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Los Derechos Humanos


Enviado por   •  6 de Marzo de 2013  •  9.605 Palabras (39 Páginas)  •  586 Visitas

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TAREA N°1

1. El Expansionismo Estadounidense

1.1 El Congreso Anfictiónico de Panamá

Guatemala, México, Perú, las Provincias Unidas de Centro América y la Gran Colombia, conformada por Nueva Granada, Venezuela, y Ecuador, acudieron, el 22 de junio de 1826, al llamado de El Libertador Simón Bolívar para "buscar la unión de todos los virreinatos españoles en América". A esa reunión se le conoce con el nombre de Congreso Anfictiónico de Panamá, en atención a la ciudad en que se realizó.

El objetivo de crear una gran nación con los países latinoamericanos ocupó buena parte de los esfuerzos de Simón Bolívar. Después de liberar a Venezuela, continuó con su espada en ristre hasta ver independizados de España a los territorios que hoy honran su memoria. Su empeño de concretar a la Gran Colombia parecía ser un primer paso para demostrar que la unidad podía empezar por casa.

En la Carta de Jamaica, uno de los documentos emblemáticos escritos por El Libertador Simón Bolívar, en 1815, define con fuerza el anhelo unificador:

"Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo en una sola nación con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, deberían, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse.

Entre los acuerdos alcanzados durante la reunión del Congreso Anfictiónico destacan:

• Renovación de los tratados de unión, liga y confederación;

• La publicación de un manifiesto en que se denuncia la actitud de España y el daño que ha causado al Nuevo Mundo;

• Decidir sobre el apoyo a la independencia de Cuba y Puerto Rico, así como de las islas Canarias y Filipinas;

• Celebrar tratados de comercio y de navegación entre los Estados confederados;

• Involucrar a Estados Unidos para hacer efectiva la Doctrina Monroe en contra de las tentativas españolas de reconquista;

• Organizar un cuerpo de normas de derecho internacional;

• Abolir la esclavitud en el conjunto del territorio confederado;

• Establecer la contribución de cada país para mantener los contingentes comunes;

9. Adoptar medidas de presión para obligar a España al reconocimiento de las nuevas repúblicas;

• Establecer las fronteras nacionales con base en el principio de útil posición tomando como base el año 1810.

1.2 Rivalidad por la Ruta Canalera

¿Panamá o Nicaragua?

Mientras todos estos acontecimientos se desarrollaban en París, un profundo desaliento fue invadiendo a los colombianos todos, pero principalmente a los panameños, que veían así desvanecerse el sueño de su canal, del cual su vida dependía. Algo, sin embargo, aparecía claro en medio de todo aquel desencanto: que sólo una nación poderosa y actuando sin ánimo de lucro podría dar remate a las costosísimas obras del canal, que habían quedado adelantadas apenas en una tercera parte de los franceses. Y esa nación no podía ser sino los Estados Unidos.

Por desgracia, el Tío Sam no parecía interesado en meterse en aquel horrible, complicado y nauseabundo nido de víboras en que parecían haberse convertido Panamá, su ruta y su empresa canalera. Para aquellos años, la imagen que de Panamá tenían los norteamericanos se identificaba con la corrupción, la malaria, la fiebre amarilla y, lo que es peor, con obstáculos insuperables de orden legal y técnico que habían sido capaces de derrotar aún al mismo realizador del canal de Suez. No obstante, en ese país no se dejaba de pensar en la necesidad de un canal por Centroamérica pero sus preferencias estaban como siempre lo había estado- por la vía de Nicaragua. Luego, se reforzaron más.

Así, hasta que sobrevino la guerra de Cuba contra España en 1898. En esa ocasión, los norteamericanos se dieron cuenta cabal de la importancia estratégica de contar con un canal que les permitiera reunir rápidamente sus dos flotas en un momento de peligro. Y el tema del canal resurgió enseguida como una preocupación nacional. No se hablaba de otra cosa. Con el aditamento de que, en 1901, fue asesinado el presidente Mackinley y llegó al poder el vicepresidente Teodoro Roosevelt, hombre agresivo, arrogante, empujador y “jingoist” que ya se había hecho famoso por haber proclamado, como útil para su nación, una política basada en cierto proverbio africano que dice: “anda despacio y lleva contigo un buen garrote, que así irás lejos”. Era la política del “big stick”.

Y Roosevelt decidió hacer el canal; y su primer impulso fue construirlo a través de Nicaragua. Sin embargo, no faltaron los que se preguntaban ¿por qué no entrar en arreglos con Colombia, comprar luego los elementos utilizables de los franceses y completar el trabajo ya adelantado por éstos en la cintura de Panamá?

Sobrevino entonces una verdadera batalla de opinión cuyo desenlace vino, al fin, a ser verdaderamente novelesco. Y el protagonista principal de esta novela fue Philippe Bunau-Varilla, un ingeniero francés, tan sagaz como hábil intrigante, que en su juventud había trabajado con de Lesseps en Panamá donde había llegado a ser, durante un tiempo, director encargado de todas las obras. Para Bunau-Varilla la cuestión del canal panameño se había convertido en una verdadera obsesión en la que participan, en confusa mezcla, sentimientos patrióticos e intereses económicos de carácter personal. Y así, mientras en Francia ya pocos se acordaban de aquel gigante que había quedado insepulto desde hacía más de diez años en el istmo colombiano, él, Bunau-Varilla, resolvió tomar por su cuenta, como agente oficioso, los intereses de la fracasada Compañía Universal, que, mientras tanto, se había convertido en otra sociedad llamada “Nueva Compañía Universal del Canal de Panamá”, pero cuyos verdaderos propósitos no eran otros que tratar de vender, lo mejor posible, los restos del pavoroso naufragio de su antecesora. Bunau-Varilla entró en acción.

El Congreso de los Estados Unidos luego de numerosos estudios, comisiones, expediciones e informes, debería decidirse por una ruta u otra: Panamá o Nicaragua. A decir verdad, los argumentos en favor de esta o aquel vía se contrapesaban, pero era indudable que en el Congreso de Washington existía una fuerte y vieja “querencia” por la vía de Nicaragua. No obstante, el recursivo francés no se arredró. Después de desplegar una infatigable campaña por todo el territorio de los Estados Unidos dando conferencias, publicando folletos y tocando a la puerta de todos los personajes influyentes del país, terminó por asestarle un golpe mortal a la vía nicaragüense y ni siquiera con un puñal sino con un papelito. En efecto, la víspera de la votación le hizo llegar a cada uno de los senadores y representantes una estampilla de correos de Nicaragua, de reciente emisión, en donde aparecía nada menos que el volcán Momotombo, coronado de un penacho de humo y fuego, en plena erupción. Debajo, el astuto Varilla se limitó a escribir esta leyenda: “un testigo oficial de la actividad volcánica en Nicaragua”.

El fiel de la balanza se inclinó acto seguido y, obviamente, lo hizo en favor de la ruta por Panamá. Más no de cualquier modo pues los norteamericanos con toda su facha de niños ingenuos, no son menos astutos que los franceses. Y aquella decisión del Congreso que llevó el nombre de “Ley Spooner” se hizo a modo de compromiso entre los partidarios de una y otra vía y en forma condicionada, a saber: se autorizaba al presidente de los Estados Unidos para negociar con Colombia un tratado “satisfactorio”, a fin de proseguir las obras del canal por el istmo de Panamá; pero si esto no se conseguía del todo o las condiciones exigidas por Colombia no eran “satisfactorias”, el presidente quedaba automáticamente autorizado a proceder por la ruta de Nicaragua, país con el cual ya había un convenio firmado para el efecto. Aquello era, para decirlo claramente, una es¬pecie de extorsión pues la disyuntiva en que se colocaba a Colombia no tenía escapatoria: o se sometía a las exigencias de los Estados Unidos o se perdía el canal. Fue lo que en aquellos días dio en llamarse el “humbug”, o sea, la “patraña” de Nicaragua.

1.3 La Construcción del Ferrocarril

Cada vez era más necesaria la construcción de un camino por el que se pudiese transportar en forma rápida y, segura el enorme contingente humano, equipo y riquezas que allí llegaban.

De allí surgió la idea de la construcción de un ferrocarril; se formó una compañía privada, de capitalistas norteamericanos, que consiguió un contrato con et gobierno de Nueva Granada, para construirlo: este contrato se conoce con el nombre de Stephens- Paredes. Los trabajos se iniciaron en el ario 1850, el proceso de construcción estuvo lleno de contratiempos, la compañía se vio en necesidad de traer trabajadores de Cartagena y, de Las Antillas.

Además llegaron cientos de chinos a trabajar; estos ante la nostalgia de sus lejanas tierras y los rigores de nuestro clima tropical, sufrieron una desmoralización que los empujaba a veces hasta el suicidio. Con la construcción del. Ferrocarril cobró importancia la nueva ciudad de Colón, que se había iniciado como un campament, llamado Aspinwall, habiéndose desarrollado en el terminal Atlántico de ferrocarril, siendo una importante ciudad.

El ferrocarril de Panamá costó muchas vidas, tantas que el escritor panameño Rodolfo Aguilera dijo en una ocasión "por cada durmiente de ferrocarril hubo un muerto". El 28 de enero de 1855 finalizó su construcción v fue uno de los ferrocarriles más caros del mundo. El ferrocarril trajo un nuevo elemento étnico: que vino a enriquecer nuestro mestizaje.

1.4 Intervención de Estados Unidos en América.

Estados Unidos se declara neutral ante la guerra de independencia latinoamericana, pero envía armas a los españoles en las goletas “Tigre” y “Libertad”, que son capturadas por los patriotas venezolanos.

Para interceptar dicho tráfico, centenar y medio de nacionalistas toman la isla Amelia e instauran la “República de Florida”, frente a la costa de Florida, en ese entonces bajo el poder de España. El crucero de guerra estadounidense “Saranac”, al mando de John Elton, aborda e incendia el buque venezolano “Tentativa”, afirmando que ha violado las aguas territoriales de Estados Unidos, y en diciembre el presidente James Monroe lanza su flota contra la República de Florida, captura las islas de Amelia y Fernandina y anexa éstas a Estados Unidos.

1819. Estados Unidos adquiere de España la Florida por cinco millones de dólares.

1822. El 8 de marzo Estados Unidos reconoce la independencia de Venezuela y la Gran Colombia, 22 años después de que ésta es declarada.

1823. El comodoro Stewart, de la marina de Guerra estadounidense, actúa como espía en América Latina a favor de España, y escolta las flotillas de mercantes norteamericanos que contrabandean armas para favorecer a los realistas. En abril de ese año John Quincy Adams, secretario de Estado de James Monroe, afirma en carta de 28 de abril de 1823 al embajador estadounidense en España, Hugh Nelson, que Cuba y Puerto Rico “son apéndices naturales del continente norteamericano y una de ellas, casi visible desde nuestras costas, se ha convertido, desde múltiples consideraciones, en un objeto de trascendental importancia para los intereses comerciales y políticos de la unión”. En diciembre de ese año, el presidente James Monroe advierte a Europa que “consideraríamos cualquier intento suyo de extender su sistema a cualquier parte de este hemisferio como peligro para nuestra paz y seguridad”. Y añade que “Igualmente, y por las mismas razones, es imposible que nosotros tomemos tal interposición con indiferencia”. .

1826. Estados Unidos se opone mediante sus agentes diplomáticos a la celebración del Congreso Anfictiónico de Panamá.

Henry Allen, emisario ante el gobierno de Chile, sostiene que “semejante asamblea sería prematura y no produciría ningún bien”.

1845. Estados Unidos invade y anexa la provincia mexicana de Texas.

1846. Tropas estadounidenses asaltan el resto de México, vencen en Palo Alto y ocupan Monterrey y Nueva California mientras la flota norteamericana hace capitular Veracruz..

1848. Aprovechando la ocupación militar, Estados Unidos fuerza a México a suscribir el Tratado Guadalupe Hidalgo, mediante el cual anexa Alta California, Nuevo México, Nevada, Arizona, y Texas y arrebata a los mexicanos más de la mitad de su territorio. Como si fuera poco, cinco años después el dictador Santa Ana vende a Estados Unidos 103 mil kilómetros cuadrados más de tierras mexicanas por 10 mil millones de pesos.

1850. Inglaterra y Estados Unidos suscriben el tratado Bulwer-Clayton, que reparte sus zonas de influencia en América Central.

1851. El general Narciso López invade Cuba, con la benévola intención de anexarla a Estados Unidos, y es capturado y fusilado por la administración española. El mismo año el filibustero William Walker invade Baja California a la cabeza de una banda de mercenarios estadounidenses para anexarla a Estados Unidos, y es puesto en fuga por los mexicanos.

1855. Los marines ocupan Colón, en Panamá, y los estadounidenses instalan un ferrocarril transoceánico en dicho país. La flota de Estados Unidos bloquea el Río de la Plata.

1856. El filibustero yanqui William Walker desembarca en Nicaragua con una tropa de mercenarios, reinstaura la esclavitud y se declara Presidente, para monopolizar el tráfico interoceánico entre la costa caribeña y la del Pacífico en dicho país. Estados Unidos reconoce de inmediato la dictadura del aventurero, quien es ejecutado por los centroamericanos en 1861.

1889. El secretario de Estado James G. Blaine inicia la integración latinoamericana bajo el signo del dólar con la I Conferencia Panamericana, que se celebra en Washington entre 1889 y 1890 con representantes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Estados Unidos, el Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. José Martí critica que “En tanto, el gobierno de Washington se prepara a declarar su posesión de la península de San Nicolás, y acaso, si el ministro Douglas negocia con éxito, su protectorado sobre Haití: Douglas lleva, según rumor no desmentido, el encargo de ver como inclina a Santo Domingo al protectorado: el ministro Palmer negocia a la callada en Madrid la adquisición de Cuba: el ministro Migner, con escándalo de México, azuza a Costa Rica contra México de un lado y Colombia de otro: “las empresas norteamericanas se han adueñado de Honduras” y en la casa de representantes “Chipman declara que es ya tiempo de que ondee la bandera de las estrellas en Nicaragua como un Estado más del Norte”..

1895. El 12 de diciembre los estadounidenses detienen las embarcaciones que José Martí destina para trasladar a Cuba la expedición libertadora.

1898. Estados Unidos interviene en la Guerra de Independencia de Cuba, e instala un gobierno de ocupación encabezado por Leonard Wood. Mediante la Ley Foraker, los yanquis imponen el libre comercio entre la isla y los ocupantes, la adopción de su moneda, y un sistema electoral que reserva el voto para la asamblea legislativa a los varones alfabetizados y ricos.

1.5 Causas de la Separación de Panamá de Colombia

La Separación de Panamá de Colombia, fue un hecho ocurrido el 3 de noviembre de 1903, después de la famosa guerra de los mil días, y que desencadenó en la proclamación de la República de Panamá, anteriormente un departamento de la República de Colombia desde 1821, con breves períodos de secesión por parte del istmo de Panamá.

El motivo real es:

Panamá es la parte más estrecha de todo el continente americano, y EE.UU lo sabía y quería hacer un canal para ahorrarse horas y horas de camino por el mar, para llevar las mercancías desde USA hacia el pacifico, querían ahorrarse la vuelta que tenían q hacer los buques por la parte más hacia el sur de Suramérica.

Entonces EE.UU, le ofreció un dinero bastante grande a Colombia para q le cediera a Panamá, pero Colombia se negó rotundamente. Los gringos al ver esto decidieron decirle a Panamá q se independizara y perteneciera a EE.UU, diciéndoles q les darían fuerza militar comercio, ganancias por los barcos q pasaran por el canal q iban a construir, Panamá acepto la propuesta y se independizo de Colombia el 3 de noviembre de 1903.

Por una parte, el abandono en que Colombia mantuvo al Istmo durante todo el siglo XIX provocó frustración entre nuestros compatriotas. En realidad, el gobierno colombiano sólo percibía al Istmo como el emplazamiento del futuro Canal que algún día habría de construirse. En tal sentido, nuestro territorio era la mayor riqueza potencial que poseía la República, pero permaneció materialmente descuidado desde 1821, sin que se fomentara la educación ni la salud, se construyeran caminos y vías de penetración y se realizaran obras públicas, como el acueducto o alcantarillado y la pavimentación de las calles de las principales ciudades. Sin duda, el sistema centralista implantado por el Regenerador Rafael Núñez, desde 1886, agravó aún más la situación. Los istmeños, mayormente de convicciones liberales y federalistas, vieron de la noche a la mañana transformado su Estado Federal (1855-1885) en un Departamento más de la República de Colombia, cercenados sus derechos políticos, y con un Gobernador elegido en Bogotá al frente de sus destinos. Ello, sin contar las permanentes guerras civiles que asolaron el territorio istmeño, así como el restablecimiento de las aduanas y el incremento de la carga impositiva, en momentos en que se especulaba fuertemente con la ruina de los franceses.

Las esperanzas del grupo dominante de construir una vía interoceánica por el Istmo y de transformar a Panamá en un emporio del comercio mundial parecieron hundirse junto con el frustrado proyecto francés. A la ya grave crisis económica vino a sumarse, en 1899, el estallido de la Guerra de los Mil Días. Durante tres años los ejércitos liberales y conservadores agotaron la ya deprimida riqueza del Istmo. No sólo porque los brazos necesarios para trabajar la tierra fueron reclutados para integrar el ejército, sino también, porque el Istmo se transformó en campo de batalla. Los cultivos fueron destruidos, al tiempo que el ganado sirvió para alimento de las desatendidas tropas. La guerra tocó a su fin, en 1902, con la firma del Tratado del Wisconsin, teniendo como trasfondo el problema canalero porque para entonces, los Estados Unidos no podían postergar ya más la construcción de un Canal.

Otros factores también conllevaron a que Panamá adoptara la decisión de renunciar a la tutela colombiana, en 1903. Para ese tiempo Bogotá y Panamá mantenían diferencias estructurales imposibles de disimular. La capital de la República era una ciudad enclavada en un valle en Los Andes que la geografía limitaba por los cuatro costados. Como tal, estaba cerrada a la influencia foránea y, hasta cierto punto, seguía apegada a los patrones coloniales. Panamá, por el contrario, era un Istmo tendido sobre el mar, abierto a las influencias extranjeras y volcadas al comercio marítimo. A estas diferencias que creaban un amplio mundo de incomprensión, se sumaba el hecho de las difíciles y erráticas comunicaciones que mantenían los dos puntos. El Istmo de Panamá no poseía comunicaciones terrestres con la República. La selva del Darién era una barrera infranqueable.

Ya en la década del 50 del siglo XIX, Justo Arosemena había advertido con mucho tino que: "la geografía nos dice que allí comienza otro país". De manera, que estas dos ciudades vivían de espaldas. Muchas de las leyes votadas por el Congreso bogotano eran resistidas en Panamá porque perjudicaban los intereses de la burguesía comercial. Por su parte, el gobierno central percibía como levantiscos y separatistas a los panameños. No había confianza y quizás tampoco existía gran afecto entre ambos. Pero lo que sí es seguro es que en Bogotá no se comprendían o atendían las reclamaciones y solicitudes de Panamá.

La firma del Tratado Herrán-Hay, a comienzos de 1903,fue la oportunidad que los panameños habían estado esperando desde mucho tiempo atrás. Por fin, Colombia y los Estados Unidos suscribían un Tratado para la construcción de un Canal por Panamá. Para el grupo dominante panameño dedicado al comercio marítimo y a los servicios, que se vio sumamente deprimido después del fracaso francés, era la panacea a todos sus problemas. Panamá recuperaría su función transitista y ellos se enriquecerían a manos llenas. Pero muy pronto se hizo evidente que en Bogotá, el Congreso no tenía nada que festejar. Por el contrario, los ataques al Tratado no se hicieron esperar, sobre todo porque se ambicionaban mayores compensaciones económicas que los diez millones que ofrecía Estados Unidos y porque, además, se lesionaba la soberanía colombiana en el Istmo de Panamá cuando el pacto hablaba de un arrendamiento por cien años renovables indefinidamente y se establecían tres tipos de tribunales de justicia en la futura Zona del Canal.

1.6 Consecuencias de la Separación de Panamá de Colombia

El 13 de noviembre Estados Unidos reconoce formalmente a la República de Panamá (después de haberla reconocido extraoficialmente del 6 al 7 de noviembre), Francia lo haría al día siguiente y antes de finalizar noviembre, otros quince países de América, Europa y Asia lo harían también.

Para el 18 de noviembre de ese mismo año, el secretario de Estado norteamericano, John Hay, firma en unión de Phillipe Bunau-Varilla un tratado para la construcción del Canal de Panamá, aunque fue muy controvertido por la celeridad con que fue aprobado y porque Bunau-Varilla se había propuesto a sí mismo como representante del gobierno panameño. El tratado fue ratificado después por la Junta Provisional de Gobierno de Panamá y por el Senado de Estados Unidos.

En Colombia, la noticia de la separación de Panamá no fue conocida hasta el 6 de noviembre en Bogotá. La razón dada para explicar el atraso fue que el cable submarino que hacía posible las comunicaciones entre las dos regiones se había dañado en esos días.

Fue el embajador de Colombia en Ecuador, quien hizo llegar la noticia al gobierno colombiano, que ocultó la noticia por algunos días, para prevenir los posibles disturbios que ocurrirían en Bogotá.

Hubo entonces dos clases de respuesta: enviar a Panamá una misión diplomática para averiguar si los panameños estarían dispuestos a echar marcha atrás. También se ofrecía a reconsiderar el tratado Herrán-Hay, rechazado por el Senado colombiano, e inclusive hasta se prometía convertir a la ciudad de Panamá en la capital de Colombia.13 La misión se reunió a bordo del navío estadounidense Mayflower. La delegación panameña que estaba formada por Constantino Arosemena, Tomás Arias y Eusebio A. Morales, rechazó todas las propuestas.

Colombia envía entonces otra delegación del más alto nivel, en la cual sobresalían el general Rafael Reyes, Pedro Nel Ospina, Jorge Holguín y Lucas Caballero. Panamá estuvo representado de nuevo por Constantino Arosemena y Tomás Arias, ahora acompañados por Carlos A. Mendoza, Nicanor de Obarrio y Antonio Zubieta. Las reuniones se desarrollaron en el barco Canadá, de dicho país. No hubo acuerdo entre los representantes y Rafael Reyes regresó a Estados Unidos de América.

TAREA N°2

2. Etapas Revisionistas del Tratado Hay Bunau Varilla

2.1 La relación del tutelaje y las luchas sociales panameñas.

El Tratado Alfaro-Kellogg

El Tratado fue firmado el 28 de julio de 1926 (por Panamá El Ministro Plenipotenciario de Panamá en Washington y el Secretario de estado Frank Kellogg)

• Su objetivo principal era la abrogación del Convenio Taft

• Las negociaciones tuvo una duración de 2 años, y se caracterizó por el silencio hacia el pueblo panameño.

Los puntos a negociar se clasificaron en:

• Tierras (Estados Unidos exigía el traspaso de la jurisdicción norte de la ciudad de Colón).

• Caminos, sanidad, cementerio para Colón, radiotelegrafía y privilegios comerciales a perpetuidad.

Artículos más controversiales fue el XI que expresaba:

“La República de Panamá conviene en cooperar por todos los medios posibles con los estados Unidos en la protección y defensa del Canal de Panamá. En consecuencia la República de Panamá se considerará en estado de guerra en caso de cualquier conflicto armado en que los Estados Unidos sean beligerantes y con el fin de hacer más efectivo la defensa del Canal, si ello fuera necesario, en concepto del gobierno de los estados Unidos, le traspasará a estos, durante el periodo de hostilidades o mientras haya amenaza de ella en todo el territorio de la República de Panamá, el funcionamiento y control de las comunicaciones radiográficas e inalámbrica, naves aéreas, control de aviación y navegación aéreas”.

El pueblo panameño expresó una reacción patriótica de rechazo a este tratado, y fue rechazado por la asamblea el 25 de enero de 1927.

Lo positivo de este Tratado:

• La creación del grupo cívico Acción Comunal, en 1923.

• El Sindicato General de trabajadores, fundado el 9 de diciembre de 1924.

2.2 Del Tratado Kellog-Alfaro Al Tratado Roosevelt

Tratado General de Amistad y Cooperación

• Fue ratificado en 1939

• Significó un reconocimiento por parte de los E.U. a los derechos y permanentes reclamos por Panamá.

• Fue conocida como la “Política del Buen Vecino” liderada por el Presidente Franklin Delano Roosevelt.

El Tratado Arias-Roosevelt De 1936

Según los principios de la “Declaración Presidencial” conjunta del 17 de octubre de 1933, se llevarían a cabo conversaciones informales el 5 de noviembre de 1934. Ellas serían el inicio de futuras discusiones para concluir un acuerdo satisfactorio y eliminar las causas de conflicto entre ambos países. Las negociaciones continuaron a través del año de 1935 y finalizaron en 1936, cuando ambos gobiernos firmaron el tratado Arias-Roosevelt. Acompañando y como complemento de ese Convenio, habían 16 intercambios de notas ejecutivas cuya validez y fuerza dependían de la ratificación del Tratado de 1936. Además, existían otros tres convenios. El primero ofrecía disposiciones generales para la regulación de las comunicaciones por radio en Panamá y en la Zona del Canal. Este primer tratado contenía tres intercambios de notas suplementarias. Un segundo acuerdo contenía disposiciones para la transferencia a Panamá de dos estaciones navales de radio. El tercer tratado haría posible la construcción de una carretera transístmica entre las ciudades de Panamá y Colón. Ese tratado firmado el 2 de marzo de 1936, conocido como Arias-Roosevelt, Alfaro-Hull o Tratado de Amistad y Cooperación, pretendía eliminar las causas de conflictos entre Panamá y los Estados Unidos.

Entre los temas más importantes discutidos en ese Tratado estaban los siguientes: El artículo I del tratado Hay-Bunau Varilla decía que “los Estados Unidos garantiza y mantendrá la independencia de Panamá.” Este enunciado fue muy importante para el gobierno panameño a inicios de la República porque los Estados Unidos protegían a la nueva República de cualquier intento de Colombia de recuperar al Istmo de Panamá. Sin embargo, durante los años siguientes, ese derecho se convirtió en una de las cláusulas más odiadas por el pueblo panameño.

En 1936 y dentro de la política de “Buena Vecindad,” puesta en práctica por el presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt, nuestro país obtuvo la independencia política al lograr que el gobierno de Washington eliminara el artículo I de tratado de 1903. Ahora, el nuevo Acuerdo de 1936 decía en su artículo primero que debía existir una paz perfecta, firme e inviolable y una sincera amistad entre los Estados Unidos de América y la República de Panamá y entre sus ciudadanos. La mencionada cláusula también establecía el derecho de Washington a continuar con el mantenimiento del Canal de Panamá para el fomento y uso del comercio interoceánico. Además, los dos gobiernos manifestaban su deseo de cooperar para asegurar a ambas naciones todos los beneficios que el canal pudiera brindar.

Conforme al artículo II del tratado Hay-Bunau Varilla, Panamá le concedió a los Estados Unidos el uso, ocupación y control de la franja de diez millas de ancho que constituía la Zona del Canal. Este enunciado también decía que la República de Panamá le concedía además, a perpetuidad el uso, ocupación y control de otras tierras y aguas fuera de la Zona del Canal, que pudieran ser necesarias y convenientes para la construcción, mantenimiento, operación, saneamiento y protección del mencionado canal.

Las autoridades panameñas alegaban que conforme al Tratado de 1903, los Estados Unidos tenía sólo el derecho a considerar qué tierras eran necesarias para el mantenimiento, operación, saneamiento y protección del Canal. Ese poder absoluto de Norteamérica en la decisión de escoger las tierras necesarias para mantener, administrar y proteger el canal, ponía en peligro la integridad territorial de la República de Panamá. Según algunos juristas panameños, esa peculiar condición había afectado la capacidad de Panamá para decidir y finalizar convenios limítrofes con sus vecinos. Puesto que el país no tenía total jurisdicción sobre todo su territorio, no podía resolver sus conflictos de límites con Costa Rica y Colombia.

Los Estados Unidos tenía una gigantesca inversión de capitales, obras y hombres en la empresa del canal y por esa razón, ese país no podía permitir que por ceder algún derecho a Panamá en la Zona, se pusiese en peligro el mismo canal o afectaría su utilidad. Para resolver ese conflicto, por medio del artículo II del Tratado de 1936, ambos gobiernos decidieron que los Estados Unidos renunciaban a sus permanentes derechos sobre las tierras panameñas, fuera de la Zona del Canal, pero que fueran necesarias para operar dicho canal. Por medio de ese artículo, los gobiernos de Panamá y Norteamérica esperaban encontrar una solución definitiva a ese conflicto, sin lesionar la integridad territorial de nuestro país en la región canalera.

Una fuente continua de fricciones entre Panamá y los Estados Unidos fueron las actividades comerciales dentro de la Zona del Canal, desarrolladas por los comisariatos operados por la Compañía del Ferrocarril de Panamá. Las objeciones en contra de la competencia de esos establecimientos comerciales aumentaron debido a los efectos negativos de la depresión económica mundial de la década del treinta, dentro de la sociedad panameña. Durante ese período, funcionarios de los comisariatos se esforzaron por mantener sus ventas, ampliando sus mercados. Por ejemplo, ellos se apoderaron de parte del mercado del ejército, rebajando los precios de las papas, cebollas y el azúcar. Mucho de los problemas relacionados con los comisariatos no fueron exclusivos de los años treinta, sino que habían venido sucediéndose desde la firma del tratado Hay-Bunau Varilla.

La República de Panamá y los Estados Unidos diferían en cuanto a la interpretación del Convenio de 1903, relativo al número de personas autorizadas para comprar en los comisariatos. Por ejemplo, el gobernador de la Zona del Canal afirmó que “no hay tratado o ley que prohíba a estos establecimientos el aceptar como clientes a cualquier persona que recurra a ellos.”

TAREA N°3

3. Etapas Negociadora de Los Nuevos Tratados

3.1 La Negociación de los Tratados Torrijos Carter y su culminación

Como ya señalamos, a comienzos de 1970, la cancillería panameña en un análisis sobre los proyectos de Tratado Tres en Uno o Robles-Johnson indicó que los mismos no eran utilizables ni siquiera como base para futuras negociaciones y decidió abrir un nuevo proceso de entendimiento con el gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, la actitud tibia de Washington provocó que Torrijos aplicara una diplomacia agresiva con el objetivo de ganar adherentes para la causa panameña. Dentro del marco de esta política, logró que la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se realizara en Panamá, en marzo de 1973. Los países participantes votaron una resolución de apoyo a Panamá para de que se firmara a la brevedad posible un nuevo Tratado justo y equitativo que eliminara las causas de conflicto entre Panamá y los Estados Unidos, tal como se había acordado en la Declaración Moreno-Bunker de 1964.

Casi un año después, el 7 de febrero de 1974, se firmó en la ciudad de Panamá la Declaración de los Ocho Puntos entre el canciller Juan Antonio Tack y el Secretario de Estado Henry Kissinger. Esta Declaración Conjunta, conocida como Tack-Kissinger, establecía los principios básicos de la nueva relación contractual. Entre ellos, cabe destacar: abrogación del Tratado de 1903 Hay-Bunau Varilla y de sus reformas; eliminación del concepto de la perpetuidad, toda vez que el nuevo Tratado tendría una fecha fija de entrega del Canal; fin de la jurisdicción norteamericana en territorio panameño; devolución a Panamá de la Zona del Canal; Panamá tendría una participación justa y equitativa en los beneficios derivados de la operación del Canal e intervendría en su administración, al tiempo que participaría junto a los Estados Unidos en la defensa y protección del Canal y en la ampliación de la vía, llegado el caso que fuese necesario.

A partir de entonces, Torrijos intensificó su lucha para dar a conocer a los países del mundo las justas reclamaciones panameñas en relación al Canal. Panamá pasó a integrar el bloque de países no alineados y buscó el apoyo de los países latinoamericanos. Incluso, el asunto del Canal, llegó a ventilarse en la Cumbre de los No Alineados en Sri Lanka, en 1976, de la que salió un comunicado a favor de nuestro país. Por primera vez, en siete décadas, Panamá se escapaba de la órbita de los Estados Unidos.

Finalmente, tras largas y complicadas negociaciones en las que participaron por parte de Panamá Rómulo Escobar Betancourt, Carlos López Guevara, Aristides Royo, Diógenes de la Rosa; Nicolás Ardito Barletta, y Gabriel Lewis Galindo, entre otros , y por los Estados Unidos Ellsworth Bunker y Sol Linowitz, el 7 de septiembre de 1977, se firmaron en la sede de la OEA en Washington, el Tratado del Canal de Panamá y el Tratado concerniente a la neutralidad Permanente y Funcionamiento del Canal de Panamá, mejor conocidos como Tratados Torrijos-Carter.

Dada la complejidad de los Tratados señalaremos los aspectos más importantes, agrupando sus disposiciones en cuatro grandes ítems, a saber:

1) Soberanía: se reconocía la soberanía de Panamá sobre la Zona del Canal y por tanto la República tendría una participación creciente en la administración protección y defensa del Canal. En virtud de lo anterior, la Zona del Canal quedaba sujeta a la legislación panameña y ahora se denominaba Área Canalera. Sin embargo, Panamá le otorgaba a los Estados Unidos los derechos necesarios para operar el Canal, que entraría en poder nacional, el 31 de diciembre de 1999, al mediodía.

2) Administración del Canal: estaría a cargo de una agencia gubernamental estadounidense denominada la Comisión del Canal de Panamá, cuya Junta Directiva estaría integrada por nueve miembros (5 estadounidenses y 4 panameños) todos nombrados por los Estados Unidos. Hasta el 31 de diciembre de 1989, el Administrador sería un ciudadano norteamericano y el Subadministrador panameño. A partir del 1 de enero de 1990, esta situación se invertía.

3) Defensa del Canal: ambas naciones se comprometían a proteger y defender el Canal. Sin embargo, se dejaba constancia que durante la vigencia de este Tratado los Estados Unidos tendría la responsabilidad primaria en este campo. Se estableció una Junta Combinada compuesta por igual número de militares de alto rango de ambos países.

4) Beneficios económicos: revertirían a Panamá el 60% de las tierras e infraestructuras del área canalera. Entre otros bienes pasaban a Panamá: el ferrocarril, los puertos de Balboa y Cristóbal y el Fuerte Gulick donde funcionaba la Escuela de las Américas. Panamá recibiría diez millones de dólares por parte de la Comisión del Canal por los servicios públicos que prestaría en las áreas revertidas. Igualmente, recibiría una suma proporcional de los peajes pagados por los barcos que transitaran por el Canal.

También se adoptaban medidas para preservar la ecología de la cuenca del Canal.

Adicional a este Tratado se firmó el Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal y su funcionamiento que no tiene fecha de vencimiento. Este documento establecía la neutralidad permanente de la vía interoceánica, pero advertía que si por cualquier razón los barcos de Panamá o de los Estados Unidos debían pasar antes, tendrían el paso expedito. De manera que era una neutralidad muy sui generis. Según Torrijos este Tratado colocaba a Panamá “bajo el paraguas del Pentágono”.

El 23 de octubre de 1977, Torrijos decidió someter los Tratados a un plebiscito popular. Según cifras oficiales se dieron 500 mil votos a favor de la ratificación del pacto y poco menos de 250 mil en contra. Pero en los Estados Unidos las cosas no serían tan fáciles. El Congreso no ratificó los Tratados sin añadirles enmiendas que desvirtuaban con mucho el documento original. La Reserva o Enmienda De Concini estableció que si el Canal fuese cerrado o se entorpeciera su funcionamiento, cada parte podría tomar las medidas necesarias, incluyendo el uso de la fuerza militar para normalizar el funcionamiento de la vía interoceánica.

En tanto que la Reserva Nunn estableció que después del 31 de diciembre de 1999 ambas naciones podían negociar y firmar acuerdos para preservar la neutralidad, e incluso el establecimiento de fuerzas militares estadounidenses o de bases.

Estas enmiendas no fueron sometidas a un plebiscito en nuestro país y en abril de 1978 la cancillería declaró que las mismas no mancillaban la dignidad nacional. Pero no era ese el sentir popular.

Una de las consecuencias inmediatas de los Tratados fue la apertura política por exigencia de los Estados Unidos. Así, los exiliados pudieron regresar al país. Torrijos anunció la concesión de mayores garantías ciudadanas y libertades públicas, al tiempo que se reglamentaron los partidos políticos que habían estado proscritos hasta entonces. A la vez, una misión de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos puso en evidencia los crímenes y otras arbitrariedades perpetradas por la dictadura.

Pero el Tratado fue violado, sobre todo a través de la Ley Murphy o 96-70 que introdujo reformas a la Comisión del Canal de Panamá por parte del Presidente de los Estados Unidos, situación que nuestro país denunció ampliamente.

Sea como fuere, llama la atención que los Estados Unidos el paladín de la democracia y que el Presidente Carter, quien se autoproclamó defensor de los Derechos Humanos, firmara un Tratado de esta envergadura con un gobierno dictatorial, violador de los derechos humanos, surgido de un golpe de Estado que no contaba ni remotamente con visos de constitucionalidad.

3.2 El Tratado de Neutralidad

Entre los dos tratados del Canal firmados en 1977, el menos conocido es el Tratado de Neutralidad y asuntos concernientes al funcionamiento del Canal. El objetivo de este acuerdo se relaciona estrechamente con el problema de la presencia militar norteamericana en el Istmo. Debido a las reservas que fueron introducidas posteriormente a este Tratado por el Senado de EEUU, su legitimidad ha sido cuestionada por muchos sectores en Panamá.

El Tratado de Neutralidad establece que el uso de la vía acuática estará siempre abierto al tráfico marítimo de todas las naciones. Señala, igualmente, que Panamá ni cualquier otro país podrá discriminar contra barcos de bandera alguna, ni siquiera contra naves de países en estado de guerra.

El Tratado de Neutralidad, incluso, se atribuye el derecho de intervenir en la fijación de los peajes que se cobrarían a los barcos que atraviesan el Canal cuando la vía se encuentre bajo la administración de Panamá. El pacto señala que Panamá sólo podrá fijar peajes de acuerdo con los niveles considerados adecuados por la comunidad internacional.

El artículo V del Tratado de Neutralidad le confiere a Panamá el monopolio en relación con el manejo y la defensa del Canal. Señala que sólo Panamá podrá tener sitios de defensa o fuerzas armadas en el área del Canal.

Una vez canjeados los instrumentos de ratificación del Tratado de Neutralidad, copias fueron depositadas en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) para que lo suscribieran todos los países del mundo.

Las enmiendas, condiciones, reservas y entendimientos introducidas por el Senado al Tratado de Neutralidad, después de su aprobación por parte de Panamá, se refieren a la insistencia de EEUU de poder ejercer su poder unilateral sobre el funcionamiento de la vía acuática.

El Senado aprobó dos enmiendas al Tratado. La primera fue hecha para modificar el artículo III. La enmienda señala que cada país tiene el derecho de actuar en forma independiente contra cualquier agresión o amenaza dirigida contra el Canal. La segunda enmienda hecha por el Senado fue al artículo VI. Indica que en caso de necesidad o urgencia los barcos de EEUU (y/o Panamá) pueden ir a la cabeza de la línea de naves con el fin de transitar rápidamente por el Canal.

El Senado también impuso dos condiciones al artículo V para aprobar el Tratado de Neutralidad. La primera condición señala que EEUU tiene el derecho de usar fuerza militar en la República de Panamá para reabrir el Canal o restablecer la operación de la vía acuática. La segunda condición del Senado norteamericano indica que si EEUU establece sitios de defensa (bases militares) en el área del Canal después del 31 de diciembre de 1999 mediante un acuerdo con Panamá, esta situación no alteraría el régimen de neutralidad.

El Senado también consideró necesario agregar tres entendimientos adicionales al Tratado de Neutralidad para asegurar los intereses de EEUU. En relación con el artículo III, que se refiere a la eficiencia y a los peajes, el Senado señala que para modificar los peajes Panamá debe cumplir con cinco condiciones que se refieren directamente a los beneficios del comercio marítimo de EEUU. Para no dejar duda alguna, además, reitera el entendimiento en el sentido de que EEUU puede tomar la acción unilateral necesaria para defender el Canal contra cualquier agresión. Igualmente, para el beneficio de cualquier duda, insiste en que el "paso expedito" expuesta en la enmienda al artículo VI para acelerar el paso de una nave por el Canal lo determina la nación (EEUU) que lo opera.

3.3 Violaciones al Tratado del Canal de Panamá.

Debe celebrarse el hecho de que, desde que el Canal entró en su actual régimen de administración binacional, se subsanaron importantes divergencias entre las dos naciones involucradas, y se cree un favorable clima de cooperación. Hace cierto tiempo, algunos medios norteamericanos, típicamente mal informados, expresaban preocupaciones acerca del funcionamiento del Canal una vez que entraran en vigor los Tratados. La experiencia ha demostrado que tales aprensiones carecían de fundamento. Bajo el nuevo régimen de operación conjunta, el Canal ha implantado nuevos récords de eficiencia y es una empresa más rentable. La actual eficiencia alcanzada por el funcionamiento del Canal no cuesta ni un solo centavo a los contribuyentes norteamericanos, ya que los gastos del Canal se pagan de sus propias ganancias... Sin embargo, sí está causando importantes erogaciones al Estado y a los contribuyentes panameños. En este aspecto, la administración conjunta resulta aun severamente inequitativa, en la medida en que el país más rico por los beneficios del Canal sin sufragar los gastos, mientras que el país y socio más pobre, el país que hace posible la existencia del Canal, participa en el crecimiento de su eficiencia pero tiene que erogar de sus exiguos fondos las obras necesarias para el mejoramiento de este Canal. En muy pocos días los Tratados cumplirán tres años. Durante este período hemos denunciado reiteradamente diversas violaciones al mismo. Es bueno señalar que, durante este período, la parte panameña ha cumplido puntual y fielmente, con eficiencia, cada una de las prescripciones de los Tratados que son de nuestra responsabilidad. Las únicas violaciones que pueden señalarse a los tratados durante este trienio competen exclusivamente a la parte norteamericana.

Debo recordar que Panamá no sólo hace posible la comunicación entre ambos océanos y entre los puertos de ambas costas norteamericanas. También es el país que más ha contribuido a la prosperidad del comercio de los Estados Unidos, al permitirles utilizar nuestro principal recurso natural. Sin embargo, los panameños hemos visto que la mayoría de las administraciones norteamericanas, generalmente, no han sabido valorar ni compensar en su justa medida esta contribución panameña. Aún subsisten, por ejemplo, algunas diferencias de importancia en cuanto a la justa aplicación de la letra y el espíritu de los Tratados que norman las actividades del Canal. Estas son cuestiones que deben corregirse. Un aspecto importante son las divergencias ocasionadas por la Ley 9670, dictada por el Congreso de los Estados Unidos para los fines de implementar la ejecución de los Tratados. Como es sabido, el articulado de dicha Ley debió acatar puntualmente las estipulaciones de los Tratados y coordinarse con la contraparte panameña, igualmente asociada a los asuntos concernientes al Canal.

Los Tratados establecen claramente el pleno y cabal ejercicio de la soberanía y jurisdicción de Panamá sobre la integridad de su territorio nacional, incluidas naturalmente todas las áreas aledañas al Canal y el Canal mismo.

TAREA N°4

4. Política Panameña hacia Estados Unidos y el Mundo

4.1 Los documentos de Santa Fe I y II

El “Documento de Santa Fe” fue preparado por gente dura, para uso de tipos duros. Profesores o mílites que despreciaban a Carter por ser blandengue y le culpaban de haber “perdido” el Canal de Panamá, Nicaragua y la isla de Granada, y de no haber hecho nada para “recuperar” El Salvador y Cuba, Angola, Afganistan y Etiopía.

Al asumir Ronald Reagan la presidencia el 20 de enero de 1981, tenía perfectamente delineados los aspectos básicos de su futura actuación en los campos internacional e interior. Se proponía revertir los efectos del llamado “síndrome de Vietnam” y de los deshonestos subproductos del escándalo de Watergate; desarrollar una política agresiva de “roll-back”, esto es, de recuperación de los espacios políticos, geográficos y estratégicos supuestamente perdidos por la débil y obsequiosa conducta de su antecesor James Carter; emprender un faraónico programa de armamentismo, superador de todos los ejemplos precedentes y, merced al dinamismo que cuantiosos presupuestos inyectarían en la alicaída economía, obtener el respaldo doméstico que sobrevendría de una prosperidad sin fisuras, para sustentar una diplomacia capaz de afrontar todos los desafíos. Uno de sus compromisos electorales en 1908 fue: “Durante mi gobierno el comunismo no conquistará un sólo centimetro más de tierra y me propongo recuperar territorios y pueblos caídos bajo su férula”.

Por lo que respecta a Iberoamérica y el Caribe, uno de los grupos de presión de la nueva derecha conservadora le hizo llegar un texto programático destinado a llenar las lagunas que en la materia padecía el candidato. Se trataba del llamado “Documento de Santa Fe”, por la ciudad del estado de Nuevo México en la que habría sido pergeñado. Poco conocido, aunque permanentemente citado en apresuradas y parcializadas traducciones, tiene sobre todo el valor histórico de resumir la ideología troglodita de sus redactores civiles y militares y de haber adelantado con cierta precisión las orientaciones y objetivos que normarían la actuación de Reagan. Dudamos de que éste haya tenido la oportunidad y la capacidad para leerlo íntegramente. Para el caso le era suficiente una síntesis de una cuartilla, tal como se sabe que ocurrió con el artículo que Jeane J. Kirkpatricj escribió en la revista Commentary y que le valió que Reagan la designara su representante ante Naciones Unidas.

Del mismo modo, uno de los redactores del texto santafesino, Lewis Tambs, fue embajador en Colombia y más tarde en Costa Rica, donde se involucró profundamente con el apoyo a los “contras” nicaragüenses gracias a lo cual disfruto del dudoso honor de ser denunciado en el extenso informe de la Comisión Tower acerca del Irán-contragate. Otro redactor, Roiger Fontaine, fue temporalmente asesor del Consejo de Seguridad Nacional en temas latinoamericanos; un tercero, el militar Gordon Summer, asignado como asesor en el Departamento de Estado, donde produjo seudos informes pro intervencionistas pletóricos de espíritu marical; y un cuarto, Robert Jordan, embajador en Perú.

El “Documento de Santa Fe” fue preparado por gente dura, para uso de tipos duros. Profesores o mílites que despreciaban a Carter por ser blandengue y le culpaban de haber “perdido” el Canal de Panamá, Nicaragua y la isla de Granada, y de no haber hecho nada para “recuperar” El Salvador y Cuba, Angola, Afganistan y Etiopía. Insultaban al presidente Jaime Roldós y al general panameño Omar Torrijos, este último el hombre que le ganó la partida diplomática y política a tres mandatarios norteamericanos sucesivos hasta hacerles aceptar la revisión del infame Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 y modificar siquiera en parte las leoninas condiciones de vasallaje que Panamá debió tolerar resignadamente durante más de setenta años.

¿Es puro azar, oscuro designio divino, mera coincidencia, que al año de redactado aquel iracundo texto, Roldos muriera en un extraño accidente aéreo y que dos meses más tarde tuviera un análogo fin inexplicable Torrijos? Las familias de ambos políticos siguen repitiendo que, aunque no pueden presentar pruebas, “saben” que no fue por fallas técnicas o humanas que los respectivos aviones se estrellaron. No fue tampoco una resolución repentina la que en octubre de 1983 condujo hacia Granada a la expedición de 15, 000 soldados de tierra, mar y aire de Estados Unidos y abatió la soberanía y la libertad del diminuto estado caribeño.

El mismo ánimo agresor, belicoso y hegemonista llevó a loa arrogante superpotencia a barrer con todas las normas y principios del derecho internacional en su actuación contra Nicaragua. Ni siquiera se detuvo ante la condena explícita y el anatema con nombre y apellido que dictó en su contra la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Todos los derechos humanos fueron pisoteados en la guerra no declarada de Reagan: millares de muertos, heridos y desaparecidos; la económica destruida, el modesto sistema financiero desbaratado; escuelas, hospitales, puentes, caminos, cooperativas agrarias fueron el principal objetivo de millares de mercenarios reclutados, organizados, adiestrados y financiados por agencias especializadas del gobierno de Estados Unidos en su multianunciado plan de desestabilización del gobierno revolucionario que se dio el pueblo de Darío, Zeledón y Sandino. Si se lee con atención el “Documento de Santa Fe” (el editado en 1980), se percibirá que a la luz de todo cuanto ocurrió y de lo que sigue sucediendo en Centroamérica, tiene allí la una connotación de fúnebre presagio. Sin excluir de la relación la tragedia que también comprende al pueblo y a la nación salvadoreños, víctimas del análogo sometimiento a la experiencia de la “guerra de baja intensidad”, designación técnica de comienzos de los años 80's que comprendería la política y estrategia reaganianas del “roll-back” e Iberoamérica y en otros países del Tercer Mundo. Y sin olvidar tampoco la tragedia permanente de Guatemala. Ni los avatares y evoluciones agresoras contra Cuba y Panamá.

Precisamente estos dos últimos casos se tornan relevantes a los efectos de este prólogo general. Aunque Panamá "estallo" como tema de preocupación para Estados Unidos ya avanzada la presente década, Cuba nunca dejó de seguir en la mira ni en la línea prioritaria de fuego. Los "Documentos de Santa Fe" de 1980 y 1988 dan acabada prueba de ello. En el primer caso Reagan procuro corregir y revertir las principales cláusulas de los Tratados Torrijos-Carter que obligan a Estados Unidos a evacuar totalmente la Zona del canal en un plazo que vence al mediodía del 31 de diciembre de 1999.

4.2 El Conflicto Centroamericano de la Década de 1980

El desarrollo y el crecimiento económico continúan siendo focos de la agenda nacional en Centroamérica. Es de lamentar, que la capacidad gubernamental para brindarles seguridad social a los pobres haya disminuido debido a la corrupción gubernamental, la implementación de medidas y ajustes estructurales --como la privatización de servicios públicos, reducción de servicios sociales y despidos de funcionarios--, el impacto de desastres naturales –como el huracán Mitch y los terremotos en El Salvador-- y las crecientes presiones de la globalización.

En el plano económico, la región se ha integrado a través de cuatro dinámicas que no necesariamente representan garantías de generación de riqueza en el largo plazo, ni sostenibilidad. Son ellas las exportaciones de productos no tradicionales, la maquila, la migración y el turismo. El resultado ha sido que Centro América dejó de ser la región exclusivamente agro-exportadora conocida como ‘economía postre’ (exportadora de café, azúcar, ron) y se ha diversificado en al menos estas cuatro dinámicas. En algunos casos hay beneficios perceptibles, sin embargo, faltan políticas económicas que incentiven el accionar inversionista, la participación trabajadora y el efecto multiplicador sobre mercados locales que puedan crear oportunidades productivas, además de movilidad social

El poder de compra e ingresos centroamericanos siguen siendo los mismos que en 1980 --una de las etapas económicas más bajas en la historia de la región. El PIB per cápita continúa siendo el mismo que en 1980, e indicadores sociales como el Índice de Desarrollo Humano sólo muestra aumentos muy marginales. Además, la esperanza en el desarrollo económico sigue siendo baja. En el mejor de los casos, el crecimiento económico durante los próximos cinco años no se incrementará en más de un 4 por ciento. Esta realidad se convierte en una advertencia acerca del descontento social por la falta de empleo, la continuidad de la pobreza y las promesas incumplidas, ya que podría degenerar en tensión y violencia.

Uno de los mayores problemas al que tienen que hacer frente los centroamericanos es el significativo tamaño de su déficit fiscal y deudas externas. Las obligaciones de Nicaragua y Honduras ante la comunidad financiera internacional paralizan su habilidad para invertir en desarrollo social. El aumento en déficit fiscal de Guatemala, El Salvador y Costa Rica les impide apoyar programas sociales.

El Salvador ha tratado de resolver sus problemas usando el dólar como moneda de curso legal. En el 2001 el país dolarizó su economía, como medida preventiva para reducir la inflación, debido al aumento de las reservas extranjeras y el fluir de dólares de los emigrados hacia Estados Unidos y Canadá. Todavía está por probarse si la dolarización ha sido beneficiosa para el país. Un indicador importante, sin embargo, del efecto de la dolarización se refiere al de la caída de las tasas de interés, las cuales cambiaron de un 14 por ciento a un 9 por ciento. El impacto de los terremotos, sin embargo, con pérdidas por casi dos mil millones de dólares, se convirtió en el mayor reto para la reconstrucción económica y la disciplina fiscal.

La liberalización de la economía y el comercio han resaltado la pregunta sobre el impacto de éstas en pequeñas y medianas empresas. Pequeñas y medianas empresas se encuentran con el desafío del control tradicional del capital sobre industrias específicas, como construcción, alimentación, textil y exportaciones agroalimentarias, y de multinacionales que compiten con medianas empresas aprovechándose de industrias no controladas por grandes capitales, como los medios de comunicación y servicios. El resultado ha sido que la supervivencia de pequeñas y medianas empresas se desvanece debido a la liberalización y al aumento de la competencia de grandes multinacionales o de capital local.

4.3 La Intervención de Estados Unidos en Panamá en 1989.

Después de la muerte del Teniente Roberto Paz del Ejército de los Estados Unidos y de las agresiones perpetradas por miembros de las Fuerzas de Defensa al Teniente de la Marina Adam Curtis y a su esposa Bonnie, el General Thurman puso sus 13.000 hombres en “Alerta Delta”. Entretanto, el gobierno de Bush decidió ejecutar el plan “Cuchara Azul”, que comprendía “ocuparse de Noriega” y eliminar a las Fuerzas de Defensa. Este plan había sido concebido para garantizar una victoria espectacular contra las fuerzas de Noriega habida cuenta que estaba previsto que 24.000 soldados norteamericanos invadieran Panamá. Para entonces las Fuerzas de Defensa poseían 16.000 efectivos, de los cuales apenas 3.000 estaban entrenados para el combate. El plan contemplaba además, la utilización de los nuevos caza-bombarderos F 117 A Stalth de la Fuerza Aérea, cuya misión consistía en descargar bombas de 1900 Kg. en torno a los cuarteles para sembrar el pánico y desorientar a los militares panameños.

Poco después de la medianoche del 20 de diciembre de 1989 se inició una cruenta invasión a Panamá que recibió la denominación de “Operación Causa Justa” en la que terminaron participando 26.000 soldados, que emplearon armas, técnicas y equipos de guerra sumamente sofisticados. El ataque como estaba previsto se concentró en los principales cuarteles de las ciudades de Panamá y Colón, así como en los aeropuertos. Prácticamente el barrio de El Chorrillo fue destruido en gran parte y también hubo choques armados en San Miguelito. Fueron sobre todo los Batallones de la Dignidad los que, en forma desordenada, respondieron al ataque norteamericano.

Según fuentes oficiales del Comando Sur en los enfrentamientos murieron 23 soldados estadounidenses, aunque aún no se sabe con certeza cuántos panameños, entre civiles y militares, perdieron la vida. Los cálculos más conservadores hablan de varios cientos. A ello hay que sumar los heridos y detenidos en campos de concentración. Pese a este despliegue de fuerzas Noriega, el principal objetivo de los Estados Unidos, logró escabullirse y buscó asilo en la Nunciatura Apostólica.

En los días subsiguientes a la intervención y ante la ausencia de fuerzas de policía, se produjeron en las ciudades de Panamá, Colón y La Chorrera saqueos y destrucción de bienes públicos y privados, que arrojaron pérdidas por más de 200 millones de dólares. Mientras tanto, las tropas norteamericanas fueron espectadores impasibles y no adoptaron ninguna medida para impedir estos actos vandálicos.

Según George Bush la ofensiva militar contra las Fuerzas de Defensa de Panamá se hizo“para proteger las vidas de los norteamericanos, defender la democracia en Panamá, apresar a Noriega y llevarlo para ser juzgado por cargos relacionados con el tráfico de drogas por los cuales fue sindicado en 1988 y, por último, para asegurar la integridad de los Tratados del Canal de Panamá”. Sin duda, para comprender el alcance de la invasión estadounidense es necesario no perder de vista el documento de Santa Fe de comienzos de 1989, en el que se señaló que: “la expulsión de Noriega y la realización de elecciones no serán suficientes para instaurar un régimen democrático en Panamá. Estados Unidos tendrá que concentrarse totalmente en los asuntos atinentes a su régimen democrático; la reforma de las FDP, el apoyo a un Poder Judicial independiente y la restauración de la economía, serán los más esenciales”. La historia volvía a repetirse ocho décadas más tarde. Como sabemos, también en 1904, Estados Unidos había considerado que el ejército panameño constituía un factor de perturbación socio-política que era necesario eliminar.

Según la revista Time el plan de ataque consistía en neutralizar e intimidar a las Fuerzas de Defensa mediante la utilización de una fuerza abrumadoramente superior, como ya indicamos. Se atacarían, en primer lugar, los principales cuarteles comenzando por el complejo de Fuerte Amador en una operación emprendida por la Fuerza de Ataque Bayoneta. Pero el principal objetivo era el Cuartel Central de El Chorrillo, donde se suponía que se encontraba Noriega, así como los aeropuertos, Fuerte Cimarrón y Panamá Viejo; Río Hato y el Cuartel de Tinajitas en San Miguelito. Mientras en la capital, como ya dijimos, los Batallones de la Dignidad asumieron la defensa de algunos sectores, en el interior del país la resistencia fue inexistente.

Con el fin de no dejar en acefalía al país, en la medianoche del 20 de diciembre, en la base militar de Fort Clayton tomaron posesión como Presidente y Vicepresidentes, respectivamente, Guillermo Endara y Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford.

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