ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Las Linares


Enviado por   •  3 de Octubre de 2011  •  1.228 Palabras (5 Páginas)  •  2.519 Visitas

Página 1 de 5

my hell Cunshi: es la mujer de Chiliquinga es sumisa y es abusada física y sexualmente, por el terrateniente (Pereira) y hasta por su propio marido.

EL Juyungo

Ascensión Lastre es un niño negro que vive en la provincia de Esmeraldas. Su padre está aquejado de una dolencia en las piernas que le impide trabajar y su madrastra no oculta el desprecio que siente por el niño. Ascensión abandona a su familia para ser acogido en una tribu de indios cayapas. Estos indios suelen despreciar a los negros, a los que denominan “juyungos” (creo que significa algo así como “diablos”), pero aceptan al pequeño y, hasta su madurez, lo tratan como a uno de ellos. Después de salir de la tribu Lastre acaba instalándose en Santo Domingo de los Colorados, en un campamento de peones que están construyendo una carretera. Conoce allí a la que será su esposa, una mujer blanca, además de al que será su gran enemigo, el negro Cocambo. Más tarde regresará a Esmeraldas, a una hacienda agrícola situada en una isla fluvial. Allí vivirá en compañía de un grupo de compañeros con los que se amistó en el campamento.

Aunque pueda parecer lo contrario no es nada sencillo redactar un resumen de esta obra. En este libro no encontraremos una trama claramente identificada que nos acompañe. Sólo nos habla de la vida de Ascensión Lastre, conocido como Juyungo, desde su infancia hasta su alistamiento en el ejército regular para luchar en la guerra ecuato-peruana de 1941. Aunque al principio Lastre es el protagonista absoluto de la novela, en capítulos posteriores se irá desdibujando, cediendo el primer plano a los demás personajes (para retornar con inusitada fuerza llegando al final). Vemos, por ejemplo, que la historia de amor entre Juyungo y su esposa (de la que ni siquiera recuerdo el nombre) jamás tiene una importancia equiparable a la del estudiante Angulo con Eva.

Retomando lo que iba diciendo al principio del artículo, la segunda lectura de “Juyungo” le ha sentado muy bien. Principalmente porque ahora sí la he leído bien, en condiciones. Como otros libros en los que el autor deliberadamente emplea giros y expresiones muy locales, esta edición dispone de un glosario al final para consultar los términos más oscuros. Esto puede llegar a ser contraproducente porque si el mismo libro no ofrece este diccionario el lector se ve obligado a seguir leyendo sin ayuda, sacando el sentido de las palabras desconocidas del contexto (o ignorándolo, que no siempre es imprescindible entenderlo todo). Sin embargo el mero hecho de disponer de esta herramienta hace que ante la más mínima duda interrumpamos la lectura para buscar el significado exacto. Esto es lo que ha cambiado en esta segunda relectura. He preferido respetar el magnífico ritmo impuesto por Adalberto Ortiz antes de confirmar si los chontaduros son frutas o no.

A diferencia de lo que pude comentar en “El espejo y la ventana”, el conflicto racial es muy importante en el desarrollo de “Juyungo”. Mas Ortiz también sabe jugar con este tema. Por supuesto denuncia la discriminación que sufren los negros desposeídos por una parte de la población, pero no dedica mucho espacio a mostrarla. Se centra en el caso inverso, en el odio que siente Lastre al principio por toda la raza blanca y en cómo este odio se va transformando paulatinamente en conciencia de clase.

Esta novela es profundamente humana. Lo que prima por encima de todo es la relación que mantienen los personajes entre ellos. La vida idílica que disfrutan los protagonistas en esa isla de negros sin dueños (trasunto de la edad dorada, del paraíso africano previo a la esclavitud), la solidaridad que comparten, donde todos cuidan de todos y no tienen que dar cuentas a ningún extraño, es lo que considero el eje de la novela. Es cuando la avaricia y la crueldad del hombre blanco (representada en un hombre especialmente blanco, el alemán Hans) expulsa a Juyungo de su edén cuando se desencadena el desastre.

Finalmente diré que en el estilo se aprecia siempre la elegancia de Adalberto Ortiz (cuando se detiene a describir entornos naturales es glorioso), aunque el desarrollo de los personajes no llega a la introspección psicológica de la que hará gala en “El espejo y la ventana”.

Juyungo: historia de un negro, una isla y otros negros,

La Habana, Casa de las Américas,

1987 .

queaba: ‘Este no es un país’, pensó, pero en seguida, podó las frondosidades pesimistas

que le estaban naciendo: ‘Algún día haremos de él un verdadero

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (7.8 Kb)  
Leer 4 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com