SELECCION NATURAL DE DARWIN
renegio5 de Febrero de 2013
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LA TEORÍA DE LA SELECCIÓN NATURAL
DE CHARLES DARWIN
Tras su regreso a Inglaterra en 1836, Darwin comenzó a recopilar sus ideas acerca del cambio de las especies en sus Cuadernos sobre la transmutación de las especies. La explicación de la evolución de los organismos le surgió tras la lectura del libro Ensayo sobre el principio de población (1798) del economista británico Thomas Robert Malthus, que explicaba cómo se mantenía el equilibrio en las poblaciones humanas. Malthus sostenía que ningún aumento en la disponibilidad de alimentos básicos para la supervivencia del ser humano podría compensar el ritmo de crecimiento de la población. Este, por consiguiente, sólo podía verse frenado por limitaciones naturales, como las hambrunas o las enfermedades, o por acciones humanas como la guerra.
Darwin aplicó de inmediato el razonamiento de Malthus a los animales y las plantas, y en 1838, había elaborado ya un bosquejo de la teoría de la evolución a través de la selección natural. Durante los siguientes veinte años trabajó sobre esta teoría y otros proyectos de historia natural. Darwin disfrutaba de independencia económica y nunca tuvo necesidad de ganarse la vida. En 1839 se casó con su prima, Emma Wedgwood, y poco después se instalaron en la pequeña propiedad de Down House, en Kent. Allí tuvieron diez hijos, tres de los cuales murieron durante la infancia.
Darwin hizo pública su teoría por primera vez en 1858, al mismo tiempo que lo hacía Alfred Russel Wallace, un joven naturalista que había desarrollado independientemente la teoría de la selección natural. La teoría completa de Darwin fue publicada en 1859 como El origen de las especies por medio de la selección natural. Este libro, del que se ha dicho que “conmocionó al mundo”, se agotó el primer día de su publicación y se tuvieron que hacer seis ediciones sucesivas.
En esencia, la teoría de la evolución por selección natural sostiene que, a causa del problema de la disponibilidad de alimentos descrito por Malthus, los jóvenes miembros de las distintas especies compiten intensamente por su supervivencia. Los que sobreviven, que darán lugar a la siguiente generación, tienden a incorporar variaciones naturales favorables (por leve que pueda ser la ventaja que éstas otorguen), al proceso de selección natural, y estas variaciones se transmitirán a través de la herencia. En consecuencia, cada generación mejorará en términos adaptativos con respecto a las anteriores, y este proceso gradual y continuo es la causa de la evolución de las especies. La selección natural es sólo parte del amplio esquema conceptual de Darwin. Introdujo también el concepto de que todos los organismos emparentados descienden de antecesores comunes. Además ofreció un respaldo adicional al antiguo concepto de que la propia Tierra no es estática sino que está evolucionando.
ADAPTACIÓN Y EVOLUCIÓN:
La doctrina del darwinismo establece que todas las especies que existen hoy en día han descendido unas de otras debido a mutaciones al azar y por selección natural. Ellos dicen que una especie se transforma en otra a lo largo de millones de años por la evolución. En su intento de confundir a la gente mezclan dos conceptos bien diferentes:
Evolución (transformación de una especie en otra)
Adaptación (variación dentro de una misma especie)
La adaptación está aceptada tanto por los darwinistas como por los antidarwinistas. La adaptación es un hecho comprobado.
En cambio jamás se ha observado ningún ejemplo de evolución que trasformara una especie en otra.
La adaptación no provoca jamás que una especie se convierta en otra. Hay innumerables ejemplos de adaptación:
Etnias humanas: las personas originarias del norte de Europa tienen poco pigmento en la piel, mientras que las personas provenientes de África tienen más pigmento para protegerse de los rayos del Sol. Todas son la misma especie, puesto que pueden tener descendencia fértil
Izquierda: Wangari Muta Maathai, Premio Nobel de la paz en 2004.
Derecha: Marilyn Monroe en Gentlemen Prefer Blondes.
El famoso ejemplo de Darwin, los pinzones de las Galápagos, precisamente son diferentes variedades de la misma especie. Son la misma especie porque pueden cruzarse entre sí y tener descendencia fértil (ver notas al final 1 y 2). Se cita siempre como un ejemplo de la evolución, pero esto es falso, ya que no han cambiado de especie, únicamente son variedades diferentes de la misma especie.
Podemos citar también múltiples ejemplos de adaptación dirigida por el ser humano mediante la selección artificial: las diferentes variedades de animales domésticos: perros, caballos, vacas, gallinas, etcétera. El hombre ha ido cruzando las diferentes variedades de animales para potenciar diferentes aspectos que le fueran convenientes: mayor producción de leche (vacas), huevos (gallinas), docilidad (perros y caballos), etcétera.
EL AZAR Y LA NECESIDAD:
El paradigma naturalista nos impone la existencia de únicamente dos opciones de causalidad: el azar y la necesidad. Es necesario sin embargo recordar que el recurso al azar como causa es una simple metáfora, un recurso explicativo interesado. El azar no existe, el azar no es causa, ni agente, ni fuerza ni principio activo de suerte alguna. El azar no es sino la invocación del efecto sin causa; en último extremo y recordando las palabras del físico y matemático francés Henri Poincaré, el azar no es sino la medida de nuestra ignorancia. Pues bien, la significación de la idea de azar en la obra de Darwin y el significado que, más adelante, se ha ido consolidando entre sus seguidores merece un comentario.
Ninguno de los elementos constitutivos de la teoría darwinista, la existencia de un grado de variabilidad observable en la Naturaleza en los procesos de reproducción, la selección natural y el hecho evolutivo en sí (descendencia con modificación a partir de una primigenia forma de vida antecesora) son intuiciones originales. La originalidad de su teoría radica en la forma en que supo combinar ideas existentes para construir una hipótesis deslumbrante. Pues bien, el papel esencial en la teoría de Darwin con vistas a justificar la creación de organismos cada vez más complejos corresponde al azar, es decir, a la existencia de mutaciones o modificaciones de caracteres morfológicos no predecibles en el proceso de reproducción, no dirigidos hacia resultado alguno predeterminado y de muy escasa entidad, casi imperceptibles, de acuerdo con el principio esencial “natura non facit saltum”. Es por ello que tanto el gradualismo como la aparición en el proceso de una infinidad de formas intermedias entre los organismos primitivos más elementales y los más complejos conocidos en la actualidad resultan condiciones esenciales a la teoría.
Pero la idea de azar no tiene para Darwin otra significación que la de causa desconocida. Para Darwin el azar es aquello que no podemos predecir porque desconocemos la existencia de una causa concreta que dirija el proceso, o si la hay, ésta no se nos manifiesta de manera reconocible lo que nos impide realizar predicciones verificables. Las variaciones que se producen en el proceso de reproducción no obedecen a ningún principio rector conocido, no pueden ser anticipadas a partir de la mera observación y el conocimiento de los progenitores.
Los seguidores actuales de Darwin por el contrario, equipados con un mayor conocimiento científico en relación a los procesos de la vida, han optado por considerarse suficientemente conocedores de todas las implicaciones científicas y metafísicas del proceso y han elevado la idea de azar a la categoría ontológica de causa, conformando una visión metafísica de un Universo regido por dos principios naturales que bastan para justificar todo lo existente: el azar y la necesidad. El azar ha sido exaltado a la condición ontológica de causa con el propósito fundamental de evitar la necesidad de una explicación causal eficiente ajena al propio cosmos. El darwinismo contemporáneo, al adoptar tal concepción, pretende consolidar la idea de que el diseño aparente en la Naturaleza no es sino una mera ilusión, un espejismo, y que la Naturaleza tiene sus propias reglas justificadoras sin necesidad de recurrir a instancias sobrenaturales para ser explicada, y que la vida, los seres vivos, y nuestra propia existencia carecen por completo de significación y de finalidad. Pero esta pretensión encuentra una oposición intelectual demasiado contundente para sostenerse de forma sólida, y el obstáculo principal para su aceptación es la idea controvertida y rechazada por muchos científicos y filósofos de que la complejidad maravillosa de la vida pueda ser el resultado del puro azar. Ello contradice de manera directa no sólo la experiencia sensible, sino también el sentido de racionalidad inherente al propio Universo y las leyes que lo rigen.
Conforme vamos adquiriendo más conocimientos de los mecanismos complejísimos de las formas esenciales de la vida (la célula), las acusaciones de reduccionismo y de ingenuidad simplista hacia la teoría darwinista se hacen más numerosas. Para muchos, la complejidad de la vida es de tal naturaleza que no existen modelos matemáticos capaces de justificar la adquisición por puro azar, en un proceso de variación aleatoria y casual de nuestro material genético, de dichos rasgos de complejidad presentes en la mayoría de los seres vivos en tan “sólo” el tiempo de existencia del Universo.
La crítica es tan firme y los argumentos tan evidentes que los defensores de la ortodoxia evolucionista
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