Las Ongs Y El Desarrollo Rural, Un Ensayo De Discurso Para La Discusión
Kamohu9 de Agosto de 2011
9.586 Palabras (39 Páginas)1.524 Visitas
Las ONG y el desarrollo rural
Un ensayo para la discusión
Documento de trabajo
(marzo 2004)
Fernando Eguren
CEPES - Perú
Este documento está dividido en las siguientes secciones:
1. Por qué este documento
2. Desde dónde se escribe el documento
3. Combate a la pobreza y desarrollo ¿es lo mismo?
4. El desarrollo: la necesidad de consensos
5. El desarrollo por definición es cambio
6. Cambios en el contexto andino
7. Interculturalidad y cambio
8. Las ONG: alcances y limitaciones
9. Inferencias
1. Por qué este documento
Diferentes razones nos conducen a elaborar un documento que sirva como una referencia común para las organizaciones no gubernamentales (ONG) y agencias de cooperación internacionales dedicadas a promover el desarrollo rural. La realidad es dinámica: no sólo cambian las condiciones del contexto internacional y nacional, sino también los conocimientos y los conceptos. Estas razones son, de manera resumida:
• El condicionamiento cada vez más evidente de los procesos globales sobre las realidades nacionales y subnacionales; por lo tanto, la dependencia de las posibilidades de desarrollo rural de procesos que trascienden las fronteras nacionales. También es cierto que los procesos globales pueden ofrecer oportunidades para el desarrollo local. Expresiones que van logrando cierta fortuna, como “glocal”, dan cuenta de la contundencia de estos condiciona-mientos. Estos procesos no son sólo económicos: también lo son, en gran medida, tecnológicos y culturales.
• La modificación de los papeles de las agencias de cooperación interna¬cional en vista de los procesos de globalización; en particular, su creciente preocu-pación por influir en la orientación de los acuerdos internacionales que de manera creciente condicionan los procesos económicos, políticos, sociales y culturales nacionales y subnacio¬nales.
• El replanteamiento de los esquemas de cooperación internacional -sobre to-do de cofinanciamiento-, orientados al desarrollo rural, tanto por la reo¬rien-tación de los recursos de cooperación (hacia el África subsahariana y Europa oriental) como por la tendencia a evaluar el éxito de los programas y proyec-tos sobre la base de impactos mensurables. Las dificultades para medir dichos impactos está afectando negativamente las relaciones entre los esla-bones de la cadena de cooperación.
• La necesidad creciente de analizar los procesos sociales, económicos y culturales en curso en las áreas rurales, puesta en evidencia una vez más por el informe elaborado bajo la conducción de Anthony Bebbington. Estos procesos, para ser debidamente comprendidos, deben ser considerados en toda su complejidad, y particularmente debe ser tomada en cuenta la inten-sificación de las relaciones entre áreas rurales y áreas urbanas Este análisis es una condición para precisar los objetivos y la orientación de la promoción del desarrollo rural y para aumentar la eficacia de los proyectos de intervención.
Por lo limitado de los logros de las experiencias de desarrollo rural, el propio concepto de desarrollo rural debe ser constantemente revisado, no sólo para trascender lo específicamente agrario y rural, sino para incorporar la dimensión territorial y las relaciones campo-ciudad.
• La necesidad también creciente de superar las visiones limitadas del desa-rro¬llo en general, ante la constatación que nuestros países no logran superar el subde¬sarro¬llo, a pesar de haberse aplicado, a nivel macroeconómico, políticas de lo más diversas, desde las más estatizantes hasta las más liberales y, a nivel microeco¬nómico y microsocial, una amplia diversidad de proyectos y pro¬gramas que han ensayado variadas metodologías orientadas a lograr cambios socioeconómicos. Esta necesidad de superar visiones limitadas supone dos convic¬ciones de signo contrario: la convicción, o al menos la fuerte sos¬pecha, de que nuestras poblaciones tienen las capacidades para sacar ade¬lante nuestros países, pero también la convicción o fuerte sospecha de que nuestros países pueden caer aún más en la desestructuración y la pobreza.
Estas condiciones no son necesariamente nuevas, pero todas ellas combinadas ejercen hoy día una influencia decisiva sobre las circunstancias en las que nuestras instituciones –organiza¬ciones no gubernamentales orientadas al desarrollo rural- desarro¬llan sus actividades. El logro de los objetivos deseados de nuestros proyectos y programas dependen en buena medida de la manera en que hagamos un óptimo aprovechamiento de ellas. A la inversa, no hacerlo puede incrementar el riesgo, con el consiguiente fracaso, de nuestros proyec¬tos, e incluso la viabilidad de nuestras propias instituciones.
Es preciso tener conciencia de que el fracaso de un proyecto de desarrollo rural es una gra¬ve responsabilidad, pues se trata de la utilización de recursos que deben ser orientados al mejoramiento de la condición humana de sectores de la población marginados y empobreci-dos. El fracaso siempre puede acompañar un emprendimiento tan complejo como es el de intentar alcanzar el desarrollo rural, pero es inexcusable cuando el fracaso se debe a la impreparación, a la desidia, al conformismo, a la autocomplacencia y a la falta de espíritu crítico de quienes diseñan y ejecutan dichos proyectos y programas.
Este documento pretende aportar a que las ONG y las agencias de cooperación encuentren, donde es necesario, y consoliden, donde sea pertinente, los caminos adecuados para cumplir nuestra misión de contribuir al desarrollo económico, social, político y cultural de los pobladores rurales.
2. Desde dónde se escribe el documento
Este documento se escribe desde la preocupación compartida por organizaciones de promoción del desarrollo bolivianas y peruanas y agencias de cooperación holandesas, ante el hecho que Bolivia y Perú, que son hermanos no sólo por su historia, sino por la continuidad geográfica, cultural y étnica, no sólo no han encontrado el ca¬mino al desarrollo político y socioeconómico, sino que en muchos aspectos están estanca¬dos o han regresado a situaciones que se creían superadas. Es cada vez más evidente que las clases políticas de ambos países están desfasadas de la magnitud de los problemas de toda ín¬dole que caracterizan nuestras sociedades. Pareciera que no sólo no están preparadas a afrontar¬los, sino que tampoco comprendieran la naturaleza de muchos de ellos. Otro tanto puede decirse de la opinión pública urbana de nuestros países –mucho más influyente que la rural - y, sin pretender establecer comparaciones, aún de los ‘sentidos comunes’ de nuestras propias organi¬zaciones de promoción.
En particular, en ambos países el problema principal es que la mayoría de la población no tiene oportunidades para optar por una vida satisfactoria tanto material como espiritual. A ello contribuye decisivamente la escasez de recursos económicos – los pobres son más de la mitad de la población-, los bajos niveles educativos –el mayor por¬centaje de la población no concluyó la educación secundaria, y aún hay millones de adultos analfabetos, sobre todo en las áreas rurales- y la salud precaria, que tiene como fundamen¬tales causas la desnutrición y la falta de salubridad.
Los datos que sustentan estas afirmaciones dibujan tan sólo una fotografía. Pero frente a estos desafíos, existe un acendrado escepticismo en las poblaciones de que las propuestas de políticas en boga sean las adecuadas para superar esos problemas estructurales. Más aún, este escepticismo se ahonda por la sospecha de que la clase política –la oficialista y la oposición- no sabe cómo articularse al proceso de globalización y sacar provecho de él. Al contrario, la globalización es vista por muchos, quizá la mayoría, con temor y como una amenaza. La sensación general es, pues, de que nuestros países van al ‘garete’ , empujados por presiones externas y por las presiones internas de los poderes fácticos, sin que los gobernantes sean capaces de orientarlos hacia objetivos estratégicos claros, y sin que las organizaciones políticas estén a la altura de los retos.
Pero no son sólo estas constataciones las que nos animan a escribir este documento. Tam-bién lo son las propias interrogantes que nosotros ONG nos planteamos respecto de nuestras ins¬tituciones y de nuestro propio trabajo. En lo que respecta a nuestras autopercepciones, con¬viene preguntarnos si sacamos todas las conclusiones de la sensación que vamos al garete. Pues si bien hay acuerdo compartido acerca de la gravedad del diagnóstico, es posible que nuestra actuación sea excesivamente modesta en relación a los desafíos que se nos plantean. Contribuir con un grano de arena al alivio de la pobreza podrá hacernos sentir moralmente satisfechos, pero sin duda es una vara de medición demasiado baja para evaluar realmente nuestra utilidad y eficacia como instituciones que se han propuesto como obje¬tivo el desa¬rrollo sostenible como medio para eliminar la pobreza, ampliar y profundizar la democracia y recuperar la dignidad de las personas y de sus instituciones. Este es un punto que merece una discusión detenida, pues está vinculado con el tema de la incidencia, es decir, de la actuación más directamente política de las ONG.
Asimismo
...