Participacion Politica De La Mujeres En El Poder Local
lasincreibles6 de Noviembre de 2012
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INTRODUCCIÓN
El presente trabajo nos muestra cual ha sido la realidad de Guatemala con respecto a la participación política de la mujer en el poder local; y cuales ha sido los aportes para lograr avanzar en este tema aunque a sido un poco lento el proceso pero con el paso de los años nos damos cuenta cual a sido la diferencia antes ni siquiera tenia derecho a votar a elegir a las autoridades y ahora las mujeres ya gozamos de mas beneficios se a capacitado a las mujeres para que ejerzan el poder local para empoderarse y ser sujetos de su propio cambio y así ayudar a que sus comunidades y su entorno puedan lograr el desarrollo que tanto anhelamos como ciudadanos guatemalteco.
Con la aprobación del DECRETO NUMERO 7-99 LEY DE DIGNIFICACION Y PROMOCION INTEGRAL DE LA MUJER se ha logrado marcar un gran paso con lo que es la participación de la mujer en diferentes ámbitos de la sociedad Guatemalteca ya Que la Constitución Política de la República de Guatemala reconoce que todos los seres humanos son libres iguales en dignidad y derechos; valores cuya realización efectiva se ve obstaculizada por las particulares condiciones que enfrentan las mujeres guatemaltecas en lo relativo a salud, educación, vivienda, trabajo, así como en forma general por las limitaciones que en la vida cotidiana se presentan, para su plena participación económica, política, social y cultural.
La Secretaria Presidencial de la Mujer (SEPREM) con el propósito de impulsar un desarrollo local con perspectiva de género promueve no solamente la creación de la Oficina Municipal de la Mujer (OMM), concebidas como mecanismos municipales para el avance de las mujeres en el nivel local, sino también actualmente promueve la elaboración de Planes Municipales con Perspectiva de género (significa) como un aporte novedoso para el ejercicio de la ciudadanía de las mujeres y para la democratización del municipio. Contienen un potencial importante para el impulso de visiones alternativas del hacer municipal y del desarrollo local que aspiren trascender los enfoques estrictamente infraestructurales y de servicios y que pueda ir más allá en la potenciación de los derechos de su ciudadanía.
LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN EL ÁMBITO LOCAL
Características de la participación femenina en el escenario local, la histórica relegación de las mujeres de la esfera pública ha sido consecuencia de la asignación de un rol meramente hogareño y familiar ante el que la mayoría ha debido acatar y resignarse, marcada por una opresión culturalmente patriarcal que ha dominado tanto el ámbito privado como el público.
En este sentido, diversos estudios sociológicos diagnosticaron una suerte de apatía femenina hacia los asuntos públicos dadas sus características emocionales y su intrínseco compromiso familiar. Entendido de este modo, las diferencias entre hombres y mujeres podrían ser las causales de la escasa presencia femenina en el poder político. Sin embargo, es la propia visión androcentrista de la política la que ha relegado a las mujeres al no tener en cuenta sus necesidades e intereses. “La participación social de las mujeres se debe abordar, entonces, tanto desde la perspectiva de su ausencia social, del ámbito público, como de su presencia social en el ámbito privado” (Astelarra, 2002:12).
Ausentes ellas del espacio público y por ende de los pactos sociales, su segregación al ámbito privado ha respondido principalmente a la carencia de atracciones en el plano social y político, lo cual actualmente tiende a cambiar.
Las mujeres ganan espacios tanto en el medio laboral como académico, y ello ha provocado que sus intereses traspasen la esfera de lo privado y asuman una perspectiva colectiva de las necesidades.
Lo anterior se pone de manifiesto cuando las mujeres, a pesar de no tener una equiparada participación oficial dentro del marco político formal, lo hacen en la vida comunitaria, trabajando por el desarrollo y luchando por los derechos de los más desfavorecidos, fortaleciendo, de este modo, su conquista ciudadana.
Así pues, podría afirmarse que la incursión femenina en la esfera pública está originariamente determinada por las necesidades de lucha por la protección y desarrollo colectivo de grupos reprimidos social y económicamente. Esto ha dado lugar a una fuerte movilización comunitaria representada mayormente por mujeres generando una activa ciudadanía social que ha contribuido a fortalecer las relaciones civiles entre las mujeres y el Estado, y en las cuales las primeras han ejercido un gran poder de influencia en las políticas públicas, presión, pactos y adquiriendo, asimismo, prestigio social y habilidades de dirección y liderazgo. Igualmente, tal participación ha generado la incorporación de los problemas del ámbito privado en las agendas públicas, lo que ha repercutido en una gradual conciencia de género.
Los años setenta y ochenta dieron lugar, asimismo, a diversos movimientos sociales en defensa de los derechos humanos que estaban siendo vulnerados por dictaduras y regímenes déspotas.
La incansable protesta de cientos de mujeres en reclamo de justicia y libertad,. Esta es la primera y más activa forma participativa que las mujeres han ganado en el plano social.
En Centroamérica, las guerras civiles supusieron décadas de difícil posición para las mujeres: muchas se sumaron a la lucha armada mientras se ocupaban también de sus hijos y la manutención de sus familias. En El Salvador, un tercio de las fuerzas revolucionarias estuvieron representadas por las mujeres, alcanzando en Guatemala al 18%. Su fuerte compromiso civil en el conflicto bélico ha perdurado también en la postguerra trabajando en la reconstrucción del desarrollo y la reinserción social de todos los grupos excluidos, ejerciendo un papel preponderante en los Acuerdos de Paz, la mayoría firmados en la década de los 90.
Derivado de períodos bélicos o no, otro fenómeno tiene lugar en los espacios públicos: las mujeres trasladan su rol doméstico y materno a acciones comunitarias que persiguen el bienestar y desarrollo de los más desfavorecidos a través de servicios autogestionados que buscan brindar atenciones tanto de carácter alimentario, como de protección, sanidad, etc. Son innumerables las evidencias empíricas a todo nivel donde las mujeres han propiciado asociaciones para atender solidariamente necesidades básicas insatisfechas, a través de comedores públicos, atención primaria de la salud, educación popular, etc.
Ese trabajo ha generado en las mujeres una suerte de perspectiva integral del desarrollo comunitario, incorporando en sus gestiones la destreza administradora, conciliadora y participativa que han germinado en el entorno familiar y doméstico.
Estas nuevas agentes del bienestar social surgidas sobre todo en el ámbito local, se apuntalan así como protagonistas de luchas solidarias ejerciendo una razón de fuerza social. Junto a ello, se han convertido en interlocutoras de sus organizaciones comunitarias con los respectivos gobiernos, lo que les ha otorgado a la vez cierto poder político. De todas maneras, es común que muchas mujeres pongan más énfasis en participar en la construcción democrática que en llegar a decidir en ella (Ranaboldo y Solana, 2008).
Asimismo, Elizabeth Jelin (1996:3) nos alerta sobre esta situación que, aunque permite la participación social de las mujeres, transforma este trabajo invisible y “en una forma de reproducción de la subordinación y el clientelismo” al no reconocer una remuneración para dicha labor que en principio debiera ser satisfecha por el Estado. Asimismo, podría reconocerse que el trabajo comunitario representa para muchas mujeres un espejismo de escape a la vida pública que aún espera la valorización de esa contribución al desarrollo de las comunidades.
De todas maneras, el ámbito local ha supuesto así la apertura de espacios al involucramiento y la participación de las mujeres, y en el que han podido adquirir con ello destrezas de liderazgo.
De otro lado, es importante distinguir las organizaciones de mujeres cuyo principal propósito es la promoción de políticas de bienestar, basadas en el asistencialismo, y donde la apertura a la participación está limitada y encuadrada en una cultura clasista, o que bien son dirigidas por partidos políticos que orientan sus recursos según sus intereses electorales.
La participación femenina es trascendental cuando a través de ella se propicia el empoderamiento, lo que conlleva jugar un papel decisorio en la determinación de necesidades, y búsqueda de soluciones, fortaleciendo así las capacidades de expresión, conciencia pública y autoconfianza.
Ahora bien, podría afirmarse que las formas participativas potencian el papel público de las mujeres y sirven como plataforma para reforzar su empoderamiento en una carrera política. Y si en el ámbito local de la Región, la participación femenina se ha caracterizado generalmente por el trabajo comunitario, solidario y voluntario, también es cierto que ha servido como punto de partida y vehículo para la participación política. Así lo demuestran los casos en que formas de liderazgo en organizaciones comunitarias actúan como “trampolín” a los sistemas políticos formales.
De este modo, tras la experiencia adquirida por las mujeres que promueven y lideran proyectos comunitarios, su prestigio público gana distinción en el plano social. Si no son ellas mismas las que reconocen sus deseos por el servicio público y se visualizan como potenciales candidatas al poder, son los partidos políticos los que encuentran en estas mujeres la oportunidad de sumar a sus equipos personas que
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