La seis del cinco haciendo escuela. Experiencias de pedagogías villeras en una escuela media en la Villa 21-24 de Barracas
Virginia SaavedraDocumentos de Investigación29 de Noviembre de 2019
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La seis del cinco haciendo escuela.
Experiencias de pedagogías villeras en una escuela media en la Villa 21-24 de Barracas.
La escuela seis del cinco es fue creada en el año 2009 como respuesta a un antiguo reclamo de la comunidad. Fue la primera escuela secundaria pública de la Villa y en la actualidad sigue siéndolo. Como el origen de esta institución fue una conquista colectiva, los y las docentes que fuimos participando en su crecimiento y desarrollo entendimos que establecer lazos fuertes con la comunidad sería fundamental para hacer escuela.
Pero, ¿qué es enseñar y aprender en una escuela en la Villa? ¿Es lo mismo que en cualquier otro lugar de la ciudad? En Buenos Aires, el distrito más pudiente del país, en los barrios que llamamos Villas se encuentran poblaciones cuyos derechos se encuentran vulnerados en extremo[1]. Personas para las que el acceso a la atención de salud, a la protección social y la oferta de estos derechos no guarda proporción con la demanda. Las actividades laborales suelen estar signadas por la escasez, la informalidad y la marginalidad, lo cual en este sistema repercute directamente en el acceso a diversidad de propuestas culturales, actividades recreativas, prácticas deportivas, o se restringen a las “que están a mano”. Además quienes allí habitan, para desarrollar su vida, deben superar a diario y constantemente cómo trasladarse en espacios que se anegan con solo un poco de lluvia, con escaso transporte público. Sus viviendas no tienen conexión o es de manera muy precaria a los servicios básicos de luz, de agua, de red cloacas.
Entonces ¿qué provoca una escuela en la Villa? En principio, crea posibilidades; y para las y los docentes que fuimos incorporándonos, fue una oportunidad para construir un modo de estar en la escuela. Al ser de creación[2], nos dio la posibilidad de pensar y desarrollar prácticas y pedagogías -resultado de algo más intuitivo o de alguna reflexión previa- que comenzaron a impactar en nuestra comunidad: asumimos que debíamos desandar nuestros propios recorridos escolares, repensar nuestras prácticas, interpelar la propia formación, cuestionar el sentido común y la naturalización con que se intenta dar invisibilidad a condiciones que resultan determinantes para las vidas de las personas en general y de las villas en particular. Así surgieron nuestras pedagogías villeras. Desde los comienzos -con contradicciones, con errores pero con firmeza- trabajadores, trabajadoras, estudiantes y familias de la seis del cinco aprendimos que el trabajo colectivo fortalece los vínculos, profundiza la solidaridad y hace posible lo imposible.
Hacer escuela. Inventamos o erramos[3].
Cuando comenzamos a trabajar en 2009 estaba todo por construir, incluso nuestro edificio. La escuela no contaba más que con dos aulas por lo que al año siguiente, durante los meses iniciales del 2010, los y las estudiantes tenían que turnarse para asistir a la escuela, ya que no había lugar suficiente para la cursada en simultáneo del 1ros y los 2dos años. Poco a poco nos fuimos constituyendo como comunidad y nos organizamos para conseguir lo que faltaba. Así fue necesario realizar un largo plan de lucha en conjunto con nuestro sindicato Unión de los Trabajadores de la Educación (UTE), organizaciones políticas del barrio y las familias. De esos momentos de lucha y organización se fueron forjando lazos, fortaleciendo la confianza y generando vínculos que permitieron conocernos y encontrarnos en roles y actividades inesperadas: docentes, estudiantes, madres y padres pintando o arreglando la escuela, preparando un festival, cortando la calle, armando carteles, diseñando recorridos escolares alternativos. Con trabajo colaborativo y participativo se fue transformando en una escuela del barrio, donde vecinos y vecinas, docentes y estudiantes podíamos encontrarnos, acompañarnos, compartir y hacer circular la palabra, enseñar y aprender y acceder a derechos.
En 2013 alcanzamos dos conquistas que constituyen hechos pedagógicos muy potentes. Por un lado, la primera promoción de egresados y egresadas -que además fue la primera generación en su familia en acceder a los estudios secundarios- terminó quinto año, haciendo realidad una demanda histórica de la comunidad de la villa 21-24. Acompañar al primer grupo de jóvenes que pudieron estudiar en su propio barrio fue un hecho importante para la comunidad ya que materializó un sueño de generaciones. Así, entendimos que la presencia de nuestra escuela implicaba una restitución de derechos de una población históricamente vulnerada. Al mismo tiempo, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires -luego de años de reclamos- se comprometió a construir el edificio con las condiciones pedidas y diseñadas por toda la comunidad educativa, enseñándonos a docentes, estudiantes y familias que la lucha y organización colectiva, nos hace más fuerte y nos permite acceder aquéllo que nos proponemos.
Entonces, lo comunitario, lo colectivo, lo territorial y la participación para construir el acceso a derecho son rasgos que elegimos para definir y caracterizar a las pedagogías villeras.
Hacer música y hacer deportes, nuestro modo de hacer escuela
Para la ley de educación nacional la obligatoriedad de la educación, supone la inclusión como el ingreso, sostenimiento y egreso de los diversos niveles (y modalidades necesarias) del sistema educativo. Entendemos que la presencia de las y los jóvenes en la escuela, es el piso indiscutible y primer escalón para comenzar a construir la inclusión educativa, pero, definitivamente no la garantiza.
Muchos y muchas de nuestras estudiantes son primera generación en incorporarse y transitar el nivel medio, y en ocasiones, los y las adultas responsables no saben cómo o no cuentan con herramientas para acompañar esta escolaridad. Por eso, nos propusimos diseñar y poner en marcha líneas de trabajo que fortalezcan sus posibilidades y les permita habitar[4] la escuela en la plenitud de su subjetividad, porque entendimos que considerar las singularidades de las y los estudiantes era la clave para fortalecer los trayectos.
Por nuestros años de trabajo, podemos afirmar que -muchas veces- las experiencias formativas “extraescolares” cobran relevancia y significación en las trayectorias escolares, pueden resultar andamiajes para la construcción de nuevos conocimientos y hasta gestionarse de tal manera que resulten en una acreditación.
Entre muchas de las cosas que suceden en la seis del cinco, elegimos de manera sesgada y caprichosa hacer foco en dos cuestiones que se vinculan con las orientaciones de la escuela: Música, iniciada recientemente, y Educación Física, la histórica.
Otros espacios en la escuela. Desafiando los límites, construimos oportunidades.
Desde el mismo año que la escuela inicia sus actividades, se ofrecieron espacios para poder “estar más tiempo en la escuela”. Si bien, en un principio, pensábamos que esto sería un gran aporte para las y los jóvenes, fue sin duda, la institución la que más se enriqueció. La oferta de espacios de producción comunicacional, expresiva y artística en contraturno, nos permitió conocernos y compartir con los y las estudiantes encuentros a partir de destrezas, intereses, gustos y curiosidades. Encontrarnos en espacios más reducidos y sin la presión de la acreditación como lo son los talleres, nos hizo conocer el bagaje identitario, los deseos, las expectativas y las enormes posibilidades de producir contenidos de nuestras y nuestros estudiantes.
Esta oportunidad y opción para estar en la escuela fue modificándose a lo largo de los años: hubo talleres más vinculados a las artes visuales, también un taller de radio con una producción tal, que sostuvo un programa radial semanal durante dos años, taller de audioteca con la producción de textos musicalizados que se recopilaron y produjeron CDs. Pero uno de los espacios que forjaron fuertemente la identidad de la escuela -al punto que fue definiendo una de las orientaciones- fueron los talleres de música: comparsa, ensamble, banda de la escuela. Hubo grandes hitos: la grabación de CDs con posterior presentación en la 38° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la invitación a tocar la versión cumbia producida en el taller, del himno nacional argentino en Tecnópolis[5].
Las músicas hacen escuela
Las propuestas de los talleres de música resultaron prácticas pedagógicas muy potentes donde lo comunitario y lo participativo era un rasgo distintivo. Así, compartir saberes y responsabilidades, escucharse, fue una práctica cotidiana que ganó protagonismo en nuestra forma de hacer escuela. De la importancia que la música cobró, surgieron dos definiciones importantes: la primera fue que la nueva orientación debía estar vinculada a la actividad artística, incluso así lo expresaron en votación estudiantes y sus familias, y de este modo otra vez -como lo fue para Educación Física- nuestra escuela se transformó en la primera de la ciudad en ofrecer esta orientación en el marco de la Educación Media y la Nueva Escuela Secundaria (NES); la segunda fue la puesta en funcionamiento de la Orquesta de música latinoamericana “Violeta Parra”, en el marco del Programa orquestas y coros infantiles y juveniles.
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