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Tecnología Y Literatura En "La Novela Perfecta De Carmen Boullosa"

IronTakoAswa18 de Marzo de 2014

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Tecnología y literatura en “La novela perfecta de Carmen Boullosa”

Resumen: Este artículo estudia la tensión entre tecnología y narración en La novela perfecta de Carmen Boullosa. Para el análisis se consideran dos conceptos: la noción de “posthuman” analizada por Catherine Hayles y la de violencia de la imagen por Jean Baudrillard. El análisis también se detiene en la imposibilidad de traducir totalmente lo propio (conciencia narrativa, identidad) en un espacio geográfico y escritural ajeno.

El espectáculo de la banalidad es la verdadera obscenidad.

Jean Baudrillard

En homenaje a Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, la novelista, poeta y dramaturga mexicana Carmen Boullosa revive sus pasiones literarias de adolescente y escribe La novela perfecta, novela en la que se hibridizan lo fantástico y lo real, creando mundos narrativos de aparentes certezas aunque inmersos en dudas y ambigüedades. Como ha indicado Boullosa, al referirse a Borges y a Bioy Casares, de joven tanto ella como los escritores de su época, “queríamos entrar en sus mundos imaginarios, ricos en posibilidades narrativas, pero también de reflexión” (Mateos-Vega).

En La novela perfecta, los personajes viven en varios espacios simultáneamente; Brooklyn, otros barrios neoyorquinos y la ciudad de México aparecen como los principales. En la novela, Brooklyn es el locus desde donde el protagonista, un joven escritor mexicano, incursiona en la tecnología para escribir su novela. En el proceso reflexiona sobre la escritura desde un lugar que no es el propio, sobre la extranjeridad y en particular sobre el proceso de la narración.

La novela perfecta presenta una relación compleja entre escritura y tecnología, dos conceptos que se han fusionado en el término “tecno-escritura”, para explicar “múltiples maneras en que la tecnología y la literatura se escriben la una a la otra” (Brown 740) y para entender que “la literatura y la tecnología se combinan en productor, producción y producto de la cultura en que vivimos” (740). Brown subraya la importancia de la interconexión entre literatura y tecnología en cuanto a través de su estudio se “ofrece una perspectiva única… de cómo la modernidad, y la postmodernidad, se está[n] articulando y rearticulando en América Latina” (737) aunque coincidimos con Brown en que la relación simbiótica entre la tecnología y la literatura “es a la vez rica y aterradora” (737).

En este ensayo nos detenemos en las limitaciones de la tecnología y de la narración misma y estudiamos la imposibilidad de traducir totalmente lo propio (conciencia narrativa, identidad) en un espacio geográfico y escritural ajeno. En este proceso se consideran dos conceptos teóricos: la noción de “posthuman”, término analizado por Catherine Hayles en How we Became Posthuman. Virtual Bodies in Cibernetics, Literature, and Informatics, libro que alude a las fronteras de lo considerado humano y posthumano y el concepto de “la violencia de la imagen” estudiado por el filósofo francés, Jean Baudrillard, el cual ve una estrecha relación entre violencia, imagen y realidad (“Gran Hermano…”). Ambos conceptos, el de posthuman y el de la violencia de la imagen, nos llevan a conectar cuerpos orgánicos con imágenes virtuales y más importante aún nos permiten ver la dinámica entre la conciencia del sujeto (el escritor) y la tecnología.

En La novela perfecta Vértiz es un novelista mexicano que vive en Brooklyn, con Sarah, su esposa norteamericana. Mientras Sarah es una responsable y exitosa abogada, Vértiz, holgazán y burgués, no se dedica a escribir, sino por una sola novela publicada. Vértiz pasa mucho de su tiempo comparando lo que ve a su alrededor con lo conocido de México: “Comparo todo, desde la luz hasta el olor de la gente en el metro…mido todo con mi México” (115). El ocio de Vértiz se ve interrumpido el día que Paul Lederer, un vecino, inventor e investigador honorario del “Center for Neural Science” le hace una oferta difícil de rechazar para un escritor que no desea sentarse a escribir. Lederer le propone a Vértiz conectarle un sensor debajo de la lengua que transmite señales al cerebro pasando por los nervios. Así Vértiz sólo debe imaginar la novela, verla, vivirla y precisarla, no necesita ponerla en palabras. En un principio el escritor se muestra fascinado por el proyecto tecnológico: “¡Era perfecto, perfecto, era lo que yo querría que fuera mi novela! Era una novela perfecta, porque todo era más que legible, porque se transmitía intacto lo imaginado, porque pasaba completo, cargado de emoción, color, luz, olor, presencia, tacto…” (42). Pronto el lector descubre que hay dos novelas, una virtual que cuenta Vértiz en tercera persona sobre Manuel y Ana y otra que el narrador denomina “Ojo de la novela”, representada por Vértiz “el autor” que irrumpe en la escena y descubre que la perfección tan anhelada por Vértiz y por Lederer es utópica y que tanto el proceso de la escritura, la narrativa misma, el lenguaje y más que nada la tecnología empleada son imperfectos y por momentos caóticos y autodestructivos. Mientras Vértiz “narra” la novela virtual sobre Ana y Manuel dos amantes que se han encontrado en la habitación de un hotel en la ciudad de México, el “Ojo de la novela” reflexiona sobre el acto de narrar:

Eso es lo que es un hacedor de historias: un cadáver y una erección. No el polvo enamorado en un futuro del que hablaba Quevedo, sino una erección en vivo y un cuerpo, un yo, que es fardo, que es muerte…yo soy ese cuerpo fallecido, por eso escribo, porque soy un cadáver. Yo soy el vivo muerto, el que habla con los muertos mientras desea a los vivos. (96-97)

La dualidad (real-virtual, muerto-vivo) que se atribuye el autor Vértiz le permite atravesar paredes y transportarse al “ruido de la ciudad de México” como una máquina de viajar sin ser visto por sus personajes. Este es el deseo irrefrenable (romantización transculturadora) del autor Vértiz de trasladarse de Brooklyn a México en unos segundos y allí no solo detener su mirada en los puestos callejeros y escuchar cumbias y narco-corridos junto a los personajes sino también moverse incansablemente: “El Ojo de la novela…baja por las escaleras del hotel, hacia el caos de la recepción…y sube de inmediato, como yo-yo de los que acabamos de ver en venta…” (104). El movimiento es obsesivo: observa, se detiene y se mueve simultáneamente imitando la sucesión de imágenes de una pantalla de computadora. El Ojo de la novela podría verse como la necesidad del escritor de agenciar su relato, de sentir que le pertenece la narrativa ya que el proyecto virtual, tal como lo plantea Lederer, despersonaliza al escritor, lo ningunea.

Katherine Hayles ha estudiado el concepto del “posthuman” en relación a los cuerpos virtuales en la literatura, la informática y la cibernética. Ella ha cuestionado la proposición de que hay una ecuación binaria entre el cuerpo biológico y lo virtual:

Humans are not the end of the line. Beyond them looms the cyborg, a hybrid species created by crossing biological organism with cybernetic mechanism…The posthuman subject is an amalgam, a collection of heterogeneous components, a material-informational entity whose boundaries undergo continuous construction and reconstruction (3).

(Los humanos no son el fin de la línea. Más allá de ellos, está el cyborg, especie creada al cruzar un organismo biológico con un mecanismo cibernético (hombre-máquina). El sujeto posthumano es una amalgama, una colección de componentes heterogéneos, una entidad de información material cuyos límites experimentan construcciones y reconstrucciones.) [1]

En un principio es Lederer, el científico el que espera que Vértiz produzca la novela perfecta y el que anhela que Vértiz sea como una especie de super autor, mitad máquina y mitad hombre, un ser casi perfecto, que produzca una novela perfecta, un ser capaz de hibridizarse con su propia identidad mexicana y la tecnología norteamericana lederiana.

Pero Vértiz rompe con ese ideal en el momento que comienza a aburrirse de narrar, cuando se da cuenta que la novela ha dejado de ser su propio proyecto:

Cuando las cosas iban a ponerse preciso bien, yo comencé a sentir una asomadita de aburrición. Sí, sí, aburrición perdí todo interés…Mi desapego era en parte porque no quería dejarla ir…eso que yo llevaba años acariciando hasta el último detalle…al ser compartido perdía para mí enteramente su imán. (91-92)

Estas palabras muestran una cierta antipatía hacia el proyecto virtual en cuestión. Además de ese sentido de pertenencia que siente con su propia novela que hace años viene armando en su cabeza, Vértiz se siente hastiado de Lederer y de su mundo virtual. La paciencia de Vértiz llega a un límite cuando Lederer saca una carpeta virtual color guinda con una de las escenas de la novela. Vértiz piensa entonces sobre Lederer: “¿Qué más virtualidades podía enseñar?” (114).

El mundo virtual de Lederer y Vértiz queda desplazado e interrumpido por las realidades urbanas neoyorquinas. Cuando ambos deciden salir a las calles, encuentran la Cuarta Avenida atestada de coches y una vez más Vértiz compara lo que observa en Nueva York con lo conocido en México. Así como el Ojo de la novela paseó por las

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