¿Qué Tipo De "sistema De Ciencia" Se Necesita Para Apoyar La búsqueda De Un Desarrollo Sostenible?
abulafia28 de Febrero de 2012
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¿Qué tipo de “sistema de ciencia” se necesita para apoyar la búsqueda de un desarrollo sostenible?
Isabelle Sánchez-Rose
En 1987, con la publicación del informe “Nuestro Destino Común” por la Comisión de las Naciones Unidas en Medio Ambiente y Desarrollo (1988), mejor conocido como Informe Brundtland, surgió la noción de desarrollo sustentable, entendido como aquel que es capaz de responder a las necesidades del presente, sin comprometer la posibilidad de que las generaciones futuras satisfagan las suyas.
Este informe parte de reconocer que el mundo es uno solo a pesar de los esfuerzos humanos por fraccionarlo en naciones, en sectores (energía, agricultura, salud) o en áreas de preocupación (ambiente, economía, sociedad). Estos límites se desdibujan en la realidad por lo que no es posible sostener que existe una crisis ambiental por un lado, una crisis del desarrollo por otro lado y otra energética aparte, cuando se trata en realidad de una sola crisis. Sostiene el Informe que la enorme desigualdad existente entre países ricos y países pobres no sólo es un problema de desarrollo, sino también un problema ambiental. Desde esta perspectiva, la pobreza y la exclusión son los síntomas más visibles de la problemática del modelo de desarrollo imperante “un mundo que permite la pobreza endémica estará siempre sujeto a catástrofes ecológicas y de cualquier otro tipo” (CMDA, 1988:10)
Veinte años han transcurrido desde entonces y muy poco se ha avanzado en lograr este imperativo. Si bien ha sido profusa la literatura sobre el tema, intentando afinar y operacionalizar la definición, falta realizar estudios dirigidos a explorar la manera de conciliar la necesidad de satisfacer las necesidades del presente sin agotar los recursos naturales o perjudicar las capacidades de regeneración de los ecosistemas.
Tras la aparente simplicidad del enunciado inicial de desarrollo sustentable de la Comisión Brundtland, emergen enormes desafíos tanto epistemológicos como para su puesta en práctica. En este capítulo nos proponemos explorar las tendencias que se vienen perfilando en el ámbito de la producción y uso de conocimiento, así como los retos que la búsqueda por alcanzar un desarrollo sustentable le plantea a la investigación y por consecuencia a la Educación Superior.
Desarrollo sustentable y sustentabilidad más allá del crecimiento económico
La noción de desarrollo surgida a finales de la segunda guerra mundial, en la década de 1940, ha experimentado cambios que han incido en la evolución de la teoría del desarrollo, en un intento por comprender los procesos de desarrollo económico y social. En torno a la cuestión de desarrollo, Sen (2003) identifica dos grandes corrientes de pensamiento, las cuales no son necesariamente excluyentes, aun cuando pueden contener algunas posiciones extremas: una corriente asocia el desarrollo con una cierta dosis de sacrificios o males colaterales. Ella se sustenta en la lógica del modelo de crecimiento económico y la acumulación de capital, como condición previa indispensable para resolver los problemas del desarrollo. Al término de ese tránsito de sacrificios se obtendría los frutos del progreso, expresado en bienestar social y económico, eliminación de la pobreza y mejora de la calidad de vida. La otra corriente concibe al desarrollo como un proceso “amigable”, en el que se destaca la cooperación como valor constitutivo. Esta concepción intenta eliminar la dicotomía existente entre bienestar social y el crecimiento económico, entre calidad de vida y productividad económica. En ella se procura ampliar el alcance de las estrategias de desarrollo incluyendo consideraciones sociales tales como salud, educación, distribución del ingreso, reducción de la pobreza, etc. Si bien ambas perspectivas coexisten y se complementan, la interpretación tradicional que se le ha dado a la naturaleza y condiciones del desarrollo ha estado fuertemente influenciada por la primera corriente.
El surgimiento de la problemática ambiental en la década de 1960 colocó un velo de duda acerca de las bondades del desarrollo al ser interpretado como una consecuencia negativa derivada de dicho proceso. A partir de entonces, el discurso sobre ambiente y desarrollo entra en escena y lo hace inmerso en medio de una polémica que enfrenta las posiciones encontradas de los países industrializados del Norte con la de los países en desarrollo del Sur. Esta controversia marcó mucho el debate en torno a los asuntos sobre ambiente y desarrollo que se extendió desde la década de 1960 hasta bien avanzada la década de 1980.
Para los países industrializados, los problemas ambientales eran interpretados como un efecto externo (externalidad) negativo e indeseado derivado del proceso productivo, el cual podía corregirse introduciendo mejoras técnicas. Los primeros esfuerzos por integrar los aspectos sociales al proceso de desarrollo se inscriben en esta perspectiva (Melnick, 1980). Por otra parte, los países en desarrollo concebían al ambiente en estrecha relación con el desarrollo e incluso como una condición del mismo. En esta tendencia se inscribe la idea introducida por la CEPAL, según la cual la problemática ambiental es el resultado del estilo de desarrollo imperante (definido por Sunkel (1981) como estilo de desarrollo ascendente o transnacional) y no del grado de desarrollo alcanzado por los países (Gligo, 2006). Mientras que la solución del problema para los países del Norte se reducía a la introducción de ajustes marginales, para los países del Sur, la solución implicaba el desarrollo de un estilo de desarrollo diferente, pues era la propia lógica y forma de funcionamiento del modelo de desarrollo el que estaba en cuestión.
Las perspectivas enfrentadas ponen en evidencia una tensión entre un enfoque centrado en la universalización u homogenización y otro enfoque que coloca el énfasis en la diferenciación (Selin y Linnér, 2005). La visión universalista, sostenida por los países industrializados, partiendo del carácter trans-fronterizo de los problemas ambientales, planteaba que todos los países, independientemente de su grado de desarrollo, debían avocarse a la solución de los problemas planteados. Desde esta perspectiva todos los países comparten la misma preocupación por esta problemática, ante la cual poseen una responsabilidad común. Por el contrario, muchos países en desarrollo enfatizaban las diferencias existentes en las condiciones e intereses internos de los países del Norte y del Sur. El carácter diferencial del desarrollo permitía distinguir dos tipos de problemas ambientales en los países del Sur, aquellos que resultan del desarrollo (deterioro ambiental, contaminación) y los problemas derivados del subdesarrollo (hambre, pobreza, exclusión, etc.) y, en razón de estas diferencias, las responsabilidades de los países no podían ser las mismas. Se argumentaba que la vía más efectiva para atender los asuntos ambientales de los países en desarrollo era incrementar las condiciones sociales y económicas de los países, más que seguir el modelo cultural y político del Norte como la única opción posible.
Entre los objetivos que se planteaba la Comisión Brundtland estaba el formular una propuesta que lograra ganar la adhesión, tanto de los países en desarrollo como de los países desarrollados, y que permitiera promover la cooperación multilateral (Entrevista a Gro Harlem Brundtland en 2004, reseñada por Selin y Linnér, 2005). El concepto de desarrollo sustentable, además de mostrar la estrecha interrelación entre los asuntos ambientales y los de desarrollo, introduce la idea de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, según la cual dado que todos todas las naciones del mundo comparten en común el destino del planeta tierra, todos los países, tanto los desarrollados como en desarrollo, deben asumir la responsabilidad de trabajar en pos de lograr el desarrollo sustentable, si bien las responsabilidades de los distintos países no son necesariamente las mismas. Con la incorporación de esta idea se intenta contrarrestar la tensión Norte-Sur que marcaba el debate hasta entonces en torno al tema.
La noción de desarrollo sustentable se impuso como eje del discurso dominante, al lograr centrar el debate y articular los esfuerzos en torno a un objetivo común, ocupando desde entonces un lugar importante en la agenda global. Desde entonces, se han hecho numerosos esfuerzos por aportar una definición clara de desarrollo sustentable aplicable a la solución de problemas específicos, sin que todavía se haya podido ofrecer respuestas adecuadas. Dentro de la heterogeneidad de definiciones formuladas, se destacan algunos rasgos distintivos, según los cuales el desarrollo sustentable es un fenómeno que atraviesa distintas escalas temporales (intergeneracional), se desarrolla en diversas escalas espaciales (locales, nacionales, regionales, globales) y descansa en la interrelación dinámica de múltiples dimensiones (económica, ecológica, social, política, institucional) (Martens, 2006)
La aceptación unánime que parece suscitar este nuevo enfoque de desarrollo, ha soslayado los cuestionamientos de fondo de que ha sido objeto por parte de algunos autores. Sin duda que una propuesta orientada a la satisfacción de las necesidades humanas, la reducción de la pobreza y el hambre, manteniendo los sistemas de soporte de la vida en el planeta, y sustentada en nuevos fundamentos éticos, políticos y de justicia (intra e intergeneracional), despierta adhesión general. Para quienes lo adversan, el centro de la crítica a la noción de desarrollo
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