaterra, que cuenta con una Carta Magna desde 1215) sino que se establece de una manera implícita en la práctica de gobierno histórico seguido por las sociedades. Sólo podemos inducir su constitución desde el estudio de sus instituciones. En todo caso, lo anterior significa que el estado moderno no puede ser entendido sin una idea, aunque sea general y sumaria, de la sociedad que lo sustenta. Pero no es históricamente suficiente la perspectiva desde la sociedad hacia el estado, porque el estado es una realidad social de tal importancia que conforma a la vez toda la sociedad (J. A. Maravall).

2.- La problemática semántica: Estado y Absolutismo.

El primer problema con el que el historiador se tropieza al intentar conocer la realidad del estado en el Antiguo Régimen es verificar el contenido de los términos con el que en nuestros días nos referimos a él responde o no a nuestras categorías conceptúales actuales.

En la actualidad todas las lenguas europeas, latinas o germánicas, e incluso en la lengua checa (no así en las restantes lenguas eslavas) emplean para designar al Estado palabras procedentes del mismo término “status” (estar). Es posible que algunos autores del Bajo Imperio como Tertuliano (s. II d. J.C) u Orosio ya empleasen el término “status” en nuestra formulación actual institucionalista, es decir, como forma de gobierno que una sociedad se dota a sí misma. Tal y como ha reparado Alberto Tenenti al reparar en la arqueología del término, desde la Edad Media se empleó el término al menos en tres acepciones: la geográfica (para referirse a un territorio),

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