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Pensamiento Militar

rosario23 de Enero de 2014

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Introducción

El inicio de los militares venezolanos se remonta a la época de la colonia española, cuando algunos criollos (hijos de españoles nacidos en Venezuela) comenzaron a prestar su servicio militar, para lo cual se alistaron en las milicias de Caracas, donde a los más aprovechados los mandaban a la Madre Patria para que se prepararan mejor como Oficiales.

No podemos menos que reconocer la injerencia, para bien o para mal, de las Fuerzas Armadas de Venezuela en todos o en la gran mayoría de los procesos históricos del país.

La lucha en contra del poder político de los españoles en la Capitanía General de Venezuela, fratricida por demás, cimentó los principios que todavía hoy orientan a la institución militar venezolana. Bajo el control del Libertador, se unificó doctrina, esfuerzo, moral, disciplina y liderazgo, valores que a la larga permitieron la victoria ante los Generales realistas (que fueron enterrados.

Desarrollo

1.-Hechos más resaltantes de la resistencia indígena.

R.- La expansión de las sociedades europeas sobre los pueblos indígenas de América se desenvolvió según una historia definida desde las decisiones de las esferas más altas de cada una de las potencias colonizadoras. Sin embargo, en las regiones fronterizas, entre el universo cultural impuesto desde Europa y los universos culturales de los distintos pueblos indígenas, ésta no fue una única historia, sino una gran articulación entre diferentes historicidades tan específicas como las diversas localidades involucradas en ellas.

En las historias oficiales se han querido proponer historias únicas y lineales, a partir de ejes temporales centrales, alrededor de los cuales giran las temporalidades subalternas. Sin embargo, todo el macro-proceso de conquista y colonización de América estuvo marcado desde historias locales identificadas según “lugares” específicos, de distintas dimensiones y de distintas dinámicas en cuanto a sus formas de transformación (Escobar, 2000). Estos “lugares” no fueron estáticos, sino que construyeron tipos específicos de relaciones sociales y procesos de creación y transformación cultural que se reprodujeron en el tiempo con el piso común de ser diferentes entre sí. Esto es lo que, en palabras de Coronil (2002), podríamos llamar la temporalizarían del espacio y la especialización del tiempo.

A lo largo de la época colonial, el Oriente de Venezuela estuvo poblado principalmente por pueblos de habla Caribe, acompañados por las sociedades Arawak y Warao. Concretamente, se trató de los grupos étnicos Kariña, Cumanagoto, Guaiquerí, Chaima, Cuaca, Core, Chacopata, Paria, Tagare, Tomuza, Palenques Guaribe, Palenques Caracare, Topocuar, Characuar, Warao, Aruacos, Acaigua, Cocheima y Apotomo (Acosta Saignes,

1946, 1961; Civrieux, 1976, 1980, 1998; Brizuela, 1655; Prato-Perelli, 1990; Ayala Lafeé, 1996; Heinen, 1980; Ojer, 1964; Caulín [1779] 1986; Pelleprat [1655] 1985; Whitehead, 1988; Morales Mendez, 1990). En el proceso de expansión colonial sobre ellos, entre los siglos XVI y XVIII, nos interesa resaltar ciertos aspectos específicos, a saber, las construcciones de identidades subalternas, el sentido social de los lugares, las formas

Culturalmente construidas de los territorios y el sentido de las unidades sociopolíticas como espacios de relaciones de poder. De este modo, trataremos de esbozar las relaciones entre los ejercicios de dominación, sus temporalidades y

sus lugares de realización, teniendo presente que el tipo de relaciones que se establecieron entre estos elementos no fue tan simple como una generalidad que varió en cada particularidad y que siguió su historia lineal, sino que ante una imposición de generalidad “imaginada” por la hegemonía europea, hubo violentas tensiones y contradicciones que desde lo local crearon diferentes historias de dominación y resistencia.

El carácter fundamental de las fronteras de esta región fue la actualización única en cada momento y lugar de una estructura, o de un conjunto de estructuras más amplias, subyacentes a las relaciones sociales y construcciones culturales envueltas en este largo y complejo proceso. En este sentido, para identificar las estructuras de las construcciones de identidades de los pueblos indígenas, y sus realizaciones prácticas en sistemas interétnicos (Cardoso de Oliveira, 1968; 1992), es necesario hacer énfasis en la dinámica de las regiones fronterizas. Como se ha dejado ver, estas regiones estuvieron delineadas por las distintas construcciones culturales que cada grupo, de forma aislada o en alianzas con otros grupos, elaboró sobre ellas. Fue de ese modo que sobre la elaboración de cada espacio de resistencia indígena la sociedad colonial no tuvo más remedio que accionar uno o varios frentes de expansión. A su vez, en lo interno, cada frente estuvo constituido por diversos sistemas de relaciones coyunturales o de transformación acelerada en ciertas épocas, y estructurales o de lenta transformación, en su mayoría.

Tales sistemas interétnicos o de interdependencia regional han sido ampliamente documentados en trabajos etnográficos e históricos. Entre los trabajos más resaltantes se encuentra el registro etnográfico de las relaciones comerciales entre los Yekwana del Caura-Paragua (Coppens, 1971) y el análisis de los sistemas de intercambio entre los pueblos indígenas de las tierras altas de Guayana, los englobados bajo el etnónimo de Pemón y sus vecinos (Thomas, 1972; Butt-Colson, 1973, 1983-1984).

Especialmente resaltantes han sido las investigaciones enfocadas sobre la región del Orinoco Medio, donde se han hecho reconstrucciones históricas del sistema de intercambio regional de este río y de sus afluentes durante la época colonial (Morey y Morey, 1975) y de su dimensión lingüística (Biord, 1985). De estos trabajos se desprendió la propuesta de los Sistemas de Interdependencia Regional del Orinoco (SIRO), como estructuras políticas igualitarias y jerárquicamente horizontales (Arvelo, Morales y Biord, 1985).

Tal propuesta, sin embargo, ha sido cuestionada, a partir de las evidencias de que

este sistema comercial fue el resultado del impacto colonial, con relaciones jerárquicas desiguales a lo interno (Zucchi y Gassón, 2002). En esta misma dirección, la dinámica del comercio de quiripas y mostacillas ha sido analizada con un componente del sistema mundo moderno (Gassón, 2000).

En el ámbito etnográfico, entre los Piaroa se ha identificado la continuidad histórica de las rutas y sistemas comerciales (Mansutti, 1986).

2.-Tacticas utilizadas por los indígenas.

R.- En cuanto al armamento y las tácticas utilizadas por la hueste indiana debemos decir que la superioridad respecto a los indígenas era incontestable. Aunque la indiada contaba con algunas ventajas como su superioridad numérica y el conocimiento del terreno.

De todas las armas utilizadas por los castellanos, la espada era sin duda la más destacable. Ni la pólvora, ni siquiera el caballo, tuvieron tanta importancia como las espadas españolas, las mejores del mundo conocido. Los indígenas utilizaban garrotes con filos de obsidiana, que tan solo podían tajar, y además por un periodo de tiempo muy corto, pues el filo se gastaba enseguida. El acero toledano por contra era mucho más ligero, flexible y resistente, y podía tanto tajar como trinchar al enemigo sin sufrir aparente desgaste. La espada es sin embargo solo uno de los muchos factores que daban al español una indiscutible superioridad en el cuerpo a cuerpo, habría que hablar también de los elementos defensivos, entre los que cabría citar toda una variada indumentaria compuesta por cotas, morriones, celadas, corazas, cascos, petos, coseletes, espaldares, o rodelas, por citar algunos. Lo que ocurre es que este tipo de elementos defensivos eran utilizados en batalla, en campo abierto, más el soldado castellano no dormía con ellos ni caminaba por las selvas o por los infinitos desiertos cubierto de hierro, y es precisamente ahí donde el indio se movía en su elemento. Prefiriendo el bosque al campo abierto, y buscando la oscuridad y la sorpresa, para sorprender desprevenido al español. Era por tanto en esta guerra de guerrillas en donde se equiparaban las fuerzas, y en donde al español no le servían sus largas picas, que si bien con ellas los tercios se estaban haciendo señores de Europa, su diseño exclusivo para batallas campales las hacía inútiles frente a las emboscadas nocturnas y los dardos envenenados. Destaca entonces la utilidad del perro, que los españoles convirtieron en un arma mortífera, muy útil para descubrir ataques por sorpresa y para localizar y perseguir la indiada en la noche si hacía falta, siendo capaz de despedazar a un indio en cuestión de segundos.

Si hablamos de animales, no obstante, el caballo sin duda es el rey. Si el perro provocaba absoluto pavor en los indígenas, el caballo será casi reverenciado por ellos como un dios de la guerra, letal, fiero y despiadado. El caballo español, de ascendencia árabe, era de los mejores del mundo. Así, en perfecta formación, podían atropellar y lancear a los guerreros enemigos sin ninguna dificultad. Tanto predicamento tendrá este animal en América, que enseguida el indio aprendió a dominarlo, llegando a ser tan buen jinete como los europeos.

Las ballestas, si hablamos de armas a distancia, tenían mucha mayor capacidad de penetración que las flechas o piedras lanzadas por los indios. Eran fáciles de reparar y además se podían construir nuevas saetas fácilmente con la materia prima que encontraron

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