Mujeres En El Poder
18 de Junio de 2014
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LAS RECIÉN LLEGADAS.
MUJER Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA
Line BAREIRO
Con la colaboración de Carmen ECHAURI
I Derecho de piso. II. Esperanza a pesar de la crisis de globalización. III. Disputar el poder público. IV. Formas de participación política de las mujeres. V. Formas constantes de hacer política de las mujeres. VI. Rupturas. VII. Conclusiones.
I. Derecho de piso
Es frecuente que las mujeres sean tratadas como recién llegadas a la política. Se dice que ellas “deben ganar su espacio”, que “los espacios no se regalan”, que deben “hacer méritos para tener cargos”. Ese tipo de argumentos se ha multiplicado a partir de los debates por el establecimiento de cuotas mínimas de participación, que garanticen la inclusión de mujeres en cargos electivos y mandatos, en partidos políticos y más recientemente en leyes electorales.
Este artículo tratará de mostrar que las mujeres llevan mucho tiempo haciendo política, inclusive en instituciones como los partidos, movimientos y organizaciones que tienen como objetivo el ejercicio del poder público, a través del voto de la ciudadanía. Por lo tanto, que el tratamiento de recién llegadas es una expresión más de la discriminación sexista y que, por el contrario, el acceso a la representación política de las mujeres es una necesidad del sistema democrático y un acto de justicia.
II. Esperanza a pesar de la crisis de globalización
Los instrumentos científicos para pensar sobre las sociedades se muestran insuficientes para comprender este mundo globalizado de finales del segundo milenio de la era cristiana. Mucho más difícil aún es encontrar elementos para pensar en la perspectiva de un futuro mejor para la humanidad en el siglo XXI.
Los 189 países reunidos en Beijing (China), a principios de septiembre de 1995, mostraron que en el mundo se comparten valores como nunca antes. La Declaración de Beijing no deja dudas sobre la consideración positiva común de la democracia, la igualdad y los derechos humanos. Quizás por eso mismo resulta aún más terrible observar la realidad del autoritarismo, desigualdad e injusticia. Las contradicciones entre el discurso y la práctica social son inmensas y pareciera que el mundo ha encontrado las formas de convivir con ellas.
Desde el punto de vista político, la inclusión de las mujeres en todas las instancias de poder y el desarrollo de su ciudadanía activa, representa posiblemente la más importante propuesta de renovación democrática. Al igual que la ecología y el pacifismo, el movimiento de mujeres incorpora formas de tratamiento de los problemas que constituyen alternativas a la lógica de poder que rige actualmente la economía, la política y la cultura.
Pero la inclusión de las mujeres va más allá de los movimientos. Se trata de la incorporación de sujetos presentes, pero hasta ahora subordinados, en todos los ámbitos. El ejercicio de la ciudadanía activa por parte de las mujeres es hoy una necesidad de la democracia y la modernidad. Si se está de acuerdo con Angel Flischfisch en que el autoritarismo es la imposición unilateral del orden, desde el Estado a la sociedad y que la democracia es el orden acordado pluralmente por diversos actores, entonces debe concluirse que la democracia es un sistema inclusivo por excelencia. ¿Cómo podría funcionar adecuadamente excluyendo de la representación a la mitad de la población?
Es sabido también que, si el sistema político es incapaz de procesar el conflicto social, los actores buscarán otros escenarios y formas para su canalización. En gran medida, la legitimidad de un sistema político democrático depende de que los actores sociales con capacidad de expresarse se sientan representados en él.
Para valorar mejor la importancia de la inclusión de las mujeres, que han emergido como sujetos políticos, debe tenerse en cuenta la perspectiva de la modernidad. Como bien señala Lechner,
”La sociedad moderna conlleva desde sus inicios una doble perspectiva. Por un lado, el proyecto de modernidad propiamente tal: el pueblo soberano que, a partir de su realidad social, decide su propia normatividad... Por otro lado, una perspectiva de futuro como progresivo control racional de los procesos sociales”1.
Pero éste es el primero, de los tres últimos finales de siglo, en el que no se tienen otras apuestas teóricas para una modernización democratizadora, que la de hacer “camino al andar”, profundizando la democracia a través del aumento de la participación. ¿Cuál es el modelo de desarrollo que permitirá superar la pobreza y las grandes injusticias sociales?.
A finales del siglo XVIII, en Europa, se planteaban como elementos de la modernidad la República, la democracia, el liberalismo, el fin de los privilegios de la aristocracia, la igualdad legal, el capitalismo, el término de la esclavitud. América buscaba independizarse de Europa (Gran Bretaña, España o Portugal), es decir, dejar de ser colonias y establecer el poder criollo.
1 Lechner, Norbert, "El socialismo, creación de un horizonte de futuro", en Garretón, Manuel Antonio; de Ipola, Emilio; Krischke Paulo; Lechner Norbert, Escenarios Políticos de la Transición a la Democracia (I), CDE, Asunción, 1990, p.40.
En uno y otro lugar, nacía la ciudadanía moderna, los derechos y obligaciones para los individuos, que decidían sobre el Estado. El derecho a decidir la propia normatividad y gobierno, basado en el pensamiento de la ilustración europea, se fue ampliando muy lentamente al conjunto de las sociedades y es todavía un proceso inconcluso. Los principios de igualdad y libertad para todos y todas están todavía lejos de ser cumplidos, aunque siguen siendo posiblemente la mejor expresión de lo que la humanidad desea como idea de felicidad. En tanto que la solidaridad parecería estar en desuso como valor entre quienes manejan mayor poder, en este renacer de la competitividad mundial.
A finales del XIX, la modernidad estaba representada por las ideas socialistas. Se amplió la ciudadanía, se fueron incorporando derechos sociales y emergieron expresiones artísticas y literarias que proponían nuevas formas. La distancia entre un mundo dominante y uno dominado existía, pero no se trataba de la brecha entre el primero y el tercer mundo. A América venían masivamente los europeos, buscando trabajo. Uruguay tuvo más tempranamente que Europa leyes sociales. Argentina, EEUU y Brasil, pero también el resto de América, recibían a los inmigrantes europeos. Ellos traían las ideas socialistas, mientras las élites locales ya eran positivistas, liberales, masonas. A nivel del pensamiento por lo menos, cabía la diversidad.
Pero en uno y otro lado del Atlántico se seguía sin incorporar la visión y los intereses de las mujeres a las políticas públicas, ni a los estudios sobre economía y sociedad. Lo referido a la producción doméstica y a lo reproductivo, no constituían temas de la agenda pública.
El siglo XX vivió el auge y la caída de las revoluciones comunistas y de distintas propuestas de un mundo más justo. Luego de haber pasado por numerosas apuestas de desarrollo y sistemas políticos autoritarios, en este final de siglo y de milenio, nos encontramos en América Latina con sistemas políticos democráticos, que son los únicos que permiten efectivamente la inclusión de las mujeres. Pero son sistemas todavía frágiles, incapaces de “responder a la diversificación de intereses y a la multiplicidad de sujetos que cuestionan la organización del poder y reclaman una redistribución del mismo con perspectivas más plurales y autónomas, abiertas a la posibilidad de influir en las decisiones sobre los recursos y acciones en la dirección del cambio”2. La renovación democrática es necesaria. Los signos que pueden guiar las acciones futuras y generar nuevas ideas, que la posibiliten, deben buscarse en las propuestas alternativas generadas en la sociedad. En esa perspectiva es
2 Bareiro Line y Molina Natacha, Igualdad, democracia y ciudadanía, preinforme, Coordinadora de ONG's de América Latina y el Caribe, Mar del Plata, 1994, p-6.
que se identifican tres movimientos sociales internacionales, que representan la disconformidad con las estructuras y formas de ejercicio del poder, que atraviesan el conjunto de problemas societales y muestran caminos que deberían emprenderse hacia un mundo mejor: el pacifismo, el ecologismo y el movimiento de mujeres.
Ninguno de ellos tiene todas las respuestas para los problemas del mundo, ni propone un modelo de desarrollo. Pero los tres indican que, para que haya un mundo justo, pacífico e igualitario, debe haber participación ciudadana amplia, tolerancia, solidaridad, y canalización pacífica de los conflictos. En esa misma dirección se encuentran las propuestas de “Desarrollo humano sustentable” y “Desarrollo con equidad” de organismos de las Naciones Unidas.
En este artículo trataremos de analizar parcialmente uno de esos movimientos. Específicamente se tratará de ver la participación de las mujeres en las instituciones políticas y al movimiento de mujeres, en su relación con el poder público. Para ello, se verán las formas en que las mujeres en América Latina han participado y participan en política y cuáles son sus actuales demandas y propuestas.
La validez de este recorte está dada por el creciente interés de las mujeres en lo político-institucional, lo público por excelencia. Pero no debe olvidarse que, como bien decía Liliana de Riz en un debate sobre cultura y género3, el Estado jamás podrá regular totalmente, ni desarrollar como políticas públicas, las propuestas de transformación cultural, de cambio en las relaciones humanas en
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