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Tecnología Y Literatura En "La Novela Perfecta De Carmen Boullosa"


Enviado por   •  18 de Marzo de 2014  •  3.116 Palabras (13 Páginas)  •  356 Visitas

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Tecnología y literatura en “La novela perfecta de Carmen Boullosa”

Resumen: Este artículo estudia la tensión entre tecnología y narración en La novela perfecta de Carmen Boullosa. Para el análisis se consideran dos conceptos: la noción de “posthuman” analizada por Catherine Hayles y la de violencia de la imagen por Jean Baudrillard. El análisis también se detiene en la imposibilidad de traducir totalmente lo propio (conciencia narrativa, identidad) en un espacio geográfico y escritural ajeno.

El espectáculo de la banalidad es la verdadera obscenidad.

Jean Baudrillard

En homenaje a Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, la novelista, poeta y dramaturga mexicana Carmen Boullosa revive sus pasiones literarias de adolescente y escribe La novela perfecta, novela en la que se hibridizan lo fantástico y lo real, creando mundos narrativos de aparentes certezas aunque inmersos en dudas y ambigüedades. Como ha indicado Boullosa, al referirse a Borges y a Bioy Casares, de joven tanto ella como los escritores de su época, “queríamos entrar en sus mundos imaginarios, ricos en posibilidades narrativas, pero también de reflexión” (Mateos-Vega).

En La novela perfecta, los personajes viven en varios espacios simultáneamente; Brooklyn, otros barrios neoyorquinos y la ciudad de México aparecen como los principales. En la novela, Brooklyn es el locus desde donde el protagonista, un joven escritor mexicano, incursiona en la tecnología para escribir su novela. En el proceso reflexiona sobre la escritura desde un lugar que no es el propio, sobre la extranjeridad y en particular sobre el proceso de la narración.

La novela perfecta presenta una relación compleja entre escritura y tecnología, dos conceptos que se han fusionado en el término “tecno-escritura”, para explicar “múltiples maneras en que la tecnología y la literatura se escriben la una a la otra” (Brown 740) y para entender que “la literatura y la tecnología se combinan en productor, producción y producto de la cultura en que vivimos” (740). Brown subraya la importancia de la interconexión entre literatura y tecnología en cuanto a través de su estudio se “ofrece una perspectiva única… de cómo la modernidad, y la postmodernidad, se está[n] articulando y rearticulando en América Latina” (737) aunque coincidimos con Brown en que la relación simbiótica entre la tecnología y la literatura “es a la vez rica y aterradora” (737).

En este ensayo nos detenemos en las limitaciones de la tecnología y de la narración misma y estudiamos la imposibilidad de traducir totalmente lo propio (conciencia narrativa, identidad) en un espacio geográfico y escritural ajeno. En este proceso se consideran dos conceptos teóricos: la noción de “posthuman”, término analizado por Catherine Hayles en How we Became Posthuman. Virtual Bodies in Cibernetics, Literature, and Informatics, libro que alude a las fronteras de lo considerado humano y posthumano y el concepto de “la violencia de la imagen” estudiado por el filósofo francés, Jean Baudrillard, el cual ve una estrecha relación entre violencia, imagen y realidad (“Gran Hermano…”). Ambos conceptos, el de posthuman y el de la violencia de la imagen, nos llevan a conectar cuerpos orgánicos con imágenes virtuales y más importante aún nos permiten ver la dinámica entre la conciencia del sujeto (el escritor) y la tecnología.

En La novela perfecta Vértiz es un novelista mexicano que vive en Brooklyn, con Sarah, su esposa norteamericana. Mientras Sarah es una responsable y exitosa abogada, Vértiz, holgazán y burgués, no se dedica a escribir, sino por una sola novela publicada. Vértiz pasa mucho de su tiempo comparando lo que ve a su alrededor con lo conocido de México: “Comparo todo, desde la luz hasta el olor de la gente en el metro…mido todo con mi México” (115). El ocio de Vértiz se ve interrumpido el día que Paul Lederer, un vecino, inventor e investigador honorario del “Center for Neural Science” le hace una oferta difícil de rechazar para un escritor que no desea sentarse a escribir. Lederer le propone a Vértiz conectarle un sensor debajo de la lengua que transmite señales al cerebro pasando por los nervios. Así Vértiz sólo debe imaginar la novela, verla, vivirla y precisarla, no necesita ponerla en palabras. En un principio el escritor se muestra fascinado por el proyecto tecnológico: “¡Era perfecto, perfecto, era lo que yo querría que fuera mi novela! Era una novela perfecta, porque todo era más que legible, porque se transmitía intacto lo imaginado, porque pasaba completo, cargado de emoción, color, luz, olor, presencia, tacto…” (42). Pronto el lector descubre que hay dos novelas, una virtual que cuenta Vértiz en tercera persona sobre Manuel y Ana y otra que el narrador denomina “Ojo de la novela”, representada por Vértiz “el autor” que irrumpe en la escena y descubre que la perfección tan anhelada por Vértiz y por Lederer es utópica y que tanto el proceso de la escritura, la narrativa misma, el lenguaje y más que nada la tecnología empleada son imperfectos y por momentos caóticos y autodestructivos. Mientras Vértiz “narra” la novela virtual sobre Ana y Manuel dos amantes que se han encontrado en la habitación de un hotel en la ciudad de México, el “Ojo de la novela” reflexiona sobre el acto de narrar:

Eso es lo que es un hacedor de historias: un cadáver y una erección. No el polvo enamorado en un futuro del que hablaba Quevedo, sino una erección en vivo y un cuerpo, un yo, que es fardo, que es muerte…yo soy ese cuerpo fallecido, por eso escribo, porque soy un cadáver. Yo soy el vivo muerto, el que habla con los muertos mientras desea a los vivos. (96-97)

La dualidad (real-virtual, muerto-vivo) que se atribuye el autor Vértiz le permite atravesar paredes y transportarse al “ruido de la ciudad de México” como una máquina de viajar sin ser visto por sus personajes. Este es el deseo irrefrenable (romantización transculturadora) del autor Vértiz de trasladarse de Brooklyn a México en unos segundos y allí no solo detener su mirada en los puestos callejeros y escuchar cumbias y narco-corridos junto a los personajes sino también moverse incansablemente: “El Ojo de la novela…baja por las escaleras del hotel, hacia el caos de la recepción…y sube de inmediato, como yo-yo de los que acabamos de ver en venta…” (104). El movimiento es obsesivo: observa, se

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