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TERPIA ANCIANOS Y PEROS

GLORIAGYC11 de Junio de 2013

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ancianos en una residencia.

Llegan los perros y los especialistas del programa. Los ancianos

acuden a una sala habilitada para pasar un rato con los animales, para

entretenerse y para interactuar. Es la residencia de tercera edad «Vitalia

Pirineos», en Sabiñánigo. Para los ancianos es un momento de paréntesis en

la monotonía. Y para este equipo de especialistas es un día más con el que

conocer cómo un perro puede ser un extraordinario estímulo para dar calidad

de vida a personas mayores, algunas incluso con Alzheimer.

Desde diciembre y con el soporte económico de la aragonesa Caja

Inmaculada, la Asociación Protectora de Animales y Plantas de Huesca

desarrolla este programa pionero. El proyecto lo dirige el veterinario

Sergio Otal, especializado en psicología animal y terapia canina. Coordinó

la formación del equipo de técnicos que se encarga de esta experiencia y

que, además de este veterinario, está integrado también por la psicóloga Ana

Isabel Muñoz y por un terapeuta. Les apoyan los voluntarios de la Asociación

Protectora de Animales y Plantas que se encargan del cuidado y traslado de

los perros.

En síntesis, la metodología de esta terapia geriátrica es simple. Se

llevan los perros para que pasen un rato con los abuelos, que interactúen,

fomentar el contacto y el intercambio de sensaciones, incluidas las

emociones. Pero el trasfondo es más amplio, según explica a ABC la psicóloga

Ana Isabel Muñoz. «Buscamos que se desarrolle comunicación entre los

ancianos, que se relacionen más entre ellos», y los perros median para que

eso ocurra.

Luchar contra el pesimismo

«Es habitual que entre estas personas mayores que están en una

residencia no hablen, falta mucha comunicación entre ellos» y se produce el

aislamiento. En buena medida es consecuencia de una sensación de «pesimismo,

del rol que tienen asumido de ser personas mayores, que están en una

residencia y que no les quieren», indica esta psicóloga. Sin embargo, se ha

apreciado que la presencia de los perros ayuda a romper esas barreras de

comunicación y de sentimiento.

«Las primeras sesiones eran muy difíciles, los mayores eran reacios

a actividades nuevas, pero a partir de la tercera sesión ya vimos que se

avanzaba claramente». Según Ana Isabel Muñoz, el día que llevaron a un

cachorro confirmaron que el cambio se había producido, «lo cogían, lo

acariciaban, hablaban del animal entre ellos, en los días siguientes

preguntaban por él y se comprobó que se había entablado una comunicación en

un grado que antes no existía». Se trabaja con una quincena de ancianos y

cada semana se hacen entre una y tres sesiones, según las necesidades y el

objetivo que se marca el programa de terapia. Las jornadas transcurridas

hasta ahora ya han revelado resultados positivos.

Cuando comenzó esta experiencia, la psicóloga elaboró un test para

evaluar el estado de ánimo general de cada uno de los ancianos que componen

este grupo de trabajo. «Notábamos que al principio quedaban de manifiesto

los indicadores de ánimo decaído, poca alegría, que al ser preguntados

destacaban más los aspectos pesimistas de su actividad cotidiana, y ahora se

dan indicadores que denotan un estado de ánimo más alegre y se muestran

menos tensos, más tranquilos».

Ejercicio mental

En definitiva, el contacto con los animales sirve en una doble

dirección: individualmente, estimula al anciano

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