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Problemática agraria en el pais, abordando la historia de las invasiones de tierras y su evolución a lo largo del tiempo

cr150623 de Julio de 2014

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INDICE

Contenido

Introducción 3

Invasiones: buen negocio 3

Cómo se forma un asentamiento 4

Historia del Asentamiento más joven de la ciudad capital 5

Marta 6

Otto 7

Juan José 8

Roxana 9

Análisis de los invasores de tierras urbanas y rurales 9

Tierra en pocas manos 11

Las cifras 12

Inaccesible 12

Reconvertir la tierra 13

El estudio 14

CONCLUSIÓN 14

RECOMENDACIÓN 15

E-GRAFIA 15

Introducción

Este trabajo tiene como objetivo conocer la problemática agraria del país. Su historia y la forma en que ha evolucionado.

La invasión de tierra ha sido una constante desde tiempos de conquista. Por lo que cada vez ha ido evolucionando y cada vez se buscan las mejores prácticas para arreglar esta problemática en forma legal, pero dado que la población se acrecienta y la escases de tierra y vivienda ala población que esta acostumbrada que el gobierno se lo dé a ellos todo, sin tener que trabajar o esforzarse por ello.

Al final de esta investigación se tendrá un mejor panorama de lo que ha pasado y lo que viene si no se tienen los mecanismos adecuados para un mejor desarrollo agrario.

Invasiones: buen negocio

Un techo digno es un derecho al que todos deberíamos tener acceso para contar con la certeza de una vivienda, humana, funcional y propia. Esto lo remarca la constitución, como parte de un derecho.

El terremoto de 1976 generó masivas invasiones de terrenos en busca de un lugar en donde vivir.

Dirigentes políticos en la oposición motivaron a los “sin techo”, especialmente llegados de la provincia, a invadir terrenos en la periferia capitalina. Y surgió el asentamiento con el nombre del presidente, “Laugerud García” (Presidente en ese momento), en la zona 7. Pero es en el gobierno de Vinicio Cerezo que las invasiones cobran fuerza.

El día que toma posesión se producen 34 invasiones en el país, y aparece el asentamiento con el nombre de su esposa “Raquel Blandón de Cerezo” y después otro y luego, ya no fue solo un proceso urbano. Se invadieron fincas, terrenos, playas y el área rural se volvió escenario de movimientos de reivindicación de la tierra a manos de “líderes” que se convirtieron en “jefes de jefes”, tal el caso de “Estrellita” seudónimo de una “jefa de jefas” quien visualiza el terreno, determina la situación social, analiza el momento político y utiliza su banco de datos con nombres, direcciones, edades, escolaridad, número de integrantes de la familia y los convoca.

Cobra cien quetzales a cada persona por permitirle que invada la tierra, para ella reserva entre tres y cinco lotes. Concretada la invasión, cobra cien quetzales a cada invasor para papeles, y finalmente, otros cien quetzales, para pago de escrituras. En cien lotes fácilmente obtiene 30 mil quetzales, más sus propios lotes que luego, vende o alquila Algunos invasores entregan el “derecho de llave” a otras personas necesitadas de vivienda, cobrándoles entre 7 y 10 mil quetzales, para luego reportarse con “Estrellita”, listos para una nueva invasión. Se conoce que en los días posteriores a las invasiones, aparecen personas de pelo rubio abundante, ojos azules, blancos y con morrales típicos, llevando cámaras fotográficas o de video y que extrañamente hablan con acento extranjero, para verificar que los guatemaltecos tengan acceso a la vivienda, se les conoce como parte del “acompañamiento de países amigos “ quienes brindan protección, y apoyo a lideresas como “Estrellita”, de quien según dicen otros líderes vive fuera de la capital en una casona. ¿Será verdad que los invasores de tierras y sus líderes no tienen casa?

Cómo se forma un asentamiento

Los barrancos y laderas de la ciudad capital están llenos de historias de quienes animan a otros a instalar asentamientos. Esta es la versión de 5 personas que promovieron la invasión del asentamiento más joven de la ciudad, Coronel Jacobo Árbenz.

Existen 30 mil familias que necesitan vivienda cada año según estimaciones del CEUR, 2 mil son los casos de invasiones que CONRED evaluó en los últimos dos años en todo el país. El investigador de FLASCO, Mario Bravo indica que “La injusta concentración de la tierra en pocas manos es una de las principales causas del fenómeno.

Un poco de historia; Los primeros asentamientos se fundaron en la ciudad capital después del terremoto de 1918; en la actualidad existen 400 en el área metropolitana. –En términos monetarios las viviendas informales tienen un precio elevado. “si bien el trabajador no cobra su fuerza laboral los materiales de construcción deben reemplazarse constantemente; explica Florentín Martínez, investigador del CEUR de la USAC.

Historia del Asentamiento más joven de la ciudad capital

Los protagonistas de la historia: Otto, Roxana, Juan José Gómez, Marta Valiente y Fidel Morales (de izquierda a derecha).

La noche del 13 de enero, 3 soldados se preparaban para custodiar la entrada del Cuartel Militar Matamoros. El silencio de la calle se cortó con el sonido de los motores de 15 automóviles y los pasos de un centenar de personas con machetes, piochas y otras herramientas de labranza. Al principio los 3 uniformados verde olivo se sintieron amenazados, pero después entendieron la situación cuando aquel grupo cortó la maleza y dejó limpio el terreno. “Una invasión en proceso”, pensaron.

Aquellos 120 hombres y mujeres, trabajaban sin parar. “Un grupo acá y otro allá, tal como lo planeamos, compañeros”, les animaba Fidel Morales, aquel de lentes de montura plástica y morral al hombro que los dirigía. Al cabo de 5 horas, la primera de seis manzanas de extensión estaba lista para instalar un improvisado campamento.

Así la historia del asentamiento más joven construido en la ciudad capital; un casco urbano donde los barrancos, laderas y fincas estatales empezaron a escasear. Un fenómeno comprensible considerando la cantidad de familias sin casa; “tan solo en la capital existe un déficit de 400 mil viviendas”, explica José Gándara, presidente de la Comisión de la Vivienda, en el Congreso.

Estas familias traen consigo una sarta de anécdotas que coleccionan por su condición de nómadas. Fidel, el hombre robusto con lentes de montura plástica y morral al hombro es portador de estas historias. A los 10 años vivió en el Cerrito del Carmen cuando el terremoto de 1976 destruyó su casa en algún punto de la zona 1, no recuerda bien dónde. Después se trasladó al Barrio Gerona donde animó a sus vecinos a organizarse e invadir la fi nca El Zacate, una ladera cercana a La Limonada, en 1995.

Un pleito con el comité de vecinos de El Zacate, rebautizada como Santo Domingo El Tuerto, lo desligó del movimiento y se marchó. De nuevo aparece en escena en la Asociación Un Nuevo Amanecer que planeó el “Asentamiento Humano Coronel Jacobo Árbenz”. “Aquí las cosas se hacen de forma distinta, queremos un ambiente sano para los niños, por eso pedimos antecedentes penales y policíacos”, cuenta Morales. Incluso planificaron con asesoría de una arquitecta (de quien se reserva su identidad) para la ubicación de la escuela, una guardería y el salón comunal.

Son 6 manzanas de ladera seccionadas en 250 terrenos de 4 metros de frente por 7 de fondo; todos tienen dueño, pero solo 50 están ocupados. “Son las familias que en definitiva no tienen dónde vivir”, explica Morales. Por el momento compran agua, y no hace falta más que subir la vista a los postes de alumbrado para adivinar de dónde obtienen energía eléctrica.

La semana pasada, el comité de vecinos entregó una solicitud a la Empresa Municipal de Agua (EMPAGUA) para que le construyan drenajes y un chorro que les surta del líquido. Pero los servicios quizá no lleguen. El lugar tiene 45 grados de pendiente, una ladera peligrosa, más cuando llueve, según Andrés Casasola, director de mitigación de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED). Sin el aval de la entidad, la Municipalidad no podrá responder a los vecinos.

“Alguna solución tiene que existir”, insiste Morales, pero abandonar el barranco definitivamente no. Mientras, observa desde lejos un tanque de agua al otro lado del barranco, a donde solía subir cuando necesitaba estar solo en Santo Domingo El Tuerto, y desde donde vio por primera vez el sitio que ocupó con 250 familias.

Marta

“No queda nada. Nada”, sollozaba Marta Valiente mientras observaba cómo las llamas consumían sus cosas; calcetas, golosinas y chicles, la venta diaria para subsistir. Una más en su lista de tragedias: en 2005 el río San Francisco se llevó su casa en Panajachel, Sololá; en 2007, su cuarto se hundió en el boquerón del Barrio San Antonio, zona 6; y el pasado 31 de diciembre perdió cuanto poseía en un incendio.

El consejo de un amigo fue la luz al final del túnel, “llegá al Frente Popular, ahí se reúne un grupo que piensa invadir un terreno”. De eso hace 9 meses. Marta encontró a una veintena de vecinos de distintos asentamientos de las zonas 1, 6, 18 y 21.

Tenían (y tienen) en común su precaria situación económica y que ninguno cree en las promesas del Gobierno: “Nos han ofrecido cosas y apoyo, pero nunca lo hemos recibido”. En febrero de este año, sin embargo, el Congreso de la República aprobó la Ley de la

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