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Leon De Four

carlospirela041210 de Junio de 2014

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“Pan”

El pan, don de Dios, es para el hombre una fuente de fuerza Sal 104,14s, un medio de subsistencia tan esencial que carecer de pan es carecer de todo Am 4,6 Gen 28,20; así, en la oración que Cristo enseña a sus discípulos, el pan parece resumir todos los dones que nos son necesarios Lc 11,3; más aún: fue tomado por signo del más grande de los dones Mc 14,22.

I. EL PAN DE CADA DÍA

1. En la vida corriente se caracteriza una situación diciendo qué clase de gusto da al pan. El que sufre y parece abandonado por Dios come un pan «de lágrimas», de angustia o «de ceniza» Sal 42,4 80,6 102,10 Is 30,20; el que está elegre lo come con alegría Ecl 9,7. Del pecador se dice que come un pan de impiedad o de mentira Prov 4,17 y del perezoso, un pan de ociosidad Prov 31,27. Por otra parte, el pan no es sólo un medio de subsistencia: está destinado a repartirse. Toda comida supone una reunión y también una comunión. Comer el pan regularmente con alguien es ser su amigo, casi su íntimo Sal 41,10=Jn 13,18. El deber de la hospitalidad es un deber sagrado, que hace del pan de cada uno el pan del transeúnte, enviado por Dios Gen 18,5 Lc 11,5.11. Sobre todo a partir del exilio se carga el acento sobre la necesidad de compartir el propio pan con el hambriento: la piedad judía halla aquí la mejor expresión de la caridad fraterna Prov 22,9 Ez 18,7.16 Job 31,17 Is 58,7 Tob 4,16. San Pablo, cuando recomienda a los corintios la colecta en favor de los «santos», les recuerda que todo don viene de Dios, comenzando por el pan 2Cor 9,10. Finalmente, en la Iglesia cristiana la «fracción del pan» designa el rito eucarístico que se reparte en favor de todos: el cuerpo del Señor viene a ser la fuente misma de la unidad de la Iglesia Act 2,42 1Cor 10,17.

2. El pan, don de Dios. Dios, después de crear al hombre Gen 1,29, y de nuevo después del diluvio 9,3 le da a conocer lo que puede comer; y a costa de duro trabajo se procurará lo necesario el hombre pecador: «comerás el pan con el sudor de tu frente» 3,19. Desde entonces la abundancia o carestía de pan tendrán valor de signo: la abundancia será bendición de Dios Sal 37,25 132,15 Prov 12,11 y la carestía, castigo del pecado Jer 5,17 Ez 4,16s Lam 1,11 2,12. Así pues, el hombre debe pedir humildemente su pan a Dios y aguardarlo con confianza. En este sentido son significativos los relatos de multiplicación de los panes. El milagro obrado por Eliseo 2Re 4,42ss expresa bien la sobreabundancia del don divino: «Comerán y sobrará.» La humilde confianza es también la primera lección de los relatos evangélicos; tomando de un salmo Sal 78,25 la fórmula: «Todos comieron y se saciaron» Mt 14,20 p 15,37 p Jn 6,12, evocan el «pan de los fuertes,» con que Dios sació a su pueblo en el desierto. En un mismo orden de ideas invitó Jesús a sus discípulos a pedir «el pan de cada día» Mt 6,11, como hijos que con confianza aguardan todo de su Padre de los cielos Mt 6,25 p.

En fin, el pan es el don supremo de la época escatológica, ya para cada uno en particular Is 30,23, ya en el festín mesiánico prometido a los elegidos Jer 31,12. Las comidas de Jesús con sus discípulos preludiaban así el festín escatológico Mt 11,19 p y sobre todo la comida eucarística, en la que el pan que da Cristo a sus discípulos es su cuerpo, verdadero don de Dios Lc 22,19.

II. EL PAN EN EL CULTO

1. La legislación sacerdotal concede gran importancia a los panes «de proposición», dispuestos en el templo sobre una mesa junto con los vasos destinados a las libaciones 1Re 7,48 2Par 13,11 Ex 25,23-30. Su origen parece antiguo 1Sa 21,5ss. Quizá sea un reflejo del viejo sentimiento religioso que ofrecía el alimento a la divinidad. Para Israel, cuyo Dios rehúsa todo alimento Jue 13,16, estos panes vienen a ser símbolo de la comunión entre Dios y sus fieles; los sacerdotes los consumirán Lev 24,5-9.

2. El pan de primicias formaba parte de la ofrenda llevada a la fiesta de las semanas Lev 23,17. La fórmula «en gesto de presentación», «tenufá», muestra que sigrifica el reconocimiento del don divino, como toda liturgia de primicias Ex 23,16.19. Corresponde naturalmente al sacerdote, representante de Dios Lev 23,20 Ez 44,30 Num 18,13. Una intención de reconocimiento y gratitud inspira también la ofrenda del pan y del vino hecha por el rey-sacerdote Melquisedec al Dios creador Gen 14,18ss.

3. Desde los más antiguos códigos, los panes ázimos acompañan a los sacrificios Ex 23,18 34,25 y constituyen el alimento de Israel durante la fiesta de primavera 23,15 34,18. La levadura se excluía de las ofrendas cultuales Lev 2,11; en ella se veía quizás un símbolo de corrupción. En todo caso cuando la fiesta agraria de los ázimos se unió a la inmolación de la pascua, el uso del pan sin levadura se puso en relación con la salida de Egipto: debía recordar la partida apresurada que había impedido leudar la masa Ex 12,8.11.39. Quizá sea el origen del rito sencillamente un uso de la vida nómada, abandonado en la vida sedentaria en Canaán. En lo sucesivo se le unió la idea de renovación: debe desaparecer la vieja levadura 12,15. San Pablo recurre a esta imagen para inducir a los bautizados a vivir como hombres nuevos 1Cor 5,7s. El empleo del pan en el culto halla su cumplimiento y remate en la eucaristía: Jesús, después de haber multiplicado los panes con gestos litúrgicos Mt 14,19 p, ordena durante la cena renovar la acción por la que hace del pan su cuerpo sacrificado y el sacramento de la unidad de los fieles 1Cor 10,16-22,11,23-26.

III. EL PAN DE LA PALABRA

El profeta Amós, anunciando el hambre de la palabra de Dios Am 8,11, compara el pan con la palabra Dt 8,3 a propósito del maná. Más tarde, en la evocación del festín mesiánico, profetas y sabios hablan del pan que designa la palabra viva de Dios Is 55,1ss, la sabiduría divina en persona Prov 9,5s Eclo 24,19-22,15,1ss. También para Jesús evoca el pan la palabra divina de que se debe vivir cada día Mt 4,4. Al deseo del pan que se come en el reino escatológico Lc 14,15 responde Jesús con la parábola de los invitados, que se refiere en primer lugar a la aceptación de la persona y de su mensaje. Parece que san Marcos, al dar al primer relato de la multiplicación de los panes un fuerte contexto de enseñanza, quiere insinuar que estos panes son símbolo de la Palabra de Jesús al mismo tiempo que de su cuerpo entregado Mc 6,30.34. Según san Juan, revela Jesús el sentido de este milagro afirmando que es el pan verdadero Jn 6,32s. Se presenta en primer lugar como la palabra en que hay que creer 6,35-47. Como esta palabra hecha carne se ofrece en sacrificio, la adhesión de fe comportará necesariamente la comunión en este sacrificio dentro del rito eucarístico 6,49-58. El pan pedido cada día por el fiel a su Dios, alimento necesario y don de Dios en su misma materialidad, puede significar, con el desarrollo de la fe, la palabra divina y la persona misma del Salvador inmolado, que es el verdadero pan del cielo, el pan de vida, vivo y vivificante 6,32.35.51.

“Cordero de Dios”

En diversos libros del NT (Jn, Act, 1Pe y, sobre todo, Ap) se identifica a Cristo con un cordero; este tema proviene del AT según dos perspectivas distintas.

1. El siervo de Yahveh.

El profeta Jeremías, perseguido por sus enemigos, se comparaba con un «cordero, al que se lleva al matadero» Jer 11,19. Esta imagen se aplicó luego al siervo de Yahveh, que muriendo para expiar los pecados de su pueblo, aparece «como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores» Is 53,7. Este texto, que subraya la humildad y la resignación del siervo, anunciaba de la mejor manera el destino de Cristo, como lo explica Felipe al eunuco de la reina de Etiopía Act 8,31.35. Al mismo texto se refieren los evangelistas cuando recalcan que Cristo «se callaba» delante del sanedrín Mt 26,63 y no respondía a Pilato Jn 19,9. Es posible que también Juan Bautista se refiera a él cuando, según el cuarto evangelio, designa a Jesús como «el cordero de Dios que quita el pecado del mundo» Jn 1,29 Is 53,7.12 Heb 9,28. La Vulgata, cuyo texto ha pasado al ecce agnus Dei de la misa, acentúa la afinidad con Isaías sustituyendo el singular por el plural: «...los pecados del mundo».

2. El cordero pascual.

Cuando decidió Dios libertar a su pueblo cautivo de los egipcios, ordenó a los hebreos inmolar por familia un cordero «sin mancha, macho, de un año» Ex 12,5, comerlo al anochecer y marcar con su sangre el dintel de su puerta. Gracias a este «signo»; el ángel exterminador los perdonaría cuando viniera a herir de muerte a los primogénitos de los egipcios. En lo sucesivo la tradición judía, enriqueciendo el tema primitivo dio un valor redentor a la sangre del cordero: «A causa de la sangre de la alianza, y a causa de la sangre de la pascua, yo os he libertado de Egipto» (Pirque R. Eliezer, 29; Mekhilta sobre Ex 12). Gracias a la sangre del cordero pascual fueron los hebreos rescatados de la esclavitud de Egipto y pudieron en consecuencia venir a ser una «nación consagrada», «reino de sacerdotes» Ex 19,6, ligados con Dios por una alianza y regidos por la ley de Moisés.

La tradición cristiana ha visto en Cristo «al verdadero cordero» pascual (prefacio de la misa de pascua), y su misión redentora se describe ampliamente en la catequesis bautismal que está implícita en la primera epístola de Pedro, a la que hacen eco:os escritos joánnicos y la ep. a los Hebreos. Jesús es el cordero 1Pe 1,19 Jn 1,29 Ap 5,6 sin tacha Ex 12,5, es decir, sin pecado 1Pe 1,19 Jn 8,46 1Jn 3,5 Heb 9,14, que rescata a los hombres al precio de su sangre

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