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Satanás en el Martillo de las Brujas.


Enviado por   •  3 de Noviembre de 2016  •  Apuntes  •  3.039 Palabras (13 Páginas)  •  242 Visitas

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Universidad Nacional Autónoma de México

F. F. L.  Problemas de Filosofía de la Historia y de las Ciencias Sociales II

Satanás en el Martillo de las Brujas.

Navarro Hernández Erick Joel  302151224

…cuentan que un día uno de los más grandes doctores

-tras haber conquistado los corazones indiferentes…

exclamó, arrebatado por un orgullo satánico:

<<¡Jesús, pobre Jesús!, ¡te he impulsado muy alto!,

pero, si hubiera querido atacarte en tu punto débil,

tu vergüenza igualaría tu gloria,

y no serías más que un feto irrisorio!>>

Baudeliare

En el intento de construir una base sólida sobre la cual fundamentarse, la razón se automanipula amañando los conocimientos que ella misma contiene de forma que todas sus piezas terminen por embonar. Lo que vemos desplegarse dentro del martillo de las brujas es un mecanismo funcionando a la perfección en cuanto a que todas las posibles preguntas que pueden ser hechas con respecto a lo que el texto sustenta, encuentran una cierta respuesta satisfactoria acorde a los fundamentos que se han impuestos como válidos; es decir, nos encontramos frente a un mecanismo complejo capas de arrojar toda una comprensión de lo existente. La figura de Satanás es de vital importancia en este texto ya que sobre esta figura recae lo que no puede explicar el cogito. El cometido de este ensayo es poner de manifiesto la manera en como la figura de Dios y de Satán se complementan dentro del texto para crear toda una cosmovisión de todo lo existente, esto será llevado a cabo mediante el intento de dar respuesta a la siguiente incógnita: ¿En que medida y de que manera es posible reconocer la forma en como se relacionan el ámbito de lo sexual y el ámbito de lo moral mediante la figura de Satanás en el texto el martillo de las brujas?

La racionalidad no cree poderse articular sobre una base en movimiento, el cometido del aparato racional es alejarse da las posibilidades y funcionar sobre una base estable. La incomplitud del cogito no es visible a primera instancia, en una primera instancia el cogito cree ser un mecanismo completo y perfecto; y en cierta forma lo es pero no de una manera absoluta e irremediable. Es por causa de que las pasiones se encuentran en constante movimiento y debido a que el movimiento es posibilidad y no certeza, que el cogito intenta buscar su validación fuera de lo pasional. La racionalidad se valida a sí misma montando todo un entramado de valoraciones que actúan en conjunto para de esta forma dar la ilusión de que se funciona sobre una base estable. El camino de Dios a causa de que simboliza el deseo de permanencia, es el camino del desapego hacia toda pasión. El cuerpo es considerado la prisión del alma. La creencia de que lo que somos verdaderamente es algo puramente espiritual proviene del neoplatonismo. El hombre católico se experimenta como un extranjero en este mundo.

El martillo de las brujas es un texto eminentemente católico. La Escritura es el texto sagrado sobre el cual se fundamentan en una primera instancia todas las creencias que encontramos presentes en dicho texto. Ahora bien, a lo largo de todo este entramado existen dos símbolos vitales sobre los cuales gira toda la problematización, por un lado tenemos a DIOS que representa todo lo comúnmente es aceptado como “bueno” y, por otro lado tenemos a la figura de SATANÁS quien representa a las fuerzas ocultas, al lado oscuro de todo lo existente. Satanás simboliza a aquellos misterios impenetrables que actúan no bajo la luz de la razón y que en muchas ocasiones se oponen radicalmente a esta supuesta iluminación racional. Satanás representa a la duda insaciable, representa a las inconsistencias del aparato racional. El Diablo es la personificación del Mal Supremo, el enemigo de Dios. Ninguna otra religión posee algo parecido, un ser que represente la causa última del mal. El demonio es lo que no debe ser provocado ya que de serlo se corre el gran riesgo de que este hiera con fuerza a la supuesta armonía del cogito. La figura del demonio representa el lado más oscuro del complicado psiquismo humano.[1] La medida y el orden se encuentran ligados a la idea de bien, por su parte lo que no tiene proporción, lo desordenado, se encuentra ligado a la idea del mal.

La voluntad de los demonios se encuentra inmutablemente fijada en el mal, en el pecado permanente de la soberbia, de la envidia y del desprecio supremo. Los demonios nos molestan cuando estamos en vela, nos perturban en los sueños, traen enfermedades, suscitan tempestades, se transforma en ángeles de luz, llevan siempre el infierno con ellos.[2] En los demonios impuros existe el furor natural, la loca concupiscencia, la imaginación desordenada, el orgullo, la envidia, la cólera. Los demonios están apasionados por hacer el mal, los demonios se encuentran inflamados por el orgullo. Son espíritus lógicos que saben las cosas sin razonamiento. El demonio simboliza a todas las experiencias que tienen el poder de cuestionar la supremacía del orden; dentro del mecanismo existe un límite que no se puede rebasar ya que el sumergirse demasiado en estas cuestiones indiscutiblemente desemboca en el laceramiento del cogito. Cuando la duda pone en peligro la valides del sistema se recurre a la fe, se recurre al trillado: todo es parte de un plan divino incomprensible para el conocimiento humano. A lo largo de todo el texto se sostiene que la obra del diablo no puede ser más fuerte que la obra de Dios, se afirma que incluso en contra de su voluntad, los demonios son obligados a servir a la gloria de Dios; asumirnos de parte del ganador funciona como una aspirina metafísica, ya que de esta forma todo se resuelve, todo tiene un por que y un hacia donde. No es obra de la casualidad que al espíritu de la duda, del orgullo, de la rebeldía se le caracterice con lo que no debe ser provocado, recordemos que uno de los fundamentos básicos de la doctrina católica es el concepto de sumisión, siempre es más fácil culpar a alguien más. La promesa de la vida eterna es la promesa por la felicidad eterna, dicha promesa es vislumbrada desde la soledad idealizadora del hombre y, en consecuencia, puede ser revestida de todas las gracias que la imaginación sea capaz de concebir.

Existen argumentos dentro del texto que si bien cubren la función de insertar afirmaciones relevantes para de esta forma continuar un cierto hilo conductor, esto se lleva a cabo arbitrariamente, se trata de afirmaciones carentes totalmente de sustento; solo desde aquí es posible entender y aceptar que argumentos como el que afirma que Leviatán tiene escamas adheridas unas a otras, y que estas escamas resultan ser el símbolo de los miembros del diablo, este “argumento” termina por concluir que es por causa de estas escamas como se puede concluir una diversidad de orden y de acción de los demonios. Es sorprendente como puntos tan esenciales son burlados con argumentos absurdos o circulares.

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