Ser marxista
marcianah10 de Octubre de 2012
3.470 Palabras (14 Páginas)380 Visitas
¿Qué es ser marxista?
Por Fernando OCARIZ
Ser marxista es, naturalmente, profesar la doctrina elaborada por Karl Marx; pero también se llaman marxistas quienes, partiendo de los puntos fundamentales del marxismo original, han asumido otros aspectos filosóficos, económicos, políticos, etc.; además, con frecuencia, se consideran marxistas incluso quienes sólo han tomado algunos elementos del marxismo. En consecuencia, la pregunta ¿qué es ser marxista? no tiene en la práctica una respuesta única y precisa: en realidad, no hay un marxismo, sino diversos marxismos.
1. Cuatro elementos
No obstante, cabe señalar cuatro elementos o coordenadas principales, que definen cualquier tipo de marxismo que se llame así con un mínimo de rigor. Estos elementos son: ateísmo, materialismo, dialéctica y socialismo. No se trata de cuatro aspectos independientes, sino que forman una visión más o menos unitaria del mundo, que se llama materialismo histórico y materialismo dialéctico. El modo de entender estos elementos y sus interrelaciones puede ser variado: de ahí la variedad de marxismos. Incluso antes de Marx, algunos autores fueron ateos, materialistas, dialécticos y socialistas (por ejemplo, Proudhon), pero no fueron «marxistas antes de Marx», precisamente por concebir esos elementos de forma diversa.
A continuación se expone muy sintéticamente el contenido marxista más fundamental de esos elementos y algunas de sus principales consecuencias teóricas y prácticas
1. Ateísmo
Marx tomó el ateísmo de Feuerbach, como si fuese un dato ya adquirido e indiscutible. Feuerbach pretendía explicar el fenómeno religioso mediante la teoría de la proyección fantástica que el hombre haría de su propio ser —de la perfección a la que puede y debe llegar— atribuyendo ésta a un imaginario ser supremo. De ahí que, para Feuerbach, la afirmación del hombre —que se resume en la frase «el hombre es para el hombre el ser supremo»— es consecuencia de la negación de Dios. En cambio, Marx —aceptando fundamentalmente este ateísmo— lo crítica en varios puntos; señalemos dos principales:
A) La religión no es algo que se explique por sí sola (como simple proyección fantástica), sino que tiene su raíz en la vida real de la humanidad: esa raíz, en último término, sería la realidad económica. Brevemente, la teoría de Marx sobre el origen de la religión puede resumirse en la concatenación de las alienaciones: la propiedad privada (alienación económica) engendraría la división de la humanidad en clases sociales; ésta haría que la clase dominante, para mantener y reforzar su dominio, produjese el Estado político, con lo que una parte de la sociedad se pondría por encima de la sociedad misma, y el hombre quedaría dividido entre súbdito del Estado y miembro de la sociedad (es la alienación política); el Estado necesitaría justificarse teóricamente y engendraría la alienación filosófica, consistente en pensar soluciones imaginarias para los problemas reales: por ejemplo, pretender resolver las cuestiones económicas, mediante las «ideas» de justicia, Derecho, etc. Por último, ante la insatisfacción de lo que de hecho el Estado puede realizar, se produciría la alienación religiosa, consistente en imaginar un ser supremo fuera del mundo, que garantizaría una vida feliz después de la muerte. Así, según Marx, resulta que la religión es a la vez consecuencia y protesta ante una realidad terrena de alienación económica; por eso, la religión sería el opio del pueblo, pues tendría por función suavizar el sufrimiento, llevando la mente humana a un mundo irreal, a la vez que le impide tomar conciencia de la base real de los problemas.
B) Según Marx, hay que pasar del ateísmo negativo al ateísmo positivo. Es decir, no se trata de negar a Dios para afirmar al hombre, sino que hay que eliminar la misma idea de Dios, de modo que el hombre se afirme directamente desde sí mismo, y no mediante la negación de Dios (negación que sería «la última fase del ateísmo»). Esto comporta que la religión ha de ser combatida no sólo teóricamente, sino también en la práctica. Aunque, por lo señalado en el párrafo anterior, la total eliminación de la religión sólo sería posible cuando se hubiesen eliminado todas las demás «alienaciones», Marx considera que «la crítica de la religión es condición de toda crítica»: efectivamente, si se acepta a Dios, es imposible ver la filosofía, la política, las diferencias sociales y la propiedad, necesariamente como alienaciones; pues aceptar a Dios lleva consigo la imposibilidad de considerar lo económico como base de lo real. Sobre este punto volveremos enseguida. Baste aquí señalar que el ateísmo no es algo marginal para el marxismo; de hecho, no es posible ser materialista, dialéctico y socialista en sentido marxista (que es el único sentido en que se puede ser todo eso con una cierta coherencia teórica, aunque no completa), no sólo sin ser personalmente ateo, sino además sin proponerse como meta irrenunciable la eliminación de la religión (aunque la táctica para conseguirlo pueda variar).
2. Materialismo
Ser materialista, en general, significa afirmar que todo cuanto existe es materia y, por tanto, negar que existan realidades propiamente espirituales. Ha habido y hay muchos tipos de materialismo. De modo más inmediato, Marx también lo tomó de Feuerbach, pero criticándolo. No resulta fácil saber con precisión qué entendía Marx por materia. De hecho, como el mismo Feuerbach, Marx presenta una noción de materia bastante ambigua y confusa: en ocasiones, parece afirmar la realidad de una materia independiente del hombre; otras veces, afirma la identidad entre materia y «conciencia sensible humana».
A) El punto capital que define el materialismo marxista es, sin embargo, el siguiente: la causa de todos los fenómenos históricos importantes no hay que buscarla en las ideas e intenciones de los hombres, sino en la economía; es decir, en el modo en que se producen los bienes materiales, en cómo se intercambian los productos, en la división en clases que se originan de esa distribución y en las luchas entre las clases. En otros términos, la base o infraestructura de la realidad es sólo material (lo económico), mientras que todo lo demás (ideas, estructuras sociales y políticas, el Derecho, las Artes, etc.) son superestructuras producidas por (y completamente dependientes de) la base material. Este es el llamado principio del materialismo histórico, que es tanto un método de interpretación de la historia, como el resultado de aplicarlo a la historia pasada y a la futura (para su predicción científica).
B) En cambio, se suele llamar materialismo dialéctico a la interpretación marxista de los momentos particulares del conjunto explicado en líneas generales por el materialismo histórico. Es decir, bajo el nombre de materialismo dialéctico, se engloban muchas cosas: cuál es la relación entre sujeto cognoscente y objeto conocido; cuál es la relación entre el hombre singular y la Naturaleza; cuál es la relación entre hombre que trabaja y objeto de su trabajo; etc. Engels —con puntos de partida que se encuentran en Marx— intentó también hacer un materialismo dialéctico para la materia independiente del hombre (la «Dialéctica de la Naturaleza»). Para el marxismo esas relaciones (sujeto-objeto, etc.) serían relaciones dialécticas. Sobre la dialéctica trataremos a continuación. Baste señalar aquí, aunque resulta obvio, que como cualquier otra forma de materialismo, el marxismo niega la existencia del espíritu humano y de la vida después de la muerte.
3. Dialéctica
La palabra dialéctica, que antiguamente significaba el arte del diálogo, fue tomando diversos sentidos a lo largo de la historia de la filosofía. Modernamente, sobre todo a partir de Kant, tiene un significado muy diverso del original. Marx tomó la dialéctica propia del idealismo de Hegel, introduciendo en ella algunos cambios exigidos por el materialismo. Según Engels, la dialéctica marxista se resume en tres leyes: la ley de la conversión de la cantidad en cualidad; la ley de la unidad de los contrarios; la ley de la negación de la negación. No se trata de tres leyes independientes, sino de tres aspectos de una misma dialéctica, que en su conjunto vendría a ser como el movimiento a saltos —por tesis, antítesis y síntesis— en que consistiría la totalidad del mundo. Por ejemplo, la burguesía (tesis) engendraría el proletariado (antítesis), para originar, mediante la revolución, la dictadura del proletariado (síntesis).
Con frecuencia, sin embargo, la dialéctica marxista se reduce —como ya señaló Lenin— a la segunda de esas leyes: la dialéctica sería, pues, «la doctrina de la unidad de los opuestos». Así, por ejemplo, la «relación dialéctica» entre hombre y objeto de su trabajo significaría que «el hombre se produce a sí mismo mediante el trabajo», es decir, que el hombre hace el trabajo y el trabajo hace al hombre («identidad de los opuestos: causa y efecto»).
Tratándose de una cuestión especializada y particularmente contraria al sentido común, no es posible aquí explicar con detalle la dialéctica; pero es interesante señalar al menos algunos de sus principales aspectos y consecuencias:
A) Prioridad del devenir sobre el ser. Según la dialéctica marxista, la realidad no es un conjunto de cosas con sus propias esencias y sus cambios e interrelaciones, sino que la realidad es el movimiento, el cambio: nada hay estable; el «ser» es simplemente
...