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Reseña Las Estructuras Elementales del Parentezco

Mar AnunziatoReseña25 de Junio de 2020

807 Palabras (4 Páginas)169 Visitas

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RESEÑA I

“Las estructuras elementales del parentesco” (1949) es uno de los textos de cabecera dentro de los estudios antropológicos sobre el análisis del parentesco. Su autor, Claude Lévi-Strauss, exponente del estructuralismo francés, propuso un giro epistemológico anclado en la lingüística saussureana que le permitió destacar la naturaleza simbólica de lo social. Posicionándose más allá de la recopilación de las nomenclaturas y el análisis de las funciones de los roles en la sociedad, propuesta por el estructural funcionalismo británico, este autor insistióqw en la importancia de considerar al parentesco como un sistema de relaciones de las que es posible dar cuenta de las estructuras subyacentes que regulan la vida social. Estas estructuras no son una realidad empírica sino fundamentos inconscientes y universales plausibles de ser explicados si se es capaz de encontrar las leyes que regulan los fenómenos contingentes, tal como se opera en las ciencias físicas.

Es por ello que al aproximarse al discutido y ambiguo problema de la prohibición del incesto y, desechando explicaciones eugenésicas, de repulsión instintiva o de reglas exogámicas expuestas por otros cientistas sociales que solo explicaban las modalidades de la institución en tal o cual sociedad particular, Lévi-Strauss sostiene que la clave está en preguntarse qué causas profundas y omnipresentes hacen que, en todas las sociedades y en todas las épocas se manifieste la prohibición. Con esta premisa, el autor analiza el problema del incesto como el movimiento fundamental gracias al cual se cumple el pasaje entre los dos órdenes en los cuales se inscribe el ser humano, quien tiene tanto un sustrato biológico como una vida cultural.  Lévi-Strauss sostiene que es la universalidad de la prohibición lo que da cuenta de su inscripción al orden de la naturaleza: no hay, dice, grupos donde no se prohíba de alguna manera el matrimonio con los parientes más próximos.  Esta universalidad se complejiza al dar cuenta de la faceta cultural de la prohibición, mediatizada por cada regla particular en las diferentes sociedades: las normas y sanciones que regulan qué parientes son los aprobados y los excluidos para contraer matrimonio son el factor variable. Hete aquí, entonces, un fenómeno que posee la universalidad de las tendencias y el carácter coercitivo de las normas e instituciones. La pregunta por la ambigüedad y particular ubicación de la prohibición del incesto se clarifica atendiendo al postulado anterior ¿Es posible que el pasaje de la naturaleza a la cultura sea, de una vez y para siempre, resuelto a partir de este análisis estructuralista?

La teoría de la alianza formulada por Lévi-Strauss sostiene que a través de establecer los parientes no permitidos para el matrimonio, la prohibición tiene como función impedir que la cantidad limitada de mujeres sea “monopolizada” por la familia en detrimento del grupo. La regla por la negativa opera en un doble sentido: por un lado, dice con qué mujeres un hombre no puede casarse; por el otro, permite y exige que las esposas sean buscadas por fuera del núcleo familiar. Este intercambio equitativo de mujeres empuja a la exogamia, constituyéndose la alianza matrimonial en una estrategia para crear relaciones de colaboración entre linajes y familias. Las bodas son vistas desde ese punto de vista como un fenómeno comunicativo total que incluye múltiples clases de prestaciones culturales: bienes materiales y valores sociales que se articulan como un sistema de donaciones y contra donaciones.

Desde la antropología de género se ha criticado esta explicación pues la teoría de la alianza se sustenta en el presupuesto de que existe una proximidad biológica de las mujeres a la naturaleza, configurando a los hombres como los agentes de cambio social. Ellas, por su rol reproductivo, han sido relegadas al ámbito del cuidado, adjudicándoseles una pasividad que justifica que Lévi-Strauss (y la mayoría de los pensadores de los albores de la modernidad) las piensen como bienes intercambiables despojados de la politicidad inherente al sexo masculino. El señalamiento desde la antropología de género, entonces, es que la homologación de las mujeres a la naturaleza es un precepto ideológico, una construcción hegemónica que ancla la subordinación de estas a explicaciones que pretenden ser universales. Es por eso que su propuesta es hacer un desmontaje crítico tanto del concepto de naturaleza como el de cultura, dando cuenta de lo esencial de analizar la intervención tanto de hombres como de mujeres en los procesos de aculturación y construcción simbólica. A la vez, proponen un cambio epistemológico y metodológico que permita sospechar de todo lo que se adjudique como “natural” a las identidades femeninas o masculinas (esencializándolas) pues muchas veces esto oculta diferencias de poder. Por último, es imprescindible en este mundo posmoderno preguntarnos si la dicotomía naturaleza-cultura como órdenes separados y distinguibles sigue siendo útil para las explicaciones que la antropología quiere dar sobre las sociedades y sus esquemas de representación: esquemas que, inexorablemente, se construyen en y con el ecosistema en constante retroalimentación.

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