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Mi iniciación como sumisa

BlancaBonillaTutorial24 de Julio de 2016

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Diario Intimo de una Sumisa 

Mi iniciación como sumisa

Me llamo Andrea Ángela Gonzales Salvatierra, y con tan solo 18 añitos recién cumplidos, fui ordenada a relatar sobre la manera en que me convertí en lo que soy hoy ahora; una sumisa sexual. Vivo con mis padres y mi pequeña hermana, en Bogotá, Colombia y mi vida siempre ha sido siempre muy alocada y alegre, según mis amigas y amigos. Mi manera de ser es muy abierta y directa; lo que a veces me trae problemas pero soy muy buena chica. A veces soy muy impulsiva, insistente y respondona; como dicen los que no me quieren nada. Mis locuras y a veces rebeldías son siempre un dolor de cabeza para mis padres, frecuentemente me llaman la atención ya sea por mi mala conducta al hablar en casa, por mis bajos rendimientos que tenía en la escuela, o por mi exagerada forma de vestir que según ellos resulta demasiado insinuante y atrevido. ¿Atrevido e insinuante el usar casi siempre jeans muy ajustadísimos y que revelen mis bien redondeadas curvas o usar escotes pronunciadísimos? ¿Atrevido e insinuante el que decida mostrar mis contorneadas piernas veladas en pantimedias negras y en cortitas minifaldas con tacones altos o botas?   ¿Qué hay de malo en ser sexy, loca e insinuante, mientras se es joven y mientras una no llegue a hacer nada malo o pecaminoso? Mis padres siempre me critican por estas supuestas malas actitudes mías que según ellos solo me pueden conducir si no me cuido o cambio mi forma de ser; a la mala vida o al pecado.  Según mi papá yo me visto como si estuviera lista a ir a buscar un desconocido en la calle y encamarme con él en un sucio cuarto de hotel y recibir dinero a cambio. Como si la prostitución fuera algo monstruoso, asqueroso y sucio, como si fuera un pecado que ninguna chica decente siquiera debería pensar como medio de vida. Y yo me pregunto; ¿Cuántas prostitutas conoció mi padre en su juventud antes de estar con mi mamá? Qué mal que los padres nunca entiendan el sentir de la juventud de hoy sin siquiera pensar o reflexionar sobre cómo era la de ellos cuando eran jóvenes como lo soy yo ahora.

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 Pero volviendo a mi caso; me resulta sorprendente descubrir que detrás de toda esa faceta de locura, rebeldía y atrevimiento que demuestro siempre, nunca me hubiera imaginado que escondía una faceta interna y oculta mía que yo no conocía hasta entonces y que gracias a alguien llegué a descubrir. Un día, contacté por internet a Francisco, un hombre mucho mayor que yo; de unos 35 años aproximadamente, totalmente extraño y desconocido para mí, que en poco tiempo me hizo descubrir muchas cosas nuevas de la sexualidad interna de muchas chicas y que me hizo descubrir mi naturaleza sumisa interna.  Me habló sobre unas prácticas sexuales muy raras y nuevas para mí, se trataba de los secretos del mundo del BDSM.   Me explicaba en un principio de manera leve y suave sobre las diferencias de la naturaleza humana, de los tipos de caracteres que hacen que las personas nos diferenciemos unos de otros. El decía que la naturaleza humana era muy compleja especialmente en las mujeres, quienes según él desarrollan actitudes muy diferentes a los hombres en algunos casos. Fue cuando comenzó a hablarme sobre todas las cosas que comprendían las prácticas del BDSM. Mis sentidos se hicieron cada vez más susceptibles al tema cada día que chateábamos; de manera que yo misma me empecé a crear una necesidad de conocer por mi propia cuenta todo al respecto, es decir mi curiosidad me estaba  creando un deseo oculto que me quemaba todo mi cuerpo cada día más y más. Buscaba en internet material de videos o relatos sobre BDSM y cada vez se me hacía una necesidad imperativa de encontrarme con Francisco en línea para que me hablase del tema. Estaba volviéndome tan obsesionada y adicta a este tema, que siempre quería saber y conocer muchísimas cosas de ello. No sabía si hacía lo correcto en investigar por mi propia cuenta o si hacía mal. Francisco me hablaba de que toda chica en su interior lleva una parte de sí oculta; una parte muy íntima en lo referido al aspecto sexual, la cual puede desarrollarse de manera dominante o sumisa; términos que yo no entendía en esos momentos, pero que él poco a poco iba explicándome con mucha sutileza y calma. Me explicaba que si una chica al tener el más mínimo conocimiento de lo que el BDSM significa y su cuerpo y mente reacciona positivamente hacia el deseo de experimentarlo, era prueba irrefutable que está despertando dentro de sí, su propia capacidad de entrega y sumisión. Sin embargo si al saber todo ello, su naturaleza le causa un rechazo total y adverso al tema; significa que de ninguna manera el BDSM es lo indicado para ella. Todo depende de la naturaleza sumisa interna y oculta que toda chica lleva muy dentro de sí misma y que muchas veces no conoce hasta que alguien o algo le hacen despertarlo en ella. A medida que conocía yo más sobre el BDSM, mi cuerpo reaccionaba en desmedida mucho más intensa; que ya no podía resistirme siquiera el deseo de tocarme y acariciar mis partes. Leía cantidades de casos de chicas sumisas, que de manera voluntaria,  se entregaban a amos o amas muy exigentes y severos, los cuales gozaban libremente de sus delicados e inocentes cuerpos. Cada vez que leía todo eso me ponía totalmente excitada que terminaba introduciéndome unos dedos en mi húmeda vagina inmediatamente. Me ocasionaba también una extrema excitación el  oír cada una de las  explicaciones que Francisco me daba sobre la manera en que una chica inocente y joven como yo, podía fácilmente llegar a ser una sumisa en potencia siempre y cuando su naturaleza fuera de un aspecto dócil y pasivo. Las noches se me hacían alucinantes y calientes, llenas de morbo y deseo al recordar cada una de las imágenes que había visto en esas películas y fotos en las páginas de sumisas; de aquellos alucinantes relatos o de todas las cosas que mi muy singular y extraño amigo me relataba sobre estas chicas. El insistía mucho que cuanto más  jovencitas estas chicas eran iniciadas en el mundo del BDSM; mucho mejor aceptaban su condición de sumisas a plenitud y gozaban así de ese placer en manera permanente. Cuánta razón tenía él, lo descubriría en carne propia yo misma más tarde. Francisco me hacía sentir cosas que nunca antes había sentido en mi vida, me facilitaba lecturas de prácticas de BDSM increíbles pero que fueran ciertas, videos de películas mucho más fuertes que las que yo había podido encontrar en internet; donde chicas sumisas eran sometidas a estrictos castigos y violaciones de parte de severos amos y amas. El me preguntaba con frecuencia si yo sentía ya la curiosidad y deseo de entregar mi cuerpo para experimentar y saber el real y absoluto significado del BDSM, a lo que yo simplemente negaba diciendo que no sentía nada en absoluto y que no estaba interesada. Pero eso era totalmente falso; cada día se me hacía imposible seguir negándolo y mintiéndole a Francisco sobre mi verdadera naturaleza sumisa que él estaba despertando en mí; no podía tampoco seguir mintiéndome yo mi misma. Mi cuerpo para ese entonces era ya un volcán de pasiones y deseos, ocasionado por la curiosidad de experimentar en carne propia lo que Francisco me proponía. Tan solo al imaginar lo que cada una de esas chicas sentía al ser humilladas y sometidas, hacían que mi cuerpo se quemara más de deseo inmediatamente. Ya no podía negar más lo que mi propia naturaleza sumisa exigía dentro de mí; mi sumisión y entrega. Francisco siempre me insistía que la única forma de conocer realmente lo que el BDSM comprendía, y si yo tenía esa llamada naturaleza sumisa; era entregándome voluntariamente a él como mi Amo y Señor, para que me hiciera sentir esas nuevas experiencias en mi cuerpo. Yo sabía que mi resistencia absurda acabaría tarde o temprano; rindiéndome a él algún día, más que nada traicionada por  mis propios deseos y a mi propia curiosidad de experimentar por mí misma todas esas formas de entrega y sometimiento que solo mi cuerpo podría hacerme sentir. Así fue como acepté dejarle someterme vía internet en un comienzo para saber lo que se sentía en el chat. Francisco empezó entonces a hacerme su sumisa virtual, tratándome como a cualquier esclava sexual, haciéndome aceptar la humillación de permitirle llamarme PUTA como señal de entrega y humildad y por consiguiente de nunca olvidar llamarle AMO. Algo que noté inmediatamente en mí, fue que  en vez de causarme una indignación la forma en que me hablaba, al contrario me excitaba tanto que me humillara  llamándome siempre Puta. Eso de manera repentina, me hacía sentir una excitación tremenda, al tiempo que seguía sus órdenes ciegamente. Sus insultos y malos tratos, eran algo que nunca ni soñé, ni llegué a fantasear despierta, que me fuera a gustar tanto.

Finalmente logró convencerme que la única manera de que yo pudiera realmente saber lo que era el verdadero significado de la obediencia y sumisión; era pasando de una entrega virtual a una entrega real; es decir entregándole mi cuerpo en persona sumisamente; para que así pudiera yo experimentar vívidamente lo que me había dedicado simplemente a leer y observar en fotos o videos. Sin yo saberlo, era  esta la manera  en que iba ser moldeada dentro del sádico mundo del BDSM. Tras aceptar su particular propuesta, mi Amo me instruyó sobre todos los requerimientos que  debería cumplir para esta especial ocasión, como por ejemplo mi manera en que debía vestir, y el de conocernos en un hotel donde él estaría esperándome.  Se me ordenó elegir una indumentaria que me hiciera lucir como una prostituta, sin fallar absolutamente en nada de los detalles  que él deseaba que tuviera en cuenta en mi ropa. Y al fin llegó el ansiado día en que mi cuerpo sería entregado a mi amo, me dediqué a buscar algo de ropa, que me hiciera ver, como él deseaba que yo me viera. Lo de la ropa fue  muy sencillo el escogerla, ya que siempre visto con prendas insinuantes y sexys, así que de inmediato tomé una pequeña blusa blanca semitransparente, que me deja todo mi plano vientre por fuera y que con facilidad se ve todo lo que llevo bajo de ella. Realmente, no me decidía sí usar, una minifalda negra o unos ajustados pantalones del mismo color. Por la prisa decidí por la mini, y también para hacer juego unas pantimedias negras, las que apenas me puse sin tanguita debajo de ellas, ni tampoco llevaba sujetador tal y como mi Amo me había ordenado, y por último me agarré unos zapatos de charol negro, que tienen el taco bastante alto y que prácticamente termina en forma de una aguja, llevaba el pelo recogido en un elegante moño en la nuca. Sin perder tiempo me dediqué a maquillarme, de manera bastante exagerada, tomé algunas pulseras y collares, que tras ponérmelos me vi en el espejo. La imagen que vi fue la de toda una puta de esas que se dedican a ganarse la vida en las calles, ejerciendo el oficio más antiguo del mundo; me pregunto que hubieran dicho mis padres de verme así vestida. Me estaba poniendo perfume  cuando escuché la voz de Silvana, mi hermanita detrás de mí, preguntándome a dónde iba a ir vestida así. Le dije que me iba a una fiesta en casa de unas amigas y que volvería tarde en la noche. El asunto del permiso ya lo había arreglado con mis padres a quienes ya les había dado la misma explicación. Segundos antes de salir de mí habitación agarré un pequeño bolso de color negro y así como me encontraba salí de mi casa sin que mi mamá me viera; pues me tomaría mucho tiempo explicarle el porqué de mi indumentaria tan putañosa como ella siempre dice a las prendas que yo uso. Provocadora, sexy o como dice mi mamá, estilo putañosa; era mi asunto; después de todo iba vestida para la ocasión, como mi AMO me había ordenado que fuera. La blusa era de seda vaporosa, con lo que al andar se iba moviendo resbalando, durante el camino al hotel me había puesto una pañoleta, ya que al no llevar sujetador, mis pechos se marcaban descaradamente y según andaba se iban moviendo rozando mis pezones con la seda de la blusa. Cuando estaba por llegar al hotel me puse a pensar en algo que no había reparado hasta esos instantes, que yo solo tenía 17 años y probablemente no me dejarían ingresar a la habitación que Francisco había alquilado para mi entrega. No me acordaba que le había mentido sobre mi edad diciéndole que yo tenía 18 años. Nuestra cita estaba en marcha y no había ya manera de volver atrás y privarme de mi nueva experiencia. Por lo tanto decidí enfrentar lo que pudiera suceder, ¿Quería sólo complacer a mi ocasional Amo o quería solamente complacerme yo misma, entregándome a ese completo desconocido para que me sometiera a su antojo? ; sea lo que fuere, me llené de coraje e ingresé al hotel a las 7pm, tal y como habíamos convenido. Era un hotel muy grande, no me esperaba menos de mi AMO, al entrar en el hotel me quité la pañoleta, por si mi amo me estaba observando, quería que me viera, estaba muy provocadora, notaba como los camareros del hotel no me quitaban los ojos de encima. Al llegar a la recepción el encargado me miró de arriba abajo y me preguntó; “¿La señorita Andrea Gonzales Salvatierra?” Moví mi cabeza afirmativamente y sin decirme más nada me indicó que me esperaban en la habitación 205 en el segundo piso. Qué sensación tan vergonzosa y a la vez tan excitante que me confundiera con una puta; pues era tan obvio que si una chica llega sola a un hotel vestida de la manera en la que yo lo estaba, solo podía tratarse de una prostituta, que viene a ubicar a su cliente. Algunas veces chicas menores de edad que ejercen la prostitución son aceptadas ingresar en algunos hoteles; por ciertos convenios que tienen éstos con los manejadores de las chicas. A pesar de la vergüenza de que todos ahí pensaran que yo estaba ahí solamente para prostituirme con mi cliente de la habitación 205;  nuevamente me llené de coraje y procedí a cumplir mi ansiada fantasía. Subí a la habitación que me habían indicado, estaba muy nerviosa, notaba como mi corazón latía fuertemente, me temblaban las piernas, solo pensar que por fin, iba a conocer a mi AMO en persona, y que podría hacer conmigo lo que quisiera, sin ningún límite, me excitaba muchísimo. Según andaba por el pasillo del hotel notaba como cada vez mi corazón latía más fuerte, y cada vez estaba más caliente, mis pezones comenzaron a ponerse duros, llegando incluso a dolerme cuando rozaban con la blusa. Encontré la habitación, estaba frente a la puerta, sabía que mi AMO estaba dentro esperándome, y que en el momento que atravesara esa puerta, dejaría de ser Andrea, y empezaría ser la esclava de mi AMO, mi corazón latía como un potro desbocado, y mis piernas seguían temblando más y más, entonces cerré los ojos, respiré hondo e intenté relajarme, no podía hacer esperar mucho tiempo a mi AMO, se enfadaría y no sabía que castigo podría sufrir. Habíamos hablado muchas veces de nuestro encuentro, y ambos sabíamos perfectamente cuales eran las reglas de nuestro juego, hoy era mi prueba de iniciación, mi AMO me había elegido para que fuera su esclava y no podría defraudarle, todo lo que sabía de él, es que era un AMO muy duro y que le gustaba el sado, pero estaba dispuesta a todo para darle placer, obedecerle en todo lo que él me diga y aceptar con agrado sus castigos y humillaciones, sin ningún tipo de compasión; más que nada por el solo deseo de experimentar lo que había yo visto en esas imágenes y relatos de BDSM. Llamé a la puerta, nadie contestó, volví a llamar más insistente, entonces oí una voz fuerte y decidida, que me decía, “Pasa, la puerta está abierta”- Abrí la puerta, y pasé, no podía ver nada, todo estaba muy oscuro, mis ojos intentaban acostumbrarse a la oscuridad. Noté que era una suite muy grande, con varias habitaciones. “Pasa Andrea, te estoy esperando”. Seguí andando, casi a tientas, podía ver un salón con las cortinas corridas totalmente, un sofá de cuatro plazas, una mesa con flores, y al fondo en una butaca había alguien sentado, era sin duda Francisco;  mi amo, al lado de él, había un escritorio con diversos artilugios encima, que no llegue a distinguir. Poco a poco mis ojos se fueron acostumbrados a la oscuridad, y pude ver mejor la figura de mi amo sentado en la butaca cómodamente, llevaba puesto unos guantes de piel, pantalón de vestir, camisa de seda y unos zapatos también de vestir muy elegantes, todo ello de color negro, se puso de pie, impresionaba verle todo él vestido de negro, y los guantes, le daban un aspecto altivo, y a la vez peligroso, que me daba un poco miedo. Se acercó a mí, me observó muy lentamente, yo no podía ni decir palabra, debido a mis nervios y a la impresión que me daba tenerle tan cerca de mí. Notaba como mi respiración era rápida y entrecortada, y mi corazón parecía que iba a salirse de mi pecho, mis pezones seguían erectos, provocadores, notaba como su mirada me atravesaba como una espada, me miró directamente a los ojos, tenía una mirada, fría y calculadora. Sus ojos brillaban, estaba contento, le encantaba lo que estaba viendo, notó lo nerviosa que yo estaba y pude ver en su rostro un esbozo de sonrisa, le encantaba tenerme así, nerviosa y a su total disposición. Caminó alrededor mío, me levantó la minifalda de manera bien brusca y sin decirme palabra comenzó a tocar mis nalgas. Yo quise protestar, pero de inmediato me ordenó que callase, al tiempo que tras darme una fuerte nalgada, que me dejó ardiendo la piel. Se acercó más a mí, y me besó en la boca, como nadie nunca me había besado, fue un beso muy intenso, como el de dos amantes cuando saben que no se van a volver a ver, se puso detrás de mí otra vez, notaba su respiración en mi nuca, él sabía que estaba muy nerviosa, pero también que le iba a complacer en todos sus juegos sexuales y psicológicos. Cuando escuché que me decía “Por lo visto no tuviste que esforzarte mucho en vestirte como una prostituta”. Me sentí alagada, aunque no lo crean, al verme al espejo de verdad que parecía toda una puta callejera. Puso sus manos en mi blusa y comenzó a desabotonar los botones lentamente, quitándomela de inmediato; acto seguido fue turno de mi faldita; dejando que cayera al piso. Solo quedé en mis pantimedias negras y los zapatos negros de tacón de aguja. Todo mi cuerpo quedó al descubierto. Tenía mis pezones tan erectos, que casi me dolían. Su respiración en mi nuca se hizo más intensa, se acerco más y empezó a masajear todo mi cuerpo suavemente para que me relajara, mis hombros, mi espalda, mi cintura, mis pechos, pellizcándome suavemente mis pezones viendo como me tensaba, deteniéndose en mi sexo, notando lo húmeda que estaba la entrepierna de mis pantimedias por lo muy excitada que estaba, cerré los ojos, e hice todos los esfuerzos posibles para contenerme y permanecer quieta, como sabía que él deseaba, estaba tan cerca de mí, que notaba perfectamente su respiración. De repente paró, “Perfecto, vamos a comenzar” dijo tajantemente. Y se dirigió al escritorio, que había al lado de la butaca, pude ver lo que había encima de él, una correa, una fusta, ropa negra, y otros utensilios de metal, con formas extrañas puntiagudas, que no podía distinguir bien, y solo pensar que los iba a utilizar sobre mí, hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo y me asusté. Él se dio cuenta, de mi reacción, vio el miedo en mis ojos y sonrió. “Todo a su debido tiempo, no seas impaciente”- dijo – “Si, mi amo”- contesté. Notaba que le gustaba ver en mi cara la angustia, y el miedo en mis ojos, No tenía idea  que era un amo duro y que la degradación, la humillación y el dolor, formaba parte del juego que  yo había aceptado, iba a ser su esclava, y ya no había vuelta atrás. Se puso unos guantes de cuero negro, se metió algo en el bolsillo y cogió el collar de cuero, me lo coloco con firmeza en mi cuello, apretándolo fuertemente, el collar tenía una cadena muy larga.“De rodillas” ordenó gritando y tirando fuertemente de la correa. “Si, mi amo” dije humildemente. Me puse inmediatamente de rodillas, al lado tenía sus pies, y empecé a besarlos, el me apartó con firmeza y me fulminó con la mirada, quería dejarme muy claro que el que mandaba era él, y que yo no era más que una esclava, que ni siquiera tenía derecho a mirarle a los ojos. Se volvió y se dirigió a la butaca, tirando de la cadena fuertemente, yo le seguí a cuatro patas, el collar estaba muy fuerte, y cada tirón que daba, me hacía mucho daño. Se arrellanó cómodamente en la butaca y me colocó delante de él, a cuatro patas.-“Dime lo que eres” me ordenó-.”Soy su esclava, mi amo” dije en voz baja. “Más alto, no te oigo, o es que las putas como tú, solo saben gemir”, me increpó. “Soy su puta, mi amo, su perra caliente, mi amo” dije en voz más alta. “Eso me gusta más, pero no es suficiente, te tienes que esforzar más, ladra un poco” me ordenó mi Amo. “Guao, guao” ladré yo con mucha vergüenza. Se levantó tirando de la cadena fuertemente, yo gemí de dolor, y tiró más fuerte todavía, se dirigió al dormitorio, en la pared había un espejo que llegaba hasta el suelo, sacó un lápiz de ojos negro, que tenía en el bolsillo y mientras, estaba a cuatro patas frente al espejo, empezó a pintarrajear, las palabras "puta" y "esclava", en la frente y sobre mis pechos. Tiró fuertemente de la cadena, para que me pusiera de pie, gemí de dolor, y me colocó frente al espejo, sabía que era una chica muy coqueta, que me gustaba ir siempre muy arreglada y sexy, y ahora al mirarme al espejo y verme marcada con garabatos, me sentía humillada, degradada, y maltratada. No quería mirarme en el espejo y aparté la vista instintivamente, él se enfadó, me agarró por el pelo violentamente, y me obligó a mirar.-“Dime lo que eres”- me gritó –“Soy su puta, mi AMO” dije casi sollozando. “Más alto no te oigo” volvió a increparme. “Soy su puta, mi AMO, su perra sumisa, mi AMO”- dije con los ojos llenos de lágrimas, nunca me había sentido tan humillada, y a la vez quería que siguiese, había algo en todo aquello que me encantaba, quería complacer a mi amo. Me soltó el pelo, con desprecio  y se fue. Me dejó en la habitación, frente al espejo, no podía dejar de mirarme. Estuve así mucho tiempo, mientras mi AMO entraba alguna vez en la habitación sin hacerme el más mínimo caso, eso me inquietaba mucho. Una de las veces me dio un azote, fuerte y seco, pillándome por sorpresa, me giré instintivamente hacia él, le iba a decir algo, pero me contuve, había comprendido que mi AMO no iba a tolerar la más mínima indisciplina.

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