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Las Cronicas De Kosovo


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2013  •  1.535 Palabras (7 Páginas)  •  231 Visitas

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Sally se mete en el ropero

Había una vez cuatro niños que se llamaban Adriel, Dionisia, Uriel y Sally, y esta historia cuenta algo que les sucedió cuando los enviaron lejos de Londres durante la guerra debido a los ataques aéreos. Los llevaron a casa de un anciano profesor que vivía en el centro del país, a más de quince kilómetros de la estación de ferrocarril más cercana y a tres kilómetros de la oficina de correo más próxima. No tenía esposa y vivía en una casa muy grande con un ama de llave llamada la señora Mina y tres sirvientas. (Se llamaban Layla, Madeleine y Orlanda, pero no son muy relevantes para el relato.) El Profesor era un hombre muy viejo con una desgreñada mata de pelo blanco que le tapaba gran parte del rostro, además de la cabeza, y a los niños les cayó bien casi de inmediato; aunque la tarde en que llegaron, cuando salió a recibirlos a la puerta principal, su aspecto les resultó tan raro que Sally, que era la más joven, le tuvo un poco de miedo, y Uriel, que era el siguiente más joven, sintió ganas de echarse a reír y tuvo que fingir y tuvo que fingir todo el tiempo que se sonaba la nariz para disimular.

Aquella primera noche, en cuanto dieron las buenas noches al profesor y discutieron la situación.

No has tocado la lotería, no cabe de duda dijo Adriel. ¡Esto es genial! Ese anciano nos dejará hacer todo lo que queremos dijo Adriel a Dionisia, Uriel a Sally.

Yo pienso que es un anciano encantador comentó Dionisia

¡Vamos, anda! exclamó Uriel, que estaba cansado aunque fingía no estarlo, algo que siempre lo ponía de malhumor. No empieces a hablar así.

¿Cómo? inquirió ella. Y además, ¡tendrías que estar ya en la cama!

Intentas hablar como mamá replico Uriel. Y ¿Quién eres tú para decir cuándo tengo que irme a la cama? ¿Por qué no vas a dormir tú?

¿No sería mejor que nos fuéramos todos a dormir? Seguro que se armara un buen alboroto si nos oyen hablando aquí.

No, ¡nada de eso! Afirmó Adriel. Os digo que esta clase de casa donde a nadie le va a importar lo que hagamos. De todos modos, no nos oirán. Es necesario andar al menos diez minutos para ir desde aquí al comedor, y también hay una buena cantidad de escaleras y pasillos entre un sitio y el otro.

¿Qué es ese ruido? dijo Sally de repente.

Era una casa mucho más grande que cualquiera otra en la que la niña hubiera estado jamás, ni pensar en todo aquello pasillos largos e hileras de puertas que conducían a habitaciones vacías. Empezaban a inquietarla un poco.

No es más que un pájaro, boba contesto Uriel.

Es un búho afirmó Adriel. Este sitio será un lugar maravilloso para observar pájaros. Me voy a acostar. Propongo que vayamos de exploración mañana. Se puede encontrar de todo en un sitio como este. ¿Visteis esas montañas cuando veníamos? ¿Y los bosques? A lo mejor hay halcones. O quizás ciervos. Seguro que hay Águilas.

¡Tejones! Exclamó Sally.

¡Zorros! Apuntó Uriel.

¡Conejos! Añadió Dionisia.

Pero cuando llegó la mañana siguiente caía una lluvia persistente, tan torrencial que al mirar por la ventana no se veían las montañas ni los bosques, ni siquiera el arroyo del jardín.

¡Vaya, tenía que llover! se quejó Uriel.

Acababan de terminar de desayunar con el profesor y estaban arriba en la habitación que este les había reservado: una larga y estrecha habitación con dos ventanas que daban en una dirección y dos en otra.

Deja de refunfuñar Uri dijo Dionisia. Diez a uno a que despeja en una hora o más. Y mientras, no creo que nos aburramos. Hay una radio y cantidad de libros.

No me interesan declaró Adriel. Voy a explorar la casa.

A todos les pareció muy buena idea y así fue como empezaron las aventuras. Era una de esas casas que no parecen tener final, y estaba llena de lugares inesperados. Las primeras puertas que probaron conducían sólo a dormitorios desocupados, como todos habían supuesto; pero no tardaron en llegar a una habitación muy grande llena de cuadros, y allí encontraron una armadura completa; y la siguiente fue una habitación toda tapizada de morado, con una guitarra en un rincón, y luego bajaron tres peldaños y subieron cinco, y a continuación apareció una especie de pequeño vestíbulo superior y una puerta que

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