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Enviado por   •  25 de Marzo de 2013  •  Informes  •  877 Palabras (4 Páginas)  •  226 Visitas

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El cuerpo humano empieza a descomponerse cuatro minutos después de la muerte. Lo que hasta entonces era un recipiente de vida atraviesa su última metamorfosis fagocitándose a sí mismo. Las células se disuelven. El tejido se vuelve líquido y después gas. Inanimado, el cuerpo se convierte en un inmóvil festín para otros organismos. Primero las bacterias, después los insectos. Moscas. Ponen huevos, que no tardan en abrirse. Las larvas se alimentan de ese caldo rico en nutrientes, luego migran. Lo abandonan de forma ordenada, avanzando en perfecta procesión, siempre hacia el sur. A veces hacia el sureste o el suroeste, pero nunca hacia el norte. Nadie sabe por qué.

A estas alturas las proteínas de los músculos ya se han descompuesto, produciendo un potente caldo químico. Este caldo es letal para la vegetación y mata la hierba al mismo tiempo que las larvas avanzan por ella, formando un macabro cordón umbilical. Dadas las condiciones apropiadas —clima seco y cálido, ausencia de lluvia—, ese ondulante desfile de invertebrados amarillentos puede llegar a alcanzar varios metros. Resulta un espectáculo curioso. Y, para la persona curiosa, ¿qué más natural que seguir el rastro hasta su origen? Así mismo fue cómo los hermanos Yates encontraron los restos de Sally Palmer.

Neil y Sam dieron con el rastro de gusanos a la entrada del bosque de Farnham, en la parte donde bordea el pantano. Era la segunda semana de julio y parecía que el verano no iba a acabar nunca. Hacía un calor eterno que había arrancado el color de los árboles y caldeado la tierra hasta tornarla dura como el hueso. Los muchachos iban de camino a Willow Hole, un estanque de juncos que hacía las veces de piscina municipal. Allí los esperaban sus amigos, con los que pasarían la tarde del domingo lanzándose en bomba sobre el agua tibia y verdosa desde un árbol cercano. O por lo menos, eso pensaban.

Me los imagino aburridos y apáticos, narcotizados por el calor, irritables el uno con el otro. Neil, de once años, tres más que su hermano, camina ligeramente por delante de Sam para hacer evidente su irritación. Lleva un palo en la mano, con el cual golpea los tallos y las ramas que encuentra a su paso. Sam se afana detrás de él, sorbiéndose la nariz de vez en cuando. No a causa de ningún resfriado veraniego, sino por la alergia al polen, que también le congestiona los ojos. Un antihistamínico suave lo aliviaría, pero eso todavía no lo sabe. En verano siempre se sorbe la nariz. Siempre tras los pasos de su hermano mayor, camina con la cabeza gacha, razón por la cual es él y no Neil quien descubre el rastro de gusanos.

Se detiene y se queda observándolos antes de gritarle a Neil que vuelva. Neil lo hace de mala gana y sólo porque tiene la impresión de que Sam ha descubierto algo. Intenta fingir indiferencia, pero el sinuoso desfile de los gusanos lo intriga tanto como a su hermano. Ambos se agachan junto a las larvas,

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