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Punto de vista Por Lucia Berlin


Enviado por   •  22 de Abril de 2018  •  Tareas  •  1.445 Palabras (6 Páginas)  •  109 Visitas

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Ector Castillo López

Punto de vista

Por Lucia Berlin

Imagina “el dolor” de la historia de Chekhov, en primera persona. Un anciano explicándonos que su hijo acaba de morir. Nos sentiríamos avergonzados, incomodos, e incluso aburridos, y reaccionaríamos exactamente como los pasajeros del cochero en la historia. Pero La voz imparcial de Chekhov, sin embargo, imbuye a ese hombre de dignidad. Respondemos la compasión del autor por él y estamos profundamente conmovidos, si no es por la muerte del hijo, más bien es por el hecho de que el viejo termine hablando con el caballo.

Creo que es porque todos somos bastante inseguros.

Quiero decir que si les presentara así a la mujer sobre la que estoy escribiendo…

“Soy una mujer soltera de poco más de 50 años. Trabajo en el consultorio de un médico. Vuelvo a casa en autobús. Los sábados voy a la lavandería y luego hago la compra en Lucky’s, recojo el Chronicle del domingo y me voy a casa”, me dirán, dame un descanso.

Pero mi historia comienza con: “todos los sábados, después de la lavandería y el supermercado, ella compraba el Chronicle del domingo”. Escucharán todos los pequeños detalles compulsivos y obsesivos de esta mujer, la vida de Henrietta, solo porque está escrita en tercera persona. Rayos, pensarán, si el narrador cree que hay algo en esta patética persona sobre lo que merezca la pena escribir, será que lo hay. Leeré y veré que pasa.

No pasa nada, en realidad. La historia, de hecho, aún no está escrita. Sin embargo, espero hacer que, a fuerza de minuciosidad en el detalle, esta mujer sea tan creíble que no puedan evitar compadecerla.

La mayoría de los escritores usan accesorios y decorados de su propia vida. Por ejemplo, mi Henrietta come cada noche una cena  en un mantelito azul, usando exquisitos cubiertos italianos pesados. Algo curioso, con el cual podría parecer contradictorio en esta mujer, es que recorta los vales de descuento de los rollos de papel de la cocina, pero despierta la curiosidad del lector. O al menos espero que así sea.

No creo que vaya a dar alguna explicación en la historia. A mí, sin ir más lejos, también me gusta comer con ese tipo de cubiertos elegantes. El año pasado encargué un juego para seis comensales del catálogo navideño del Museo de Arte Moderno. Muy caro, cien dólares, pero pensé que merecía la pena. Tengo seis platos y seis sillas. Talvez  daré una cena en casa, pensé en el momento. Resultó ser, sin embargo, que eran cien dólares por seis piezas. Dos tenedores, dos cuchillos, dos cucharas. Un juego individual. Me dio vergüenza devolverlos; pensé: bueno, el año que viene pediré otro.

Henrietta come con sus bonitos cubiertos y bebe vino de Calistoga en una copa. Come ensalada en un tazón de madera y calienta una comida precocinada Lean Cuisine en un plato. Mientras come, lee la sección “Este mundo”, en donde todos los artículos haber sido escritos por la misma primera persona.

Henrietta no puede esperar a que llegue el día lunes. Ella está enamorada del Dr. B., el nefrólogo. Muchas enfermeras/secretarias están enamoradas de “sus” doctores. Una especie de síndrome Della Street.

El Dr. B. está inspirado en el nefrólogo para el que solía trabajar. Ciertamente no estaba enamorada de él. A veces bromeaba y decía que teníamos una relación de amor-odio. Él era tan odioso que me recordaba cómo se relacionan las parejas.

Sin embargo, Shirley, mi predecesora, sí que estaba enamorada de él. Ella me enseñó todos los regalos de cumpleaños que le había dado. La maceta con la hiedra y la pequeña bicicleta de bronce. El espejo con el koala esmerilado. El estuche estilográfico. Me dijo que al doctor le encantaron todos los regalos a excepción del asiento de bicicleta de piel de borrego. Ella tuvo que cambiarlo por unos guantes de ciclista.

En la historia, el Dr. B. se burla de Henrietta por el asiento, es sarcástico y cruel con ella, como seguramente podría ser. Ese será el punto culminante de la historia, de hecho, cuando Henrietta se da cuenta del desprecio que siente por ella, de qué lamentable es su amor.

El día que empecé a trabajar ahí, pedí vestidos de papel. Shirley los utilizaba de algodón: “Cuadros azules para los chicos, rosas para las chicas”. (La mayoría de nuestros pacientes eran tan viejos que usaban andadores). Todos los fines de semana cargaba con la ropa sucia y se la llevaba a casa en el autobús, y no solo la lavaba, sino que además la almidonaba y la planchaba. En eso anda ahora mi Henrietta… planchando en domingo, después de que ella limpie su apartamento.

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