San Isidoro De Sevilla Y El Mito De La Tierra Plana San Isidoro De Sevilla Y El Mito De La Tierra Plana

En los dos últimos siglos ha habido algunos eminentes autores que han criticado a Isidoro de Sevilla, al parecer porque no han captado correctamente el sentido de algunos de sus comentarios sobre la forma de la Tierra. Sin embargo, con su libro Eine Welt ohne Amerika, Berlin, 2000 (Un mundo sin América), Reinhard Krüger ha contribuído mucho a rectificar el prestigio del obispo altomedieval con respecto a su concepción astronómica. Aquí se presentan algunas de sus observaciones a ese crítica, y se sacan unas conclusiones adicionales.

En primer lugar, es interesante observar que Isidoro de Sevilla (560 – 636, aprox.) cita autores antiguos, como (Pseudo-) Higino, que en su libro De astronomia describe con perfecta corrección el globo terrestre, las zonas climáticas y los antípodas[1]. Isidoro conoce además muy bien las obras de san Agustín, que define la Tierra como una masa esférica[2] y no pone en duda la posible existencia de animales en la parte de la tierra opuesta a la nuestra[3]. Isidoro califica también muy claramente la astronomía como natural y, por el contrario, la astrología como en parte natural y en parte supersticiosa[4]. Isidoro tampoco podía contradecir razonablemente a los grandes doctores antiguos de la Iglesia como san Jerónimo y san Agustín, que opinaban que en ciertos casos no se puede interpretar la Biblia literalmente sino en sentido figurado o alegórico[5].

Los críticos de Isidoro se basan principalmente en su frase: «La Tierra se llama orbe respecto a la redondez del círculo, ya que es como una rueda (sicut rota), por eso se llama circulito (orbiculus) a una rueda pequeña»[6]. De ésta y otras citas de Isidoro, que ciertamente son a veces demasiado parcas y algo ingenuas, han concluído sus críticos que para Isidoro la Tierra tendría la forma de un disco plano.

Sin embargo, Isidoro acepta decididamente la opinión de los especialistas en este campo. Así dice: «Según el testimonio de Higino, la Tierra se encuentra en la región central del mundo, concretamente en distancias iguales a todas las partes del cielo, de modo que se encuentra en el medio»[7]. Además acepta una definición, en aquella época muy difundida, según la cual el eje de la Tierra es como una recta que pasa por el polo norte y por el medio del globo terráqueo (mediam pilam)[8], que por tanto se encuentra en el medio de la esfera celeste. Isidoro dice también que las pilae son como las pelotas, con las que juegan los niños[9]. Con esto queda claramente confirmado su concepto de la esfericidad de la Tierra.

Isidoro cita también la opinión de filósofos famosos que creían en un movimiento del cielo y de las estrellas fijas en él, de este a oeste; tal como lo cita, parece que para él esa opinión no se puede aceptar con seguridad. Pues san Agustín había ya expresado anteriormente la duda de algunos hermanos, es decir cristianos, que se habían propuesto la cuestión del movimiento del cielo, es decir de si en realidad se mueve o reposa[10]. Por el contrario, las dos grandes autoridades de la antigüedad, Aristóteles y Ptolomeo, estaban convencidos de la inmovilidad de la esfera terrestre.

La característica esencial de una rota, que en latín significa rueda o polea, es su capacidad de girar y no su posible forma de disco. Hoy se podría considerar la Tierra como un rotor, pero este neologismo es mucho más moderno. La afirmación de Isidoro, que la Tierra fuera como una rueda, recuerda a algunos antiguos autores griegos, conocidos como representantes de la teoría de la rotación de la Tierra con respecto a la inmovilidad del cielo. Según Plutarco, son sobre todo Heráclides Póntico y el pitagórico Ecfanto, los que han descrito un movimiento de la Tierra, que no consiste en una traslación, sino (en un giro) al estilo de una rueda que gira de occidente

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