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Medicina Tradicional En Bolivia

nicx9139 de Junio de 2013

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ENFERMEDADES Y CURANDEROS

Entre los primitivos del continente, la enfermedad tenía su explicación lógica, causada por un ‘’cuerpo extraño’’ demoniaco, que se apoderaba de una persona. Para curarla era necesario eliminar ese cuerpo extraño. Que obligaba a complicadas ceremonias, maniobras de magia y hechicería; a veces sacrificios sangrientos. Para las lesiones externas, no había creencia, porque el mal estaba al avista y su causa raras veces escapaba a la observación.

Hahuari, en tiempos muy remotos, y, más tarde, supaya, supay, manchachicuc, machala, lari-lari, anchancho,aña, según las regiones, se llamaba al diablo; el indígena, si bien lo temía, no lo desechaba del todo, hasta esperaba alguna ayuda de él. Otro ser, más temible que el diablo, y a semejanza de el, era el auke o auka, escapado al centro de la tierra, autor de grandes calamidades, según la creencia general.

Los indígenas consideraban la existencia de un doble espíritu; uno, que podía alejarse transitoriamente, provocando el desmayo (uma-muyuy), el sueño etc.; y otro, que ese alejaba definitivamente, produciendo la muerte. Cuando el enfermo estaba grave, llamaban a la hechicera, quien, arrastrando una prenda de aquel, caminaba por los lugares que últimamente había transitado, gritando por su nombre al espíritu; y gritando como lo hechicería, sin mirar atrás.

Los espíritus, según la magia, podían ser expulsados:

a) Espantándolos, b) ofreciéndoles un alma vegetal o mineral, para que se incorporen en él; c) por encantamiento o conjuro; d) por cohecho o compra. Los hechiceros eran verdaderos artistas; que se designaba layca, umu, y en algunas partes auque o auquilla; Debían reunir especiales condiciones: astucia, habilidad, manual, conocimiento de las costumbres del enfermo, etc. Fetiches y amuletos no tenían significación sin el poder del hechicero. Este gozaba de especiales ventajas y gran estima, compensadores de su trabajo y de su sacrificio… A veces pasaba la noche junto al enfermo bebía hasta la intoxicación ayunaba, utilizaba adornos y trajes extravagantes, danzaba, traspiraba exageradamente; al final quedaba rendido, estado en el que se ponía, al decir que el, en contacto con los espíritus, en el recibía los diagnósticos sin posibilidad de error… tales prácticas impresionaban y convencían a los ayudantes y observadores; en mayor grado a los enfermos.

La hipnosis y la sugestión eran practicadas por los hechiceros. Conocido el mal y sugestionando el enfermo, la curación era fácil; todo se reducía a eliminar, por a cualquier medio, al espíritu maligno. A veces, los medios teúrgicos se combinaban con los mecánicos: succión, masaje, etc.

Gritos e imprecaciones eran los medios más usados para llamar al os espíritus, así como para espantarlos. No obstante la concepción sobre la superioridad de ellos (genios, dioses y demonios) se les atribuía cualidades y pasiones humanas; por eso se les amenazaba o conjuraba con promesas y dádivas para que dejen al paciente; u ofrecían algún objeto tangible, para que se materialicen en el.

Algunos hechiceros formaban asociaciones secretas; aparecían en público con mascaras y trajes estrambóticos, de variados colores, que representaba deidades o personajes y animales de creación caprichosa para espantar a los espíritus. Se los llamaba apucuna. Durante la primavera andaban por los pueblos ahuyentando a aquellos. No es improbable que en estas costumbres esté el origen de estas pintorescas ‘’diabladas’’ de hoy.

Puede citarse una gran variedad de hechiceros, según las regiones y la especialidad de trabajo. Los principales fueron los que, según ellos, hablaban con el dios sol, y se llamaban punchaun villac; sus ayudantes yanapac; los que hablaban con el rayo, considerado también como un dios livlac villac; los que servían de intermediarios con los antepasados malquis: malqui villac: los que adivinaban, interpretando los sueños: mosccoc; los que adivinaban abriendo y examinando el vientre de los conejos: cuyricuc; los que diagnosticaban enfermedades o predicaban el provenir mediante montones de maíz: socyac y hachus.

A la par de los seres malignos y los hechiceros que los combatían, los habitantes de la pre-colonia--- Como los de todos los pueblos primitivos--- reconocían y rendían culto a muchos seres superiores, ante quienes elevan sus preces para asegurar su bien estar su bienestar y vencer a sus enemigos, sin la intervención de los hechiceros. El ser todo poderoso, el creador del universo, era el viracocha, personalizado en el sol, o extraño a él. La luna (quilla) era la diosa de la noche a diferencia del sol, que lo era del día las estrellas (chachascas), seres también muy superiores y de influencia permanente en las diversas actividades humanas. La nieve (jilpe o jilpa), y todos los fenómenos y fuerzas de la naturaleza simbolizaban a distintos dioses, y su presencia, aislada o conjunta, anunciaba días de felicidad o de desgracia.

La expresión achachila era sinónimo de protector o de benefactor. Los yatiris: sacerdotes que estaban en contacto con la divinidad, para realizar el bien o el mal.

En el universo se distinguía el cielo (hanan-pacha), el infierno (huarin-pacha), el mundo bajo o subterráneo (ucu-pacha). En el infierno existía un sitio especial, la casa del diablo (supay-huasi). La diosa de la tierra esa la pacha-mama. Derivando de la pacha-mama existían otras diosas menores, representantes de partes integrantes de la naturaleza: mama ccora, diosa del as plantas; mama-zara diosa del maíz, etc.

Un pequeño dios, familiar, existía en cada casa, generalmente representado por alguna piedra de forma y color raros; se denominaba conopa. El ekeko, dios de la bienestar (la figura en arcilla de un hombre pequeño pleno de satisfacción en el rostro sobrecargado de prendas de vestir y artículos alimenticios en miniatura), sería un conopa, si bien de culto más generalizado.

Los huakas eran los templos donde se rendía homenaje a los dioses. Las hullas, sacerdotes que oficiaban en los huakas. Estos podían reducirse a pequeños tamaños, para convertirse en portales. También llamaban huakas a las cosas feas o extrañas.

Aparte de los hechiceros, que actuaban clandestinamente, aunque con disimulado consentimiento de las autoridades y aceptación preferente del pueblo, existían los personajes que hacían de médicos; más propiamente hechicero médicos porque sus conocimientos y practicas s e inspiraban en los de aquellos, con escasas variaciones nacida en la experiencia, la tradición y la observación de la naturaleza.

La falta de hechiceros, la familia de enfermo o del muerto improvisaba, por sí sola la ceremonias que había observado en casos análogos. La pichara (pichay, limpiar), por ejemplo era una práctica rudimentaria de insospechada profilaxis, y estaba al alcance de todos. Consistía en la limpieza de las habitaciones y ropa del fallecido, ala emana de la muerte, previo barrido minucioso y distribución de las escasas prendas dejadas por aquel. Entre los más allegados en vida, los invitados se trasladaban al rio o riachuelo más cercano, para lavar la ropa. De regreso a la casa, se entregaban a lamentar el fallecimiento del ser querido y a consumir las viandas y bebidas preparadas para el efecto por los herederos. Era preferible en estor menesteres evitar la investigación de los hechiceros, porque nada quedaba para poner a prueba su ‘’arte’’, salvo los objetos prontos a distribuirse.

Los principales métodos terapéuticos de los primitivos hechiceros médicos, los ccampec, alcos, ccamascas o soncoyoc, se basaban en la similitud con los que se tenía para los seres irracionales. Creían que el organismo humano estaba constituido como el de los animales; por eso curaban, preferentemente frotando la parte dolorida del hombre con el cuerpo del animal (ranas, culebras, conejillos, etc.), o dejándolo permanentemente sobre esa parte. La frotación era usada también con fines de diagnostico y pronostico. El conejillo era pasado por el cuerpo del enfermo; y cuando era necesario, con presión disimulada de la mano del actor, moría en el sitio elegido, lo que se interpretaba favorablemente, pues la enfermedad había fugado después de matar al animal. La apretura de las viseras completaba la forzada expiración. En resumen, trataban de eliminar la enfermedad del hombre pasándola al animal (primera noción intuitiva sobre el contagio). Esta práctica se llamaba uy-huachi: todavía se la utiliza.

Entre los aimaras, ejercían la medicina hombres y mujeres, por vocación o herencia. Era también un sacerdocio (kolliri). Los huagas eran seres superiores que, irritados, mandaban la enfermedad y ponían a prueba la capacidad a los kolliris. Otras enfermedades provenían de algún embrujo (laykata; layca: brujo, adivino) o maleficio (jachjata), o desarreglo orgánico.

El kolliri desembrujaba previamente; después, regularizaba las funciones orgánicas. El desembrujo era esencial, inexcusable. Se practicaba en la oscuridad, invocando a los mallkis; ofreciendo hojas de coca, agua, algún brebaje alcohólico, o la sangre de un cobayo (huancku). Conjurando el hechizo, se administraba los medicamentos. Si no daban resultado, era que seguía el sortilegio. El kolliri debía ser también layka, para obrar en ambos sentidos. En el norte peruano y en Quito se llamaba masca al que hacía de brujo y medico.

El kollahuaya o kallahualla (olla: droga, en aymara; huaya: lío manual). Carlos bravo traduce kalli-kahuas por escuela de curanderos. Según Rigoberto M. paredes: kalla significa transportador; huaya: lío, bolsa. Era el personaje central del panorama medico americano de la pre-colonia, más propiamente de la colonia en él a Perú se le conocía

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