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Teatro El enfermo imaginario.


Enviado por   •  25 de Abril de 2016  •  Trabajos  •  2.559 Palabras (11 Páginas)  •  163 Visitas

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ACTO TERCERO
BERALDO y ANTONIA
ANTONIA. - A buena hora que llegas Beraldo, necesito su ayuda.
BERALDO. –Hare todo lo posible reina.
ANTONIA. –Es preciso que impidamos esta locura de amor, por ello para evitar la pena en su sobrina he inventado una trama que yo misma voy a representar.
BERALDO. -¿Tú?
ANTONIA. -Una farsa que acaso dé buen resultado. Vos trabajad por vuestra parte y yo por la mía. Ya vuelve.
ENTRA ARGAN 
BERALDO. – Hermano…
ARGAN. – Que quieres oe cuerpo de radiografía.
BERALDO. – A ver gato seco, como es que teniendo buena fortuna y dos hermosas hijas quieres encerrarlas en el convento.
ARGAN. – Porque yolo hermano, porque soy la cabeza de la familia.
BERALDO. –Que cabeza oe, hombre mas pisado que tu no hay, ni el presidente ….
ARGAN. – No soy pisado.
BERALDO. – A parte que quieres tu teniendo como yerno a un Médico, dime, ¿El novio es para ti o para ella?
ARGAN. -. Para los dos yo quiero tener en mi familia las personas que son necesarias
BERALDO. -hermano contigo no se puede.
ENTRAN PURGON Y ANTONIA
PURGON. -Abajo, acaban de comunicarme nuevas. Me han dicho que hay aquí quien se burla de mis prescripciones y que se han dejado de tomar los remedios que yo había ordenado.
ARGAN. -Señor, es que. .
PURGON. -¡Hay mayor atrevimiento y más extraña rebeldía que la del enfermo contra su médico!
ANTONIA. -¡Eso es espantoso!
PURGON. -¡Una ayuda que yo mismo me había tomado el trabajo de preparar!
ARGAN. -¡Yo no he sido!
PURGON. -Formulada y manipulada con todas las reglas del arte.
ANTONIA. -¡Ha hecho muy mal!
PURGON. -Y que debía producir un efecto maravilloso en el intestino.
ARGAN. -Mi hermano...
PURGON.-¡Rechazada despreciativamente!
ARGAN. -Ha sido él.
PURGON. -¡Un terrible atentado a la Medicina!
ANTONIA. -Tenéis razón.
PURGON. -Desde ahora mismo quedan rotas nuestras relaciones.
ARGAN. -¡Si ha sido mi hermano!
PURGON. -No quiero más trato con vos.
ANTONIA. -Haréis divinamente.
PURGON. -Y para que no quede lazo alguno entre nosotros, ved lo que hago con la donación que mi sobrino, deseoso de favorecer el proyectado matrimonio.
ARGAN. -Ha sido mi hermano el causante de todo.
PURGON. -Pero puesto que noqueréis que os cure...
ARGAN. -¡Yo no he tenido la culpa!
PURGON. -Puesto que os habéis substraído a la obediencia que el enfermo debe a su médico...
ANTONIA. -Eso pide venganza.
PURGON. -Puesto que os habéis declarado en rebeldía contra mi tratamiento...
ARGAN. -¡De ningún modo!
PURGON. -Vengo a declaraos que os abandono a vuestra pobre constitución, a la corrupción de vuestra sangre, a la acidez de vuestra bilis y a vuestros humores.
ANTONIA. -¡Muy bien hecho!
ARGAN. -¡Dios mío!
PURGON. -¡Antes de cuatro días habréis llegado a una situación incurable!
 (Sale.)
REGRESA BERALDO
ARGAN. -¡Ay, Dios mío, estoy muerto!... ¡Me has matado, hermano!
BERALDO. -¿Por qué?
ARGAN. -¡No puedo más! ¡Ya siento la venganza de la medicina!
BERALDO. - Tranquilízate un poco, te lo ruego; vuelve en ti y no te dejes llevar de la imaginación
ARGAN. -¡Ya has oído con qué horribles enfermedades me amenaza!
BERALDO. -¡Qué inocente eres!
ARGAN. -Dice que antes de cuatro días ya no tendré cura.
BERALDO. -Y ¿qué importa que lo diga? ¿Es un oráculo quien te ha hablado? Cualquiera que te escuche creerá que Purgon tiene en sus manos el hilo de tu vida. Recapacita en que tu vida está en ti mismo, y en que las amenazas de Purgon son tan inútiles como sus medicinas. Se te presenta una magnífica coyuntura para librarte de los médicos, te será fácil encontrar otro con el cual corras menos peligro.
ARGAN. - Es que éste, conocía perfectamente mitemperamento y la manera de conducírmelo.
BERALDO. –Querrás decir que halló el modo perfecto de manipularte.
ENTRA ANTONIA
ANTONIA. -Señor, hay ahí un médico que desea veros.
ARGAN. ¿Quién es ese médico?
ANTONIA. El médico de la medicina.
ARGAN. -Te pregunto que quién es.
ANTONIA. -No lo conozco; pero se me parece a mí como se parecen dos gotas de agua. Si no estuviera tan segura de la honradez de mi madre, creería que es mi hermanito. 
ARGAN. -Hazle pasar.
BERALDO. -Las cosas te salen a pedir de boca; te abandona un médico y se te presenta otro.
ARGAN. -Temo que me has acarreado una desgracia.
BERALDO. -¿Otra vez piensas en eso?
ARGAN. -Tengo sobre mi corazón todas esas enfermedades que no conocía y que...
ENTRA ANTONIA, disfrazada de médico
ANTONIA. -¡Señor!... Permitid que venga a visitaros y a ofreceros mis humildes servicios para todas las sangrías y lavativas de que tengáis necesidad.
ARGAN. -Muy agradecido, señor. ¡Juraría que es Antonia en persona!
ANTONIA. -Perdonad un instante; se me ha olvidado darle algunas órdenes a mi criado. Vuelvo al momento. (Sale.)
ARGAN. -¿No dirías que es Antonia?
BERALDO. -La semejanza es muy grande; pero no es la primera vez que esto se ha visto, y la historia está llena de casos semejantes. Son caprichos de la Naturaleza.
ARGAN. -Me sorprende y...
ANTONIA.(Que se ha quitado el traje de médico tan rápidamente, que nadie creería que fue ella la que apareció antes). - ¿Qué manda elseñor?
ARGAN. -¡Cómo!
ANTONIA. - ¿No me había llamado el señor?
ARGAN. -Aguarda aquí para que veas cómo se te parece ese médico.
ANTONIA (Saliendo). -Es cierto, señor; lo he visto ahora abajo.
ARGAN. -Si no los veo juntos no lo creo.
BERALDO. -Yo he leído casos sorprendentes sobre estas semejanzas, y en nuestra misma época hemos visto algún caso que ha traído revuelto a todo el mundo.
ARGAN. -Yo me hubiera engañado en esta ocasión. Juraría que es la misma persona.
REGRESA ANTONIA, de médico
ANTONIA. -Perdonadme, señor.
ARGAN. -¡Es admirable!
ANTONIA. -No juzguéis mal de mi curiosidad por ver a un enfermo tan ilustre como vos. Vuestra reputación, que se extiende por todas partes, excusa la libertad que me he tomado.
ARGAN. -Servidor vuestro, señor mío.
ANTONIA. -Veo que me observáis muy atentamente, ¿Qué edad creéis que tengo?
ARGAN. -Todo lo más, veintiséis o veintisiete años.
ANTONIA. -¡Ja, ja, ja, ja, ja! Tengo noventa años.
ARGAN. -¿Noventa años?
ANTONIA. -Sí, señor. Los secretos de mi arte han conservado de este modo mi lozanía y mi vigor.
ARGAN. -¡Por vida de!... ¡Vaya un jovencito de noventa años!
ANTONIA. -Soy médico ambulante, que va de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, buscando materiales para sus estudios: enfermos dignos de ocupar mi atención y de emplear en ellos los grandes secretos de la medicina, descubiertos por mí. Ojalá tuvierais vos, señor, enfermedades que fueran dignas de aportar algo para que unservidor pudiera trascender a este mundo.
ARGAN. -Os agradezco en extremo vuestras bondades.
ANTONIA. -Dadme la mano... ¿Quién es vuestro médico?
ARGAN. -El señor Purgon.
ANTONIA. -En mis anotaciones sobre las eminencias médicas no figura ese nombre. Según él, ¿qué enfermedad tenéis?
ARGAN. -Él dice que es el hígado; pero otros afirman que el bazo.
ANTONIA. -Son unos ignorantes. Vuestro padecimiento está en el pulmón.
ARGAN. -Justamente, el pulmón.
ANTONIA. -Sí. ¿Qué es lo que sentís?
ARGAN. -De cuando en cuando, dolor de cabeza.
ANTONIA. - Justamente, el pulmón.
ARGAN. -A veces noto un desfallecimiento de corazón.
ANTONIA. -El pulmón. (Le acerca una bebida) ¿Os agrada beber un poco de esto?
ARGAN. -Sí, señor.
ANTONIA. -El pulmón. ¿Sentís cierto sopor después de la comida y os dormís dulcemente?
ARGAN. -Sí, señor.
ANTONIA. -El pulmón y nada más que el pulmón; estoy seguro. ¿Qué plan de alimentación os habían puesto?
ARGAN. -Potajes.
ANTONIA. -¡Ignorantes!
ARGAN. -Ternera.
ANTONIA. -¡Ignorantes!
ARGAN. -Caldos.
ANTONIA. -¡Ignorantes!
ANTONIA. -¡Ignorantus, ignoranto, ignorantum! Es preciso comer buey viejo, cerdo cebado, queso de Holanda, harina de arroz y de avena, castañas y obleas para aglutinar... Vuestro médico es un animal. Yo os enviaré un discípulo mío, y yo mismo vendré de cuando en cuando a veros, mientras esté aquí.
ARGAN. -¡Cuánto os lo agradeceré!
ANTONIA. -Adiós, siento teneros que dejar tanpronto, pero debo asistir a una consulta interesantísima que tenemos ahora sobre un hombre que murió ayer.
ARGAN. -¿Sobre un hombre que murió ayer?
ANTONIA. -Sí. Vamos a estudiar qué es lo que se debía haber hecho para curarlo. Hasta la vista. (Sale.)
BERALDO. -Parece muy inteligente este médico.
ARGAN. -Demasiado radical.
BERALDO. -Todos los grandes médicos son así.
ANTONIA (Dentro.) - ¡Vaya, vaya, que no estoy para bromas! ¡Para serviros!...(Entra.)
ARGAN. -¿Qué era eso?
ANTONIA. -Vuestro médico, señor, que quería a todo trance tomarme el pulso...
ARGAN. -¡Pero es posible, a los noventa años!
BERALDO. -Y ahora, querido hermano, puesto que el señor Purgon ha terminado contigo, ¿quieres que hablemos de la colocación de tu hija?
ARGAN. -No. Estoy decidido a meterla en un convento por haberse opuesto a mi voluntad. Veo claramente que hay unos amoríos de por medio, y ella no lo sabe, pero he tenido conocimiento de cierta entrevista secreta...
BERALDO. -¿Y qué? ¿Qué importa que exista una inclinación si no ha de conducir a otro fin que al del matrimonio?
ARGAN. -He resuelto que sea religiosa.
BERALDO. -¿Deseas complacer a alguien?
ARGAN. -Ya sé por dónde vas. Como le tienes ojeriza, crees que es mi mujer...
BERALDO. -Sí. Y puesto que es mejor hablar a cara descubierta, te confieso que es a tu mujer a quien aludo. Tan intolerable como tu obstinación en las enfermedades es la obcecación que padeces por ella, hasta el extremo de nover los lazos que te tiende.
ANTONIA. -¡No habléis así de la señora! Es una mujer de la que nadie puede decir nada: franca, amante de su esposo...
ARGAN. -Pregúntale si es o no cariñosa.
ANTONIA. -Cierto.
ARGAN. -Y el interés que se toma por mi padecimiento.
ANTONIA. -¡Seguro!
ARGAN.- Y los cuidados y trabajos que soporta por mí.
ANTONIA. -Es la verdad... (A BERALDO.) ¿Queréis que os convenza y os haga ver ahora mismo cómo la señora quiere al señor? (A ARGAN.) ¿Queréis, señor, que lo desengañemos, dejándole con tres palmos de narices?
ARGAN. -¿Cómo?
ANTONIA. -La señora volverá dentro de un instante, tumbaos ahí, haciéndoos el muerto, y veréis su desolación cuando yo le dé la noticia.
ARGAN. -Muy bien pensado.
ANTONIA. -Pero no vayáis a prolongar mucho tiempo su desesperación, porque podría costarle la vida.
ARGAN. -Déjame a mí.
ANTONIA (A BERALDO). -Escondeos en ese rincón. (Grita) ¡Señora Belisa!
ARGAN. -¿Habrá algún peligro en hacerse el muerto?...
ANTONIA. Ninguno... Tumbaos ahí. (Bajo.) Ya veréis cómo le vamos a dar en la cabeza a vuestro hermano... ¡Ya está ahí la señora! ¡Que lo hagáis bien!...
ENTRA BELISA
ANTONIA (Llorando). -¡Ay, señora, qué desgracia tan grande!
BELISA. -¿Qué es eso, Antonia?
ANTONIA. -¡Ay, señora!
BELISA. -¿Qué pasa?
ANTONIA. -¡Vuestro esposo ha muerto!
BELISA. -¿Mi marido ha muerto?
ANTONIA. -Sí. El pobre ya es cadáver.
BELISA. -¿Estás segura?
ANTONIA. -¡Y tan segura!... Todavía noconoce nadie el accidente, porque estaba yo sola; ha muerto en mis brazos... Vedle, vedle difunto.
BELISA. -¡Loado sea el cielo, y qué carga más pesada se me quita de encima!... Pero ¿a qué viene el afligirse de ese modo?
ANTONIA. -Yo creía que había que llorar.
BELISA. -¡No vale la pena, que no es tan gran cosa lo que se ha perdido! ¿Quieres decirme para qué servía este hombre?... Para molestar a todo el mundo con sus lavativas y sus drogas y no dejando vivir a nadie ni de día ni de noche...
ANTONIA. -¡Vaya una oración fúnebre!
BELISA. -Ahora es preciso que secundes mis planes, que yo te compensaré si me ayudas. Puesto que, afortunadamente, todavía no conoce nadie la noticia, vamos a llevarle a su cama y a ocultar su muerte hasta que yo haya terminado lo que me interesa. Hay dinero y papeles de los que quiero apoderarme, porque creo que es razón que yo los disfrute, habiéndole sacrificado los mejores años de mi vida. Ven acá. 
ARGAN (Incorporándose bruscamente). -¡Poco a poco!
BELISA (Llena de espanto). -¡Ah!
ARGAN. -¿Era ésta vuestra manera de amar, señora esposa?
ANTONIA. -¡El difunto está vivo!
ARGAN (A BELISA,). -Celebro haber conocido vuestra estimación y escuchado el panegírico que de mí habéis hecho: es una sabia advertencia que me servirá de enseñanza para el porvenir. Quiero pediros señora que en este momento empaque todas sus cosas, ya no la conozco más. (Se va muy ofendida y llorando).
BERALDO (Saliendo de suescondite). -¿Te has convencido?
ANTONIA. -¿Quién iba a pensar esto? Pero aquí llega vuestra hija; volveos a tender y veamos cómo recibe la noticia de vuestra muerte. Ya que estáis en ello, conviene continuar la prueba y enteraros de cómo os quieren en vuestra casa.
ENTRA ANGÉLICA
ANTONIA (Llorando). -¡Dios mío, qué desgracia!... ¡Qué día más desdichado!
ANGÉLICA. -¿Qué tienes, Antonia? ¿Qué te pasa?
ANTONIA.-¡Vuestro padre ha muerto!
ANGÉLICA. -¡Muerto mi padre, Antonia!
ANTONIA. -¡Sí!... ¡Vedlo!... Le dio un desvanecimiento, y ahora mismo acaba de morir.
ANGÉLICA. -¡Qué terrible infortunio!... ¡Quién me iba a decir que iba a perder a mi padre, que era lo único que me quedaba en el mundo, y que lo iba a perder en un momento en que se hallaba irritado conmigo!... ¡Qué será ahora de mí, ni qué consuelo podré hallar para tan grande pérdida!
ENTRA CLEONTE
CLEONTE. -¿Qué tenéis, Angélica? ¿Por qué lloráis?
ANGÉLICA. -¡Lloro porque acabo de perder lo más grande que puede perderse en la vida! ¡Lo más querido! ¡Lloro la muerte de mi padre!
CLEONTE. ¡Qué catástrofe! ¡Qué suceso tan inesperado!... Habiéndole rogado a vuestro tío que intercediera en mi favor, venía ahora a presentarme a él para rogarle, con todos los respetos, que me concediera tu mano.
ANGÉLICA. -No hablemos más de nada, Cleonte, y olvidemos toda idea de matrimonio. Después de esta desgracia, no quiero pertenecer al mundo; renuncio a él para siempre... ¡Sí, padrequerido! Si antes me resistí a vuestros deseos, quiero seguirlos ahora y reparar de este modo la pesadumbre que os causé y de la que ahora me acuso. Aceptad, padre mío, mi promesa y dejad que os abrace para testimoniaros mi ternura.
ARGAN (Incorporase). -¡Hija mía!
ANGÉLICA (Aterrada). -¡Ay!
ARGAN. -¡Ven! ¡No temas! No es verdad que estoy muerto. Tú sí eres de mi sangre; mi verdadera hija, cuya bondad me enorgullece.
ANGÉLICA. -¡Qué agradable sorpresa, padre mío! Y ya que, para dicha mía, vuelvo a veros, dejad que me eche a vuestras plantas y que os suplique que, si no estáis dispuesto a favorecer los impulsos de mi corazón, si no queréis darme a Cleonte por esposo, al menos, os lo ruego, no me obliguéis a casarme con otro. Es la única gracia que os pido.
CLEONTE (Echándose a los pies de ARGAN). -Dejaos enternecer, señor, por sus ruegos y por los míos, y no queráis contrariar los transportes de nuestra mutua inclinación.
BERALDO. -¿Te opondrás aún?
ANTONIA. -¿Permaneceréis insensible a tanto amor?
ARGAN. -Que se haga médico y consentiré en el matrimonio. Haceos médico y os entrego mi hija.
CLEONTE. -Con mucho gusto, señor. Si es esa la condición para llegar a ser vuestro yerno, yo me haré médico, y boticario también, si os agrada. ¡Qué no haría yo por lograr a mi Angélica!
BERALDO. -Se me ocurre una cosa, hermano. ¿Por qué no te haces médico tú también? Esa sería la mejor solución, porque entonces lo tendrías todo en tu mano.ANTONIA. -Es verdad. Ese sería el mejor medio de curaros; no hay enfermedad tan osada que se atreva a jugársela a un médico.
ARGAN. -¿Os burláis de mí? ¿Estoy yo en edad de ponerme a estudiar?
BERALDO. -En el instante de recibir el birrete te lo sabes todo. ¿Quieres que despachemos ahora mismo?
ARGAN. -¿Ahora mismo?
BERALDO. -Y aquí, en tu misma casa.
ARGAN. -¿En mi casa?
BERALDO. -Sí. Llamaré en seguida al notario para que te certifique como médico y de paso que case a tu hija. Vendrá al instante para que celebremos la ceremonia en la sala. Además, no te costará nada.
ANTONIA. -¿Qué es lo que pretendéis?
BERALDO. -Que nos divirtamos un rato. El notario se sabe el diálogo con el que puede parodiar la recepción de un médico; propongo que nosotros tomemos también parte en la farsa y que mi hermano represente el papel principal.
ANGÉLICA. -Me parece demasiada burla.
BERALDO. -Más que burlarnos, es ponernos a tono con sus chifladuras y, aparte de que esto quedará entre nosotros, encargándonos cada uno de un papel, nos daremos mutuamente la broma; el Carnaval nos autoriza. Vamos a prepararlo todo. Pero la boda sí será real.
CLEONTE (A ANGÉLICA). -¿Consientes?
ANGÉLICA. -Puesto que mi tío nos autoriza...
ANTONIA: (Llamando a todo mundo) Pasen todos a la fiesta.
ENTRAN TODOS menos Belisa
Entra el NOTARIO con mesita de centro y pergaminos para celebrar las dos ceremonias, todos felices.
FIN

...

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