La Historia Y El Pensamiento Militar Venezolano
Ensayo9 de Junio de 2014
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LA HISTORIA Y EL PENSAMIENTO MILITAR VENEZOLANO
LA CRISIS HISTÓRICA ACTUAL DE LA HUMANIDAD.
La realidad actual del sociosistema lo coloca en una situación que el filósofo español José
Ortega y Gasset califica como “crisis histórica”. Es un momento en el movimiento de
cambio de la humanidad en el cual los valores y las relaciones que estos generaron pierden
su significado sin que se encuentren sustitutos que permitan delinear una nueva estructura
que ordene la vida del hombre en el planeta. Como en anteriores circunstancias han sido los
avances en el campo del conocimiento, con el correspondiente desarrollo de nuevas
tecnologías, lo que perturbó significativamente desde principios del Siglo XX, el orden
mundial. Indudablemente el desarrollo de la física quántica, que implicó la implantación de un
nuevo paradigma científico, ocasionó una revolución de similares consecuencias a las que
tuvo la revolución científica del Renacimiento Europeo. Si éste desarrolló la mecánica con la
consiguiente aparición de las máquinas, la nueva revolución generó la tecnología digital, la
informática y la genética, que le han dado al hombre un control casi absoluto sobre toda
forma de vida. Las técnicas derivadas de estas tecnologías han originado transformaciones
profundas en la política, en la economía, en la ética y en la religión que han desestabilizado
no solamente el sociosistema, sino también el sistema ecológico, base de la vida humana.
Es tal el desbalance que se ha producido que la brecha existente en el Siglo XVIII entre
países ricos y pobres que era equivalente a cinco veces sus ingresos, para el año 2000
alcanzó a trescientas noventa veces. La población mundial en el año 1800 estimada en
1.000 millones, pasó en el año 2000 a 6.000 millones. Y se han duplicado las expectativas
de vida que pasaron de treinta años para 1800, a sesenta y cinco años para el año 2000.
Desde luego, todo con un impacto negativo en los recursos renovables y no renovables que
ofrece el ecosistema.
LA CRISIS HISTÓRICA Y LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA DE VENEZUELA.
En esta coyuntura de incertidumbre se origina en Venezuela, en 1992, la Revolución
Bolivariana, que lleva al control del poder público a los sectores indómitos que resistían
activa o pasivamente el esquema de dominación ejercido directamente por los miembros de
los enclaves de desarrollo secundario, agregados en la llamada “sociedad civil” e
indirectamente por la elite globalizada que domina la política internacional (unos 1.000
millones de personas, que configuran lo conocido como “economías intervinculadas”). Este
movimiento expresa a lo interno del país una aspiración del sistema político nacional de
recuperación de su equilibrio, perturbado severamente durante la década de los setenta por
la crisis petrolera internacional. Refleja el viejo dilema que mueve la historia en el cual a la
fuerza de la inercia que tiende a mantener las estructuras, se le enfrenta el deseo de
diferenciación del estado existente materializado en un nuevo estado. En cierta forma, la
dinámica generada ha permitido un renacimiento del pensamiento humanista renovador
contenido en el ideal independentista, que está enfrentando a las fuerzas conservadoras
nacionales e internacionales con su orientación darwinista. Se contrapone a la visión
simplista de la universalización de una cultura única con la óptica compleja del pluralismo
cultural que respeta la riqueza de la variedad. En el plano netamente estratégico la actual
situación venezolana ha establecido una relación dialéctica entre el poder concentrado en los
actores políticos dominantes y el poder difuso distribuido en las organizaciones sociales
populares, nacionales y transnacionales. Es una interacción que se realiza dentro del marco
de las ya mencionadas “guerras de cuarta generación”. Esta nueva concepción de la confrontación militar, resultado de la crisis histórica en la cual
se vive, reemplaza casi totalmente las viejas nociones de la acción bélica, específicamente
las ideas que informan sobre esta conducta en la era moderna. En esta etapa histórica –la
modernidad- la lógica de la guerra, utilizando la máquina como herramienta fundamental
para su realización, conducía a tres categorías de acciones: la destinada a la destrucción o
neutralización de las fuerzas militares enemigas; la ocupación del territorio del adversario; y,
la acción política de la imposición de la voluntad del vencedor sobre el vencido a través de la
capitulación. Correspondía este proceso, a una acción social en la cual era posible
diferenciar los combatientes militares de los civiles no combatientes y el espacio del Teatro
de Operaciones, donde se realizaban los encuentros y la batalla, de los espacios dedicados
a la actividad civil. Se trataba de un juego con reglas establecidas expresadas por el
derecho a la guerra y el derecho en la guerra, integrantes del cuerpo de normas que
regulan las relaciones entre los estados y conforman el derecho internacional público. Esas
ideas fueron las que orientaron el Pensamiento Militar venezolano, en particular, y en general
la filosofía de la guerra a escala global. Se incluía dentro de las operaciones militares tanto
las acciones llamadas convencionales como aquellas denominadas irregulares, siempre que
ellas estuviesen dirigidas contra los combatientes enemigos. Las acciones realizadas contra
objetivos civiles, constituían actos de “lessa humanidad” y eran por lo menos objeto de
sanciones morales. La Segunda Guerra Mundial sentó el precedente de la sanción judicial a
quienes aplicaban el terrorismo bélico, término con el cual se designó los actos inhumanos
realizados contra la población civil e incluso, contra los combatientes heridos o capturados.
De manera general, aún con los horrores implícitos en el uso de la violencia, las guerras que
preceden la actual contenían elementos fundamentales del pensamiento humanista.
EL PENSAMIENTO HUMANISTA Y EL EFECTO DEL POSITIVISMO EN LA
METAESTRATEGIA NACIONAL.
Este pensamiento humanista que orientó la acción militar venezolana, incluyendo las
realizadas en el marco de las confrontaciones civiles internas, sufrió una muy importante
variación a principios del Siglo XX, con el advenimiento de lo que ha sido conocido como la
hegemonía andina. De una concepción que reflejaba la idea de la movilización en masa,
muy claramente señalada en el documento transcrito en el Capítulo I de esta obra, en la cual
era obligación de todo ciudadano el participar en la función de defensa estratégica del
Estado, que incluía “el tomar banderas” en las contiendas internas según la conciencia
individual, se pasó a la conformación de un estamento militar profesionalizado a quien se la
adjudicó el señorío de las actividades de defensa. Esto a pesar de que los instrumentos
legales que se promulgaron durante ese lapso, mantenían las disposiciones que regulaban la
organización de las reservas militares que hacían práctica la participación ciudadana en la
defensa militar del Estado. De hecho, las milicias que tradicionalmente se conformaban
dentro de las jurisdicciones de los estados que constituían la Federación, desaparecieron de
la organización militar de la República.
Esta tradición histórica y constitucional, cambió como consecuencia del Imperio del
pensamiento positivista en la orientación del régimen andino (1899-1945). Dentro de esta
aproximación filosófica, por cierto con algún contenido racista, el valor fundamental de la
acción pública del gobierno del Estado era el progreso, en términos concretos identificado
con la industrialización, dependiente del orden tanto en el entorno interno como en el ámbito
internacional. De allí que para esta última finalidad, se consideraba a las Fuerzas Armadas,
dirigida por una elite profesional, parte de una ilustrada que le correspondía el gobierno de la
nación, como responsable del logro del orden interno y la seguridad de las fronteras como
condiciones indispensables para el progreso de la comunidad política. No es de extrañar
entonces, que las primeras decisiones en el terreno de la defensa militar del país, estuviesen
9dirigidas a neutralizar las fuerzas irregulares indómitas, que competían por el logro del
poder a escala regional o nacional y a organizar un centro académico de formación de
Oficiales destinados a configurar esa élite militar. Esta última decisión contravenía la
tradición implantada desde la época colonial cuando la formación académica del cuerpo de
oficiales se realizaba en la Real y Pontificia Universidad de Caracas o en los cuerpos de
milicias criollas o pardas que constituían las fuerzas locales que complementaban el Ejército
Español. Además, como parte de esa política, el problema de la delimitación del territorio fue
central como componente del aseguramiento de la estabilidad de las fronteras. Este
pensamiento positivista fue mantenido invariable durante todo el Siglo XX,
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